"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).
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viernes, 1 de julio de 2011

ROMA EN LA PROFECÍA DE DANIEL / índice y prefacio



ROMA EN LA PROFECÍA DE DANIEL

© Roma en la profecía de Daniel.
Consideraciones básicas en la escatología.
Gino Iafrancesco V. - Paraguay, 1983.

ROMA EN LA PROFECÍA
DE DANIEL

CONSIDERACIONES
BÁSICAS
EN LA
ESCATOLOGÍA

por:
GINO IAFRANCESCO V.


AGRADECIMIENTOS
Mi agradecimiento a Dios por la oportunidad y facilidades de escribir este libro y presentarlo a quien pueda interesarle.

DEDICATORIA

Dedico este trabajo a toda aquella persona que se acerque a él para recibir alguna ayuda. Lo dedico también
especialmente a mi familia: a Myriam mi esposa y a mis hijos Silvana, Esteban, Claudia, Rebeca, Elizabeth,
Patricia y Salomé,  a mis nietos Juanita, Salomé y Mateo, y a mis yernos: Iván, Jasir y Cristian..

CONTENIDO

Prefacio

Presentación

Nota Preliminar:
Credenciales del libro de Daniel ante la crítica

Capítulo uno:
Hierro en los pies

Capítulo dos:
La cuarta bestia

Capítulo tres:
Un rey altivo y enigmático

Capítulo cuatro:
Un príncipe que ha de venir

Capítulo cinco:
Lo que está escrito en el libro de la verdad


PREFACIO

El libro de Daniel es básico para la escatología y para el entendimiento del resto de las profecías bíblicas,
especialmente las del Apocalipsis. De la misma manera, el papel de Roma en las profecías de Daniel es
crucial para la consideración de los tiempos modernos que caen en la parte final del esquema profético.
Con el presente opúsculo se piensa simplemente a consideración algunos puntos cruciales que sirvan de
ayuda a las personas que desean internarse poco a poco en los tesoros de la escatología. Se aconseja, sin
embargo, que los estudios escatológicos no se aíslen ni se descentren del propósito central de la Palabra de
Dios, sino que más bien le sirvan como marco de referencia.
El opúsculo se escribió en el Paraguay durante el primer trimestre de 1983 a pedido de hermanos en Cristo
que participaron de exposiciones orales sobre el tema dadas por el autor en tiempo atrás. La nota preliminar
es posterior.
Las citas de las Escrituras se han tomado de la versión Reina-Valera de 1960. Para las citas de los libros
de los Macabeos se ha utilizado la versión Latinoamericana, cuyo texto consideramos aceptable, aunque no
necesariamente sus comentarios, los cuales juzgamos a veces tendenciosos, por lo cual no los aprobamos.

Gino Iafrancesco Villegas.

PRESENTACIÓN

No deseamos molestar, ni mucho menos ofender a nadie, con la presentación de este estudio de la profecía
bíblica; deseamos, sí, encarar esta porción de la Palabra divina, porque siendo efectivamente eso, Palabra de
Dios, no está de sobra en las Escrituras, sino que tiene su lugar correspondiente para un propósito del
Altísimo.
Dios desea que al estar comprometidos con Su causa, estemos enseñados en Su Palabra acerca del
desenvolvimiento de los planes divinos. Estamos confiados en que el estudio del tema escritural que aquí nos
ocupa, nos ayudará en la fe, en el fervor y en el discernimiento. De una cosa estamos seguros, y es del hecho
de que esas profecías están allí para nosotros de parte de Dios, y para nuestro provecho y el de Su gloria.
La intención, pues, que nos mueve al encarar este estudio, procura estar de parte de la verdad, y de la
verdad en amor. Repetimos, pues, que no es nuestro propósito ofender a nadie, ni indisponer el corazón de
ninguno contra alguien, sino más bien, el que nuestros ojos sean alumbrados por la deslumbrante luz de la
Palabra divina, de manera que podamos conocer mejor la voluntad de Dios y ajustarnos más estrechamente a
ella.
Las realidades evidenciadas pueden parecer quizá demasiado duras para alguna u otra persona, pero
recordemos que lo que estamos encarando es nada menos que una porción del tesoro de la revelación divina.
Deseamos, pues, imponer a nuestra exégesis la mayor honestidad e integridad porque la responsabilidad es
grande.
¿Por qué enfocar precisamente a Roma? porque, como veremos, ella está íntimamente relacionada con los
acontecimientos finales, y aunque, si bien, no los copa todos, si tiene en ellos un lugar muy preponderante. En
razón, pues, de la importancia que le concede la Palabra divina, iniciamos esta serie escatológica, Dios
mediante, enfocando a Roma en la profecía de Daniel.

(1): HIERRO EN LOS PIES


HIERRO EN LOS PIES

El sueño de Nabucodonosor

Al considerar el capítulo 2 del Libro de Daniel en el Antiguo Testamento hallamos a Nabucodonosor, rey
de Babilonia, preocupado por el porvenir. Dios entonces, conforme a tal preocupación, le revela en un sueño,
a grandes rasgos, tal porvenir desde el reinado de Babilonia hasta el Reino de los Cielos. Olvidado de su
sueño y preocupado con esa preocupación conque Dios se hace sentir cuando quiere mostrarnos algo,
Nabucodonosor busca que se le recuerde el sueño y se le interprete. El profeta Daniel, ayudado por Dios,
descubre el sueño y la interpretación.
En tal sueño Dios le mostró la historia del porvenir en la figura de una gran imagen con cabeza de oro,
pecho y brazos de plata, vientre de bronce, piernas de hierro y pies de hierro mezclado con barro; en ese
punto la estatua fue golpeada por una Piedra no cortada por mano de hombre, la cual desmenuzó a la imagen
entera; entonces la Piedra creció cual un Monte que llenó toda la tierra. Daniel entonces procedió a la
interpretación: "37Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y
majestad. 38Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha
entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro" (Daniel 2:37-38).
La cabeza de oro de la imagen representa, pues, al rey de Babilonia, que en aquel momento era encarnado por
Nabucodonosor, y lo siguió siendo por sus sucesores babilonios Nabucodonosor II, Evil-Merodac, Nabonido
y Belsasar.

“39aY después de ti de levantará otro reino inferior al tuyo". Tras el imperio babilónico surgió el imperio
Medo-Persa, representado en los pechos y brazos de plata de la imagen de la historia universal. Daniel 5
registra el cambio de imperio. La escritura en la pared señaló al Nabucodonosor Belsasar, rey de Babilonia, lo
siguiente (capítulo 5): "25La escritura que trazó es: Mene, Mene, Tekel, Uparsin. 26Esta es la interpretación
del asunto: Mene: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. 27Tekel: Pesado has sido en balanza, y fuiste
hallado falto. 28Peres: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas. 29Entonces mandó Belsasar
vestir a Daniel de púrpura, y poner en su cuello un collar de oro, y proclamar que él era el tercer señor del
reino. 30La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. 31Y Darío de Media tomó el reino, siendo de
sesenta y dos años".
Ya el profeta Jeremías había profetizado eso contra Babilonia: "11Limpiad las saetas, embrazad los
escudos; ha despertado Jehová el espíritu de los reyes de Media; porque contra Babilonia es su pensamiento
para destruirla; porque venganza es de Jehová, y venganza de su templo. 27Alzad bandera en la tierra, tocad
trompeta en las naciones, preparad pueblos contra ella; juntad contra ella los reinos de Ararat, de Mini y de
Askenaz; señalad contra ella capitán, haced subir caballos como langostas erizadas. 28Preparad contra ella
naciones; los reyes de Media, sus capitanes y todos sus príncipes, y todo territorio de su dominio" (Jeremías
51:11,27,28). La historia confirma el cumplimiento de la profecía. El rey de Babilonia, heredero del trono de
Nabucodonosor, fue destronado por la alianza medo-persa.


Pero a éstos, conforme a Daniel 2:39, también les acontecería otro tanto, pues en la imagen continúa el
trazo inexorable de los designios de Dios en la historia: "39bY luego un tercer reino de bronce, el cual
dominará sobre toda la tierra".

