"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

viernes, 1 de julio de 2011

(6): LA MUJER, EL SEXO Y LA CAÍDA


Capítulo VI

LA MUJER, EL SEXO Y LA CAÍDA[1]

En la consideración del tema de los orígenes existe le necesidad de moverse con suma delicadeza, pues es a partir de allí desde donde se desarrollan las posiciones ulteriores.  Si fallamos en la perspectiva de los orígenes, queda comprometido todo el resto de nuestra visión; si nuestra interpretación del Génesis está errada, queda afectada toda nuestra actitud hacia temas tan importan­tes como la redención misma.  Si malentendemos el comienzo del pecado, estamos en peligro de malenten­der también los alcances de la liberación de éste por medio de Jesucristo.  Es por ello que los ataques de Satanás pueden observarse muy a menudo en esta área.  Si caemos allí, comenzamos a caer en todo lo demás.

El cristiano mira hacia el principio por medio de Jesucristo, quien resucitó históricamente para demostrar que tenía el dominio del asunto. Nadie, sino Él, ha salido airoso en el asunto de la muerte y del pecado; por lo tanto, la fe del Hijo de Dios y Su consideración especial del asunto de los orígenes en el libro del Génesis, es nuestra única guía segura e infalible; infalibi­lidad demostrada en Su resurrección histórica.  Escoge­mos pues definitivamente renunciar a toda conjetura propia o ajena acerca del principio, y nos confiamos absolutamente en el único Dios revelado en Cristo Jesús, el cual ha honrado Su Palabra. Si escogemos creer como el Hijo de Dios, y recibimos gracia para eso, debemos aceptar Su interpretación histórica del libro del Génesis.
Así que comenzamos declarando primeramente que lo relatado en Génesis es primordialmente historia; lo que haya de alegórico o profético en él, está supeditado a su realidad histórica. La historia real puede servir de tipo, como es común en el trato didáctico de Dios con la humanidad diseñada por Él para entenderle en su manejo; sin embargo, antes de usar el Génesis como figura, debemos aceptar, como Jesús, la historicidad de sus relatos inspirados. De manera que se hace necesario atender al significado exacto y literal de las palabras, dejando la posibilidad de una interpretación alegórica o profética, como algo posterior.

Claro está que Dios, el diseñador de todo y partícipe principal en la historia, tenía en cuenta todo lo relacio­nado a la alegoría, pero a ésta la edificó sobre hechos reales históricos que pudiesen proyectar su sombra didáctica.  Reconocemos también, y con gratitud, los principios inmutables de un Dios eterno, manifiestos en sus usos de la historia, la profecía y la alegoría; pero repetimos, sus manifestaciones comienzan con una historia literal.  Cuando Él se mueve, hace historia, y entonces con ella enseña acerca de Sí mismo y Sus propósitos; ese es el sello divino que puede observarse tanto en la naturaleza como en la historia.  De manera que podemos acudir a la realidad objetiva de la natura­leza y de la historia sabiendo que Dios no nos engañará con ellas.  Así que aceptamos a Dios, con albricias, como nuestro Maestro de ciencias e historia.  Él da la directriz inicial, y con ella nos enfoca directamente en la respuesta correcta.
El hombre recibe de Dios, pues, en su estructura la facultad de creer; que escoja, crea, y recibirá mayor gracia.   Dios ha hablado; hay suficientes elementos de juicio para discernir; tornémosnos de nosotros mismos a Él, por Sus testimonios.  ¡Que nuestros ánimos enfer­mos no nos priven de la perspectiva divina!  ¡Que la prudencia sea usada con respecto a nosotros mismos!  A Mario Bogado en Paraguay escuché decir que el documento más certero acerca de la caída está en nuestro ser.  La verdad es que nuestra condición caída está confirmada en el relato bíblico.  El relato del Génesis nos explica esta realidad ineludible que se llama el mal moral. ¡Bienaventurada la inocencia de los animales y de la creación irracional y amoral, pues será redimida sin elección propia!  Pero el hombre es respon­sable; su dignidad es sublime y terrible. ¡Loado sea Yahweh‑Elohim que le creó!  ¡Honrado sea el Hijo que redime!

