"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

lunes, 20 de junio de 2011

T R A T A D I L L O S / índice y prefacio


TRATADILLOS
por:
 
Gino Iafrancesco V.

CONTENIDO

Prefacio


(1)    PARA USTED MISMO /  lo mínimo que quisiera decirle a todo ser humano.

(2)   EL LIBRO DE LOS LIBROS

(3)    JESUCRISTO, EL REMEDIO DE DIOS.

(4)    DESTELLO DIVINO EN LA TIERRA DESDE LA ETERNIDAD.

(5)    LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DE DIOS.

(6)    JESUCRISTO EN LA TIPOLOGÍA FESTAL.

(7)    BREVE COMPENDIO BAUTISMAL CRISTIANO.

(8)    EL BUEN DEPÓSITO.

(9)    DEL REPOSO CRISTIANO.

(10)    LIBERTAD Y CONSIDERACIÓN.

(11)   ASUNTOS DE MATRIMONIO Y DIVORCIO.

(12)   JESÚS, SEÑOR Y REY DE LAS NACIONES.


Prefacio


El presente libro: “Tratadillos”, de Gino Iafrancesco V., está formado por la colección de una serie de breves tratados escritos y publicados por el autor para evangelizar y ayudar a los cristianos nuevos en asuntos que suelen presentarse en el inicio de la caminada cristiana. Los diversos tratados no están ordenados aquí según un criterio cronológico, sino más bien siguiendo un orden temático.

Para usted mismo, es un tratadillo evangelístico que lleva por subtítulo: “lo mínimo que quisiera decirle a todo ser humano”, y expresa la carga sentida en el espíritu por el autor para comunicar el camino de salvación, el evangelio de Jesucristo, a todo el mundo, en los términos más sencillos. Este tratadillo fue escrito en el año 1985, en Facatativá, Cundinamarca, Colombia, después de orar con Roosevelt Muriel en el parque arqueológico de “Las piedras del Tunjo”, pidiendo dirección por la carga evangelística. Desde ese mismo año hasta el presente, todos los años se realizan varias ediciones de este tratadillo.

El Libro de los libros, es un artículo escrito por el autor en 1984 en Ciudad del Este, Paraguay, publicado en varias revistas y blogs.

Jesucristo, el remedio de Dios, fue ministrado en una concurrida reunión juvenil en Sincelejo, Sucre, Colombia, el 17 de agosto de 1997, trascrito por Esteban Iafrancesco A., y revisado por el autor.

Destello Divino en la Tierra desde la eternidad, es una compilación de pasajes bíblicos donde Dios mismo habla de Sí mismo, y de lo cual la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha desentrañado profundos significados. Este tratado fue escrito durante el primer semestre de 1998 en Bogotá D.C., Colombia, y su primera edición se realizó en septiembre de ese mismo año. También ha sido publicado en varios blogs en internet.

La Encarnación del Verbo de Dios, fue ministrado a la iglesia en la localidad de Teusaquillo, Bogotá D.C., Colombia, el 16 de octubre de 1992, y su segunda edición se realizó en julio de 2002. Se colecciona en Coletánea.

Jesucristo en la tipología festal, fue ministrado a la iglesia en Mosquera, Cundinamarca, Colombia, el 17 de octubre de 1992, y su segunda edición también se realizó en julio de 2002. Se colecciona igualmente en Coletánea.


Breve compendio bautismal cristiano, es un pequeño ensayo sobre el tema del bautismo que muchos cristianos nuevos desean comprender mejor, y alrededor del cual existen muchas preguntas. Este tratadillo fue escrito y publicado por el autor en el año 1978, en Asunción, Paraguay, donde se realizó su primera edición, que fue ampliamente distribuída principalmente en tal nación.

El buen depósito, es un artículo escrito por el autor con el fin de ayudar al pueblo del Señor, en los comienzos de la vida cristiana, para percibir el amplio espectro de los asuntos fundamentales abordados por la Palabra de Dios, de manera a no encasillarse en enredos periféricos, sino avanzar discerniendo lo prioritario. Este tratadillo fue escrito por el autor el año 1985, en Bogotá, Colombia, y recibió la clara dirección del Espíritu de difundirlo entre el pueblo cristiano. Existe de este tratadillo también una edición hecha en 1994 de la versión portuguesa de Roujet Fuchs llevada a cabo en Rio de Janeiro, RJ, Brasil, y distribuida desde allí.

Del reposo cristiano, es también un breve ensayo donde se busca responder bíblica y neotestamentariamente a las consabidas preguntas acerca del sábado, que suelen hacerse en los primeros tiempos del caminar cristiano, a veces debido a presiones religiosas de ciertos ambientes. El tratadillo busca ser cristocéntrico, presentando a Cristo como el cumplimiento perfecto, perpetuo, espiritual y real de todas las fiestas sagradas ordenadas por Yahveh a Israel. Quien está en Cristo, está en el cumplimiento perpetuo de tales fiestas que eran sombra de Él. Éste tratadillo fue escrito por el autor el año 1974, en Asunción, Paraguay.

Libertad y consideración, es la trascripción y traducción de una homilia presentada por el autor en portugués a la iglesia en Curitiba, Paraná, Brasil, la noche del 7 de diciembre de 1980, teniendo en vista la unidad de la iglesia. Los obreros cristianos brasileños: Aniceto Mario Franco y Juvenal Moura, trascribieron en portugués el mensaje, y lo publicaron editado y abreviado, difundiéndolo principalmente en Brasil. Este tratadillo, que contiene tal homilía, fue traducido por el mismo autor al castellano.

Asuntos de Matrimonio y Divorcio, es la trascripción de una enseñanza en la escuela de la obra cristiana, sede de la localidad de Tunjuelito, Bogotá D.C., Colombia, el 23 de enero 1999, y publicada en revistas u blogs, después de ser coleccionada en Coletánea I. Trata asuntos de mucho interés, por causa de los diferentes casos que se dan, y que quieren ser aclarados por quienes desean hacer la voluntad de Dios una vez entendida.

Jesús, Señor y Rey de las naciones, es la transcripción y traducción de una homilia presentada en la ciudad de Londrina, Paraná, Brasil, en una conferencia de misiones, el 28 de septiembre de 2007, donde se presenta un panorama muy necesario de entender para tener la cosmovisión correcta del avance del reino de Dios


Se presentan agrupados aquí estos tratadillos de Colombia, Paraguay y Brasil, en este orden temático, con el fin de intentar servir de ayuda a los cristianos nuevos que se hacen preguntas relacionadas con los temas aquí tratados. De todos estos tratadillos, y otros, existen publicaciones en diversos blogs en internet.

PARA USTED MISMO / lo mínimo que quisiera decirle a todo ser humano


PARA USTED MISMO
LO MÍNIMO QUE QUISIERA DECIRLE A TODO SER HUMANO



Un ¡alto! puede salvarle la vida.

Dios desea comunicarle algo, antes de que usted siga de largo, y se pierda definitivamente.

No está en sus manos su futuro. Un minuto para atender a Dios, aquí y ahora, puede significar su salvación eterna.

Dios sí sabe de qué necesita usted ser salvo, aunque usted por ahora no lo sepa.

Dios lo hizo a usted con un propósito, y ahora interviene en su vida para hablarle.

El Dios de la gloria, Creador único de todas las cosas, se ha revelado a los hombres mediante Jesucristo, el Hijo de Dios. Él es el eje y la explicación de todas las cosas. Él es la Luz, la única que puede alumbrarle realmente.

Dios le ama y le comprende. Porque lo ha pensado a usted desde antes, fue porqué lo creó. Y ahora mismo le ha encontrado para hablarle, pues le ha estado buscando, aunque usted no se ha dado cuenta.

Él quiere decirle que está dispuesto a perdonarle todo pecado, y justificarle, con base en los méritos de Su Hijo Jesucristo en Su sacrificio en la Cruz.

El Hijo de Dios, que llegó a ser un hombre verdadero, y el Mesías profetizado de la historia, ha pagado en la Cruz el precio de todos los pecados de usted.

Al tercer día resucitó y se presentó vivo ante muchos testigos, pues Dios lo levantó de entre los muertos para mostrar que Él es Su Hijo y que ha recibido Su sacrificio en expiación por los pecados de todos los hombres, para que quien le creyere y le recibiere sea eternamente salvo por la fe en Sus méritos y en Su nombre.

Si usted cree y por Su gracia lo decide, puede invocar ahora mismo a Dios en el nombre de Jesucristo, y decirle de todo corazón que usted reconoce que ha pecado mucho, pero que por Su gracia se arrepiente de todos sus pecados, y que usted lo recibe a Él como su Salvador y Señor, como el Hijo de Dios completamente resucitado de entre los muertos y sentado a la diestra del Padre, aceptando con toda fe el sacrificio que Él hizo por usted en la Cruz, de manera que Su sangre le limpia de todos los pecados por la fe.

Jesús dijo en Su Palabra:

Ninguno que a Mi viene Yo lo hecho fuera”,

Venid a Mi todos los que estáis cargados, trabajados y cansados, y Yo os haré descansar“,

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; Nadie viene al Padre sino por Mi“.

Jesucristo ha resucitado de entre los muertos ante testigos, y ante quienes mostró Su gloria; y ¡está vivo!; ¡está ascendido a la diestra del Padre! y conoce todos los secretos de su corazón, pero le ama y desea salvarlo.

Dios desea que usted mismo se pronuncie definitivamente por Su gracia.

Hable con Él en el nombre de Su Hijo Jesucristo, recíbalo por la fe de todo corazón, y encomiéndele en Sus manos todo su ser, su pasado, su presente y su futuro eterno. Si usted lo toma en serio, Él también lo tomará a usted en serio y le será fiel a usted y a su fe. Él es la misma Fidelidad Divina encarnada, el Testigo Fiel y Verdadero.

Reconcíliese ahora mismo con Dios por medio de la fe en Jesucristo; arrepiéntase, pídale perdón y crea. No permita que su orgullo y necedad le arrebaten la salvación eterna prometida por Dios a los que creen en Su Hijo. Pídale perdón y misericordia. Él será justo en perdonarle, pues Jesucristo ya pagó el precio de sus pecados y usted cree y lo recibe de parte de Dios, de todo corazón. 

No se haga el inocente, ni sea descuidado, porque entonces sus males le alcanzarán.

La manifestación del reino de los cielos profetizada, está más cerca que nunca. Jesucristo regresará pronto, vendrá por segunda vez como lo prometió, y hará juicio. Los acontecimientos de este siglo, cada vez más dolorosos, son las señales profetizadas por Él que anuncian Su cercanía.

Él ha dicho que si alguno no está con Él, entonces está contra Él. ¿De parte de quién está usted?

No sea tibio. Comprométase en serio con Jesucristo, pues Él mismo le ayudará a hacerlo. Hable con Dios ahora mismo desde lo más profundo de su corazón y reciba Su ayuda. Confíe en Él, pues nunca ha defraudado a nadie que en verdad le busque y le reciba. No depende de nuestros métodos , sino de Su misericordia, gracia y justicia. Justicia por que yá pagó por usted con Su propia muerte y usted le ha creído.

La manifestación, pues, del reino de Dios está cerca, y el sistema actual de esta mundo se acaba. No se obstine en seguir sus propios caminos hasta el infierno. ¡El infierno sí existe! ¡Muchos lo conocen y no es ninguna broma!

Vuélvase a Dios por Su gracia ahora mismo. El temor reverente de Dios es la sabiduría.

No confíe en sus propias promesas. Confíe en la ayuda que Dios da a los débiles. Confíe en Su misericordia, gracia y justicia, sin falsedades ni posturas. Exprésese tal como ustted mismo es. Dios, que lo creó, le entenderá mejor que usted a sí mismo.

¡Escúchele ahora! El mañana no es suyo, y la eternidad es irrevocable. No arriesgue su futuro eterno en su insensatez. Sea sabio. Atienda la Palabra de Dios que está en la Biblia, Las Sagradas Escrituras, que por inspiración divina escribieron los profetas y apóstoles del Señor.

Lea atentamente la Sagrada Escritura, pidiéndole a Dios que por Su Santo Espíriru le ayude a entender. Considere a Jesucristo muy atentamente.

No se engañe a usted mismo, porque la muerte le espera seguramente cuando y donde usted menos lo espera y ni se lo imagina.

No se deje engañar por los hombres, ni por su propia torpeza. Sólo Dios te puede dar vida eterna, por medio de Su Hijo y Su Santo Espíritu. Busque directamente a Dios, a quien hallará en Su hijo Jesucristo, comforme a las Sagradas Escrituras. Sea honesto y Él será fiel con usted.

Él le está ofreciendo el perdón de sus pecados, para limpiarlo mediante la fe con la sangre de Su Hijo Jesucristo. También ha prometido venir entonces a morar en su espíritu, por medio del Espíritu Santo, para regenerarle, renovar su alma, vivificarle en las debilidades, inspirarle, enseñarle, comunicarle todo lo que Él es y ha hecho por usted; también para corregirle y fortalecerle interiormente para el supremo bien.

Usted mismo sería culpable, si rechaza o rehúsa esta bendición. El remordimiento le perseguirá siempre.

Dígale, pues, a Jesucristo, que usted cree en Él, por Su gracia, y le recibe, y de todo el corazón le entrega su vida. Pídale también con confianza que le guíe a usted y a los suyos. No espere a los demás. Recíbale usted primero, para que los suyos lo reciban más fácil. 