Tras el imperio Persa, Alejandro Magno dio a Grecia el imperio mundial: los griegos. El Imperio Griego
está representado en el vientre de bronce de la imagen. Ya tendremos, Dios mediante, oportunidad de
considerar más detenidamente la profecía de Daniel 8, donde el carnero de dos cuernos, que representa a los
reyes de Media y de Persia (8:3,4,7,20), es derribado por el macho cabrío que es, según 8:21, el rey de Grecia.
Es por eso también que el ángel que apareció a Daniel, según el capítulo 10, le dijo a éste: “20Ahora tengo que
volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá".
De modo que según la realidad profética e histórica, el imperio de Grecia sucedió con poder al de los
medos y los persas, siendo en la imagen el tercer reino, el de bronce, a partir de la Babilonia de los
nabucodonosores. Y entonces llegamos por fin, tras las huellas de la historia universal, al Imperio Romano,
que sucedió al tercero, al de Grecia: "40Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza
y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo".

Un reino dividido

También la historia nos informa que tras la muerte del griego Alejandro Magno de Macedonia, el imperio
de Grecia se dividió en cuatro, dando lugar después a las dinastías posteriores de los Ptolomeos, y los
Antiocos y Seléucidas, a quienes con el tiempo avasalló el Imperio Romano. De manera que Roma puso fin
en lo político (y en lo religioso después) a la hegemonía griega. El Imperio Romano está, pues, representado
por este cuarto reino como de hierro. Es interesante notar que según el versículo 33 del capítulo 2, "sus
piernas, de hierro", son dos. El hierro del Imperio Romano está, pues, distribuido en dos piernas, lo cual, en
la historia de este imperio, abarca la división del imperio en dos, avanzada ya la era cristiana. Así que durante
la época del Cristianismo, Roma permanece representada en dos piernas de hierro. Es sabido que
Constantino, emperador romano, trasladó estratégicamente la capital del imperio a Constantinopla, llegando
a crearse así, con el tiempo, una bifocalización del imperio: Oriente y 0ccidente. Estos dos son, pues, sus dos
piernas de hierro. No debemos pensar que con el advenimiento del Cristianismo terminó la hegemonía
romana; por el contrario, este imperio de hierro continuó largamente en existencia en la forma de dos piernas.
Oriente y Occidente, divididos en nuestra era. Pero aun así divididas, las dos piernas siguen siendo de hierro.
La influencia, pues, del Imperio Romano perdura poderosamente inclusive hasta el fin de la historia en el
advenimiento del reino mesiánico de los cielos, como veremos a continuación:
"41Y lo que viste de las pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un
reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro
cocido. 42Y por ser los dedos de las pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte
fuerte y en parte frágil. 43Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas
humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro".
De modo que la profecía y la historia nos declaran que de aquel imperio surge una división. Un reino
dividido. Es interesante notar que a pesar de la división, el reino dividido sigue siendo uno: "Un reino
dividido". Debe notarse también que el hierro romano subsiste en los pies y hasta en los dedos (que con toda
lógica suponemos diez como corresponde a una imagen de características humanas). Así que el
discernimiento de la palabra profética nos señala la influencia romana entroncada hasta el fin de la historia
universal. Dícese del reino dividido que "habrá en él algo de la fuerza del hierro"; y añade que "por ser los
dedos de los pies en parte de hierro... el reino será en parte fuerte". Vemos, pues, que la influencia romana
le da cierta consistencia y dureza a la forma final de la historia universal según es bosquejada a grandes
rasgos en esta profecía.

A esta altura sería de interés notar la influencia que en la jurisprudencia moderna ha ejercido el aureolado
Derecho Romano. Igualmente, una vez que el pagano Imperio Romano dio paso al Sacro Imperio Romano y
a la hegemonía papal desde Roma, la influencia romana se hace notar hasta hoy. Los dedos de la imagen, quecorresponden en otra profecía a los diez cuernos, son, pues, el reino dividido en parte fuerte por el hierro, y en
parte frágil por el barro. De lo que antes era el Imperio Romano surgió un grupo de naciones independientes
entre sí, aunque aliadas: "Se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro".
He allí resumida la historia de los últimos siglos de la Europa que otrora fuera el imperio de los Césares y de
los Papas; es decir, del llamado Sumo Pontífice (título ostentado por ambos: césares y papas). Hoy en día,
los dedos de la imagen están representados en la Comunidad Europea, que, como es sabido, fue hace pocos
siglos la vanguardia de la conquista y colonización; como si el Tercer Mundo, especialmente de la América,
el África y Oceanía, fuesen, tales colonias, meras extensiones de su influencia. Es verdad que la civilización
europea de los dedos de la imagen avasalló a los pueblos conquistados. Hoy observamos a Europa y a los
pueblos conquistados por su civilización, presentarnos un panorama de alianzas, pero sin llegar a unirse.
Cada nación conserva su identidad, su lengua, y hasta en un buen punto su autonomía; pero están aliadas, y
por decirlo así, atravesadas por el hierro entre el barro. El barro representaría a aquellos pueblos que de una u otra manera se escaparon del yugo romano; como por ejemplo, los bárbaros de antes y los protestantes de
luego, los cuales enfatizaron más el nacionalismo que el imperio.

El reino milenial

Del versículo 44 de Daniel 2, nos llega la certeza de que el estado presente de la civilización occidental,
heredera romana y nacionalista, con sus aliados y la influencia romana, permanecerá así hasta el
establecimiento definitivo del Milenio en la segunda venida de Cristo: "44Y en los días de estos reyes, el Dios
del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará
y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, 45de la manera que viste que del monte
fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro".
"Los días de estos reyes" son nuestros días. En nuestros días el Dios del cielo levantará un Reino
inconmovible, el Reino de Su Amado Hijo, quien es aquella Piedra cortada del monte no con mano. El monte
que llenará la tierra será el Reino de los cielos, el Reino de Dios, el Reino de los santos del Altísimo, que
surge a partir de Cristo, la Roca que juzga y desmenuza a la civilización de los hombres en Su venida
gloriosa. "Consumidos” y "desmenuzados" estos imperios y reinos que se pasean todos en las páginas de la
historia universal, descubrimos la exacta desaprobación de Dios al principado de este mundo. La "hora de los
santos" no ha sonado, pues, todavía, pero está a las puertas. Estos santos estarán, pues, purificados de todo
lo reprobable hallado en la imagen desmenuzada. Los santos son todavía peregrinos, y buscan la Ciudad
que sí tiene fundamentos, aquella Jerusalén del cielo, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios.

(2): LA CUARTA BESTIA

LA CUARTA BESTIA

Las cuatro bestias

El bosquejo a grandes rasgos de la historia universal que nos presenta la imagen del capítulo 2 de Daniel,
sirve como esquema básico, como esqueleto, sobre el cual ir "colgando" el aporte de las demás profecías. Es
característico de Dios a lo largo de las Escrituras actuar progresivamente en Su revelación; de manera que a
los datos aportados en una profecía suele añadir otros detalles posteriormente, sin contradicción; es decir, nos
lleva poco a poco de lo simple a lo complejo. Así que en escatología es necesario edificar por etapas,
añadiendo los detalles al bosquejo básico. En Daniel capítulo 7 tenemos justamente eso; un aporte más
detallado al mismo panorama profético-histórico presentado en la imagen del capítulo 2. Así que debemos
estar atentos a las correspondencias, de manera que el Gran Plano vaya tomando cuerpo en nuestra visión.
Antes de entrar de lleno en el estudio de la profecía del capítulo 7, debemos notar la época desde la cual
habla Daniel, y en qué dirección. El apóstol Juan, en el Apocalipsis, mira desde la época de Roma, para atrás,
a su presente y a su futuro. Daniel, en cambio, desde la época de Babilonia mira tan sólo hacia adelante.
Daniel no menciona lo anterior a él; de manera que la primera, segunda, tercera o cuarta bestia lo son con
relación a él y a la época desde la que profetiza. Juan en cambio mira hacia atrás y ve aun lo que era anterior
a Daniel. Es por eso que Daniel enumera cuatro bestias; en cambio Juan se presenta en la época de la sexta
cabeza, y ve cinco cabezas de la bestia anteriores a él. Así que al enfocar la "cuarta" bestia en este capítulo,
nos referimos al marco de referencia de Daniel. Capítulo 7:

"1En el primer año de Belsasar rey de Babilonia tuvo Daniel un sueño, y visiones de su cabeza
mientras estaba en su lecho; luego escribió el sueño, y relató lo principal del asunto".
Daniel se ubica, pues, en tiempos del imperio babilónico, la cabeza de oro de la imagen; relata además "lo
principal del asunto"; es decir, da margen para otros detalles que podrían añadirse después al panorama.
"2Daniel dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del cielo combatían
en el gran mar. 3Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del mar".
En el versículo 17 del mismo capítulo 7 se nos interpreta: "Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes
que se levantarán en la tierra". Y puesto que el versículo 18 añade: "Después recibirán el reino los santos
del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre", por lo tanto estos cuatro reyes
abarcan la historia desde Babilonia hasta el Reino de los Cielos. De manera que los reyes son precisamente
eso: "reyes"; no cuatro personas, sino cuatro reyes; lo cual no es lo mismo. Nabucodonosor I y II, Nabonido,
Belsasar, son varias personas, pero todos ellos son apenas "el rey de Babilonia". Pío XII, Juan XXIII, Pablo
VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, son varias personas, pero todos ellos son simplemente "el papa". La
designación singular "rey" así como "papa" se aplica a muchas personas, pero la categoría de papa es una
sola; igualmente la categoría de rey de Babilonia. Así que las cuatro bestias que Daniel ve surgir del mar son
cuatro reyes; es decir, los cuatro imperios que se levantarán entre las gentes (simbolizadas por las aguas del
mar, Apocalipsis 17:15) antes del Milenio. Desde ya llamamos la atención al hecho de que la Palabra Divina
señala solamente cuatro imperios desde Daniel hasta el Reino de los cielos. Todos los detalles simbólicos que
señalan las peripecias históricas del movimiento universal de los pueblos, son agrupados y clasificados
dentro de las características de uno u otro de estos cuatro grandes imperios. La bestia representa, pues, el
imperio, el tipo de civilización, el cual obviamente es encarnado y representado en su gobierno respectivo. La
historia universal, desde Babilonia hasta el Milenio, es asemejada, desde el punto de vista de la palabra
profética, a tan sólo cuatro grandes bestias; es decir que todos los acontecimientos fundamentales y señalados
de la historia, se hallan relacionados, clasificados y caracterizados dentro de este esquema de las cuatro
bestias. Cada acontecimiento cae, pues, dentro de una u otra de estas bestias. Con esto evidenciado según la
perspectiva bíblica, que es la inspirada divinamente, pasamos a considerar cada uno de los imperios
señalados en la profecía de Daniel 7. Bestias que suben del mar donde combaten los vientos, significa
imperios que se levantan entre las gentes entre quienes se agitan los espíritus. Seguimos con el capítulo 7.

"4La primera era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron
arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera de hombre, y le fue
dado corazón de hombre".
En tiempos de Daniel, el primer imperio que él había visto levantarse y al que vería caer, desde allí en
adelante, sería, pues, Babilonia. El imperio babilónico está, pues, representado en la primera bestia como
león, correspondiente a la cabeza de oro de la imagen del sueño de Nabucodonosor. Las dos alas de águila
significan las dos alas del imperio, es decir, los asirios y los caldeos. Esta coalición fue la que dio lugar al
imperio de Babilonia. Babilonia cayó y no volvió a levantarse como imperio, sino que apenas llegó a ser su
territorio asiento de una nación común. La ciudad capital fue desolada hasta hoy, e Irak es apenas una sombra
de lo que fue su antigua hegemonía. Se le dio, pues, “corazón de hombre".

"5Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro,
y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así: Levántate, devora mucha carne".
Esta segunda bestia representa al imperio Medo-Persa que sucedió a Babilonia. La razón por la que se
alzaba de un costado más que del otro, es porque los persas eran más fuertes que sus aliados los medos. Las
costillas entre los dientes representan las naciones por ellos avasalladas, como por ejemplo, Babilonia, Egipto
y Lidia. Corresponde a los pechos y brazos de plata del sueño de Nabucodonosor.

"6Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus
espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio".
Al imperio Medo-Persa le sucedió el imperio Griego, representado en el leopardo y correspondiente al
tercer reino, el de bronce del vientre y muslos de la imagen del capítulo 2. Las cuatro alas de ave son las alas
que abarcó el imperio: Grecia, Macedonia. Egipto y Siria. Las cuatro cabezas de esta bestia comenzaron a
perfilarse cuando, a la caída de Alejandro Magno, sus generales se repartieron el reino, dando lugar a
respectivas dinastías: Antípatro, Lisímaco, Ptolomeo I Soter y Seleuco I Nicanor, de donde se derivaron los
Seléucidas al norte y los Ptolomeos al sur; los reyes del norte y del sur que trillaron a Palestina.
Roma: La cuarta bestia

Entonces, en la corriente del tiempo llegamos al comienzo de la época que nos ocupa, la cuarta bestia, que
ejerce su hegemonía hasta la venida del reino de los santos del Altísimo. “7Después de esto miraba yo en las
visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía
unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy
diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos. 8Mientras yo contemplaba los
cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de
los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas".
Puesto que tan sólo son cuatro las bestias antes del reino de los cielos, entonces esta cuarta bestia es la
última. De modo que lo relativo a los diez cuernos y al otro que salió de ella entre ellos, no puede divorciarse
del mismo imperio representado en la cuarta bestia, sino que es más bien su forma final. De modo que toda la
historia de nuestra era hasta el fin de los siglos debe forzosamente incluirse dentro de esta cuarta bestia. Si
esta bestia era en la visión "muy diferente de todas las bestias" vistas antes (v.7), y "tan diferente de todas las
otras" (v.19), debe reconocerse entonces en la historia un cambio en el tipo de civilización que sin embargo
no traspasó su hegemonía ni su identidad; meramente su ropaje fue hecho distinto. Asimismo, con respecto a
la forma final de esta misma cuarta bestia, nos dice el versículo 20 del capítulo 7: “acerca de los diez cuernos
que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido"; es decir, es la cuarta bestia la que tiene los diez
cuernos, e igualmente es a esta misma bestia a quien le salió el otro cuerno que hablaba grandes cosas y
parecía más grande que sus compañeros, y hacía guerra contra los santos y los vencía (vs.20,21). A Daniel
le fue interpretado, así:
"23La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y
a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. 24Y los diez cuernos significan que de aquel reino se
levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes
derribará. 25Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en
cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos y medio tiempo”.

Un hombre blasfemo

El imperio que sucedió al Griego, ha sido indiscutiblemente el Romano. De manera que la palabra
profética nos presenta la hegemonía romana como la cuarta y última bestia antes del milenio mesiánico.
Esta bestia de dientes de hierro, en la imagen corresponde a las piernas de hierro y al hierro de los pies. Los
dedos corresponden a los diez reyes. Acordémosnos que el reino dividido de la imagen del capítulo 2, era UN reino. Sí, EL reino que sería en parte fuerte y en parte frágil (2:42). Tal fragilidad de barro corresponde a los
tres cuernos derribados por el cuerno blasfemo final. De manera que las piernas, los pies y los dedos de la
imagen, equivalen a la cuarta bestia con sus cuernos. Las alianzas y desavenencias corresponden al acuerdo y
desacuerdo de los cuernos entre sí. Todo culmina, sin embargo, arreglado en el reino de la bestia. Por esa
razón, en Apocalipsis 13:1 se nos presenta el resultado final de la civilización draconiana bajo "UN nombre
blasfemo". La bestia "tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus
cabezas, un nombre blasfemo”. El acuerdo, al que, Dios mediante, volveremos después, puede confirmarse
en Apocalipsis17:12,13: "12Y los diez cuernos que has visto (se le dice también a Juan), son diez reyes, que aún (en tiempos del apóstol Juan) no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes
juntamente con la bestia. 13Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la
bestia".

Estos diez reyes darán, pues, lugar definitivamente a la bestia en su forma final, la cual, no debemos
olvidarlo, no es otra sino la misma cuarta bestia de Daniel 7: el imperio de Roma. El sumo pontificado de los
césares y el papado, desde Roma, mantuvieron para hoy la hegemonía reinante de la cuarta bestia. Debemos
recordar que en su historia el papado no ha sido meramente una institución religiosa, sino efectivamente un
poder también político, y en cuyas manos ha estado el poder temporal; si bien es cierto que en sus últimas
etapas, a partir de la Reforma Protestante ha perdido autoridad, e incluso las naciones le rehúsan el gobierno
temporal. La gran ramera llegaría a ser aborrecida de los cuernos en la bestia. Para los intereses políticos de
éstos, no les satisfacen más las fornicaciones de aquella (Apocalipsis 17:16).