Descendemos entonces a abordar las condiciones del principio y la caída original tal como se nos presentan en las Sagradas Escrituras; ellas están escritas de la manera que Dios quiere que se lean y se entiendan; es por eso que en este examen de los aspectos branhamitas me veo en la necesidad, por causa de las Escrituras y la conciencia, de disentir respetuosamente, pero al fin y al cabo, disentir, con William Marrion Branham en su presentación de los acontecimientos de la caída.
En primer lugar, William Marrion Branham presenta la caída como plan deliberado en la economía de Dios para manifestar Su atributo salvador, lo cual en cierto modo le hace cómplice de la caída. Sostengo que la caída del hombre no fue plan deliberado y necesario de Dios, sino simplemente asunto preconocido, permitido y remediado desde la eternidad en Sus atributos eter­nos.  La caída no es necesaria a Dios, pero sí le es necesario a la caída, como a todo lo demás, servir a Dios por absoluta fuerza mayor, ante la soberanía absoluta del Altísimo y perfectísimo Todopoderoso y autosuficiente. Dios es autosuficiente en Sí mismo y no tiene necesidad de nada.
Dice Branham (Las edades, pág. 109):
"Dios siendo un Salvador, fue necesario que predestina­ra a un hombre que necesitara salvación para así darse razón y propósito de existencia".

Entonces cita a Romanos 11:36, donde dice que todo es de Él, por Él y en Él. Pero sostengo que aunque todo lo necesita a Él, Él no necesita nada, pues Él es suficien­te en Sí mismo eternamente y en Su existencia trascen­dente antes de la creación. La creación fue un acto de amor y no una necesidad.  Dios no puede necesitar lo que no tiene ser. La razón y el propósito de la existencia de Dios está en Sí mismo, y no en la nada de la cual necesite crear.  Las ideas de las cosas en la mente de Dios no hacen a Dios.  Dios no es hecho, Dios es eterno, personal y trascendente, y es amor; y en Su amor eterno, idea y entonces crea. Dios idea con absoluta libertad y conoce todas las posibilidades creadas y las controla.  Dios se mueve de la esencia de Su amor; crea conociendo la posibilidad de la caída, pero redimiendo por medio de Sí mismo, consuma Su amor que no puede ser impedido, como tampoco puede serlo Su ira. Todo lo hace de Sí y para Sí; y si es de Sí, entonces no necesita nada; y puesto que es para Sí, todo necesita ser de Él.  Dios no necesita al hombre, pues el hombre es hecho de Él.  Dios no necesita salvar, pues salva de Sí, siendo salvador en Sí a plenitud; no necesita desplegar­se para ser; es en Sí el principio y el fin, el alfa y la omega, el primero y el último; como está escrito:
"24El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, 25ni es honrado de manos de hombres, como si necesitase algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.  28Porque en él vivimos y nos movemos y somos” (Hechos 17:24,25, 28a).
Dios lo conoce y lo controla todo; y las posibilidades que Él permite le sirven indefectiblemente, mas sin agregarle nada ni restarle nada; condesciende a utilizar, no porque necesite, sino por amor que llama a partici­par, voluntaria y no obligatoriamente; no teme porque tiene remedio para todo; no necesita porque es pleno.

Es en base al entendimiento de William Marrion Branham que éste presenta a la mujer como el instru­mento diseñado por Satanás para la caída. Si la caída era un plan provocado por Dios, y no simplemente algo que Dios permitió y remedió conociéndolo anticipada­mente, entonces surge la necesidad, según William Marrion Branham, de una criatura diseñada especial­mente para caer; y esto es precisamente lo que W. M. Branham afirma de la mujer, comprometiendo, a mi modo de ver, el carácter de Dios y la declaración de las Sagradas Escrituras. En su mensaje "Divorcio y casa­miento" (Jeffersonville, febrero 21 de 1965), William Branham dice:

"No hay nada diseñado para ser tan engañoso como una mujer, la cual es engañosa... ella no estaba en la creación original en el principio... no hay nada diseñado que pueda inclinarse tan bajamente como puede hacerlo una mujer... ella está diseñada de esa forma. Ella está diseñada para hacer eso... ella está diseñada sólo para suciedad y vida inmunda... su diseñador, Satán, está aún trabajando en ella en estos días finales... y Satán está realmente trabajando en ella hoy, porque él es su diseña­dor... ese es su diseñador... Satán es el que diseña esa clase de belleza... Satán es el diseñador de ella... y así es porque a la mujer le fue dada esa belleza, para engaño... esa es la forma en que Dios la diseñó... ¿Por qué permitió Él que fuese diseñada así?... Él tuvo que hacerlo de esta manera. Tenía que estar ahí... Él no puede ser un Salvador a menos que algo esté perdido... si no hubiese ninguno perdido, Él nunca hubiere sido un Salvador. Así que tiene que haber algo perdido... Y el hombre a su propia imagen, ¿cómo podía caer?... Así que Él tuvo que hacer un producto anexo, algo fuera de la creación original. Entonces eso es lo que cayó... y es puesta acá en las manos de Satán como un vaso de deshonra... ¿Por qué Él no la hizo de ese modo en el principio como al resto de hembras? porque sería impropio para Él. Él es la fuente de toda pureza. Esa es la razón por al cual Él tuvo que permitir que Satán echara un agarre de ella; lo cual hizo en la perversión. Tal criatura sería, no sería propio para Él, para lo cual fue originalmen­te diseñada... la naturaleza está diseñada tan así que no puede pecar... la creación original de Dios no podía pecar... aquí está una criatura que viene a existencia por una perversión... Él hizo a esta criatura en esa forma y la modeló para que Satán pudiese echarle un agarre... si Él hubiese hecho a la mujer en la misma creación original, no hubiese pecado porque ella no podría haberlo hecho... ella es una perversión de la creación original... solamente un pedazo, un fragmento hecho de un hombre por medio del cual engañarlo a él. Dios la hizo. Aquí mismo lo ha proba­do. Para eso fue que ella fue hecha... ¿Para qué fue ella hecha en esa forma? Para engañar... ella fue hecha para engañar como lo hizo con Adán en el principio... por medio de su belleza y su control de sexo, su figura que le fue dada por Satán (el coproducto que Satán hizo), ella es enviada para engañar... estaba en el plan de Dios desde el principio... ella lo hace porque está hecha de esa manera... un instrumento en las manos de Satán. Eso es lo que ella es... Entonces la mujer fue hecha diferente de todos los otros animales, para engañar”.
He entresacado, pues, las reiteradas declaraciones de William Marrion Branham que muestran su opinión de la mujer, pero, ¿concuerda eso con las Sagradas Escritu­ras y el carácter de Dios? ¿Qué dice la Palabra?

27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 28Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multipli­caos...31Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:27-28,31). 18Y dijo Yahveh Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.  22Y de la costilla que Yahveh Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Génesis 2:18, 22).
Leemos, pues, que Dios hizo a la mujer en el mismo día que a los animales y al hombre; el sexto día, y fue hecha junto con todo lo demás, buena en gran manera.  No hay en este ni en ningún otro pasaje de la Biblia indicación alguna de que Dios haya permitido a Satán diseñarla antes de la caída. El propósito de Dios al hacerla queda declarado expresamente: “Le haré ayuda idónea para él”.  Ayuda idónea, buena en gran manera hecha por Dios, no es nada diseñado por Satán para engañar. Todos los pensamientos de Dios son eternos; también el Suyo acerca de la mujer, hecha buena en gran manera, como todo lo demás.
Pero aquí llegamos a otro punto en el cual disentimos con William Marrion Branham, y es acerca de su consideración del sexo.  En su mensaje “La simiente de la serpiente” (Jeffersonville, septiembre 28 de 1958), página 22, dijo:
“¿No es una mujer un árbol de fruto? ¿No es usted el fruto de su madre? ¡Esa es la fruta que fue prohibido ser tomada!”

En “Divorcio y casamiento” (página 36) dice:
“¿Era ella un árbol? seguro que Él lo dijo:  No comerás de este árbol. Dios dijo allá atrás en Génesis:  No comerás de este árbol.  Claro, la mujer es un árbol.  Ella es un árbol de fruto.  Y dice más: Ahora la multiplicación de Adán y Eva fue a través de sexo para henchir la tierra, pero en el principio no fue así”.