Sea bautizado en Cristo. Sea un verdadero cristiano. Forme parte de la familia de Dios, que es una sola, formada por todos sus verdaderos hijos, aquellos que le creen y han sido perdonados de sus pecados, al ser comprados eternamente por la sangre de Cristo, y regenerados para siempre por Su Espíritu.

Reúnase con cristianos genuinos para agradecer y adorar a Dios, y aprender considerando Su Palabra, Las Sagradas Escrituras, y para animarse para hacer el Bien con la ayuda de Dios. Prepárese para la manifestación del reino de Dios que está cerca. 

No se deje distraer, ni arrastrar por el diablo. Enfóquese de lleno en Jesucristo, y conocerá de verdad a Dios, Su amor, Su plan y Su propósito.

Dios quiere que usted le conozca verdaderamente como a Padre, y se goce con Él, y con lo que Él ha hecho, y con lo que se ha propuesto hacer con los que le aman y reciben con confianza.

Jesucristo interviene. Su Espíritu se está moviendo y actuando.

No todo será siempre guerras, masacres, alborotos, terremotos, hambres, desastres, enfermedades, injusticias, violencia y maldad. Estos son los estertores finales de este sistema del mundo, los dolores de parto cada vez más frecuentes e intensos por la maldad en la tierra. Alboreará, y pronto se verá la manifestación del reino de los cielos con la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Espérelo. Viene pronto.

Encare la vida con la ayuda del Divino Espíritu. Mejórela desde ya con Jesucristo. Su confianza en Él le permite salvarle. Su incredulidad y rebelión le deshonran y harán que permanezca sobre usted la condenación eterna.

Usted no está sólo. Dios está con usted y por usted; pero usted debe recibirlo por Su gracia. Nosotros, los cristianos, también estamos por usted. Decídase.

Este mensaje delante de usted, significa que usted ya ha sido llamado. No tenemos excusa.

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Gino Iafrancesco V., 1985, Facatativá, Cundinamarca, Colombia.

EL LIBRO DE LOS LIBROS


EL LIBRO DE LOS LIBROS
Existe un libro al que con justicia se le llama “el libro de los libros”; es un libro antiguo, cuyas primeras partes se escribieron hace muchísimo tiempo, incluso, siglos antes que los grandes clásicos de la antigüedad; así, como decía José Flórez, antes de la Ilíada y la Odisea de Homero, y anterior a la Eneida de Virgilio; anterior a las tragedias de Esquilo y a los analectas de Confucio. Incluso, el escritor de la primera parte se valió de documentos anteriores a él, que de vez en cuando cita. Es un libro que ha venido acompañando a la humanidad desde sus albores y cuya influencia es la más benéfica que se haya podido conocer en toda la historia; su aceptación ha sido inmensa; más que la de cualquier otro libro, incluidos todos los clásicos. De este libro se conservan copias en mayor profusión que de todos los demás libros apreciados por la humanidad. Es un libro para la humanidad en general, que halla cabida en toda raza y nación, en toda clase social e idiosincrasia, saneando las costumbres, elevando el nivel de las gentes y los pueblos, en la medida que conocen el Libro y son penetrados por su Espíritu.

Es el libro que más  se imprime y se traduce; son millones las copias que se hacen de él cada año y existen personas e instituciones especialmente dedicadas a la distribución de este libro; se ha traducido a todos los idiomas importantes del mundo y literalmente a miles de dialectos; y se sigue traduciendo y poniéndose al alcance incluso de las más salvajes tribus, pues se conocen sus efectos positivos; se da el caso incluso de que el dialecto de una tribu se escribe por primera vez para poder tener una traducción de este libro.


Su influencia, decíamos, es, pues, enorme; grandes poetas y artistas  deben su inspiración a este libro, y el influjo de este libro los ha hecho famosos; ni qué hablar de los filósofos, estadistas, santos y teólogos; sin este libro no hubieran sido 1o que fueron.


El libro es una colección de diferentes tipos de escritos; hay en él historia, poesía, leyes, profecías, cartas, dichos, etc, pero aunque tan diversos estilos se entremezclan, sin embargo constituyen una sola Obra Maestra, con sólo un tema básico hilvanando las distintas partes, que por reflejar distintas situaciones, típicamente humanas, le dan al libro una  riqueza espiritual, psicológica y estética tan maravillosa, que indagar en él es como penetrar en una mina inagotable de tesoros.


Nunca termina uno de leer este libro, pues cuando pensábamos haberlo leído todo, hallamos nuevas cosas nunca imaginadas, que nos hacen escudriñarlo de nuevo. Hay personas que por muchos años han estado sumergidos en él, pero no terminan de desentrañar sus tesoros. El tema central trata de una revelación maravillosa; es la historia de cómo Dios se ha revelado al hombre, y qué ha hecho para salvarlo; nos muestra el desarrollo del Plan Divino, retrocediendo hasta el más ignoto pasado; sí, hasta el mismo principio, y entonces nos guía a través de los tiempos mostrándonos la mano maestra del Alfarero Universal, Dios, detrás de todos los acontecimientos de la historia humana. Es un libro milagroso, sí, lleno de asombrosa profecía cuya exactitud y cumplimiento nos  asombra; hoy, los siglos se visten de acuerdo a sus previsiones; y si hablamos de profundidad, debemos confesar que el libro tiene la capacidad de desnudar el corazón humano y penetrar a donde ningún otro ha penetrado; sí, el libro maneja en sus manos el corazón del hombre y demuestra controlar su historia presente y su futuro.


Es un libro al que vale la pena escudriñar; no sólo pseudo-leer, sí escudriñar; oh, si se estudiase este libro más que cualquier otro libro, y se pusiera en práctica, se obtendrían mayores beneficios de los ya obtenidos.


Fueron varios los hombres que colaboraron con el Autor de este libro.
Algunos fueron poetas, otros reyes, otros campesinos, otros legisladores, otros escribas, otros pescadores, otros cobradores de impuestos, otros generales; en fin, de varios tipos de hombres; pero el Autor, es evidente, ha sido solamente UNO. Efectivamente, Dios dirigió a Moisés y le habló, y éste entonces registró sus palabras y hechos.

Josué y los jueces de Israel continuaron la historia.


Los profetas recogieron las visiones y las palabras que recibieron de Dios y las conservaron.


Poetas como Job, David, Salomón y Jeremías contaron los dolores y las alegrías del corazón del hombre; se hístorió la vida de la nación de Israel para enseñarnos con ella lo que significa estar cerca o lejos de Dios; además, para preparar con ella el advenimiento del Mesías Salvador, primero como Profeta y sacrificio sufriente, expiación tipificada en los ritos mosaicos, y entonces, Rey que alumbra a los gentiles y que se sentará en el trono de David para reinar en paz de mar a mar,  sobre el Monte de Sion. El Mesías, he allí el meollo del libro de los libros, el núcleo central.


Nos muestra primeramente el libro la preparación de su advenimiento; y entonces nos cuenta la historia de su visitación y la introducción del Reino, explicándonos su operación actual hacia un fin determinado, definido y cercano. Con los evangelios, los Hechos apostólicos y sus epístolas y con el Apocalipsis, nos abre el Libro de los libros las puertas del cielo por el conocimiento del Mesías, Jesucristo, Hijo de Dios. No seamos, pues, tan insensatos como para desconocer el Libro de los libros, “La Biblia”.

Gino Iafrancesco V.
Paraguay, 1984
  

JESUCRISTO, EL REMEDIO DE DIOS


JESUCRISTO,
EL REMEDIO DE DIOS
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 Hermanos jóvenes, yo estaba por allí sentado atrás, y los hermanos estaban muy contentos cantando; estaban cantando muy bonito y alegremente. Yo no sé quien paró las canciones, y escuché que algunos se pusieron tristes; ¡ah! Qué tristes. Cuando uno está cantando, quiere seguir cantando. Si es por mi, yo no paraba las canciones; dejaba que cantaran hasta que quisieran. Gracias hermanos. Pero, bueno,  me tocó a mi hacer de malo y dañarles la fiesta; pero yo sé que ustedes también tienen al Señor, y ustedes entienden también; así que oremos a Dios; el Señor ha dicho que donde estamos dos o tres reunidos en Su Nombre, allí Él está; y Él está en nuestros corazones; así que podemos tocar al Señor con nuestros espíritus; así que los que quieran acompañarme en oración, se los ruego; amén.

Señor Jesús, gracias por estar con nosotros en esta noche; gracias, Señor, por atraernos a Ti. Padre, ayúdanos en esta noche; concédenos, Señor, entenderte; concédenos, Señor, conocer algo más de Ti, conocerte a Ti mismo, Señor. Señor Jesús, hazte conocido a Tu pueblo en esta noche; Señor Jesús, Tú que estás entre nosotros, toca nuestros corazones; pasa con Tu precioso Espíritu y déjanos conocer algo más de Ti. Padre celestial, en nombre del Señor Jesús, nosotros te pedimos, Señor, que nos attraigas a Ti, nos concedas entendertte, nos concedas ser atraídos por Ti; muchas coisas hay en la Tierra, señor, muchas voces; déjanos oir Tu voz, déjanos oir la Voz Tuya, señor. Señor Jesús, atráenos a Ti con Tu Presencia, atráenos a Ti con Tu Espíritu, y sea Tu Presencia, Señor, y Tu atracción, superior a cualquier cosa en la Tierra; superior a nosotros mismos. En el Nombre de Jesucristo, te lo pedimos, Padre. Amén y amén.

Bueno, le hemos encomendado al Señor Jesús que Él gane a todas las voces que hay en la Tierra; ¿no?. Hay muchas voces que nos atraen, muchos programas; y la juventud siempre es el blanco de muchas cosas. Yo le doy gracias a Dios porque hay juventud reunida aquí atraída por el Nombre del Señor Jesús. Tengo aquí la Biblia abierta en la segunda epístola que el apóstol Pablo le escribió a los corintios. Yo sé que muchos hermanos tienen su Biblia. La tengo abierta en el capítulo 4. Voy a leer el versículo 5. Allí el apóstol Pablo dice lo siguiente:

Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor a Jesús”.

No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor. Mire lo que decía el apóstol Pablo; no estaba tratando de atraer gente hacia su propia persona, ni los otros apóstoles; sino tratando de presentar al Señor Jesús. Dios sabe que nada más en esta Tierra, sino el mismísimo Señor Jesús,  puede ayudar al ser humano. Hay muchas cosas que se hacen; algunas, inclusive, utilizando el nombre de Dios; pero si no está Jesucristo mismo en el asunto, resultan inútiles, y a veces, engañosas. El apóstol Pablo sabía que solamente Jesucristo mismo es el Señor y es el Salvador, y lo que Él hace es lo que es realmente útil al ser humano. Por eso, la intención de los apóstoles no era llevar a la gente a ninguna otra parte. Los apóstoles no tenían interés en distraer al pueblo. Al contrario, ellos querían llevar al pueblo a la verdadera fuente de vida, al Señor Jesucristo mismo.

A veces nosotros, y lo digo a ustedes que son jóvenes, nos preguntamos: ¿Y por qué es necesario conocer y recibir a Jesucristo? ¿por qué es necesario aprender de Él? ¿por qué Dios tuvo que enviar a Jesucristo? ¿por qué tenemos que poner atención a este asunto de Jesucristo?

Cuando uno es muchachito, a veces el papá o la mamá le hacen tomar a uno una sopa de verduras que el muchachito no se qquiere tomar. Dios sabe que se necesita esa sopa, pero el muchachito no lo sabe. Si fuese por él, se la pasaría comiendo caramelos, pues son tan dulces. El no piensa que comer tan solo caramelos le va a producir diabetes; y en cambio, eso de comer sopa de verduras, con espinacas, zanahorias, habichuelas, eso como que no le sabe tan sabroso. Pareciera que los caramelos parecen más agradables. Sin embargo, el papá y la mamá saben que que el muchachito no solamente necesita algún dulce, sino que necesita los nutrientes de esas espinacas, zanahorias, habichelas y toda clase de verduras, frutas y granos. ¿Pueden concordar con eso?

¿Saben una cosa? Dios sabía que si Él mismo no enviaba a Su Hijo Jesucristo, y si Jesucristo no fuera quien es, y no hubiera logrado lo que logró, todo ser humano estaría perdido para siempre. A veces las personas no saben qué es lo que ha pasado y qué le ha sucedido al ser humano. Sí, nos encontramos que el mundo no anda tan bien, que hay gente que está muriendo, mientras otros están robando y destruyendo, pero pensamos que el mal está solamente por allá afuera, un poco lejos de nosotros. Pero de pronto vamos descubriendo que el mal está también por aquí cerca, y a veces tan cerca, que hasta lo descubrimos en nosotros mismos. Sí, a veces lo descubrimos. Pero Dios sabe mejor que la condición del hombre es una de completa caída.

