"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

domingo, 19 de junio de 2011

(6) LA RAÍZ MÍSTICA



CAPITULO 6

LA RAIZ MÍSTICA

Generación proviene de generación, y hombre de hombre. La genealogía ha sido normal en la historia de los hombres. Retrocediendo hacia el pasado con la ayuda de los registros genealógicos llegamos hasta el pri-mer hombre histórico: Adán. Además de las escrituras judeocristianas, también otras tradiciones de los pueblos antiguos coinciden en ubicar el origen del hombre en un hombre primero hecho del barro. Quizá no sería necesario agregar que el barro y nuestra composición material son perfectamente coincidentes; coincidencia que se ve mejor a través de los ojos de la medicina naturalista. Tuvo necesariamente que haber un primer hombre y la genealogía histórica lo encuentra en Adán. A partir de allí puede encontrarse también la raíz mística que se ha desarrollado en frutos de religión a lo largo de la historia del hombre. La documentación implícita en el libro del Génesis nos muestra el tronco original de donde se bifurcaron los pueblos. Está allí el "sefer" de las generaciones de Adán hasta el diluvio; también las generaciones noéticas y la distribución de las naciones mostrando la raíz de pueblos tan antiguos como los acadios, los sumerios, los egipcios, los asirios y caldeos; también las generaciones semíticas, la hebrea, la edomita y la madianita; Las crónicas de Judá e Israel complementadas por los libros de los reyes junto a los libros de Esdras y Nehemías son también ricos en genealogías y referencias bibliográfi-cas antiguas. Pero es el libro de Lucas el que enlaza con nuestra era la genealogía antigua. Es importante el hecho de que el Señor Jesucristo haya tornado como históricamente cierta la existencia del personaje llamado Adán.li está pues la raíz mística, de don-de derivaron principalmente dos corrientes: la teísta y la ofita. Adán tuvo el privilegio de escuchar de la boca de Dios mismo acerca de su propia creación. Más tarde, el Espíritu Divino por boca de sus profetas dio también testimonio de estas cosas antiguas. Pero concentrémosnos ahora en la experiencia personal de Adán para hallar el comienzo del hilo en el desarrollo de las cosas de la humanidad; pues el pueblo real no pudo nacer de un mito y la fábula evolucionista está despedazada. La experiencia de Adán y su relato de ella seria la influencia primitiva de mayor peso en la formación del contenido místico de la histórica de la raza humana. Atenderemos pues a la relación externa de los canales de transmisión, y entonces también al fluido que corre por esos canales primeros y que fuese enriquecido por
las experiencias posteriores de los que celosamente procurarían conservar auténticamente la herencia histórica y mística. Se desprenderá también de allí la comprensión de las interpretaciones pervertidas, su desarrollo y relación en ramas humanas con desviaciones cada vez más apartadas de la línea auténtica, por causa del juego de los intereses creados, las tendencias, los favoritismos, las omisiones, las acomodaciones; en fin, la abrumadora cantidad de factores falsificadores, los cuales, a pesar de todo, no podrán menos de traer consigo las huellas de la verdad autentica de la que procuraron escapar. El estudio de las religiones comparadas evidencia lo antedicho. Ha habido siempre en la humanidad, aparte de los factores desviatorios, otro factor, celoso guardián de la pureza original. Si Dios tenía un plan al crear las cosas ciertamente proveería para llegar al fin de su pro-pósito. Vemos allí el lugar de la función profética. Se hace pues necesario hallar ese factor preservacional entre el intrincado ramaje del Árbol general. ¿Cuál es el tronco central? ¿Cuál es el cogollo directivo? ha de partir necesariamente del primer hombre histórico, Adán. El pueblo no nació de una leyenda; nació de un personaje histórico hecho legendario. Adán, pues, como todo espécimen humano dejó el registro de su propia experiencia; lo escribió en sus herederos; actitud normal de todos los hombres. Repito que tenemos el libro de las generaciones de Adán, los nombres propios de sus herederos y las fechas de su nacimiento y muerte, además de los acontecimientos importantes. Echemos pues una breve mirada a la experiencia de Adán, de manera que podamos proyectar una rápida perspectiva de su influencia sobre su