Las blasfemias contra Dios y la soberbia del cuerno con ojos de hombre nos señalan la apostasía religiosa
final en pos de un humanismo diabólico, lo cual no sería otra cosa que la consumaci6n de la mentira de la
serpiente en el Edén. La mentada civilización occidental, la historia de nuestra era, con los césares y los
papas, que no son otra cosa que el rey de Roma, ha sido en la historia de Occidente el cumplimiento de lo
representado en el cuerpo principal de la cuarta bestia. Allí tenemos hoy a Europa Occidental, a los aliados,
pues la Europa Oriental socialista derivó bajo la hegemonía de Magog (Ezequiel 38:1-7). La alianza de
Europea Occidental, el otrora Sacro Imperio Romano, ha llegado a conformarse, según la profecía, en los
diez cuernos de la bestia. Veámoslos hoy allí cual la Comunidad Económica Europea, los grandes diez, que
se preparan para darle lugar a un ejecutivo de la mancomunidad, que tome las riendas del poder. El sueño de
los Estados Unidos de Europa no está lejos de realizarse. Se desembocará allí, sí, donde la profecía lo ha
señalado. He allí la plataforma de la bestia, Europa Occidental, el nido de la blasfemia, el laboratorio
moderno del dragón, los diez cuernos de la bestia, que también son del dragón (Apocalipsis 12:3). El mundo
se prepara para recibir a aquel inicuo que encarna la consumación de la iniquidad; llega por eso a ser
identificado al final como la bestia, el inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás (2 Tesalonicenses
2:8,9), aquel a quien la tradición cristiana primitiva había oído que venía, el anticristo (1 Juan 2:18). La
coronación de la iniquidad de toda la historia se concentra en este personaje final, el anticristo, el inicuo, el
hijo de perdición, la bestia, el cuerno con ojos de hombre que habla grandes cosas.

No podemos desviar nuestro pensamiento de Europa para identificarlo, pues sale de la cuarta bestia, del
Imperio Romano en su forma final de los Estados Unidos de Europa, los grandes diez. El espíritu de anticristo
ya ha estado trabajando cual misterio de iniquidad desde hace tiempo para llevar a cabo el propósito que
Satanás tiene de sentarse en el monte del testimonio haciéndose semejante al Altísimo (Isaías 14:12-14). Tal
espíritu ya se ha manifestado en la historia como prueba de la operación diabólica. Tales manifestaciones han
sido típicas, cuyo antitipo es el final. Hallamos tipos por ejemplo en Antioco Epífanes, a sí mismo llamado
"dios manifiesto"", que profanó el santuario de Jerusalén. Precursor ha sido también el césar de Roma, quien
aceptó culto divino. No está excento de la misma acusación el papado, quien en cierta época adoptó para sí el
título de "Señor Dios el Papa", como consta en el "Declaramus" del capítulo IV, título 14, de las
Extravagantes del papa Juan XXII, en la columna 153 de la edición de Amberes, 1584; en la edición de Paris,
año 1612, hállase en la columna 140. Ediciones posteriores a 1612 ocultaron el escándalo suprimiendo la
palabra "Deum". La savia de la iniquidad ha recorrido todo el árbol de la historia universal, avanzando hacia
la consumación en los últimos tiempos, pero dando ya señales de sus intenciones y naturaleza, en toda
oportunidad que ha tenido a lo largo de los siglos. La historia de la civilización humana está marcada por la
huella de Satanás, quien no cesa de trabajar en la prosecución de sus pretensiones de dominio. Le será
permitido manifestar toda su insensatez durante los últimos tres años y medio del día del hombre, antes del
día de Jehová.

El reino eterno del Hijo del Hombre

Entonces, tras la cuarta bestia con sus cuernos y su anticristo: "18Después recibirán el reino los santos del
Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre" (Daniel 7:18). Cielo nuevo y tierra
nueva después del milenio. Los santos serán perseguidos hasta el fin, "22hasta que vino el Anciano de días,
y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino". Sí, mientras
Daniel contemplaba en visión a aquel cuerno blasfemo, vio que "9fueron puestos tronos, y se sentó un
Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia
(características del Juez); su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. 10Un río de fuego
procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de
él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos".

Y continúa Daniel: "11Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el
cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en
el fuego". ¡No es cosa liviana hacer parte del cuerpo de la bestia! “12Habían también quitado a las otras
bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo (entre su caída y el reino
eterno). 13Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo del
hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él [el Cordero tomando del
Trono el rollo para abrirlo (Apocalipsis 5) y reinar sobre la tierra en Su segunda venida en nubes de gloria].
14Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su
dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido". Sí, "26se sentará el
Juez, y le quitarán su dominio (a la bestia) para que sea destruido y arruinado hasta el fin (es decir, esta vez
definitivamente), 27y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al
pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán".
Esto último corresponde a la piedra y al monte del capítulo 2 del libro de Daniel. Jesucristo es la piedra, el
Hijo del Hombre que vendrá en las nubes del cielo; Aquel que reina y juzga en el nombre del Padre.

(3): UN REY ALTIVO Y ENIGMÁTICO

UN REY ALTIVO Y ENIGMÁTICO

Visión del carnero y del macho cabrío

La maravillosa profecía de Daniel capítulo 7 le fue confirmada al profeta dos años después mediante una
visión a orillas del río Ulai, la cual le fue interpretada por el ángel Gabriel, y que está consignada en el
capítulo 8 del libro de Daniel. De manera que sobre el panorama trazado en los capítulos 2 y 7, podemos
añadirle los detalles y la confirmación del capítulo 8.
"3Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos; y aunque
los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y el más alto creció después. 4Vi que el carnero
hería con los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni
había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad y se engrandecía".
En el versículo 20, Gabriel interpreta la visión de este carnero, así: "En cuanto al carnero que viste, que
tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia". El cuerno más alto y que creció después, era
Persia, que vino tras los medos, quienes tomaron Babilonia; esa es la razón por la que también en el capítulo
7 la segunda bestia, aquella semejante al oso, se alzaba de un costado más que del otro. En la alianza
medo-persa, los persas fueron más fuertes; por eso se alzaba su costado y su cuerno, aunque creció después
en el carnero, sin embargo era más alto. Se Corresponden, pues, los brazos y pechos de plata, la segunda
bestia que se asemejaba a un oso, y este carnero de dos cuernos. Se trata del Imperio Medo-Persa.

"5Mientras yo consideraba esto (en pleno poderío medo-persa), he aquí un macho cabrío venía del
lado del poniente (occidente) sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía
un cuerno notable entre sus ojos. 6Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera
del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza. 7Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra
él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo
derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder. 8Y el macho
cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado,
y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo".
A este respecto interpreta el ángel Gabriel en el mismo capítulo 8. "21El macho cabrío es el rey de Grecia,
y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. 22Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y
sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la
fuerza de él".
Este macho cabrío es, pues, el imperio Griego, cuyo gran emperador fue Alejandro Magno, su rey primero.
Derrotó a los persas y subyugó a muchos pueblos, pero al morir, su reino fue dividido entre sus generales
Lisímaco, Casandro, Antígono y Ptolomeo; de manera que la gran nación se repartió en Grecia, Macedonia,
Siria y Egipto. Éstos lucharon entre sí haciéndose prominentes las dinastías Seléucidas en Siria y Ptolemaicas
en Egipto. Estos cuatro cuernos que sucedieron al primero del macho cabrío, corresponden a las cuatro alas y
cuatro cabezas del leopardo, la tercera bestia del capítulo 7, el reino de bronce del vientre y muslos de la
imagen del capítulo 2. Se trata, pues, del imperio Griego y su historia posterior.

El cuerno pequeño

Llegamos entonces a unos versos importantísimos, los versículos 9-12:
"9Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra
gloriosa. 10Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por
tierra, y las pisoteó. 11Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el
continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. 12Y a causa de la prevaricación le
fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso
y prosperó".
Gabriel, tras interpretar acerca de Grecia y los reinos que se levantarían de esa nación, continúa ahora su
interpretación: "23Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un
rey altivo de rostro y entendido en enigmas. 24Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará
grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos.
25Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso
destruirá a muchos; y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado, aunque no
por mano humana".