Hasta tal punto, uno de muchachito como que no se da cuenta de tanto. Uno de muchacho es idealista, y le parece a uno que sería fácil cambiar al mundo con nuestros ideales, con nuestro entusiasmo; pero todos los muchachos se fueron poniendo viejos, y se murieron, y el mundo no mejoró, sino que empeoró, y está cada vez peor. La Biblia sí lo dice con claridad. La Biblia sí dice que hay algo radicalmente malo en todos los hombres. La Biblia no anda con pañitos de agua tibia. La Biblia no dice que somos angelitos buenos que solo de vez en cuando cometemos algún pecadillo. ¡No! La Palabra de Dios hace un diagnóstico certero y verdadero; y Dios no lo hace para condenarnos; Dios no nos dice la verdad acerca del hombre y de su maldad simplemente para que nos pongamos tristes. ¡No!, Dios nos muestra la verdadera realidad, para que nosotros estemos dispuestos a recibir el remedio. Si la persona no descubre el mal que tiene, y piensa que de lo que adolece es apenas de un efímero dolor de muela, que con una pastillita mágica dejará de molestar, entonces la persona no recibe el verdadero remedio que condice con la verdadera condición. Solamente en la medida en que la persona va tomando conciencia de la verdadera situación, estará dispuesta para aceptar someterse al necesario tratamiento, y a recibir los remedios necesarios.

Uno, al principio, como que no se da cuenta de la profundidad del problema; pero Dios sí conoce todo el problema, así como los padres conocen que el muchachito necesita mucho más que meros caramelos. Puede ser que el niño diga: -pero papá, qué anticuado eres; cómo se te ocurre darme cosas tan desagradables.- Él no sabe que necesita esas cosas. Pero por eso Dios nos hece conocer que tenemos necesidad urgentísima de Su ayuda.

Dios no creó al hombre para vivir sin Dios. El hombre fue creado para vivir en unión con Dios. Miremos ese ventilador, o ese foco de luz. El fluorescente o el ventilador no pueden funcionar por sí solos, sin la energía eléctrica. Fueron diseñados para funcionar en estrecha relación con la energía eléctrica. Si la corriente entra en el fluoresacente, este alumbra; pero el fluorescente no alumbra por sí solo. El ventilador tampoco puede funcionar solo. Fue diseñado para funcionar en conexión con la corriente. Así también es con el ser humano. Fuimos hechos por Dios para vivir en estrecha comunión con Él; para que la vida de Dios, y el Espíritu de Dios, sean como esa especie de corriente eléctrica interior que nos lleva a realización perfecta.

Por eso, cuando Dios hizo al hombre en el principio, lo colocó delante del Árbol de la Vida; y esa Vida a la que se refiere el Génesis, es la propia vida de Dios. Dios hizo al hombre para que desde su espíritu el hombre se alimentara de la vida divina. Dios no le dio al hombre alimentos solamente para su cuerpo, cuando le dijo que de los árboles del huerto podría comer, puesto que el hombre es mucho más que un simple animalito. Lo que es más interior y noble en el hombre, necesita también de un alimento apropiado. Por eso el hombre fue colocado no solamente delante de los árboles frutales, sino también delante del Árbol de la Vida divina.  Dios desea que la vida divina sea el alimnento que sustenta interiormente al hombre para la eternidad bienaventurada.

Si el hombre decidía vivir sin Dios, pues entonces moriría, de la misma manera como el fluorescente se apagaría si se desconecta de la corriente. El hombre podría ser inmortal y vivir eternamente si se alimenta de la vida divina. Sería como un fluorescente conectado, que alumbra, pues recibe el fluir de la corriente; pero desconectado no alumbra.

La Palabra de Dios nos dice que nuestro espíritu está dentro de nuestro ser; que nosotros tenemos un espíritu que funciona. Yo pienso que cada uno de ustedes, cristianos, ya ha captado la función de su propio espíritu. La conciencia es una función del espíritu. No somos animalitos; tenemos conciencia, incluso los pequeños. Si le preguntas al niño si decir mentiras está bien o mal, aunque quiera hacer trampitas, en su interior él sabe que decir mentiras está mal. El sabe que está bien obedecer a sus padres. No solamente por que lo aprendió de su mamita, sino porque lo tiene escrito en su corazoncito. En su conciencia él va percibiendo que no es solamente un cuerpo, que no es solamente algo exterior, sino que en su interior hay algo adentro, lo cual es el espíritu y el alma. Tú puedes reconocer tu propia alma en este mismo momento. Tú puedes decir: -yo soy fulano de tal.- Ese que está pensando, sintiendo y decidiendo, eres tú mismo, tu propia alma. A veces estás alegre, a veces aburrido, como algunos ahora recién cuando pararon de cantar. El alma es la que prefiere y la que escoge. La que decide es la voluntad de tu propia alma. Tu alma tiene pensamientos, sentimientos y voluntad.

A veces los muchachos se acuerdan solamente de la belleza de los cuerpos, y se olvidan de que adentro hay un alma y un espíritu. Cuanta atención se coloca hoy en el cuerpo, para lo cual se realizan ejercicios y dietas de modo a mantenerse en forma. Los jóvenes tienen más esperanzas que los viejos en ese respecto. Pero ¿acaso no es verdad que somos mucho más que eso? Sí, tenemos cuerpo, pero también alma y espíritu. Por tanto, debemos prestarle atención también a las demás cosas. La Escritura nos compara con una especie de vaso, el cual es un recipiente para contener. Así como este vaso de agua, así la Escritura nos compara con vasos de barro, y dice que los hijos de Dios somos como vasos de barro que contienen un tesoro adentro. Nosotros los seres humanos fuimos creados para ser llenados con Dios.

Pero ¿qué sucede, jóvenes, cuando el vaso está vacío? Llega una edad cuando el vacío se comienza a sentir; algunos se ponen románticos y comienzan a sentir ciertas emociones, de diversas clases; incluso la melancolía. A veces el muchacho aparenta estar contento en el exterior, pero en el interior está sufriendo, como en la conocida historia del payaso que fue a visitar al médico confesándole su tristeza  y melancolía, y el médico le aconsejó asistir al circo para alegarse oyendo a aquel payaso famoso; pero el médico no sabía que su triste y melancólico cliente era precisamente ese payaso. Hacía reir a los otros, pero él mismo estaba vacío. Los jóvenes pronto van a darse cuenta de que, sin Dios, hay un abismo profundo dentro del ser del hombre; y van a querer llenarlo equivocadamente con alguna cosa de su mundo exterior; pero la parte más interior del hombre solo puede ser llenada con la vida divina del Árbol de la Vida.
El otro árbol a su lado, del conocimiento del bien y del mal, significaba el vivir solo por sí mismo como si no hubiera Dios. Pero estaba prohibido, pues nos apartaría de la verdadera Vida y realización. Así que concentrémosnos mejor en Aquel que Dios sí quería que el hombre comiera. Dios creó al hombre para que éste pudiera vivir por la misma vida de Dios. La mera vida humana tiene principio y tendrá su propio fin; pero la vida de Dios es eterna y sublime. Pero el hombre debe elegir libremente asociarse con Dios para vivir por la vida divina. Así como el citado fluorescente precisa alumbrar permaneciendo unido a la corriente eléctrica, así el hombre necesita ser llenado del Espíritu de Dios.

Cuando el hombre pecó, se separó de Dios, y algo comenzóma sucederle: su espíritu murió; dice la Escritura que estábamos muertos en delitos y pecados. Es como cuando se desconecta una conexión y la luz se apaga. Antes, ni siquiera se daban cuenta de que estaban desnudos; estaban totalmente brillando en la presencia del Señor, eran inocentes y transparentes; pero después de que el hombre se apartó, comenzó a esconderse, pues tenía miedo de Dios. Cuando la persona ha sido perdonada y está limpia, está delante de Dios con paz y vive a Su luz; pero cuando la persona se aleja de Dios, entra en oscuridad y tiene la conciencia culpable; empieza a esconderse, se hace el tonto, y usa muchas técnicas para disfrazarse, para q1ue no se descubra su oscuridad; pero el espíritu sin Dios está muerto, y por eso el hombre tiene un vacío adentro; de manera que el alma, por sí misma comienza a autoengrandecerse para compensar ese vacío, y se torna en un ego. Ahora el hombre quiere hacer las cosas solo por sí mismo, y se hace el fuerte y el duro, sobrepasa temerariamente los límites. Y el alma del hombre, que había sido diseñada para interpretar y representar el sentir de Dios en su espíritu, cual mayordomo atento al querer de su amo, en vez de consentir a la indicación de Dios en su espíritu, y cooperar con Él, ahora solo hace lo que le da la gana, haciéndose el alma enemiga de Dios, y pretendiendo soberbia la autosuficiencia, a veces hasta pretendiendo ser ella misma Dios. Esto le ha ocurrido al hombre por instigación de la serpiente, que dijo: -seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.- Hoy muchos promueven la auto-superación del hombre por su propia fuerza; pero eso es apenas el payaso inflándose hasta reventar.

El cuerpo del hombre también fue afectado por el pecado, y por eso el hombre muere. Además, dice ahora la Escritura, que en nuestra carne no mora el bien, sino el mal y el pecado. Todo esto sucedió cobn el hombre cuando se rebeló y desobedeció a Dios. Su espíritu, alma y cuerpo fueron afectados. Dios sí sabe lo que acontece con el hombre, aunque éste no conozca cuan torcido ha nacido. Pero ese niñito aparentemente tan querido, buenito e inocente, cuando menos pensamos, le da su pellizco violento a su hermanito o amiguito. Y si los padres se descuidan, los maneja de la oreja. La Escritura sostiene que el pecado del primer hombre constituyó pecadores por naturaleza a los demás hombres. Antes de reproducirse la primera pareja, ya la naturaleza humana fue vendida por ellos al pecado, de manera que el poder del pecado comenzó a operar en el hombre desde el mismo principio en que el hombre por sí mismo le dio lugar. Cuando nuestros primeros padres, Adán y Eva, comenzaron a reproducirse, sus retoños nacimos todos torcidos y malos. Dios sí sabe con que clase de “diablillos” se está metiendo, pero apenas nosotros nos damos cuenta.

Gracias a Dios que Él no fue sorprendido por esto. Él ya sabía todo lo que iba a acontecer, pero nos amó, y como nadie puede frustrar Sus planes, ya tenía preparado un plan de redención, un plan apropiado para tratar con la condición caída del hombre. Dios quiere restaurar al hombre en todas sus partes que fueron afectadas.

El hombre necesita, entonces, por una parte, ser perdonado de lo que ha hecho; pero también ser liberado de lo que él mismo llegó a ser. Pues no solo hace cosas malas, sino que él mismo es malo. Hace cosas malas, porque es malo. Por eso Jesucristo dijo: “¿Cómo podéis vosotros hacer cosas buenas, siendo malos?”. El árbol bueno produce fruto bueno, y el árbol malo produce fruto malo. Por su fruto se conoce el árbol. Y Dios tiene solamente un árbol bueno: Jesucristo. Todos los demás árboles somos malos. Yo sé que esto no es muy agradable decírselo a la juventud, pero ustedes mismos saben que no les estoy diciendo mentiras. Ustedes no son de otro planeta. No hay aquí entre nosotros ningún “marciano”. Pueden levantar la mano los que se creen buenitos. Cuando Jesucristo dijo: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, los primeros que comenzaron a irse fueron los viejos, pero después también todos los jóvenes se fueron. Dios sabe muy bien que tú necesitas ser ayudado, perdonado, liberado, reconciliado, limpiado, regenerado, justificado, santificado, renovado, fortalecido, transformado, configurado a la imagen de Su Hijo. Muchas cosas tiene que hacer Dios con nosotros. Y para hacerlas fue que vino Jesucristo.

Porque Dios vio la condición del hombre, tuvo gran compasión, y decidió poner sobre sí al hombre y pasar por la cruz, para poder así terminar con todo aquello que el hombre se hizo a sí mismo. Entonces resucitar para comenzar de nuevo, siendo ahora, otra vez, el alimento del hombre. Entonces da vida a nuestro espíritu, para que el poder de Su Espíritu regenere el nuestro. Y a partir de allí ir ganando nuestra alma renovándola, vivificando nuestros cuerpos hasta un día glorificarnos con la glorificación con que Él fue gloirificado en Su humanidad que asumió. Porque habíamos sido afectados en espíritu, alma y cuerpo; entonces ahora Dios que dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanzam y señoree…”, cumplirá definitivamente Su propósito, perdonándomos, limpiándonos, reconciliándonos, justificándonos, liberándonos, santificándonos, regenerándonos, renovándonos, transformándonos y configurándonos en Cristo a la imagen Suya. Pues fuimos creados para parecernos a Cristo, al vivir por Él. Ese ha sido el plan de Dios para el hombre, que el hombre fuese como Su Hijo. El Hijo de Dios es el modelo y el contenido para el hombre. Para que esto se dé, el Hijo mismo ha de ser la vida y el contenido del hombre. Fuimos hechos para contenerlo a Él, viviendo en estrecha comunión con Él, en unión mística. Dios en Cristo y por el Espíritu viviendo en el hombre, y el hombre viviendo a Dios en Dios. Cristo siendo la vida y el vivir del hombre.