descendencia. De él nos llega que despertó perfecto en la presencia de Dios, inocente y en un paraíso. Aquí salta a la vista el anhelo primordial de todos los hombres, su aspiración natural al Edén. Míralo en sus proyectos. La estructura humana reclama el paraíso. Aún la "humanización" del ateísmo es esa secreta nostalgia; no quiere desli-zarse del todo en el abismo de inmoralidad y absurdo que implica su parricidio. Adán, en su primera condición paradisiaca aprendió de Dios directamente cuál sería el camino de la vida, en caso de que hiciera la elección correcta de árbol sustentatriz. He allí la religión original, natural y verdadera; es decir, acorde con la realidad. Señoreó sobre la naturaleza. 4Qué cosas habrá aprendido de Dios el Creador del cual era el amigo inseparable? Conoció la inocencia y con ella la confianza y la seguridad. Igualmente conoció la libre alianza de la obediencia y la reverencia ante la excelencia divina mientras tenía ante sí el límite que le advertía acerca de las terribles consecuencias de comer del fruto del conocimiento del bien y del mal con lo cual se separaría del sustento de vida eterna imponiéndose a sí mismo una frágil auto-posesión sin sentido y desarmónica. Conoció primeramente Adán el arte de la libre y plena expresión de vivencia desinhibida y santa y de comunicación
perfecta con la naturaleza, consigo mismo y con Dios. Esta sed es la necesidad que sigue manifestándose en los hombres. Descubrió Adán el lenguaje más dinámico y expresivo dando nombre a los seres según la más perfecta impresión recibida de su realidad. Conoció la reacción apropiada ante esa realidad total según se le presentaba; y conoció entonces la gratitud normal y lógica, por lo tanto adore. Se supo dueño y a la vez posesión y conoció el sentido y la armonía iniciales. Entonces conoció también la creación de la mujer, y con ella un hito más de la armonía perfecta; y fue para ella la explicación de su feminidad y con ella estuvieron frente al sentido de su humanidad integral como compañeros en la adoración, para contener, expresar y representar a Dios cual imagen suya y debido a su semejanza por la cual podían relacionarse de una manera. Entonces su matrimonio daría lugar a una familia para Dios que llenase la tierra de un Reino que expresase la excelencia de la gloria divina. Antiguas tradiciones persas, griegas, bárbaras, teutonas, indias, tártaras, chinas y mongoles, además de las hebreas, heredaron la noticia del comienzo glorioso. Las fechas que las escrituras judeocristianas señalan para el comienzo del hombre y su re-distribución post-diluviana concuerdan más perfectamente con la estadística poblacional que las exageradas fechas evolucionistas, pues con 500.000 años de "historia" humana, la población sería imposible de meter en el planeta pues alcanzaría un promedio que pasaría los 300 ceros, ya que normalmente la humanidad se duplica cada siglo y medio. Las antiguas civilizaciones babilónica, persa, china, india, árabe, abisinia y maya no colocaban la aparición del hombre en antes de 6.205 años. Sin embargo conoció también Adán el temor de la desobediencia y la temeridad de la desobediencia misma. Esta loca temeridad está hoy patente en los diversos ritos de iniciación ofita especialmente en el degradante rito paladio. Conoció Adán la conciencia de culpa, el temor del juicio y su sentencia. He allí la razón subyacente de muchos suicidios por los cuales tampoco escapan, sino que más bien se lanzan definitivamente en condenación, donde deben encarar un ineludible y atroz remordimiento. Suicidas recuperados que cruzaron el umbral testifican de esto. Conoció Adán el juicio, la maldición, el desequilibrio y el alejamiento del paraíso. Introdujo la anormalidad y la sub-hombredad a causa del pecado. Sí, conoció el pecado, pero también la promesa de un Redentor y la cubierta del sacrificio. Conoció efectivamente el sacrificio expiatorio de cuyas pieles fue cubierto por el mismo Dios quien se lo ense116 y le dio la consolación de la esperanza de la promesa. Esperanza arraigada en lo profundo del hombre, en la necesidad innata de su naturaleza actual, testificada por la conducta de los pueblos. No es entonces de extrañar observar a través de los siglos