Veo, pues, que tal opinión no es exacta con respecto a las Escrituras. En primer lugar, fue Dios mismo quien les hizo varón y hembra; es decir, dos sexos complemen­tarios. Y no habla simplemente del espíritu masculino y femenino como dice W. Branham, sino de sus cuerpos también, pues les es dicho que las semillas y árboles les son para comer. Además Dios mismo los casó bendi­ciéndoles, y Él mismo les ordenó fructificar y multiplicar­se; eso no era por la palabra, según W. M. Branham, sino por el sexo, diseñado bueno por Dios para disfru­tarse dentro del matrimonio, pues dice la Escritura que Dios le trajo a Adán, su mujer Eva, y ésta fue carne de su carne y hueso de sus huesos, y dejaría por lo tanto el hombre a su padre y a su madre y se uniría a su mujer, y serían una sola carne. La mujer no fue, pues, el árbol prohibido, ni su fruta fue prohibido ser tomada. El árbol de la ciencia del bien y del mal ya estaba en el huerto antes de la formación de Adán, y a éste se le prohibió antes de la formación de Eva; luego le fue traída Eva, y los bendijo Dios y les mandó multiplicarse y llegarían a ser una sola carne, y no se avergonzaban. De manera que la mujer no le fue prohibida a Adán su esposo, sino por el contrario, fue traída a él para ayudarle y para multiplicarse. Me parece absurdo que Dios les diga claramente multiplicarse y al mismo tiempo les prohíba lo mismo en forma de parábola.

Eva no era el árbol prohibido; éste ya estaba en el Edén antes de ella. Eva sí estaba en la creación original, pues fue hecha el mismo sexto día en que fueron hechos los animales y el hombre. Y todo era bueno en gran manera, incluso el sexo.  Eva no fue diseñada para engañar a Adán. “Adán no fue engañado”, dice la Escritura.  Allí donde está escrito “árbol del conocimien­to del bien y del mal”, debemos leerlo así, y no “sexo” ni “adulterio”.  Adán pecó por comer deliberadamente, sin ser engañado, del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.  Adán no pecó por tener a Eva por mujer sino por desobedecer a Dios.  Por él, dice Roma­nos 5:12 y 1 Corintios 15:22, entró el pecado y la muerte a todos los hombres. Eva fue engañada, pero no Adán (1 Timoteo 2:14).  Adán pecó deliberadamente.  Ahora bien, declarar como W. M. Branham, que la creación original no podía pecar, es decir, que Adán no podía pecar, ni los ángeles, ni el querubín protector, mas lo hicieron, es contradecir los hechos. Lo perfecto no es lo automático.  Yo alabo a Dios por la perfecta respon­sabilidad moral otorgada a las personas de entre Su creación.  Ángeles y hombres fuimos hechos libres y perfectos, pero existía la posibilidad de pecar y desobe­decer; he allí la profunda altura del amor de Dios y de la dignidad otorgada al hombre: era libre y no estaba obligado como un autómata a obedecer.  Y triste es decirlo, ¡cuán vil!  ¡De aquella altura se despeñó volun­tariamente y responsablemente en pecado!  Adán pecó y estaba en la creación original, hecho apenas un poco antes de Eva el mismo sexto día.