Pero cuando el hombre está vacío, muere; usted puede ponerle todos los adjetivos negativos, pues allí estarán. Pero el Verbo de Dios vino y se hizo hombre, y como Adán, fue sometido a la prueba. Adán recibió gratuitamente la naturaleza humana libre, pero la vendió al pecado. Al hacerlo, prácticamente traicionó y perjudicó a toda su progenie. Ahora el poder del pecado opera en todo ser humano. Ahora no hacemos el bien que queremos, pero sí el mal que no quisiéramos; como lo dice Pablo a los romanos en el capítulo 7 de su epístola. Cuando se trata de ideales, especialmente los jóvenes tienen muchos. Y decimos: -qué lindas serían las cosas, si fueran así.- Pero al intentar hacerlas, no nos salen las cosas como esperábamos, sino que resultamos tan fracasados como nuestros abuelos, o quizá peor. Descubrimos que no somos tan generosos como ponderábamos, sino avaros como criticábamos. ¿Será que el problema del egoismo es un problema solamente mio? ¿Ustedes qué dicen? También he querido muchas veces ser diligente, pero no sé de donde brota la pereza. Quisiera ser una persona pura, pero no se pueden aprobar todos mis pensamientos y sentimientos. Quisiera siempre decir la verdad, pero a veces le agregamos por aquí y le quitamos por allá. En la valoración de las cosas, resaltamos lo que nos atañe, pero disminuimos lo que atañe a otros. Algo malo siempre aparece en el hombre, y con esto creo que ya será suficiente para entender. Yo no los veo muy tristes; ¿será que es necesario seguir insistiendo? Nos reímos, pero la cosa es para llorar. Dios, que conoce nuestro problema, sabe como arreglarlo. El método de Dios se llama: Jesucristo.

El Verbo e Hijo de Dios se vistió de naturaleza humana; fue tentado en todo como el hombre es tentado, pero en vez de vender al pecado la naturaleza humana, Jesucristo no permitió que el pecado le venciese; y aunque fue tentado en todo conforme a nuestra semejanza, venció al pecado en la carne. ¡Qué gran trabajo estaba haciendo Dios con Jesucristo! Cuanto debemos aprender a apreciar la obra que hizo el Señor Jesús. Vino a deshacer las obras del diablo, y a realizar al hombre en su persona. El hombre fue restaurado en la humanidad de Jesucristo; por eso Él debe ser nuestro alimento diario. Como hombre, pues no como Dios, Él comenzó a crecer en estatura, gracia y sabiduría. Aprendió la obediencia por el sufrimiento, y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para los que creemos en Él. El hombre, por el pecado, se tornó un viejo hombre; pero ahora, por Jesucristo, ha surgido un nuevo hombre. Antes de la caída, el hombre nomera ni viejo ni juevo; era simplemente hombre. Con la caída nos hicimos viejos; incluso los más jovencitos aquí, son viejos cuando solo están en sí mismos. Para ser nuevos, precisamos andar en Cristo. Y escúchenlo, por favor, las jovencitas; para no envejecer, y permanecer por siempre jóvenes, debemos vivir en Cristo, pues Él resucitó joven para siempre. Él es la novedad de vida. Jesucristo llegó a ser el hombre que Dios esperaba que fuese el hombre. Lo que Adán no alcanzó, lo logró Jesucristo.

Pero, escúchenme bien; todo lo que logró Jesucristo, lo hizo para nosotros. Él se santificó a sí mismo para santificarnos a nosotros. Él desarrolló en sí mismo todas las potencialidades de la humanidad. Él llegó a ser el Varón Perfecto, con el fin de agradar a Dios y poder meterse dentro de nuestro espíritu, y con Su capacidad, darnos nueva vida. Dios siempre ha querido que nuestro contenido sea Jesucristo. Dios sabe que sin Él somos unos perversos. En nosotros mismos estamos dañados y muertos, no importa cuan jovencitos seamos. Toda apariencia es pura paja. En nosotros mismos solamente somos gusanos disfrazados. Pero Dios en Cristo, por el Espíritu, nos da vida como un regalo, recuperando nuestro espíritu que estaba muerto, y comienza a transformar nuestra alma, para retornarla a la semejanza Suya.

Nos perdona por Su sangre derramada en expiación, para que se olvide el pasado. Nos libera de lo que éramos, para que seamos nuevos en Él andando por el socorro oportuno de Su Espíritu. Nos hace, pues, nuevas creaturas. La deformación de nuestras almas comienza a ser transformada en dirección a configurarnos a Él hasta que se forme en nosotros. Lo que éramos lo terminó en Su muerte, y lo que recibimos ahora proviene de Su resurrección por el Espíritu. Cristo en nosotros es el nuevo hombre. Ya murió, pero resucitó y ascendió, y habiendo enviado Su Espíritu victorioso, nos alumbra, regenera, renueva, transforma y configura, haciéndonos un solo cuerpo. El fluorescente ahora alumbra gracias al fluir de la energía. En su epístola a los filipenses, Pablo nos habla de la suministración del Espíritu de Jesucristo.

Amados, desde jóvenes conozcamos que existe algo así como la suministración del Espíritu de Jesucristo. Su sangre nos limpia, mas Su Espíritu nos da vida.  Todo lo que Cristo es y logró pasa a ser nuestro gracias a la obra de Su Espíritu. Estas son dos “cosas” muy importantes: la sangre y el Espíritu de Cristo. Eso lo anunció muy bien el apóstol Pedro en el día de Pentecostés, cuando nos ofreció, de parte de Dios, la remisión de los pecados y el don del Espíritu Santo. Dijo Pedro que nos arrepintiéramos y fuéramos bautizados. Así expresamos la fe por la que recibimos las promesas de Dios.  El perdón borra lo pasado, la cruz termina con lo viejo, pues Jesús llevó nuestros pecados, el viejo hombre, la maldición sobre sí mismo en la muerte; pero resucitó, porque tiene poder para poner Su vida y para volverla a tomar. El Padre le dio el que tenga vida en sí mismo. Resucitó para resucitarnos, dándonos vida al injertar en nosotros Su Espíritu. Y entonces comenzar a permear nuestras almas, nuestros pensamientos, sentimientos y voliciones. Antes nuestros pensamientos vagaban sin rumbo por caminos de muerte; igualmente nuestras emociones. Pero ahora el Espíritu, desde nuestro interior, nos trae de vuelta al redil. Hija, no cedas al enamoramiento de ese caballero, pues es un hombre casado. Te consuela y fortalece. Caballero, aquella mujer es mujer de otro; no te detengas en ella; y te fortalece para hacerte a un lado y mirar en otra dirección.

Las emociones comienzan a ser puestas en orden por el Espíritu, en unión con tu alma. Comienzas a recibir aquella inspiración que te conduce como un jinete a su caballo. El potro indómito comienza a ser domado. Todos necesitamos que Dios dome nuestra lengua, nuestros apetitos; y ese poder será nuestro por Jesucristo. Como Él ya pasó por la prueba del mundo y de la carne, y ya venció a todo enemigo, entonces es poderoso para socorrernos en nuestras debilidades. La victoria de Jesucristo sobre satanás, es ahora un regalo para nosotros, dispouestro a ser tomado por la fe, en estrecha comunión con Cristo. Él enfrentó la muerte y la venció, para compartir con nosotros. Por eso el Espíritu Santo es un Don que se recibe al creer en el Evangelio. El espíritu Santo fue derramado como demostración de la victoria de Jesucristo, y como garantía de nuestra herencia con Él. Ahora está disponible para nosotros, por la fe que se atreve a contar con Él. Al recibir por la fe al Señor Jesús, le estamos diciendo: -desde ahora, Señor, cuento contigo firmemente.- Cuando sinceramente crees, tú en verdad no haces nada, pues Dios sabe que de ti no puede salir nada bueno por sí solo. Simplemente lo recibes por fe, diciéndole Amén. No es necesario subir de rodillas hasta el monte para merecer alguna cosa. Dios sabe que todo eso es inútil. Lo único que puede ayudarte es recibir a Jesucristo por la fe, contando con Él para todas las cosas y desafíos. Jesucristo es el único que nos puede cambiar. Los que somos genuinos cristianos, ya tenemos a Jesucristo adentro con todas Sus capacidades que están a nuestra disposición, no solamente para imitarlo, sino para vivir por Su mismo Espíritu. Somos fortalecidos en el Señor. Por eso Pablo le escribe a Timoteo que se esfuerce en la gracia. No se trata de una imitación exterior basada en la justicia propia desde la carne, sino de una fe activa que se apropia de la provisión. Por eso el apóstol Juan hablaba a los jóvenes, con fe, diciéndoles ser fuertes y haber vencido al maligno. No les pedía ser fuertes, sino que les comunicaba que en el Señor ya eran fuertes. Ya no estamos más solos, sino que Él está en nosotros, y nosotros estamos en Él, como un café con leche. La leche está en el café, y el café en la leche. Ya no se separan más. Así también nosotros por la fe estamos en Cristo, pues Él está en nosotros al haberle recibido por la fe. Ya no nos separaremos más. Antes el café y la leche estaban separados. Cristo estaba en el Cielo y nosotros en la Tierra. Pero ahora estamos unidos como Uno en espíritu. Contamos con Él, no importa como nos sintamos. Si nos sentimos débiles, pues Él es fuerte y Su poder se manifiesta a través de nuestra debilidad. Si estamos tristes, nos consuela. Si estamos cansados, nos hace descansar. No necesitamos fingir; simplemente confiar, creer y contar sinceramente con Él por la fe.

A veces no sabemos ni siquiera como orar; pero nos enseña el apóstol Pablo que el mismo Espíritu nos enseña a orar con gemidos indecibles según la voluntad divina. El Espíritu está ahí presente. Tú no ves la corriente eléctrica, pero enchufas con confianza y la energía fluye. Acudes al Señor y Él no te echa fuera. No importa cuan oscuro esté un cuarto; si hay una pequeña brechita, el rayo de luz pasará por allí. Así hará el Espíritu Santo. Se nos dio a beber del Espíritu. Él está ahí. No podemos huir de Su Espíritu. También la palabra Espíritu se dice en griego: pneuma. Lo cual podemos asociar con el viento. El aire está ahí simplemente para que respiremos. Así es con el Espíritu. La manera de beber y de respirar es por la fe. Y así como añades a una bebida láctea toda clase de vitaminas y nutrientes, y con solo tomarla, esos nutrientes entran en usted, así también el Espíritu contiene todas las riquezas y victorias de Cristo que pasan a ser nuestras al beber por la fe. Todo lo que necesitamos está allí. No es lo que tú eres lo que te ayuda, sino lo que el Señor es en el Espíritu para ti. Jesús dijo que si creemos en Él, desde nuestro interior fluirá el Espíritu como rios de aguas vivas.

La Iglesia es edificada sobre la roca que es Cristo revelado y confesado. Lo que el Señor es para nosotros, no lo que nosotros somos, es lo que hace la diferencia. Si crees, lo confiesas con tu boca. Cuando una señora va a planchar una camisa, espera a que la plancha se caliente, y para eso debe enchufarla. Si estás frío, acudes al seeñor invocándolo de todo corazón con fe, y permaneces asido de Él. La plancha entonces se calentará y la señora podrá aplanchar la camisa. Permanezca allí confiando. No solo pidiendo, sino creyendo que fue oído y las cosas ya están en camino. Cuando fluye el agua del Espíritu,  Su fluir se lleva lo viejo, y trae refrigerio. El Nombre del Señor es una torre firme. Invoquémoslo con fe, pues no está lejos de nosotros, sino en nuestra boca y en nuestro corazón. A Él acudirá el justo (por la fe) y será escuchado. Es decir, recibirá respuesta. A veces acudimos a muchas partes, pero no a Él mismo. Toquemos su manto por la fe y contemos con su socorro.

¡Que el Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu!

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Gino Iafrancesco V., 17/VIII/1997, Sincelejo, Sucre, Colombia.

DESTELLO DIVINO EN LA TIERRA DESDE LA ETERNIDAD

DESTELLO DIVINO
EN LA TIERRA
DESDE LA ETERNIDAD



“SEFER YAH”.