la práctica del sacrificio expiatorio a la que siempre, de una manera u otra, acudió la humanidad para cubrirse. Dios mismo la enseno al primero de los hombres, y éstos la encontraron psicológicamente normal y lógica. La copiaron de Adán, desde Abel en adelante; aunque estaba, claro está, en peligro de pervertirse; lo que evidentemente aconteció en la mitologización. El sentido auténtico sin embargo se conserve, hasta su cumplimiento perfecto en la expresión más sublime, la divina, expresada en la Cruz de Jesucristo. El sacrificio, pues, no era el furor divino sino su justicia y amor. Si seguimos la cronología bíblica en forma llana y sin suponer lagunas, Adán permaneció vivo hasta ver sus hijos, sus nietos, sus bisnietos, sus tataranietos, sus choznos, sus bichoznos y sus tatara-choznos. Su nombre fue recordado también en una ciudad que lleva su nombre, la ciudad de Adán, en el valle arcilloso del Jordán, conocida por las generaciones posteriores aun del tiempo de Josué. Es sugestivo aun el parecido de nombre que se halla en el mito de Adapa. La arqueología ha desenterrado antiguos documentos relacionados tales como el sello de la tentación. Fue, pues, Adán testigo y patriarca de ocho de sus generaciones; contemporáneo de Enoc y Matusalén, su hijo, el cual fue el eslabón que conectó sus transmisiones con el patriarca Sem, sobreviviente del diluvio y padre de los semitas. El periodo inter--testamentario sacó a luz tradiciones en el libro llamado de Enoc, usado por sectores de la iglesia primitiva y respetado hasta hoy por la rama copta de la cristiandad. Las tradiciones recogidas en ese libro se le atribuyen a Enoc, a quien también se le atribuyen el comienzo de la escritura y el diseño "profético" de las pirámides usadas en los misterios órficos, que son el plagio de Osiris acerca de la redención esperada. Los acontecimientos pre-diluvianos son narrados con más detalles en este libro, como si fuese una ampliación de las noticias del pentateuco; allí se intenta iluminar sobre los comienzos históricos de muchas prácticas animistas, que fueron mitologizadas a partir de allí. Matusalén, el hijo de Enoc, sería de edad de 243 años cuando murió Adán. ¡243 años de contemporaneidad! Debemos recordar que antes del diluvio existía una capa de agua super-atmosférica que les protegía mucho mejor de la radiación cósmica, por lo cual la vida podía prolongarse mucho más, como queda también patentizado en el tamaño descomunal de los fósiles ante-diluvianos, tales como el pterodáctilo las tortugas y cocodrilos gigantes. Es por eso que los historiadores antiguos, de los cuales Josefo hace una relación de una docena, sostenían que los hombres antiguos casi alcanzaban el milenio. Otros historiadores, claro está, se exceden en muchísimo. Enoc habría puesto a su hijo un nombre profético cuyo significado sería el de que cuando éste muriese el diluvio vendría. Fue precisamente en el año de la muerte de Matusalén cuando se desató el diluvio sobre la tierra.
De casi 18.000 especies de animales, entre anfibios, reptiles, aves y mamíferos, el doble cupo perfectamente en un tercio del arca cuyas medidas abarcan una longitud mayor a un campo de fútbol. Muchas culturas han conservado la tradición del diluvio; entre ellas: Babilonia, Persia, Egipto, India, Grecia, Lituania, Siberia, Sudán, China, Japón, Australia, México, Birmania, Alaska, Islandia, Nigeria, Congo, Nueva Zelanda, Laponia, Hawái, Finlandia, Irlanda, Gales, Sudáfrica y Sudamérica. Todo esto antes de la difusión cristiana. Incluso, el historiador nativo de los aztecas llamado Ixtlilxochitl tiene una cronología pre diluviana casi exacta en comparación con la del libro del Génesis. La escuela catastrofista de geología tiene abundante bibliografía demostrando sobre la corteza terrestre las huellas del diluvio universal. También la historia tiene abundante documentación acerca de la supervivencia del arca sobre la cordillera del Ararat, vista por testigos, desde los mismos tiempos del antiguo historiador Beroso. De entre los testigos a lo largo de la historia podríamos citar por ejem-plo a: Beroso de Caldea, Jeronimo el egipcio, Manasés, Nicolás de Damazco, Flavio Josefo, Jacob de Nisbis, Epifanio de Salamina, Guillermo de Ruysbroek, Marco Polo, John Maundeville, Jean Chardin, Joseph P. de Tournerfort, James Morier, James Rich, Aga Hussein, Frederic Parrot, J. Montgomery, Hardwicke Knight, G. Jefferson Greene, Fernando Navarra, M. Delaney, y otros. Todos éstos, directa o indirectamente, estuvieron