Los versos, pues, 9-12 y 23-25 del capítulo 8, nos hablan de este cuerno que se engrandece contra el
Príncipe de los príncipes, un rey altivo y enigmático. La clave para colocar identificadamente en la corriente
de la historia a este rey, nos la da Gabriel en sus palabras a Daniel en el versículo 17b del capítulo 8:
"Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin"; y en el versículo 19 dice: "He aquí yo
te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin". En el versículo 26b,
vuelve a decir Gabriel: "Y tú guarda la visión, porque es para muchos días". Puesto que Daniel tuvo esta
visión en el año tercero del rey Belsasar (8:1), estaba aún en apogeo el reino de Babilonia. La visión abarca,
pues, verdaderamente "muchos días", pues va desde el tiempo del Imperio Medo-Persa (el carnero con dos
cuernos) hasta el mismísimo "tiempo del fin".

De modo que habiendo ya llegado en nuestra exégesis a considerar la historia universal hasta Grecia y sus
últimas divisiones, llegamos a la consideración de este rey altivo y enigmático que aparece en escena, y que
según las palabras del ángel Gabriel, tiene que forzosamente llenar el espacio histórico entre las posteridades
del Imperio Griego y el "tiempo del fin". Este rey no es, pues, solamente una persona, sino un rey, un puesto
de prominencia ocupado por varias personas en la etapa final de la historia universal hasta el fin. Sus
características son la altivez, el enigma y la sagacidad.

El cumplimiento típico de esta última porción de la profecía de esta visión con Antioco Epífanes no agota
todas sus posibilidades. Es característico en el método didáctico de Dios, como se comprueba también en las
Sagradas Escrituras, el hacer uso de historias típicas que sirvan como figura, sombra, ejemplo y alegoría. En
cierta medida, no completa, la persona de Antíoco Epífanes, de la dinastía de los Antíocos de Siria, uno de los
cuatro cuernos de Grecia, cumple en parte esta porción profética que consideramos, pero no satisface la
medida completa ni llega al tiempo del fin, sino que es apenas un cumplimiento típico en miras del
cumplimiento perfecto posterior. Que esto sea así no es de extrañar en los métodos de Dios, pues al contrario,
esto es lo que nos enseña la misma Palabra. Nos dice, por ejemplo, Eclesiastés 3:14,15: "14He entendido que
todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios,
para que delante de él teman los hombres. 15Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura
lo que pasó". Nos había dicho el capítulo 1, versículos 9,10 del mismo libro de Salomón: "9¿Qué es lo que
fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. 10¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido".
De manera que lo que será manifiesto en el tiempo del fin, ya tuvo su momento típico en la historia; y esto lo
hace Dios para nosotros; como está escrito por Pablo: "Porque las cosas que se escribieron antes, para
nuestra enseñanza se escribieron" ( Rom.15:4); y como él mismo dice en otro lugar: "Y estas cosas les
acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los
fines de los siglos" (1 Cor. 10:11). Es esta también una de las razones por las cuales al tratarse de la bestia en
Apocalipsis 17:8, se dice de ésta: "La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a
perdición”; es decir, que aquélla realmente era, pero no aún en su forma definitiva, pues en verdad, así,
todavía no lo es, pero lo será.
Todo esto se aplica precisamente aquí en la visión en que nos ocupamos, como también en la de los
capítulos l0, 11 y 12. 0bservando el cumplimiento típico, Antíoco Epífanes prefigura (es y no es) el cuerno
que de las posteridades griegas crece al sur, al oriente y hacia la tierra gloriosa: Egipto, Siria, Persia e Israel.
Citemos aquí como de especial interés el capítulo 1, versículos 1-10 y 16-24 del libro I de los Macabeos.
Aunque considerado apócrifo por el protestantismo y por varios en la edad patrística, sin embargo es útil en
lo histórico. Nos dice así I Macabeos 1:1-10, 16-24:
"1Todo comenzó con las victorias del macedonio Alejandro I, hijo de Filipo, el cual saliendo
de Grecia, derrotó a Darío rey de los persas y de los medos, y reinó en su lugar. Este fue el
primer soberano del mundo griego. 2Después de muchas batallas y de asaltar fortalezas y dar
muerte a los reyes de esas naciones, 3llegó hasta los confines de la tierra, recogiendo los
despojos de muchos pueblos. Y cuando el mundo se quedó callado y sometido a su poder, se
puso muy orgulloso. 4Reunió un ejército muy poderoso y ejerció mando sobre provincias,
naciones y príncipes que le pagaban tributo. 5Después cayó enfermo y comprendió que iba a
morir. 6Hizo llamar a sus generales y a los más nobles que con él se habían criado desde su
juventud; y en vida repartió entre ellos su reino. 7Alejandro había reinado doce años cuando
murió. 8Entonces sus generales tomaron el poder, cada uno en el sector que le correspondía;
9en cuanto él murió se ciñeron la corona, y sus hijos después de ellos, durante muchos años,
llenando la tierra de males. 10De su descendencia brotó aquel retoño impío, Antíoco Epífanes,
hijo del rey Antioco, que estuvo en Roma como rehén. Llegó a ser rey el año ciento treinta y
siete de la era de los griegos. 16Cuando Antíoco se sintió seguro de su poder, proyectó
apoderarse también de Egipto para reinar en las dos naciones. 17Entró en Egipto con un
poderoso ejército, con carros de guerra, elefantes, caballos y una gran armada. 18Atacó a
Ptolomeo, rey de Egipto, que se retiró ante él y fue derrotado, muriendo muchos de los suyos.
19Se apoderaron de las ciudades fuertes de Egipto y recogió los despojos del país. 20El año
ciento cuarenta y tres, Antíoco volvió después de haber derrotado a Egipto, y pasando por
Israel, subió a Jerusalén con un poderoso ejército. 21Entró con insolencia en el santuario y se
llevó el altar de oro, el candelabro de la luz con todos los accesorios, 22la mesa de los panes
ofrecidos, los vasos, las copas, los incensarios de oro, la cortina y las coronas, y arrancó todo
el decorado, las molduras de oro que cubrían la entrada del templo. 23Se adueñó también de
plata, oro, objetos de valor y cuantos tesoros ocultos pudo encontrar. 24Tomándolo todo, partió
para su patria, después de haber derramado mucha sangre y de hacer declaraciones
insolentes".

Cumplimiento típico

Y con respecto al hecho de que por este rey altivo y enigmático sería quitado el continuo sacrificio, I
Macabeos 1:41-50 nos muestra el cumplimiento típico:
"41Antioco hizo aplicar en todo su reino un decreto. Todos los pueblos de su imperio debían
42abandonar sus costumbres particulares, para formar un único pueblo. Los paganos acataron
el decreto y en Israel mismo muchos acataron sus órdenes. 43Sacrificaron a los ídolos y ya no
respetaron el sábado. 44El decreto que imponía costumbres extranjeras llegó a Jerusalén y a
toda Judea. 45Según él, se suprimían las victimas consumidas por el fuego, los sacrificios y
otras ofrendas en el santuario. Se debía tener por días ordinarios no sólo los sábados, sino
también las fiestas sagradas. 46Ya no debían tener por sagrado el santuario y sus ministros,
sino que debían dedicarse altares, recintos sagrados y templos a los ídolos. 47Tenían que
sacrificar cerdos y animales impuros; 48y no debían hacer a sus hijos el rito de la circuncisión.
En resumen, tenían que mancharse con toda clase de impurezas y profanaciones, 49de tal
modo que olvidaron la ley y cambiaron todas sus costumbres. 50Al final, el decreto decía: El
que no cumpla la orden del rey, morirá".