א
ALEF
DESTELLO DIVINO EN LA TIERRA

DESDE LA ETERNIDAD



Yo soy Yahveh.
Yo soy el que soy.
Yahveh El Holam.
Yo soy El Shaday.
Yahveh Elohim.
Yahveh El Helion.
Adonay.
Adón Yahveh Elohim.
Yo soy Santo.
Santo soy Yo Yahveh Elohim.
No hay otro junto a Yahveh Elohim.
Yo Yahveh Elohim El Celoso.
Yahveh Elohim, Yahveh Uno.
El Elohim es Yahveh.
Elohim de todo saber es Yahveh.
Yahveh Elohy TSabaoth.
Adonay Yahveh.
Yahveh Elohim sin semejante.
Yahveh Elohim es Justo.
Yahveh Elohim desde la eternidad.
Yahveh Elohim Bendito de eternidad a eternidad.
Yah es Bueno.
Yah Yahveh.
Yahveh es Rey eternamente y para siempre.
Yahveh es Fiel.
La Fidelidad de Yahveh es para siempre.
Yahveh es Recto.
Yahveh es Puro.
Yahveh es Limpio.
Yahveh es Verdadero.
Yahveh es Creador.
Yahveh es Sustentador.
Yahveh es Redentor.
De Yahveh es el Reino.
Yahveh TSabaoth es el Rey de la Gloria.
Bueno y Recto es Yahveh.
Yahveh es Misericordioso y Clemente.
El consejo de Yahveh permanecerá para siempre.
Yahveh el Helion es Temible.
Grande es Yahveh,
Adonay Yahveh TSabaoth.
Yahveh es TodoPoderoso.
Yahveh Hacedor.
Yahveh permanece para siempre.
Yahveh es Perfecto.
Yahveh, eterno es Su Nombre.
Yahveh es Excelso.
Santo, Santo, Santo Yahveh TSabaoth.
Yahveh el Santo.
Yahveh es Juez, Yahveh es Legislador, Yahveh es Rey.
Yo Yahveh, el Primero.
Yo Yahveh, Este es Mi Nombre, y a otro no daré Mi Gloria.
Vivo Yo para siempre.
Ved ahora que Yo, Yo Soy,
y no hay dioses conmigo.
Yo Mismo Soy;
antes de Mi no fue formado Dios,
ni lo será después de Mi.
Yo, Yo Yahveh, y fuera de Mi no hay quien salve.
Yahveh dice: Yo Soy Elohim.
Yo Yahveh, Santo, Creador, Rey.
Yo Soy el Primero y Yo Soy el Postrero y fuera de Mi no hay Dios.
Yo Yahveh, que lo hago todo, que extiendo Solo los cielos, que extiendo la tierra por Mi Mismo.
Yo Soy Yahveh, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de Mi.
No hay más que Yo; Yo Yahveh, y ninguno más que Yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Yahveh soy el que hago todo esto.
Yahveh que creó los cielos dijo así: que El es Elohim, El que formó la tierra, El que la hizo y la compuso; no la creó en vano; para que fuese habitada la creó.
Yo Soy Yahveh, y no hay otro.
Yo soy Yahveh que hablo Justicia, que anuncio rectitud.
¿Quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino Yo Yahveh?
Y no hay más Dios que Yo;
Dios Justo y Salvador; ningún otro fuera de Mi.
Mirad a Mi, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque Yo Soy Elohim, y no hay más.
Por Mi Mismo hice juramento, de Mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: que a Mi se doblará toda rodilla y jurará toda lengua. Y se dirá de Mi: en Yahveh está la justicia y la fuerza.
¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que seamos semejantes?
Yo Soy Elohim, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a Mi, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero.
Yo hablé y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré.
Yo Mismo, Yo el Primero, Yo también el Postrero.
Yahveh es Elohy TSabaoth; Yahveh es Su Nombre.
Yahveh es Dios Celoso y Vengador.
Yahveh es Vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios y guarda enojo para sus enemigos.
Yahveh es tardo para la ira y grande en poder y no tendrá por inocente al culpable.
Yahveh es Bueno, Fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en El confían.
Yo Soy Gran Rey, dice Yahveh TSabaoth.
¿Quién es este Hermoso en Su vestido, que marcha en la Grandeza de Su Poder? Yo, El que hablo en Justicia, Grande para salvar.
Yahveh Yiréh.
Yahveh Rafah.
Yahveh Nissi.
Yahveh Raah.
Yahveh TSidkenu.
Yahveh Shalom.
Yahveh Shama. 
Yo lleno los cielos y la tierra, dice Adonay Elohim Yahveh TSabaoth El Holam El Helion El Shadday.

Esto y más ha dicho y revelado Yah acerca de sí mismo a los hombres y a los ángeles.
Yah es Yahveh, y Yahveh es El; El es Elohim,
y Elohim es traducido inspiradamente por Su Espíritu mediante Sus apóstoles como Theòs y significa Dios.
También Yahveh dícese Jehová.
Yah El,
Yahveh Elohim,
Jehová Dios.
Adón es traducido Kyrios y significa Señor, Soberano, Amo y Esposo.
Adonay, Mi Señor.
El Holam, Dios Eterno.
El Helion, Dios Altísimo.
Yahveh TSabaoth, Jehová de los ejércitos.
El Shadday, Dios TodoPoderoso, Divino Pecho Todosuficiente que alimenta, nutre, sustenta y hace florecer y fructificar.
Jehová el Proveedor, el Sanador, el Estandarte de nuestra Vanguardia y Victoria, el Pastor, Nuestra Justicia, Paz, Siempre ahí Presente.
Yahveh Elohim es Personal y tiene conciencia de sí mismo, se conoce y se revela.
Yahveh Elohim dice: Yo Soy.
Yahveh Elohim es Eterno.
Yahveh Elohim es Uno.
Yahveh Elohim es Amor.
Yahveh Elohim es Bueno, Fiel, Misericordioso y Clemente, Justo, Recto y Verdadero, Perfecto, Santo, Galardonador y Vengador.
Yahveh Elohim es Rey, Legislador y Juez.
Yahveh Elohim es Creador, Hacedor, Formador, Sustentador y Redentor.
Yahveh Elohim es Espíritu.
Yahveh Elohim es TodoPoderoso, Omnipotente.
Yahveh Elohim es TodoSapiente, Omnisciente.
Yahveh Elohim está todo en todas partes, Omnipresente.
Yahveh Elohim es antes de todo y sobre todo; es Trascendente.
Yahveh Elohim está en todo y todo en El; es Inmanente.
Yahveh Elohim es Inmutable, Nunca cambia.
Yo Yahveh no cambio, no mudo.
En Elohim no hay mudanza ni sombra de variación.
Yahveh Elohim es Padre Eterno,
Yahveh Elohim es Verbo Eterno e Hijo Eterno,
Yahveh Elohim es Espíritu Eterno.
Yahveh Elohim es Uno en Esencia y Trino en Persona.
Yahveh Elohim es Uno en Naturaleza y Trino en Hipóstasis o Subsistencia.
Yahveh Elohim dice: Yo, y dice: Nosotros.
Yahveh Elohim envía a Yahveh Elohim y a Su Santo Espíritu.
También Yahveh es Enviado de Yahveh.
El Ángel Yahveh es Yahveh y dice: Yo Yahveh.
Yahveh Elohim es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Yahveh Elohim es Propio.
Yahveh Elohim es TodoAdorable.

¡Yahveh! ¡Yahveh! Fuerte, Misericordioso y Piadoso; Tardo para la ira y Grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.

Esto ha proclamado Yahveh de Sí mismo y ha declarado Su Nombre.

Yo Soy Jehová Tu Dios, Fuerte, Celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.

Dios es Amor.
El Amor Divino es Eterno.
Dios ama con amor eterno.
Dios es Fuego Consumidor.
Dios es Santo.
Mirad la Bondad y la Severidad de Dios.
Soberano es Dios y Misericordioso.
Con Justicia juzga y pelea.
Yahveh Elohim, como Padre Eterno, ha engendrado Su Sabiduría eterna, que le acompaña desde la eternidad, y que está delante de Sí como un Consejero, el Verbo Divino, el Hijo Unigénito.
Yahveh Elohim, el Padre Eterno, al conocerse a Sí Mismo desde la eternidad, y a todas las cosas, engendró Su Sabiduría eterna.
La Divina Sabiduría es Eterna y tiene conciencia de Sí, tiene Hipóstasis, Subsistencia y Personalidad.
Por Su Divino Verbo Yahveh Elohim se revela según se conoce y dice: Yo Soy El que Soy.
La Sabiduría Divina y Eterna es el Verbo Divino y Eterno, Subsistente y Personal, que dice de Sí Mismo Yo Soy, así como el Padre Eterno dice Yo Soy.
El Padre Eterno Yahveh Elohim ha dicho a Su Hijo Unigénito:
Yo te engendré hoy.
Engendrado, no creado, porque es de la misma Esencia, Substancia, Naturaleza, Deidad y Divinidad.
Engendrado, no creado, porque ya era en el Principio, y nunca comenzó Yahveh Elohim a conocerse, sino que eternamente se ha conocido en, con, y por Su Divina Sabiduría Eterna, Subsistente y Personal, Tan Igual a Sí Mismo que es el Propio Carácter de Su Hipóstasis, la Impronta de Sí Mismo, La Imagen Subsistente y Personal de Su Propia Subsistencia y Persona.
Así pues, Yahveh Elohim es el Resplandor de la gloria de Yahveh Elohim.
Yahveh Elohim se revela según se conoce perfectamente a Sí Mismo como Yahveh Elohim.
Yahveh Elohim es el Padre Eterno.
Yahveh Elohim es también la Plenitud consciente, subsistente y personal del Divino Verbo, Sabiduría Divina Eterna, Revelación Divina Perfecta, Resplandor Divino de Divina Gloria, el cual también con el Padre es Yahveh Elohim, el Verbo Eterno, Hijo Eterno y Unigénito, Engendrado, no creado, El Mismo y Único Dios Verdadero. Dios Verdadero de Dios Verdadero.
La Sabiduría Divina y Eterna, como subsistente y personal, dijo de Sí Misma: Yo, la Sabiduría, eternamente fui engendrada; con Yahveh estaba Yo antes de todas las cosas, delante de El como Su Consejero. Yahveh me poseía en el Principio, ya de antiguo, antes de Sus obras; eternamente tuve el Principado.
El Verbo Divino y Eterno, cual Divina Teofanía o Manifestación de Dios, es Yahveh, el Príncipe de los ejércitos de Yahveh, Yahveh Enviado de Yahveh, El Ángel Yahveh que dice: Yo Soy Yahveh, Yo Soy El que Soy.

Así ha dicho el Hijo Unigénito:

Antes que Abraham fuese, Yo Soy.
Padre, Glorifícame Tú, al lado Tuyo, con Aquella Gloria que Yo tuve ConTigo antes que el mundo fuese.
Como el Padre tiene Vida en Sí Mismo, así ha dado al Hijo el tener Vida en Sí Mismo.
Que todos honren al Hijo como honran al Padre.
El que no honra al Hijo, no honra tampoco al Padre.
El que no tiene al Hijo, no tiene tampoco al Padre.
El que no recibe al Hijo, no recibe tampoco al Padre.
El que Me recibe a Mi, recibe Al que me Envió.

Yahveh Elohim envía. Yahveh Elohim es enviado de Yahveh.

Si Me conocieseis, también a Mi Padre conocerías.
El que Me ha visto a Mi, ha visto al Padre.
Yo y el Padre Uno somos.
Yo Soy en el Padre y el Padre Es en Mi.
Tú, oh Padre, en Mi; y Yo en Ti.
Todo lo Tuyo es Mío y lo Mío Tuyo.
La Vida Eterna que estaba con el Padre se nos manifestó.
En el Principio Era el Verbo, y el Verbo era y estaba con Dios, y Dios era el Verbo. Este era en el Principio con Dios.
¿Cuál es Su Nombre y el Nombre de Su Hijo si sabes?