cerca del testimonio de la existencia milenaria sobre los montes del Ararat del arca. Noé había conservado la justicia a los ojos de Dios hasta esa generación y él sobrevivió con sus tres hijos Sem, Jafet y Cam, al cataclismo diluviano, que como hemos estado diciendo, dejó sus huellas en la corteza para nosotros y para el examen de la paleontología o la arqueología; recordado también en forma mítica por las diversas tribus de la tierra, que son descendientes de los tres hijos de Noé desde más arriba de la Mesopotamia y distribuidos a lo largo y ancho del planeta mediante migraciones registradas en documentos y en relatos hechos ya legendarios, mas no por eso menos históricamente reales. Hemos sostenido que la historia parió a la leyenda y no viceversa. No solo se ha hallado sobre los montes de los antiguos kurdos la histórica arca, sino que también han sido halladas monedas con el nombre del patriarca Sem. Tenemos además el libro de las generaciones semitas. Este patriarca murió 10 años después del matrimonio de Isaac con Rebeca. El mismo Noé murió medio siglo después del nacimiento de Abraham, Nacor y Haram de Mesopotamia, donde se hallaba la hoy ya de-senterrada Ur de los caldeos. ¡169 años de contemporaneidad entre el patriarca Sem y el patriarca Abraham! La arqueología desenterró tablillas en la Mesopotamia donde figuran entre otros los nombres históricos de Peleg, Serug, Reu, tales como los de los antepasados
cercanos de Abraham que también aparecen en el registro de las generaciones semitas. Hoy la arqueología se ha erigido finalmente como fiscal acusador de las pretensiones de la crítica del siglo XIX que busca-ba motivos para imputar como simple mito a lo que realmente fue historia. El bastión del monoteísmo reverdecido a partir de Abraham estaba suficientemente cimentado por eslabones directamente entrelazados tales como Adán, Matusalén, Sem e Isaac; una familia bien conocida; un cortísimo nexo de seguridad con nombres tales como Enoc, Noé y Abraham en su haber. Con esta raíz brota el árbol del monoteísmo. El origen monoteísta de la religión del hombre está certificado por los descubrimientos de documentos antiguos babilónicos hechos por Stephen Langdon. También Flinders Petrie descubrió documentación egipcia antigua monoteísta. Sayce hallo en tablillas del tiempo de Hamurabi la declaración: "Yahweh es Dios". La antropología más re-ciente ha descartado la hipótesis de una evolución del animismo y politeísmo al monoteísmo. La evidencia documental demuestra más bien una degeneración a partir del monoteísmo hacia la idolatría. Y en cada época, incluyendo la nuestra, se han medido eras dos fuerzas antagónicas: El bastión monoteísta y el bastión idolátrico. Las creaturas, en su absurda rebelión, han querido siempre sustituir a Dios. La serpiente dice hoy la misma mentira de siempre, forrada en variedad de términos; pero es la misma rebelión y soberbia del principio. Dios, por su parte, no se ha quedado sin testimonio. Interviene directamente en la vida de Abraham separándolo de la idolatría ya forjada a su derredor. El inicio Dios, creador del cielo y de la tierra, se proponía enaltecer Su Nombre entre los hombres. Se hace obvia la separación de Israel mediante el cual se prepararía la ruta del Mesías prometido, a través del cual la humanidad hallaría plena redención y razón de ser. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob llega a ser el Personaje más importante de la historia humana. Hoy en día es el Dios de las tres grandes religiones. No se puede ya alas decir que la historia de Jacob en Egipto es un mito. Hasta las pinturas atestiguan la estadía semita en el país de los faraones. Si, las piedras hablan. El relato del Génesis es verdaderamente histórico. De José nos deja la historia profana el acueducto que lleva su nombre. Es en su época, cuando éste era la mano derecha del faraón egipcio, que el pueblo de Israel comienza a multiplicarse y a ser luego oprimido, obligándosele a fabricar ladrillos, de lo cual también la arqueología tiene algo que decir. El éxodo está impreso, por así decirlo, también en los ladrillos, notándose la partida del pueblo en la estructura de las construcciones; con buena paja los primeros ladrillos, con menos los del tiempo de recrudecimiento de la