Ahora bien, he aquí enumeradas algunas de las razones por las cuales aplicamos a Antioco Epífanes
meramente el cumplimiento típico y no el final y definitivo:
1. El Santuario fue profanado, pero no derribado según la profecía.
2. El tiempo de Antíoco no es el tiempo del fin, y mucho menos relacionándolo con el lenguaje de las
demás profecías conocidas ya en aquel tiempo.
3. El "quitar el continuo sacrificio" está relacionado en otras profecías paralelas a la colocación de la
"abominación desoladora", de lo cual también nos habla I Macabeos relacionado a Antíoco Epífanes; sin
embargo, cuando el Señor Jesucristo, según Mateo 24:15 y Marcos 13:14, se refirió a la "abominación
desoladora de que habló el profeta Daniel", se refirió como en futuro, como a algo que aún estaba por venir.
Por lo tanto el cumplimiento en Antíoco Epífanes antes de Cristo apenas puede ser típico, pues el
cumplimiento definitivo está reservado a una época posterior a la primera venida del Señor Jesucristo.
4. Daniel 8:23 dice que el rey altivo y enigmático se levantaría al final de los reinos de esa nación;
literalmente dice: "al final del reinado de éstos". Los "éstos" a que aquí se refiere son los reinos que surgieron
a fines del imperio griego, y Antíoco Epífanes es descendiente de uno de esos reyes, de la dinastía que
dominaba Siria, y siguieron siéndolo sus sucesores. De manera que en lo general, es decir, según el
panorama universal, Antíoco Epífanes es ingrediente apenas de una de las cuatro alas, o cabezas, o cuernos,
que se levantarían de Grecia.

Pero una cosa sí podemos decir: que así como antes de entrar el cuerpo verdadero a la escena, entra primero
su sombra si la luz lo anuncia desde atrás, así también, antes de presentarse el cumplimiento final y definitivo
de la profecía acerca de un rey altivo y enigmático en el tiempo del fin, se presenta anticipadamente en la
escena la sombra, que es el cumplimiento típico. Es por esa razón que no podemos agotar el estudio de la
visión de Daniel 8 con Antíoco Epífanes.
El rey altivo y enigmático, el cuerno que se levanta contra el Príncipe de los príncipes, representa más bien
y en forma más definitiva, a lo acontecido desde que el imperio Griego sale de la escena, y entrado el imperio
Romano, éste continúa hasta el tiempo del fin. Se trata, pues, de un reinado que se prolongará hasta el fin de
la historia, mantenido a lo largo de los siglos por diversos personajes para que al fin de los tiempos llene la
medida definitiva. Así que habiendo visto en Antíoco Epífanes a la sombra, levantemos los ojos para ver lo
que se acerca con éste y tras éste.

Tras el imperio Griego, el imperio Romano tomó el poder. Incluso, Antíoco Epífanes fue detenido por el
príncipe de Roma. De manera que vemos a Roma como este rey altivo y enigmático. Incluimos, pues, aquí a
los césares, al papado y al anticristo final. Recién entonces se llena la medida del tiempo del fin, y el fin de la
ira. Hemos hecho constar ya que los césares fueron divinizados y el papa osó dejarse llamar en cierta época:
"Nuestro Señor Dios el Papa". Aún hoy en día pretende "infalibilidad", y el lugar del Espíritu Santo cual
Vicario de Cristo pretende ser usurpado por él. Daniel nos decía que este cuerno "se engrandeció contra el
Príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio y el lugar de su santuario fue echado por
tierra". Cuando Roma estaba en el poder siendo emperador Tiberio, y gobernador de Judea Poncio Pilatos,
"el Príncipe de los príncipes" quien es también "el Príncipe de los ejércitos”, fue crucificado. La soldadesca
romana se abatió sobre Él. El Señor Jesucristo padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, delegado del poder de Roma. Fue también el ejército romano el que sitió a Jerusalén, el lugar del Santuario, y causó grandes ruinas en el
año setenta después de Cristo. Los judíos fueron esparcidos y los sacrificios judaicos en el templo
suprimidos. Esto lo hizo Roma, el rey altivo y enigmático, quien además destruyó a los fuertes y al "pueblo
de los santos". El espíritu satánico se ha ensañado siempre contra el pueblo portador de la revelación. El
concepto judeo-cristiano del mundo, ha sido el blanco de sus ataques, y sigue siéndolo. Los judíos sufrieron
bajo Antíoco Epífanes a menos que apostataran; igualmente aconteció bajo el imperio romano. Pero "el
pueblo de los santos" está compuesto también de los cristianos. Sí, como dice Pablo, somos “conciudadanos
de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19). Los emperadores romanos a partir de Nerón
desencadenaron horribles matanzas y crueles persecuciones contra los cristianos. Otro tanto hizo el
romano-papismo con la Inquisición.

Cumplimiento final

Una de las características del rey altivo y enigmático es la sagacidad. Dícese de él: "Y echó por tierra la
verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó" (Daniel 8:12), y más adelante: "25Con su sagacidad hará prosperar
el engaño en su mano". Es interesante ver a las naciones embriagadas por el cáliz de fornicaciones de la gran
ramera que cabalga sobre la bestia y fornica con los reyes de la tierra, reinando sobre ellos, y la cual, según el
Apocalipsis (17:18) es Roma. “23 ...pues por tus hechicerías fueron engañadas las naciones. 24Y en ella se
halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra"
(Ap.18:23,24). Roma, pues, prosperaría por medio del engaño. ¿No comenzó acaso a sostenerse también el
papado en los siglos medios por medio de las falsas decretales pseudo-Isidorianas y otros documentos
semejantes? ¿Y cuántos otros engaños han sido hallados en él? Pues, de la manera como sobre la Jerusalén
terrenal y el Israel carnal se asentó la abominación idolátrica que pretendía sustituir el culto a Dios, así
también, cuando el uso exagerado de la alegoría se extendió en la Iglesia, la Jerusalén de arriba y el pueblo
espiritual de Dios, se vio ésta invadida por un rey romano que pretendía sentarse en el templo espiritual de
Dios; tal rey es el papado, ante quien doblan las rodillas y a quien, desobedeciendo a Cristo, llaman
«santísimo padre» (Mateo 23:9).

Quitado el continuo sacrificio

El "continuo sacrificio" en Israel, representaba el verdadero precio de la redención, pero cuando se
desplaza de su lugar al sacrificio de Cristo como precio suficiente de redención, y se colocan en su lugar
abominaciones idolátricas, se ha consumado la iniquidad. Tenemos que reconocer que el romano-papismo
quitó de la vista de los hombres la suficiencia del sacrificio de Cristo recibido por fe para salvación. De
manera que los seres humanos bajo la influencia romano-papista tienen generalmente su confianza puesta en
otra cosa. Lo que está detrás de todo hecho que persiga "quitar el continuo sacrificio", es un intento por evitar
el verdadero acercamiento y culto a Dios, y sustituirlo por otro camino y otro objeto de culto. Esa es la
intención diabólica de la rebelión de Lucifer en el cielo, y es la misma que en principio manifiesta a través de
sus diversos agentes humanos. El hecho de "quitar el continuo sacrificio” manifiesta la intención original
satánica puesta en práctica en cada ocasión propicia de la historia, con distinto ropaje, pero el mismo
principio. El "continuo sacrificio" representaba a Cristo, y Él es el único camino al Padre. Satanás quiere
sustituir esto con la idolatría de sí mismo. Esto es lo que ha perseguido el diablo a todo lo largo de la historia
del hombre; y conseguirá al fin de los siglos gobernar al mundo por poco tiempo, según el permiso de Dios,
para que manifieste su insensatez. El dragón arrastró con su cola la tercera parte de las estrellas del cielo; es
decir, un tercio de los ángeles de Dios, que llegaron a ser ángeles caídos o demonios, los cuales son los
gobernadores de las tinieblas de este mundo, y manifiestan su naturaleza en la historia de los hombres.
Este rey altivo y enigmático es, pues, la última manifestación satánica en el reino de los hombres de este
mundo que está bajo el maligno. Así como detrás del rey de Babilonia vemos a Lucifer (Is.14), y detrás del
rey de Tiro al mismo querubín (Ezq. 28), así, detrás de este rey altivo y enigmático está el dragón. Por eso se
dice de él que "parte del ejército y de las estrellas del cielo echó por tierra". Pero, como está escrito: "25Será
quebrantado, aunque no por mano humana". El anticristo final, el inicuo de Satanás, quien es la última
forma del rey altivo y enigmático, será arruinado y destruido hasta el fin, como decía Daniel 7:26. El Señor
Jesucristo en Su segunda venida, con gloria y majestad, destruirá a esta encarnación suprema de la iniquidad,
mediante el Espíritu de Su boca y el resplandor de Su venida. Entonces se cumplirá definitivamente la
profecía: "Será quebrantado, mas no por mano humana".