W. M. Branham continúa diciendo que a partir de la caída Dios estableció otro pacto con la naturaleza: la reproducción por sexo, incluida la poligamia en hom­bres y animales hasta el Milenio (Divorcio y casamiento, página 34, etc.).  Pero debo acotar que antes de la caída ya había sido creado el sexo, bueno en gran manera; Dios ya había dicho al hombre multiplicarse y fructificar de la misma manera como en el quinto día de la creación lo había ordenado a los peces y a las aves; también a los animales y bestias sobre la tierra hizo según su género.  La caída produjo la maldición de la naturaleza y la contaminación del pecado en la humani­dad; la muerte y el pecado entraron, y con ellos las espinas y abrojos; pero el sexo ya estaba hecho bueno en gran manera antes de la caída.  El maravilloso milagro de la reproducción no fue un castigo sino un plan original; el castigo consistió en la vanidad y la muerte, el dolor y el sudor, el nacer para morir, volver al polvo; la creación fue sujetada a vanidad por causa del que la sujetó en esperanza, al decir de Pablo.  Pero el sexo era el plan deliberado de Dios para poblar la tierra antes de la caída.  La poligamia y el repudio fueron producto de la dureza del corazón del hombre, y por tal causa Moisés lo permitió; mas Jesucristo apuntó de nuevo al plan original: "En el principio no fue así".  "Lo que Dios juntó no lo separe el hombre" (y habla en presente).  "Ya no son más dos sino una sola carne".[2]
Y los discípulos volvieron a preguntarle en casa acerca de esto que había respondido a los fariseos, y les dijo que quien repudiare a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casare con otra, adultera.  Marcos 9:11 y Lucas 16:18 declaran lo mismo que Mateo 19:9, excepto la salvedad.  Tal salvedad:  "Por causa de fornicación", es expresada en el contexto de la pregunta acerca del repudio.  Dios aborrece el repudio, dice por Malaquías 2:16, y sólo le sería permitido al hombre repudiar en caso de fornicación. "El marido no abando­ne a su mujer", manda el Señor por mano de Pablo (1 Corintios 7:19).
Es por esto que me parecen inexactas las declaracio­nes de W. Branham en su tema de Divorcio y casamien­to, pues, primero, no cita en tal tema los dichos de Jesús en Mateo 19:9, Marcos 9:11; y Lucas 16:18; y segundo, da lugar a que sus seguidores se agarren de sus expre­siones pera justificar repudios y adulterios.
Dice W. M. Branham en su mensaje citado sobre el tema:  "Nada dice que él no pueda" (hablando de recasa­miento; pero, ¿y Marcos 9;11 y Lucas 16:18?).
Y en la página 40 dice: "Un hombre puede repudiar a su esposa y casarse con otra".
Y en la página 41:  “Noten, él puede repudiar a su esposa en cualquier momento que él desee”.

En el contexto, Branham no aclara que el hombre sólo puede repudiar en caso de fornicación, según la única salvedad.  William Branham inclusive extiende esto al recorte de cabello por parte de la mujer, ense­ñando que si esta lo hace, puede ser repudiada, y el marido casarse con otra. En 1954 dijo que en tal caso no podía recasarse; luego dijo que sí. Si en su corazón Branham quería decir otra cosa, es decir, ser más exacto y restringir el repudio y recasamiento a la salvedad de Mateo l9:9, no lo sabemos, pero la expresión dicha e impresa abre las puertas no sólo a malentendidos, sino por consecuencias, también a divorcios, adulterios e incluso poligamia; conozco casos particulares.
Tengo que decir, para ser equilibrado, que sí estoy de acuerdo con Branham específicamente en el caso de la mujer separada.  Según las Escrituras, el Señor dice a la mujer que no se separe del marido, y en caso de hacerlo debe quedarse sin casar o reconciliarse con su marido, pues si se une a otro varón será llamada adúltera.  William Branham dice que esto lo dice de la mujer, y en esto estamos de acuerdo, pero en esto no:  Branham dice que no lo dice del hombre; pero Marcos 9:11 y Lucas 16:18 hablan del hombre específicamente tam­bién.  La única salvedad para repudiar es dada en Mateo 19:9, solamente en caso de fornicación.

Es verdad que a la mujer separada le dice expresa­mente que no lo haga, que no se recase con otro; excepto en el caso único de la salvedad; Dios aborrece el repudio y aconseja el perdón, aunque comprende en tal caso.  Dios no le manda recasarse al hombre, y le prohíbe hacerlo en caso de repudiar sin haber causa de fornicación; si en ese caso, sin fornicación de la mujer, el hombre repudiare y se casare con otra, adultera.  Si ella fornica, pues entonces el hombre recién allí tiene derecho a repudiarla.
Si aquellas frases de W. Branham consignadas arriba con respecto al recasamiento, se referían simplemente restringidas al caso de un hombre deshonrado por fornicación de su mujer, no lo sabemos con exactitud, pero la manera como están expresadas, citadas en sus contextos inmediatos, dan lugar a malentender la Escritura y a entrar en adulterio y poligamia.  Que hubo poligamia en la Biblia, en el Antiguo Testamento, y que la hay en la naturaleza animal, no lo podemos negar; pero descansar en eso y pasar por alto el plan original de Dios al cual apuntó Jesús llamándonos a él, es malentender el deseo del corazón de Dios.  Ahora bien, eso sí, necesitamos tener un corazón henchido de misericordia y comprensión, cual Jesús, y obrar en Cristo como Iglesia que tiene en Él, y sólo en Él, no en la carne, potestad de atar, y desatar, que no significa contradecir a Jesús.