Y Aquel que es la Sabiduría Divina y Eterna, es también el Poder Divino y Eterno.
El Verbo es también el Único Dios, Yahveh Elohim.
El Verbo es Divino y Eterno como Sabiduría Divina  y Eterna de Dios y como Poder Divino y Eterno de Dios.
El Hijo Unigénito del Padre es el Verbo Divino y Eterno.
El Hijo es Eterno con el Padre. Igual en Divinidad, en Esencia, en Substancia, en Naturaleza, en Sabiduría, en Poder, en Gloria.
El Hijo es la Sabiduría, el Poder, el Verbo, la Impronta, la Imagen, el Poder, la Gloria, de Dios.
El Único Dios Verdadero es conocido mediante el Hijo Unigénito, Divino, Eterno, Subsistente y Personal.
Agradó al Padre que en el Hijo habitase toda Plenitud.
El Hijo de Dios es Dios, Yahveh Elohim.
Cuando el Padre dice Yo Soy, revela poseer una Subsistencia Personal, La Persona Divina del Padre.
Cuando el Hijo dice Yo Soy, revela poseer también una Subsistencia Personal, la Persona Divina del Hijo.
Cuando el Espíritu dice Yo Soy, revela poseer igualmente una Subsistencia Personal, la Persona Divina del Espíritu Santo.
El Padre ha dicho al Hijo: Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy; Tú eres Mi Hijo Amado en el cual Yo tengo contentamiento.
El Hijo ha dicho al Padre: Tú, oh Padre, en Mi, y Yo en Ti; Todo lo Tuyo es Mío y lo Mío Tuyo. Aquella Gloria que Yo tuve Contigo antes que el mundo fuese.
El Espíritu ha dicho: Yo los he enviado. Y ha dicho: Apartadme para Mí… Yo los he llamado.
El Espíritu no habla por Su propia cuenta, sino lo que oye;
El Espíritu glorifica al Hijo;
El Espíritu toma lo del Hijo, que también es del Padre, y lo entrega en Su Nombre.
Dios es Espíritu.
El Espíritu de Dios, que conoce las cosas profundas de Dios, que es Señor, que es Espíritu del Padre y Espíritu del Hijo, que procede del Padre y del Hijo, que convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio, que vivifica y da Vida Eterna y es Eterno, que Unge, Santifica, participa la Naturaleza Divina y llena de la Plenitud de Dios, que transforma, que contiene, presenta y transmite al Padre y al Hijo, Es también Dios Mismo, Yahveh Elohim.
El Espíritu vivifica y transforma en el Nombre del Hijo que a Su vez vino en el Nombre del Padre.
Yahveh Elohim es Uno en Esencia, Substancia, Naturaleza y Ser, y subsiste hipostática y personalmente en la Persona Divina del Padre, en la Persona Divina del Hijo y en la Persona Divina del Espíritu Santo.
Tres Personas Distintas y Un Solo Dios Verdadero, Yahveh Elohim.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Tres Personas Divinas que subsisten en la Misma Esencia y Naturaleza Divinas como Un Solo y Mismo Dios y Ser Divino; siendo coeternas, coexistentes, coinherentes e interpenetrables, siendo Una en la Otra, e interpenetrándose mutuamente a manera de Amor Divino TriPersonal en el que subsiste Una sola y misma Esencia, Naturaleza y Ser Divino.
Son Distintas (mas no en esencia ni naturaleza) las Tres Hipóstasis, Subsistencias y Personas del Único Dios Verdadero Yahveh Elohim, puesto que el Padre Eterno y Divino subsiste hipostática y personalmente como Aquel Invisible que engendra al Verbo y exhala al Espíritu; en cambio el Verbo Divino y Eterno subsiste hipostática y personalmente como el Hijo Unigénito engendrado del Padre, Imagen Suya y Resplandor de Su Gloria; y el Espíritu Divino y Eterno subsiste hipostática y personalmente como Espíritu Procedente del Padre y el Hijo, en cuanto que el Padre no es Unigénito, ni Procedente; ni tampoco el Hijo puede dejar de ser Unigénito, y aunque procede del Padre, no procede de la misma manera que el Espíritu, pues el Hijo procede por Generación Divina desde el Padre, siendo así Unigénito del Padre desde la eternidad. En cambio el Espíritu procede del Padre y del Hijo.
El Padre y el Hijo participan en un Amor Común tan Pleno que al compartirse y expirarse es Plenitud Divina subsistente y personal y es el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo.
Dios ha revelado, pues, que es Uno Solo y Trino. Dice: Yo, y dice: Nosotros.
Dijo en Sí Mismo: Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza.
Y dijo: Descendamos y confundamos su lengua, en Babel.
Y preguntó: ¿quién irá por Nosotros?, cuando el profeta Isaías, en días de Uzías rey de Israel, vio y oyó el Trisagio conque los serafines Le confesaban Tres Veces Santo.
Y el Hijo de Dios, refiriéndose a la venida del Otro Consolador, el Espíritu Santo, dijo: Mi Padre y Yo vendremos. Y al Padre dijo de los Suyos: que ellos sean uno en Nosotros.
Por ello el título Elohim que Dios usa apropiadamente, tiene la terminación “im” que en hebreo implica pluralidad en la singularidad; así como la palabra “uno” de la confesión básica del Monoteísmo en Deuteronomio 6:4 no es “Jahad” según la reformuló Maimónides en el siglo XII de la era cristiana y que no admite pluralidad, sino que es “ejad” que sí la admite dentro de su singularidad.
No obstante, aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo subsisten propiamente cada Uno en la Divina Esencia Única de una manera particular y distintiva, siendo Coexistentes, sin embargo también son Inseparables, Coinherentes e Interpenetrables, perfectamente Unificables en Un Solo Ser Divino, Siendo Uno en el Otro, y estando Uno en el Otro y donde está el Otro, y como el Otro, siendo y actuando Juntos en un Solo Nombre, de tal manera que el Hijo que nos es dado como un niño es llamado sin mentira ni error: Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Y el que ha visto al Hijo, ha visto al Padre. Y pidiendo Su discípulo Felipe de Betsaida: -Muéstranos al Padre y nos basta, respondió el Hijo en primera persona: -Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y ¿no ME has conocido?…- Y enseñó que el Padre ES en el Hijo y el Hijo ES en el Padre.
Y hablando el Hijo de la venida del Espíritu Santo, dijo en primera persona refiriéndose a aquello: -Yo no os dejaré huérfanos. Yo vendré a vosotros. De modo que la venida del Espíritu Santo es la venida pneumática del Hijo, y también del Padre, pues que dijo: -el Padre y Yo vendremos. Y así también está Escrito que El Señor ES el Espíritu. Y la Sagrada Escritura considera que el Espíritu de Dios morando, es el Espíritu de Cristo morando, y el Espíritu de Cristo morando es Cristo morando, y Cristo morando es el Espíritu del Padre morando, y por la morada del Espíritu del Padre, el Padre Mismo vivifica mediante Su Espíritu.
Y También se revela en la Sagrada Escritura que el decir del Hijo es el decir del Espíritu.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se connumeran, pues, en la Sagrada Escritura divinamente inspirada por Dios.
Esto y más, entonces, ha revelado Yahveh Elohim de Sí mismo a los hombres y ante los ángeles, lo cual se ha recogido con la debida suficiencia, por inspiración divina, en las Sagradas Escrituras de la Antigua y Nueva Alianza, de un Mismo y Único Dios que se ha revelado progresivamente a los hombres, y cuyo Espíritu ha iluminado también progresivamente a Su Pueblo desde La Suma de la Palabra Divina, propuesta a la Fe de los Hombres una sola vez, en la consumación de los siglos, a la venida del Hijo de Dios Jesús el Cristo, Yahveh Salvador el Mesías.
El Padre ha confesado la Divinidad del Hijo ante los hombres y los ángeles cuando al introducir al Primogénito en el mundo dice: -Adórenle todos los ángeles de Dios. Y también dice al Hijo: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo.
También el Hijo mismo ha confesado Su Divinidad cuando proclama en el Apocalipsis: Yo Soy el Alfa y la Omega, Principio y Fin, el que es y que era y que ha de venir, el TodoPoderoso, el Primero y el Ultimo; y el que Vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos .
Y El Espíritu confiesa la Divinidad del Hijo por los profetas y apóstoles enviados por Dios. Isaías le llama Dios con nosotros y Dios fuerte; y dice que el precursor del Mesías precursaría a Yahveh. Jeremías le llama Yahveh TSidkenu; Zacarías al igual que Moisés reconoce como Yahveh al Ángel Yahveh, y reconoce ser Yahveh Aquel que sería vendido por treinta piezas de plata, y traspasado, y que retornará glorioso con los santos al Monte de los Olivos. Pedro le llama Nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo al igual que Pablo, que además confiesa a Cristo como Dios Bendito por los siglos. Juan le llama al Verbo: Dios, y al Hijo de Dios: Dios Verdadero. Y Tomás le confiesa: Señor Mío y Dios Mío. Aún Su propio hermano Jacobo el Justo le confiesa Kyrios, Adonay. Y Jesús mismo recibe adoración.
Por otra parte, las Sagradas Escrituras consideran que mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios.

Hasta aquí, pues, someramente, solo lo relativo a la Divinidad en su aspecto esencial, la Trinidad esencial en Sí Misma y ante Sí Misma y para Sí Misma, aunque también revelada en la economía divina a los hombres progresivamente y en parte; entre otros, a Adam, Abel, Set, Enós, Enok Jaredita, Matusalem, Noé, Sem, Abraham, Isaak, Jacob, Job, Elifaz Temanita, Bildad Suhita, Zofar Naamatita, Eliú ben-Baraquiel Buzita de Ram, Levi, Judá, José, Coat, Amram, Jocabed, Moisés, Aarón, Josué, como está Escrito en la Torah; y también en los Nebiim y Ketubim: Josué, Caleb, Eleazar, Finees, Otoniel, Débora, Gedeón, Abimelek Jerobaalita, Tola ben-Fúa ben-Dodo Isacarita de Samir, Jair Galaadita, Jefté, Manoa de Zora Danita, Sansón, Booz, Noemí, Ruth, Elcana, Ana, Samuel, David, Sadoc, Natán, Gad, Asaf, Coreítas, Hemán Ezraíta, Etán Ezraíta, Salomón, Agur ben-Jaqué, Ahías Silonita, Iddo, Semaías, Urías ben-Semaías de Quiriat-Jearim, Azarías ben-Obed, Hananí, Josafat, Micaías ben-Imla, Jehú ben-Hanani, Jahaziel ben-Zacarías ben-Jeiel ben-Matanías Asafita, Elías Tisbita, Eliseo ben-Safat, Jehú ben-Josafat ben-Nimsi, Eliezer ben-Dodava de Maresa, Joiada, Jonás ben-Amitai de Gat-hefer, Isaías ben-Amoz, Obed, Ezequías, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Miqueas de Moreset, Nahum de Elcos, Habacuc, Josías, Jeremías de Anatot, Sofonías ben-Cusi ben-Gedalías ben-Amarías ben-Ezequías, Ezequiel ben-Buzi, Daniel, Ananías Sadrac, Misael Mesac, Azarías Abed-nego, Baruk, Hageo, Zacarías ben-Berequías ben-Iddo, Zorobabel, Josué ben-Josadac, Esdras, Nehemías, Mardoqueo, Ester, Malaquías. Y entre los dos Pactos: Judas Macabeo. Y en el Nuevo Testamento: Zacarías de la clase de Abías, Elizabeth, José ben-Jacob y ben-Elí, María de Nazareth, Juan el Bautista, Simeón de Jerusalem, Ana bet-Fenuel Aserita de Jerusalem, JESÚS EL CRISTO, Simón Cefas Pedro bar-Jonás, Jacobo bar-Zebedeo de Cafarnaum, Juan bar-Zebedeo de Cafarnaum, Andrés bar-Jonás, Felipe de Betsaida, Natanael Bartolomé, Mateo Leví bar-Alfeo, Tomás Dídimo, Jacobo bar-Alfeo, Judas Tadeo Lebeo bar-José, Simón cananita el Zelote, Matías, José Barsabás Justo, María Magdalena, Martha de Betania, Lázaro de Betania, Cleofás de Emaús, María de Emaús, Salomé, Jacobo el Justo, José bar-José, Simeón bar-José, Jacobo el Menor, José de Arimatea, Juana de Chuza, Susana de Galilea, Zaqueo, Jairo, Bartimeo, José Bernabé Levita de Chipre, Esteban, Felipe de Jerusalem, Prócoro de Jerusalem, Nicanor de Jerusalem, Timón de Jerusalem, Parmenas de Jerusalem, Nicolás de Antioquía, Eunuco de Candace Etiope, Ananías de Damasco, Pablo de Tarso, Eneas de Lida, Dorcas Tabita de Jope, Cornelio de Cesarea, Simón Níger, Lucio de Cirene, Manaén de Antioquía, Judas Barsabás, Silvano Silas, Loida de Galacia, Eunice de Galacia, Gayo de Derbe, Timoteo de Galacia, Lucas de Troas, Lidia de Tiatira, Carcelero de Filipos, Jasón de Tesalónica, Aristarco de Tesalónica, Segundo de Tesalónica, Tíquico de Asia, Trófimo de Efeso, Sópater de Berea, Dionisio Areopagita, Dámaris de Atenas, Aquila del Ponto, Priscila de Aquila, Crispo de Corinto, Sóstenes de Corinto, Apolos de Alejandría, Erasto de Corinto, Eutico de Troas, Agabo de Judea, Mnasón de Chipre, Publio de Malta, Tito de Grecia, Estéfanas Epeneto de Acaya, Fortunato de Corinto, Acaico de Corinto, Febe de Cencrea, María de Roma, Andrónico, Junias, Amplias de Roma, Urbano de Roma, Estaquis de Roma, Apeles de Roma, Aristóbulo de Roma, Herodión de Tarso, Narciso de Roma, Trifena de Roma, Trifosa de Roma, Pérsida de Roma, Rufo de Cirene, Asíncrito de Roma, Flegonte de Roma, Hermas de Roma, Patrobas de Roma, Hermes de Roma, Filólogo de Roma, Julia de Roma, Nereo de Roma, Olimpas de Roma, Lucio de Tarso, Tercio de Corinto, Cuarto de Corinto, Epafrodito Epafras de Colosas, Ninfas de Laodicea, Arquipo de Colosas, Onésimo de Colosas, Juan Marcos de Jerusalem, Jesús Justo de la Circunsición, Crescente, Carpo de Troas, Onesíforo de Efeso, Eubulo de Roma, Clemente de Roma, Pudente de Roma, Lino de Roma, Claudia de Roma, Artemas de Nicópolis, Zenas, Filemón, Apia de Colosas, Demetrio de Derbe, Lucas; y otros íntimamente allegados a la primera generación cristiana apostólica en que se completó la Fe dada completa a los santos: Policarpo de Esmirna, Antipas de Pérgamo, Papías de Hierápolis, Ignacio de Antioquía, Cuadrato…Todos estos recibieron Revelación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y sus nombres, algunos más que otros, son testigos o de la Antigua, o de la Nueva Alianza de Dios, con Israel y con la Iglesia de JesuCristo.
Y conforme a la promesa del Hijo de Dios, el Espíritu Santo ha iluminado progresivamente a la Iglesia de Dios y de Cristo, acerca de la Revelación de Sí Mismo en las Sagradas Escrituras, conduciéndola a toda verdad, usando el ministerio del Nuevo Pacto en hombres como: Justino Mártir que corroboró el cumplimiento mesiánico de las Escrituras en Jesucristo; Ireneo de Lyon que desenmascaró las herejías gnósticas, como también Hipólito de Roma, Novaciano y Tertuliano de Cartago frente al unitarismo monarquiano modalista; Atanasio de Alejandría, gran defensor de la confesión de la Divinidad del Hijo de Dios, como también Hilario de Poitiers en Occidente; Basilio Magno y Dídimo el Ciego confesores de la Divinidad del Espíritu Santo. Lo cual fue proclamado en su orden en el Primer Concilio de Nicea y en el primer Concilio de Constantinopla. Profundizada fue también la iluminación acerca de la Trinidad, así llamada por Teófilo de Antioquía y Tertuliano de Cartago por primera vez en griego y latín respectivamente en el siglo II, por Agustín de Hipona, Gilberto de la Porré, Tomás de Aquino y el Concilio de Florencia en lo relativo a la relación de las Personas. Andrew Murray ha señalado profundidades acerca del Espíritu de Cristo. Acerca de la coinherencia de las Personas ha insistido Witness Lee de Chefow, aunque advertido por Stephen Kaung para no permitir desliz al sabelianismo. Y frente a lo cual aquí sostenemos la necesidad de velar para que la consideración de los aspectos económicos de la Trinidad en Su revelación a los hombres y a los ángeles, y en Su Don, no supediten la Trinidad esencial a los accidentes de la economía. Pues la economía divina no puede traer mudanza a la inmutabilidad confesada por Dios de la Trinidad esencial, sino apenas revelación progresiva de Su Ser y Gloria, y participación de Su Naturaleza (aunque no de Su Deidad que solo a Dios mismo le es propia), y realización de los hechos eternamente decretados de Su Administración, cumplidos en el tiempo por Dios el Padre con el Hijo y el Espíritu para nuestro disfrute y glorificación corporativa: el Misterio de Cristo que es Su Cuerpo en Gloria para alabanza de la Gloria de Su Gracia en Su Preeminencia y Primogenitura; Participación de Su Vida y Naturaleza, y las de Cristo, para Conocimiento y Expresión de Su Gloria. Ahora aquí: Destello Divino en la Tierra desde la eternidad.