No sólo en la primera venida de Cristo se levantó Roma para crucificarle, sino que la bestia reunirá a los
reyes de la tierra y a sus ejércitos para pelear contra el Verbo de Dios (Apocalipsis 19:19), quien volverá en
gloria y majestad. El Altísimo se reirá de ellos (Salmo 2). Las alianzas militares actuales desembocarán
allí. ¿Contra quién están enrolando a nuestros hijos? La Palabra de Dios nos dice que son juntados para pelear contra el Cordero. Pero además dice: "Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si a1guno mata a espada, a espada debe ser muerto" (Apo. 13:10).

La visión del capítulo 8 contiene también la siguiente revelación: "13Entonces oí a un santo que hablaba; y
otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la
prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? 14Y él dijo: Hasta dos
mil trecientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado. 26La visión de las tardes y mañanas que
se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días”.
Recuperación del lugar del Santuario
Aplicando a Antíoco Epífanes el cumplimiento típico, hallaríamos que 2.300 tardes y mañanas
corresponden a 2.300 sacrificios, los que al hacerse .dos veces por día significarían 1.150 días. C. O. Gillis ve aproximarse esta cuenta al tiempo de dominación siríaca en Palestina, durante la cual fue quitado el continuo sacrificio desde el 15 de Kisleu de 168 a. C. a 25 del mismo mes de 165 a. C.

No obstante, como antes hemos dicho, la profecía tiene un cumplimiento repetido, ya que claramente
apunta hacia el tiempo del fin y para muchos días, y Antíoco Epífanes apenas es un tipo. Según el cálculo de
Ch. Deloach, la visión que comienza presentando al imperio Medo-Persa siendo derribado por el imperio
Griego, contabiliza desde la fecha 334 a.C., cuando Alejandro Magno derrotó por primera vez a los persas en el río Gránico, de manera que restándole a 2.300 la cifra de 334, nos daría 1966. Si se toma, según Génesis,
una tarde y una mañana por un día, y a cada día por un año según equivalente profético en algunas Escrituras,
se tendrían 1966 años después de Cristo, a los cuales debe sumárseles un año, pues del año 1 a. C. al 1 d. C. hay realmente dos años y no uno como calculó Dionisio el Exiguo. De manera que tenemos: 1966 + 1 =
1967. En esta fecha, 1.967 d. C., el lugar del Santuario, que es Jerusalén, fue recuperada del dominio gentil
en la llamada Guerra de los Seis Días.

Ahora bien, durante el período de la gran tribulación, cuando el anticristo esté gobernando, habrá también
un período relacionado a la supresión del continuo sacrificio en Israel en el templo restaurado, para colocar
en su lugar la definitiva abominación desoladora. Por lo tanto, en ese caso, el cumplimiento final quedaría
aún futuro, permaneciendo la profecía como sellada hasta el tiempo del cumplimiento. Y como dijo Gabriel,
la visión de las dos mil trecientas tardes y mañanas es verdadera.

(4): UN PRÍNCIPE QUE HA DE VENIR

 
UN PRÍNCIPE QUE HA DE VENIR

Los setenta «septenarios»

Sobre el panorama ya trazado de las profecías anteriores viene a agregarse la importantísima profecía de
los setenta sietes del capítulo 9 de Daniel. Israel, el pueblo de Daniel, había violado además de otras leyes,
también los jubileos y los años sabáticos de descanso de la tierra; entonces, por causa de las transgresiones.
Dios les castigó con el cautiverio de setenta años en Babilonia, en que la tierra fue desolada, y en cierto
sentido descansó. Cerca del fin de estos setenta años, Daniel, considerando la profecía de Jeremías, ve que se acerca el fin de este castigo, y entonces ora pidiendo perdón por sí mismo y por su pueblo. Dios envía
entonces al ángel Gabriel para revelarle los tiempos en que trataría con Israel para librarlo definitivamente de
su mal. He aquí las palabras de Gabriel, que consideraremos verso por verso (capítulo 9):

"24Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo (Israel) y sobre tu santa ciudad (Jerusalén),
para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia
perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos".
La palabra que se traduce "semana" es shabua, que significa "sietes". Setenta semanas significa, pues,
setenta sietes. No es shabua de días, sino simplemente shabua, es decir, semana de años. En setenta
semanas de días, más o menos un año y medio, no aconteció lo profetizado. Se trata, según el uso hebreo y
el contexto histórico, de setenta semanas de años, es decir, 490 años. A partir de cierta fecha, Dios
comenzaría a contar 490 años en su trato con la nación de Israel y la ciudad de Jerusalén; dentro del tal plazo
Dios terminaría con la prevaricación de ellos, pondría fin al pecado, expiaría la iniquidad, traería la justicia
perdurable, o sea el reino milenial, confirmaría la veracidad de lo dicho en las visiones de los profetas, y
ungiría el Lugar Santísimo. Después de ese plazo de trato divino para con Israel estaremos en el Milenio.
Notemos que el plazo no incluye "el tiempo de los gentiles" (Lucas 21:24: Romanos 11:25), sino que
meramente está determinado para ser contado sobre Jerusalén y el pueblo de Israel. Esos 490 años estarían
divididos en los siguientes períodos:

"25Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta
el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el
muro en tiempos angustiosos".
Son en total: 7 + 62 = 69 semanas; o sea, 483 años en espera de una última semana de años que sería el
último período de siete años para completar los 490.

El edicto para la restauración

"La salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén" fue el año 20 de Artajerjes, en el mes de
Nisán del 445 a. C. (Nehemías 2:1-8). A partir de allí comienzan las setenta semanas. Las primeras siete
semanas, o 49 años, se emplearon en la edificación de la plaza y los muros de la ciudad. Entonces comenzó elperíodo de las sesenta y dos semanas hasta el Mesías Príncipe. Estos dos períodos, el de 7 y el de 62 semanas,
suman 69 semanas, o sea, 483 años entre aquella orden y "el día de la visitación" del Mesías Príncipe. Según
el cálculo ya hecho por R. Anderson, las 69 semanas de años proféticos de 360 días equivalen a 173.880 días,
así: 69 x 7 x 360 = 173.880.
Ahora bien, la fecha del edicto para reconstruir a Jerusalén fue el 14 de Marzo del 445 a. C., y la entrada de
Jesús en un burrito a Jerusalén como el Rey manso y humilde (Zacarías 9:9), fue el 6 de abril del año 32 d. C., "el día de la visitación". Según esto, el período entre las dos fechas es de 476 años de los nuestros, no
proféticos, y 24 días, a lo cual, añadiéndole los días extras de los años bisiestos, nos da el siguiente cálculo:
476 x 365 = 173.740 días, más 24 días y otros 116 días más por bisiestos: 173.880 días, así: 173.740 + 24
+ 116 = 173.880.
¡173.880 días! Exactamente el mismo número de días abarcados en las siete y sesenta y dos semanas; es
decir, los 483 años proféticos.
Jesús entró en Jerusalén el día exacto de la visitación, y entonces purificó el templo cuando el calendario
profético señalaba su hora. Por eso llorando sobre Jerusalén, dijo: "¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos
en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos" (Lucas 19:42).
Ahora bien, entre el versículo 25 y el 27 del capítulo 9 de Daniel, que hablan el primero de las 69 semanas
y el postrero de la última semana, aparece el versículo 26 como un paréntesis. La razón del paréntesis es para
incluir el tiempo de los gentiles en que la iglesia es tomada también de entre ellos como un pueblo para Su
nombre, el nombre del Mesías.

La crucifixión del Mesías


Ahora bien, entre el versículo 25 y el 27 del capítulo 9 de Daniel, que hablan, el primero de las 69 semanas
y el postrero de la última semana, aparece el versículo 26 como un paréntesis. La razón del paréntesis es
para incluir el tiempo de los gentiles en que la Iglesia es tomada también de entre ellos como un pueblo para
Su nombre, el nombre del Mesías.
Puesto que Israel no reconoció el día de la visitación, Jesús les dijo: "38He aquí vuestra casa os es dejada
desierta. 39Porque os digo que desde ahora no me veréis hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre
del Señor" (Mateo 23:38,39). El rechazamiento del Mesías por la cruz hizo que mediante ésta la bendición
de Abraham pasase a los gentiles, como lo dijo el apóstol Pablo a los Gálatas: "13Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: maldito todo el que es colgado en
un madero), 14para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la
fe recibiésemos la promesa del Espíritu" (3:13,14).