opresión cuando la paja les era negada, y diferente cuando habían partido los esclavos para dar culto a Dios. La genealogía de Moisés está así identificada: Jacob, Leví, Coat, Amram, Moisés. La omisión en la historia egipcia, hasta lo que va de los descubrimientos, es fácilmente comprensible. Los faraones solo registraban ostentosamente sus victorias, incluso apropiándose las de sus antecesores, tal como se sostiene de Ramsés II. La cuarta campaña de Tutmosis HI es silenciada por los cronistas egipcios. Tenemos entonces a Josué, segundo de Moisés en el éxodo, quien introdujo los huesos de José en Canaán. Su figura aparece en las tablillas de Amarna. Los cananeos dejaron registro de su temor y de la invasión hebrea. Este Josué es un eslabón fuerte en la conservación de las escrituras antiguas del pentateuco; enlaza la historia desde los per-sonajes históricos de José hasta la época de los jueces. Moisés escribió en un libro el incidente de Amalec. Este histórico Josué fue quien sostuvo sus manos en alto y vio el resplandor en el rostro de Moisés cuando éste trajo las tablas del pacto antiguo. Oyó también de boca de Moisés la lectura de la ley. Este Josué fue testigo de la inspiración del pentateuco y recibió órdenes directas de Dios de no apartarse del libro de la Ley ni a diestra ni a siniestra. Introdujo al pueblo cantando el cántico de Moisés, compuesto para testimonio y conservado hasta hoy. Junto con Moisés había recitado él mismo las palabras del canto. Escribió sobre el monte Ebal en piedra a los ojos del pueblo una copia de la Ley de Moisés, e hizo cuanto le fue ordenado sin guitar palabra. Si la evidencia externa reconoce la historicidad de Josué, pues de la mano de él está Moisés. No obstante, Trogo Pompeyo y Justino, siguiendo quizás tradiciones egipcias y fenicias, pues no bíblicas, habla de Moisés con cierta inexactitud. También el sacerdote historiador egipcio Ptolomeo Mendesio, además de Manetón constituyen evidencia externa acerca de Moisés. Algunos ya refutados críticos del siglo pasado habían pretendido afirmar que el pentateuco fue recién escrito por un escriba desconocido en los tiempos de Esdras. Claro está que Buena a suposiciones malintencionadas. Tiempo ha que es un hecho el descubrimiento de que los fenicios no fueron los padres del alfabeto, como se creía anteriormente y por lo cual se suponía que Moisés no pudo escribir el pentateuco en sus días. Los fenicios recibieron el alfabeto de los semitas, lo cual hasta se evidencia en los nombres de las letras que corresponden a palabras hebreas. Así que el argumento de los críticos que afirmaban que el alfabeto no se conocía en ese tiempo se ha derrumbado. Vemos además en los salmos de David (el 103 por ejemplo), y en otros de Asaf, muy anteriores a Esdras, que se hace mención de los sucesos del éxodo, de la ley y de Moisés; lo cual es el patrimonio más celosamente guardado de los israelitas. David no solo
precedió a Esdras, sino también a la misma cautividad de Israel en Babilonia. El registro de la práctica sacerdotal de Israel es mucho más antiguo a lo que se pretendía atribuirlo. Se ha comprobado ya que por lo menos en un mínimo de 300 años antes de Moisés y antes de que Israel hubiese sido llevado por éste al Sinaí, existía el alfabeto entre los cananeos y hebreos. Testigos son las tablillas halladas por F. Petrie de los obreros del Retenú. Las piedras del Serabit El-Chadem son ya antecesoras claras del alfabeto actual. El código negro de Hamurabi es también claramente pre-mosaico. Así que está suficientemente claro que la escritura en alfabeto era ya una realidad en la tierra del Sinaí en tiempos de Moisés. No olvidemos tampoco que el mismo Moisés cita libros anteriores a él. Por otra parte recordemos que el registro extra-bíblico confirma el éxodo patentemente con los descubrimientos de Nemberry, las pinturas con semitas laborando en ladrillos. Los 430 años de esclavitud parecen corresponder con el final de la época de Ramsés II, afamado constructor de ladrillos, en cuya época Israel sufrió el yugo de la esclavitud, de la que fue liberado luego, dejando la huella en los mismos ladrillos. La inspiración de las Sagradas Escrituras judeo-cristianas se hace también patente al correr el tiempo y evidenciarse como aquellos hechos eran además figurativos y analógicos perfectamente; eran apropiados ejemplos de lo que sería la historia de las vivencias de los creyentes del Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Tenemos