Esta es la administración apostólica del Misterio de Dios.
Primera Parte.

Compilado y escrito en el año de 1998, en la localidad de Teusaquillo, Santafé de Bogotá D.C., Colombia, América del Sur, por Gino Iafrancesco V.
Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el TodoPoderoso”.

LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DE DIOS

LA
ENCARNACIÓN
DEL
VERBO DE DIOS


Algunos errores cristológicos
 Este apéndice hace parte de las enseñanzas de la serie llamada “Edificando a la Iglesia”, y fue precedido por un largo pasaje sobre el contenido de la Iglesia, en donde vimos que Dios ha dado un depósito a la Iglesia, el cual consta de varias áreas básicas y algunas verdades fundamentales que son propias de la Iglesia, entre ellas la Trinidad y la encarnación del Verbo de Dios.  Habíamos tratado lo relacionado con el Verbo de Dios, pero no de Su encarnación.  Por tanto vamos a considerar dos pasajes claves relativos a la encarnación del Verbo de Dios;  se trata de dos grandes verdades, grandes dogmas de la Iglesia cristiana, nacidos de la Palabra de Dios:  La Trinidad, la existencia de un solo Dios en tres Personas, y la encarnación de esa segunda Persona, el Verbo de Dios.  Esos dos pasajes relativos a la encarnación los encontramos en el capítulo 1 del Evangelio según San Juan, y en el capítulo 2 de Filipenses.
1En el principio era el Verbo (nos recuerda la preexistencia del Verbo antes de todas las cosas), y el Verbo era con Dios (nos recuerda la coexistencia de la persona del Hijo con el Padre antes de la fundación del mundo), y el Verbo era Dios (nos recuerda la divinidad del Hijo de Dios).  3Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.  14Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1,3,14). 
La primera consideración que debemos tener en cuenta por causa de los errores cristológicos que se han dado en la historia de la Iglesia, es aquel Verbo; es decir, el Hijo de Dios que estaba con el Padre desde antes de la fundación del mundo, por medio de quien el Padre creó todas las cosas y para quien las creó, como lo dice en otros pasajes: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”;  teniendo en cuenta que lo que aquí se traduce   «habitó», en el original griego es «tabernaculizó», utilizando el verbo que nos recuerda la figura del tabernáculo.  En el tabernáculo aparecía el arca del madera de acacia y de oro, señalando la naturaleza humana en la madera y la divina en el oro que recubre el arca.
Es necesario detenernos en el primer pasaje.  No dice que el Verbo descendió sobre una carne, sino que El fue hecho carne.  Esto es muy importante entenderlo cristológicamente porque la confesión del Espíritu Santo se distingue de la confesión del espíritu del anticristo acerca de Cristo; es decir, lo que cada espíritu confiese acerca de Jesucristo;  lo delata.  San Juan dice en su primera epístola 4:1-3a:
1Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.  2En esto conoced el Espíritu de Dios:  todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; 3y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo”.
También hemos leído en la misma epístola de Juan 5:6a que:  “Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre”.  ¿Por  qué esas declaraciones tan misteriosas de que Jesucristo no vino sólo mediante agua, sino mediante agua y sangre?  ¿Por qué esos misterios?  Porque dice que el Espíritu de Dios confiesa que Jesucristo ha venido en carne, y aquí dice San Juan en el prólogo del evangelio, “Y aquel Verbo fue hecho carne”.  Lo que está declarando Juan allí no es una cosa liviana;  está haciendo la confesión propia del Espíritu de Dios acerca de esta gran verdad de la encarnación del Verbo  divino;  entonces cuando dice que no vino sólo mediante agua, es porque algunos herejes, entre ellos Cerinto y otros gnósticos, decían que el Logos o Verbo había entrado en un hombre; es decir que allá en el bautismo, cuando vino el Espíritu Santo en forma de paloma, fue cuando el Verbo entró en un hombre.
Eso nos dice que estaban considerando a este hombre, Jesús, como un hombre al cual visitó el Verbo, y después el Verbo lo volvió a dejar en la cruz cuando  dijo:  “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?“;  entonces están negando que esa persona del Señor Jesús es divina y humana, y la están tomando solamente como humana;  por eso esa frase tan sencilla que solemos leer rápido y que suena muy bonita, y que a veces no la discernimos, “el Verbo fue hecho carne”, significa que la persona divina preexistente del Hijo, que estaba con el Padre antes de la fundación del mundo, consustancial, de su misma esencia, porque el Verbo era con Dios y era Dios, y aquel Verbo se hizo carne.  No dice que descendió sobre una carne, sino que El mismo se hizo; es decir, El asumió la naturaleza humana desde el vientre de la virgen María;  la misma persona del Verbo que era y es el Hijo de Dios, llegó a hacerse el Hijo del Hombre, una misma persona con dos naturalezas, la naturaleza divina en cuanto Verbo de Dios, y la naturaleza humana en cuanto se hizo carne;  no son dos personas, una Logos y otra el hombre.  Decían que sobre El descendió el Logos;  y no es que el Logos descendió sobre un hombre, sino que “el Logos se hizo carne“, “semejante a los hombres”, como dice Filipenses 2:7.
De lo contrario estaríamos dividiendo al Logos uno y al hombre otro.  Es como si se tratara de dos personas.  Ese es el error cristológico del nestorianismo, que se llamó así porque lo enseñó en la historia de la Iglesia un hombre que se llamó Nestorio, y él enseñaba que Jesús no había sido sino solamente un hombre;  que el que nació de la virgen María era solamente un hombre, y que a ese hombre se unió voluntariamente el Logos de Dios; es decir, que el Logos o el Verbo es una persona, y el hombre sobre el que entró es otra persona.  De manera que no está confesando que Jesús es el Cristo, sino que Jesús es uno y el Cristo es otro;  pero San Juan en el capítulo 2 de su segunda epístola, se refiere a esto mismo, diciendo que precisamente el espíritu del anticristo es el que no confiesa que Jesús es el Cristo.

Falsos cristos
“¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?  Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo” (1Juan 2:22).
¿Quién es el mentiroso?  El que niega que Jesús es el Cristo;  es decir, que hay personas que usan el concepto Cristo por un lado y el concepto Jesús por el otro, sin identificar a Jesús como el Cristo;  esto es lo característico de los falsos cristos.  El Señor me ha permitido conocer la doctrina de algunos falsos cristos que se dicen así mismo cristos, como por ejemplo los de Abdu-Bahá, de la fe Bahai, o de Baha-Bulá; o William Soto Santiago, que dice ser la segunda venida de Cristo;  a Julio Alvarado, de Bolivia, que dice ser el Cristo;  a Majertal, de Holanda, que dice ser el Cristo;  a Laurey, de la India, que era adorado como Nishu-Khrisna, quien también decía ser el Cristo.  Estos personajes tenían en común un detalle:  que ellos hablan del Cristo como el Logos aparte de Jesús, pretendiendo ser cada uno de ellos el mismo Cristo que estuvo en Jesús, afirmando que se trata del mismo Cristo que había estado antes en Buda, en Krisna, en Rama, después en Rama-Krisna, y el mismo que ahora pretenden que está en fulano de tal, y que no era otro sino que era el mismo;  o sea que ellos separan el Cristo de Jesús y ponen ese Cristo, una vez en Buda, otra vez en Jesús, otra vez en otro personaje, y ahora en un falso Cristo.  De esta forma ellos separan a Jesús del Cristo.
Pero la Biblia dice:  “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?”; es decir, que Jesús es el nombre personal del Verbo de Dios encarnado, Cristo es su posición, es el Ungido, es el Mesías;  es decir Cristo es el título propio de la persona de Jesucristo, pero no es otro.  El Cristo es Jesús, Jesús es el Cristo, Jesucristo es una sola persona divina-humana; divina en cuanto al Verbo, y humana en cuanto ese Verbo se encarnó; es decir, asumió naturaleza humana.  Cuando la Palabra dice que “el Verbo se hizo carne”, está afirmando no que descendió sobre una carne, sino que El mismo fue hecho carne;  es decir, que su misma persona divina asumió una naturaleza adicional pero no una persona adicional.  La persona es  El mismo en cuanto a persona.
Antes de la creación era el Verbo, en la creación era el Verbo;  en la eternidad antes de la creación era el Verbo, y desde que comenzó a encarnarse en el vientre de la virgen María continuó siendo la misma persona, el mismo Verbo, solamente que ahora estaba asumiendo, además de su naturaleza divina, la naturaleza humana, pero en su misma persona.  Aquel Verbo fue el que se hizo carne;  aquel Verbo es la persona de este hombre llamado Jesús;  el Verbo de Dios se hizo hombre, entonces Jesús es el Cristo.  No que el Verbo sea uno, y Jesús otro; no es que el hombre sea una persona y la divinidad otra persona.  La persona divina se hizo humana y es una persona divino-humana.  Una sola persona con dos naturalezas:  divina en cuanto Verbo, y humana en cuanto se encarnó.