Es acerca de lo mismo que escribe a los Romanos: "11Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que
cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a
celos. 15Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino la vida de entre
los muertos? 17Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido
injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica sabia del olivo. 25Porque no
quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que
ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles"
(11:11,15,17,25).

Entonces queda a los gentiles el versículo 26 de Daniel 9, antes que Dios retorne a los judíos para continuar
Su trato con ellos cual nación por una semana más, de modo a completar las setenta semanas prometidas a
ellos (Daniel capítulo 9):

"26Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de
un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin
de la guerra durarán las devastaciones".

Después del primer período para Israel de siete semanas, en que reconstruyeron los muros de la ciudad,
vino el segundo período para Israel de sesenta y dos semanas hasta el Mesías Príncipe; entonces son ya
sesenta y nueve semanas; y la semana número 70, la última, se nos describe en el versículo 27. Después,
pues, del segundo período, el de las sesenta y dos semanas, siendo ya sesenta y nueve del total, el Mesías
muere no por sí, sino por el pecado del mundo, de Su pueblo Israel y de los gentiles: "Se quitará la vida al
Mesías, mas no por sí". Y entonces hace su aparición contra Jerusalén el pueblo de aquel príncipe que había
de venir para destruir la ciudad y el santuario.

La destrucción de Jerusalén

Puesto que el Mesías fue rechazado por esa generación, esa misma generación vería días de retribución. Y
efectivamente, en el año 70 d. C., los romanos, el pueblo del mencionado príncipe, sitiaron y destruyeron la
ciudad y el santuario. Los judíos fueron dispersos y la ciudad hollada. Jesús había dicho: "20Pero cuando
viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. 22Porque estos son
días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 23Mas ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este
pueblo. 24Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada
por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan" (Lucas 21:20,22-24). El historiador
Flavio Josefo en su obra "Las Guerras de los Judíos", narra patéticamente tal castigo contra las gentes de
Jerusalén que rechazaron al Mesías, a Jesucristo.

El tiempo de los gentiles

De manera que el trato de Dios con Israel por una semana más, la última, la número setenta, queda
postergado para el fin, antes del Milenio; y mientras tanto, durante el período cedido ahora cual paréntesis a
los gentiles, el escenario es dominado por aquel príncipe que había de venir y su pueblo, Roma. Allí tenemos
de nuevo a Roma en la profecía.

"Su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones". La frase "hasta el fin de
la guerra" nos muestra lo prolongado de la influencia romana; y decimos romana, porque aún en el siguiente
verso, en el 27, persiste su operar: "27Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la
semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el
desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador".
Aquel príncipe romano que había de venir se desarrolla hasta penetrar en la semana número setenta, la
última para Israel, y quita, o hace cesar, el sacrificio y la ofrenda. Entonces la forma final del anticristo, el
desolador, se hace cargo de la situación hasta el fin.

La reconstrucción final del templo

Ahora bien, si la ofrenda y el sacrificio serán cesados a mitad de la última semana, significa que después de
la destrucción de la ciudad y el santuario, éstos estarían de nuevo en pie al fin del tiempo de los gentiles.
"Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan".

En 1948 nació en un día el estado israelí como nación. Las tiendas de Judá fueron libradas primero antes de
Jerusalén, según profetizaba Zacarías (12:6,7). Luego, en 1967 se recobró entonces la ciudad. En 1980 fue
declarada de nuevo capital de Israel, pues Jerusalén sería habitada otra vez en su lugar, en Jerusalén. Pero aún falta (escribo hoy enero 24 de 1983) que el templo o santuario sea reconstruido en su lugar, donde está ahora la Cúpula de la Roca o Mezquita musulmana de Omar, para que el sacrificio y la ofrenda sean reanudados, de manera a cesar de nuevo a la mitad de la última semana. Es por eso que nos dice la profecía en el versículo 27a: "Por otra semana confirmará el pacto con muchos". La última semana debe aún serle confirmada a Israel, y el pacto implica que deben, pues, ofrecerse de nuevo el sacrificio y la ofrenda en el santuario y la ciudad, de manera que a mitad de la semana número setenta, la última, se hagan cesar de nuevo: "A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda" (v.27b).

¿Quién hará cesar el sacrificio y la ofrenda? pues aquel príncipe que procede de Roma, del cual se hablaba
y que domina el escenario hasta la desolación final. En el capítulo anterior, al considerar a Daniel 8, ya lo
habíamos identificado; nos decía 8:10-12: "10Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército
y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. 11Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y
por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. 12Y a causa de la
prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo
cuanto quiso, y prosperó". También Daniel 11:31 nos dice: "Y se levantarán de su parte tropas que
profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación
desoladora”. Más adelante, la misma profecía, en Daniel 12:11 añade otros detalles: "Y desde el tiempo que
sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días".
1290 días equivaldría a la segunda mitad de la última semana, más un mes para que se derrame la ira tras el
reinado del desolador.

Ahora bien, observando el repetido cumplimiento típico, pues la bestia que está para subir, aunque no era,
sí era (Apocalipsis 17:8), vemos que el tiempo típico de tribulación se cumplió reafirmadas veces. Elías
decretó tres años y medio para juzgar con sequía la idolatría a Baal por Israel. Antioco Epífanes hizo cesar el
continuo sacrificio por cerca de tres años y medio. Igualmente la guerra contra Jerusalén (67-70 d. C.) por los romanos duró tres años y medio. La dominación del poder temporal del papado duró 1260 años desde el siglo VI al XVIII. El islamismo tuvo en su poder a Palestina por cerca del mismo tiempo desde el siglo VII hasta 1917. El Dios de la gloria, creador de todos los hombres, hace que todos los tipos y precursores del
anticristo final coincidan desde distintos ángulos y perspectivas con el período profético de "tiempo, y
tiempos y medio tiempo”.


La última semana de años

Ahora bien, la última semana, la septuagésima, es el último tiempo para que el hombre y el diablo tomen el
poder, pues después de las setenta semanas, Dios terminará la prevaricación y traerá la justicia perdurable. La última semana es, pues, importantísima en la profecía, y su segunda mitad nos refiere la gran tribulación bajo el anticristo final: "27... a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda". Es decir, cuando falten tres años y medio para terminar la cuenta regresiva, entonces el final anticristo, el definitivo, la bestia, el
inicuo, se sentará como Dios en el templo de Dios (2 Tesalonicenses 2:3,4). Este hijo de perdición, heredero
del príncipe de Roma, puesto que los cuernos de la cuarta bestia entregan su poder a la bestia (Apocalipsis
17:12,13), es el desolador.

La tribulación del final de la semana, la segunda mitad de ésta, se nos describe así: "27bDespués con la
muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está
determinado se derrame sobre el desolador". A la bestia, en este período, según Apocalipsis 13:5:
"También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta
y dos meses"; el mismo tiempo en que los gentiles hollarán al final la ciudad santa (Apocalipsis 11:2),
equivalente a los 1260 días en que profetizarán los dos testigos vestidos de cilicio (Apocalipsis 11:3),
semejante al "tiempo, y tiempos y medio tiempo" en que la mujer huye al desierto de delante de la serpiente
para ser sustentada (Apocalipsis 12:14), igual a lo asignado al cuerno blasfemo de Daniel 7:25.
Apocalipsis habla para el tiempo del fin, cuando todo esté cerca, pues su profecía es posterior a Antioco
Epífanes, y posterior también al sitio de Jerusalén en el año 70 d. C.; sin embargo, su coincidencia es perfecta
en su relación al Antiguo Testamento. Los cumplimientos típicos no agotan, pues, el alcance profético, sino
que lo confirman; de modo que por razón de Apocalipsis tomamos a Daniel aplicándolo legítimamente al
mismísimo tiempo del fin. El príncipe que había de venir es Roma, y el desolador es el cuerno blasfemo que
le sale a la cuarta bestia, que es Roma; él es el rey altivo y enigmático del tiempo del fin, la bestia, el
anticristo, el inicuo, el hijo de perdición que procede de los Estados Unidos de Europa, que es la Roma
revivida.