que repetir entonces que al observarse incluso los mitos, las similitudes de la historia verdadera con ellos han de mostrarse normalmente obvias; han de parecerse si provienen de un pasado común. Decíamos que el mismo mito confirma el detalle autentico de la historia y que el mito corresponde a la psicología de los pueblos porque ésta corresponde a su historia en cierta manera. La historia, pues, debe remontarse necesariamente tras sus propias huellas hasta el primero. Alrededor de la primera tradición histórica se formaron los mitos y las cosmogonías, que luego poco a poco fueron cediendo lugar a las cosmologías que serían precursoras de cierto tipo de humanismo. No seamos ciegos para no ver que la serpiente hacia mientras tanto su trabajo. El tipo griego de humanismo desarrolló un aspecto de la lógica y de las ciencias naturales, aderezando así la mesa para la investigación moderna, pero pretendiéndose luego lastimosamente, pasados ya unos buenos siglos, encerrar al universo separándolo de Dios. Fue entonces que con mucha sutileza el color de la historia derivó camuflado hacia la utópica fábula con que la serpiente engañó a Eva prometiéndole independencia. Hoy la misma mentira se nutre del lenguaje altisonante de cierta filosofía. El efecto sin embargo sigue siendo el mismo: La muerte. Pero Jesucristo introdujo la resurrección; ¡he allí la gran dife-rencia!.
El concepto de resurrección es mucho más antiguo al zoroastrismo con su mazdeísmo, dualismo y ciclos. Ya el rey David en el libro de los salmos había profetizado acerca de la resurrección del Santo de Jehová. Tal cita era usada por los apóstoles de Jesús para confirmar escrituralmente la resurrección de Cristo, de la cual fueron testigos pre-senciales, fieles hasta el martirio. Zoroastro o Zaratustra fue apenas contemporáneo de Nabucodonosor de Babilonia y de Tales de Mileto, mal llamado padre de la filosofía; (el hombre siempre fue filósofo, aunque la expresión de su filosofía cambie de matiz según la época). David fue anterior a Zoroastro. Podemos decir lo mismo con respecto al libro de Job, antiquísimo, donde éste declara su esperanza de un Redentor al cual verá en la carne después de deshecha esa su piel. Tal esperanza de resurrección es pues mucho más antigua que Babilonia y Persia. El profeta Isaías, que predijo la cautividad de Israel en Babilonia, antes de Zoroastro, había profetizado ya la resurrección. Diré, pues, que el concepto de resurrección es tan, pero tan antiguo, que se remonta al origen mismo del hombre. Ya Adán poseyó tal esperanza, pues él recibió la promesa de redención del mismo Dios desde el Edén y al mismo tiempo de la maldición. Si la transgresión provocaría la muerte y ésta era el imperio de la serpiente, entonces cuando la serpiente fuese aplastada en su cabeza, su imperio seria roto. La resurrección ya estaba pues implícita en la pro-mesa de Dios al hombre hecha en el Edén. De allí parte la historia verídica de la raza humana y también el contexto del cual derivaron los diversos mitos que fueron tomando con el tiempo carices diferentes, pero conteniendo camufladamente las legitimas esperanzas y recuerdos del hombre desde sus al-bores. Cuando la familia de Jacob descendió a Egipto consideraba ya de importancia el Lugar del sepulcro de sus padres Abraham e Isaac. Por eso José hizo transportar sus huesos a Palestina donde efectivamente fueron introducidos por Josué. Dios había prometido al mismo Abraham, y no solo a su simiente, darle aquella tierra que será aquella donde se asentará la capital del Reino milenario del Mesías con la participación de los resucitados. Tal esperanza se ha ido definiendo en la humanidad, y la línea escogida por Dios para preservar el advenimiento de esa simiente redentora que aplastaría la cabeza de la serpiente, conservó y recibió la revelación que fue creciendo y acumulándose hasta que la mies humana estuviera lista para la aparición de Jesucristo. Entonces éste dio cumplimiento fehaciente con pruebas indubitables ante reconocidos testigos de esa esperanza humana de resurrección. Mostró al mundo las primicias de la victoria con su propia vida y resurrección, y entregó la garantía definitiva de la resurrección a los hombres, quitando en ella la maldición de la tierra. La confirmación de la esperanza humana se arraiga sólidamente en el hecho de la realidad cristiana.