La kenosis de Cristo
Es posible que si uno considera solamente la encarnación a la luz del capítulo I del evangelio de Juan, se podría cometer un error;  es por eso que no solamente en ese capítulo se habla en las Escrituras de la encarnación, sino también en el capítulo 2 de Filipenses.  Leamos en Filipenses 2:5-7 para ver en qué sentido debemos tomar la palabra “carne” que aparece en Juan 1:14.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”.
La frase “el cual siendo en forma de Dios”, significa que el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios, como lo afirma Juan.  La Palabra “se despojó a sí mismo”,  en el griego es “ekenosen”, de donde viene otra palabra que se usa en teología, la kenosis de Cristo; es el despojamiento o anonadamiento a que se sometió el Señor por su propia voluntad, de acuerdo con el Padre, a fin de someterse a una condición de inferioridad.  Al despojarse a Sí mismo y tomar forma de siervo, se trata de Cristo Jesús;  es la misma persona con forma de siervo.  Detengámonos aquí un poco antes de entrar en lo relativo a la cruz y a la resurrección, lo cual requiere una consideración mayor.  Por el momento veamos solamente los pasajes relativos a la encarnación.
  El versículo 7 dice: “Se despojó a sí mismo”;  eso es precisamente lo que se llama la “kenosis“;  o sea que Él estaba en una condición de gloria pero se sometió a una condición de humillación.  Él estaba en forma de Dios y tomó forma de siervo; es decir, si tomó forma de siervo es porque no lo era; tuvo que tomar forma de siervo.  El debe ser el servido, no el siervo.  Eso significa que la kenosis consistió por una parte, en tomar forma de siervo, en despojarse; pero fijémonos en un detalle:  no dice que se despojó de sí mismo, de su propia persona, de su propia identidad, sino a sí mismo; es decir se humilló a sí mismo.  No que Él mereciera ser humillado, sin embargo acepta tomar forma de siervo sin ser siervo, y aceptó ser humillado, aceptó ser obediente y estar en condición de hombre, habiendo estado en condición de Dios.  En Filipenses dice: “hecho semejante a los hombres; y estando en condición de hombre, se humilló”; entonces si leemos solamente la declaración de Juan podríamos pensar que lo único que el Verbo asumió de la humanidad sería el cuerpo debido a que la palabra carne es un término que se usa con varios significados; algún día el Señor nos permita considerar los distintos sentidos bíblicos de la palabra carne.  De manera que si uno toma esa palabra sólo en el sentido del cuerpo, de que el Verbo solamente se puso un cuerpo, pero que no tenía ni alma ni espíritu humano (porque la palabra carne en griego es sarx), cuando dice:  ”el Verbo se hizo carne”, si uno la toma en un sentido literalista, sin relacionarlo con Filipenses 2, entonces, ¿qué sucedería?   pensaríamos que el Verbo divino sólo se puso un cuerpo humano, pero que el alma no era humana, como tampoco el espíritu; eso significaría que realmente no sería un hombre, sino sólo un cuerpo;  y es por eso que el pasaje de la encarnación de Juan 1 se complementa con el pasaje de Filipenses 2.  Es importante aclarar que la carta a los Filipenses fue escrita antes del evangelio de Juan, ya que ese evangelio fue escrito después de la muerte de Pablo.
En Filipenses 2:7 dice:  “Se despojó a sí mismo”.  Miremos la prueba de que se despojó a sí mismo.  Recordemos que en el evangelio de Juan, el Señor oraba diciendo:  “Padre, glorificame tú para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5).  La palabra tuve indica que El estaba antes en una condición de gloria y eso nos da a entender más o menos en qué consistió la kenosis, o sea el despojamiento o anonadamiento a que El se sometió;  tomó forma de siervo.  Tenía esa gloria pero ahora en vez de recibir gloria es humillado.  Estaba en forma de Dios y tomó forma de siervo; estaba en condición de Dios y tomó condición de hombre. Si entendemos ese fenómeno de kenosis aunque sea superficialmente, vamos a percibir algo interesante, vamos a entender el por qué en algunas ocasiones, aunque el Señor es Dios, habla como si fuera menor.  Si no hubiera habido kenosis no habría razón para que Jesús mismo dijera, “porque el Padre es mayor que yo”.  Notemos que aquí en Filipenses dice que “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”; y eso significa que El es igual a Dios en cuanto Verbo, porque dice que el Verbo es Dios; y si el Verbo es Dios no puede ser menor que Dios, en cuanto Verbo, o en Su  divinidad.  Notemos que como El se despojó a sí mismo, entonces en Su humillación, en Su encarnación, en Su forma de siervo, en Su condición de hombre, podía decir una cosa:  “El Padre es mayor que yo; yo nada hago por mí mismo sino lo que veo hacer al Padre”.  El Padre es la cabeza y el Hijo está sujeto a la cabeza.  Dios es la cabeza de Cristo; es decir, El tomó la forma de siervo; no la tenía pero la tomó.
La inferioridad, la subordinación que aparece en algunos pasajes es por causa de la kenosis del Hijo; no es inferioridad del Hijo respecto a la divinidad del Padre, porque no hay sino una sola divinidad.  Si Dios es Dios y el Verbo es Dios, la divinidad del Verbo es igual a la del Padre, de lo contrario no sería divinidad; pero cuando El se subordina al Padre es porque tomó forma de siervo haciendo a Dios el Padre Su Cabeza.
¿Qué implica la kenosis?  El despojamiento tomando forma de criatura; por eso se llama el Primogénito de la creación, pues toma forma de criatura, y como criatura fue tentado, porque como Dios El no puede ser tentado.  Entonces entendamos un poco lo relativo a la encarnación.  Estando en la condición de hombre se humilló; es decir, todavía más, porque no sólo se despojó a Sí mismo siendo Dios, sino que tomando la naturaleza humana, no se hizo hombre potentado, sino que se hizo siervo, el más humilde; se humilló.
La parte clave es el versículo 7: “hecho semejante a los hombres”. ¿Qué quiere decir eso?  Que el Verbo de Dios no solamente asumió el cuerpo humano, sino toda la naturaleza humana, de lo contrario El no sería hombre.  Si El no hubiera sido un hombre como nosotros, no habría podido redimirnos porque era necesario que Él desarrollara en Su humanidad las posibilidades de la humanidad en Dios, para luego compartirse con nosotros para que nosotros lo asimilemos y seamos realizados en Él; pero Él tenía que hacerse hombre semejante a nosotros.  Por eso dice la Biblia claramente que se hizo carne, no sólo en el sentido de cuerpo, sino que dice: “fue hecho semejante a los hombres”; o sea que el Señor Jesús, que es la persona divina del Verbo de Dios que estaba con Dios el Padre antes de la fundación del mundo, ese Verbo se hizo carne, pero carne semejante a los hombres; es decir, Él no solamente tuvo cuerpo humano, sino también alma humana y espíritu humano; o sea que la persona divina asumió la naturaleza humana con todos sus íntegros componentes, propiedades y operaciones.  Por eso Él decía: “mi alma está muy triste hasta la muerte”.[1]  O sea que Él tenía también alma humana, no sólo cuerpo humano.  “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”,[2] significando que Cristo tenía también espíritu humano.  Si El no tuviera espíritu, alma y cuerpo humanos, no sería un hombre como nosotros.  Él en todo es semejante a nosotros excepto en el pecado, porque el pecado no es propio de la naturaleza humana, sino que fue algo a lo que se vendió Adán y Eva.  En las tentaciones sí es semejante a nosotros, por cuanto la Biblia dice que El aprendió la obediencia por lo que padeció, que fue tentado en todo, conforme nosotros somos tentados.
14Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.  16Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.  17Por lo cual debía ser (debía, de lo contrario no habría podido salvarnos) en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.  18Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:14-18).
Eso indica que El sabía lo que estaba haciendo, y por eso el diablo no quiere confesar que Jesucristo vino en carne para anular toda la obra de Satanás.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
7Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.  8Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:7-9).
Notemos que de la frase: “aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia, y habiendo sido perfeccionado”, esas palabras no se pueden decir de Dios, pues de Dios no se puede decir que es perfeccionado, o de que aprende, o que tiene temor, que es liberado, pero cuando se hizo hombre tuvo que crecer, como dice el evangelio de Lucas[3], en estatura, en sabiduría, en gracia delante de Dios y de los hombres; tuvo que aprender la obediencia por lo que padeció, tuvo que ser perfeccionado; es decir, que Él asumió la naturaleza humana y por eso el Mesías no apareció así glorioso la primera vez (excepto en la transfiguración).  En la segunda sí porque ya hizo lo necesario.  La primera vez El hubiera podido aparecer como quería la gente.   Ellos estaban esperando un mesías que se apareciera con poder y echara a los romanos al fondo del mar; que apareciera en la plaza y dijera: Yo soy el Mesías, y miren el poder que tengo.  Pero de haber hecho eso, hubiera puesto muy alegres a los judíos, pero no nos hubiera podido salvar.  Él tenía que ser engendrado, concebido, gestado, ser niño, crecer, aprender, crecer en estatura, en gracia y sabiduría, ser sometido a la tentación, estar treinta años ahí trabajando en la carpintería.  La naturaleza humana antes no era caída, sino que Adán fue tentado, y aceptado el mal, llegó a ser caído.  Ahora Jesucristo tomó la naturaleza humana, pero al revés de Adán que permitió que el pecado entrara.  El Señor Jesús no permitió que el pecado entrara, e hizo lo contrario de Adán; Él asumió la naturaleza humana, pero no permitió que el pecado entrara.  Adán recibió la naturaleza humana pero permitió que el pecado entrara en él; es decir, que la condición de la naturaleza antes de la caída no era sometida al pecado; entonces esa la tomó Cristo pero no la sometió al pecado.  Él vino en carne pero sin pecado.  Dice Romanos 8:3, que vino “en semejanza de carne de pecado”; es decir, que el Señor asumió el mismo tipo de carne que luego se vendió al pecado, pero esta vez El no permitió que el pecado entrara en Su carne; entonces condenó el pecado en la carne, y por eso es muy importante la cuestión de la encarnación.
Cuando la Biblia dice que “fue tentado en todo”, nos indica que Él fue un verdadero hombre igual que nosotros, pero que Él no aceptó la tentación.  Adán fue tentado y cayó; Él también fue tentado, pero no cayó.  El Señor Jesús fue tentado por cuanto Él era un hombre con espíritu, con alma y con cuerpo.  Él habla de Su cuerpo cuando dice: “un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:39); respecto del alma dice: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38); respecto del espíritu dice:  “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46).  Vemos claramente que la persona del Verbo asumió la naturaleza humana íntegramente y se sometió a la primigenia inocencia y libertad; para eso fue que El se sometió.  Estos dos pasajes de Juan y Filipenses que hemos venido analizando son muy importantes y fundamentales.
Por esa razón el diablo admite confesar que el Señor Jesús es el Hijo de Dios, pero no que vino en carne.  ¿Por que?  Porque fue en la carne que Satanás fue vencido, porque Cristo se hizo hombre, porque se sometió, porque el diablo lo llevó y le dijo: Mira, mira acá; y le dejaba por un rato y luego venía constantemente con todo tipo de tentaciones; sin embargo Él no pecó, Él fue fiel. ¿Para qué hacía el Señor Jesús eso?  Para nosotros.  Dios quiere al hombre con espíritu, alma y cuerpo; Dios no quiere sólo el espíritu del hombre, ni sólo el alma, ni sólo el cuerpo.  Dios dijo: “hagamos al hombre a nuestra imagen”;  lo hizo espíritu, alma y cuerpo, y el hombre cayó íntegramente, y Dios lo quiere recuperar íntegramente, y para eso Él se hizo íntegramente humano y recuperó en su condición, la condición humana; restauró al hombre en su persona, pero luego hizo algo más, incluso algo más que Adán, porque lo que no había hecho Adán era comer del árbol de la vida, y lo que hizo Cristo fue vivir la vida de Dios.  Él pasó a ser la vida del Verbo encarnado, porque antes sólo era del Verbo, y ahora era del Verbo encarnado.  De manera que ahora la gloria del Verbo llegó a ser de nuevo del Verbo, pero encarnado; es decir, la humanidad en el Verbo fue glorificada, y por eso la humanidad fue glorificada en la resurrección, ascensión y entronización de Cristo.  Él es el Hijo del Hombre, y por eso la Biblia dice que nosotros ya estamos glorificados, porque nuestra humanidad asumida por Cristo fue glorificada en Él, y ahora Él es nuestra vida.  Por eso nos alimentamos de Él, y por eso Él mismo dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:54);  porque nosotros asimilamos de lo que nos alimentamos y eso llega a ser parte nuestra.  Todo lo que hizo el Señor lo hizo por nosotros.  El mismo dijo: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17:19).  Sí, todo el vivir humano del Señor, todo su desarrollo humano, era para llevar a la humanidad, a nosotros, a la estatura del varón perfecto[4]; y ahora nosotros nos alimentamos de Él, vivimos por Él, lo asimilamos a Él, para ser redimidos otra vez a la imagen perfecta de Dios.
La encarnación del Verbo es la gran verdad de la Iglesia;  eso es lo más grande, y siendo tan fundamental hay que ponerle mucha atención.  La Iglesia tiene ésto como uno de los contenidos centrales de la verdad.  El Verbo se hizo carne, no solamente cuerpo, sino naturaleza humana completa.
37Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: 38cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:37-38).
Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret;  es decir, que Jesús es presentado aquí también ungido por el Espíritu Santo.  Notemos que el Verbo, en cuanto Dios es la segunda persona de la Trinidad, que estaba con el Padre antes de la fundación del mundo, siendo Dios juntamente con Él; y aquel Verbo se hizo carne, semejante a los hombres, y estuvo en condición de hombre asumiendo ahora la naturaleza humana, y además de la divina teniendo también la humana.  Una misma persona que se llama Jesús y es el Cristo, con dos naturalezas: la divina en cuanto Verbo, por la que es igual al Padre, y la humana por cuanto se encarnó y se hizo hombre semejante a los hombres, en condición de hombre, por la cual es menor que el Padre;  y por eso es que Él a veces dice que “el Padre es mayor que yo”; por eso es que los a sí mismos llamados testigos de Jehová se aferran de los versículos donde Él habla como hombre en Su kenosis, en Su despojamiento, para pretender negar Su divinidad, y no comprenden que lo que pasó fue que aquel Verbo se despojó a sí mismo, no de Su divinidad, sino de Su condición.  Él sigue siendo siempre la misma persona, pero la condición humana ya no es lo mismo que la divina.  La forma de siervo es una y la forma de Dios es otra;  entonces, Él no se despojó de sí mismo, sino a sí mismo.  Esto no quiere decir que Él desapareció como Dios y ya no es Dios; ¡no! Él siempre es Dios; por eso les dice a ellos: “antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58).
Entonces el Verbo no se despojó en el sentido de que dejó de ser Dios, sino que siendo igual a Dios, no lo estimó como cosa a que aferrarse; no se aferró a esa condición, sino que estando en forma de Dios, tomó forma de siervo.  Eso es un despojamiento de aquella gloria que tenía con el Padre; cuando hablaba  esas palabras Él estaba en humillación, y por eso le dijo: “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5).  Él fue hecho menor que los ángeles.  En Hebreos dice ”menor que los ángeles”; eso fue un despojamiento: concebido como hombre, tentado como hombre, se hizo menor que el Padre, como hombre se subordinó, como hombre Él no sabía algunas cosas, tenía que depender de Dios para que se las quisiera revelar, y es por eso que dice (refiriéndose a la segunda venida): “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Marcos 13:32); pero se dirá, cómo, ¿acaso el Hijo no es Dios? Sí, pero Él está hablando en su kenosis, en Su despojamiento, en Su condición humana.
Entonces hay que verlo en los dos aspectos: Él es Dios y Él es hombre.  A veces actúa como Dios, a veces actúa como hombre; pero Él es Dios perfecto y hombre perfecto.  Dos naturalezas en una misma persona.  El Verbo encarnado que asumió la naturaleza humana, ahora como hombre; como Verbo divino asumió la naturaleza humana, con espíritu humano, alma humana, cuerpo humano, tentaciones humanas, pero sin pecado; también ungido por el Espíritu Santo, o sea, como ese varón.  El Espíritu Santo de Dios ungió el espíritu humano de Jesús de Nazaret, que es el Cristo y que es el mismo Verbo de Dios que vino encarnado.





[1]Mateo 26:38
[2]Lucas 23:46
[3] Referencia a Lucas 2:40
[4] Referencia a Efesios 4:13
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Gino Iafrancesco V., 16/X/1992, Bogotá D.C., Colombia.