Existe aun otra sutileza. Jesús dijo que quien repudia ilegítimamente a su mujer y se casa con otra, adultera.  ¿Cuál sería el acto, pues hay dos: repudio uno y recasa­miento otro, que haría consistir en adulterio la acción del hombre? ¿acaso el repudio?  Si él repudia, es responsable de exponer a su esposa al adulterio, como lo da a entender Mateo 5:31,32; pero él aún no ha adulterado hasta no recasarse; pero si el que repudia ilegítimamente se casa con otra, adultera. Entonces es el recasamiento y no el repudio el acto que hace a un hombre adúltero.  Esto afecta a la poligamia, que consiste en recasarse sin haber repudiado.

A partir de la interpretación que le dio Paul Jones al mensaje de W. M. Branham, la puerta quedó abierta para la poligamia incluso de los obispos, a quienes aún en aquellos tiempos de transición intertestamentaria se les concede ser maridos apenas de una sola mujer.  Algunos de esa corriente poligámica del movimiento branhamita, que tiene varias corrientes, querían dar a entender, intentando eludir los dichos de Jesús según Mateo 19:9, Marcos 9:11 y Lucas 16:l8, que si el hombre se casa con otra sin repudiar a la primera, no adultera, pues suponían que no cabía esto en la gramática del texto, que dice: "el que repudia y se casa con otra, adultera".  Ellos preguntaban afirmando:  ¿Pero el que se recasa y no repudia? Querían decir que no adultera­ba en la práctica de la poligamia.  Pero repetimos: Qué hace al adulterio del varón: ¿su repudio de la legítima esposa, o su recasamiento con otra?  Cuando Jesús dice "otra" no lo limita a una ajena; otra es "otra", aunque sea virgen y libre.  No hay necesidad de decir que casarse con la de otro es adulterio; ¡Es adulterio!  Pero recasarse con otra, aunque sea virgen, es también adulterio contra la primera; eso precisamente es lo que registra la martillada cita de Marcos 9:11, pues la palabra "otra" abarca a cualquier mujer, virgen o no, libre o ajena.  Solamente hay excepción en la Palabra cuando se pregunta por recasamiento de un cónyuge afrentado por fornicación de su cónyuge (Mateo 5:32; 19:9). Cada cual es responsable en su manera de interpretar.  No se ordena repudiar, pero se permite dar carta de divorcio en este solo caso.  ¿Y entonces? Dios mira el corazón.

La Iglesia tiene ésto en sus manos, y ella, la Iglesia, ¡es responsable!  No se contempla ningún caso en que explícitamente, y lo repito, explícitamente, la mujer tenga derecho de repudiar a su esposo. Pero tácitamen­te se aplica la excepción cuando existe causal legítima de divorcio por adulterio del marido y en caso de marido incrédulo que se separa; dice Pablo (1 Corintios 7:15)  el cónyuge afectado no queda sujeto a servidum­bre.  Respecto de separación, que es menos que el divorcio, pues falta la última causal para éste, solamente se prevé la posibilidad del acontecimiento diciéndole que no se separe, mas "si se separa", quédese sin casar.  No dice legalistamente: puede separarse; sino que dice como quien conoce la fragilidad humana: "Y si se separa" quédese sin casar. Para ella no hay silencio en este caso (l Corintios 7:11).  Ella está ligada al varón hasta que éste muera (Romanos 7:2,3).  Claro está que si ella está ligada a él, entonces él la lleva ligada con él; se le pide al marido no abandonarla.  "Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (l Corintios 7:11; Mateo 19:6). Excepto en la salvedad única establecida por el Señor Jesús, ya citada.
El hombre parece estar buscando excusas y refugios legales, pero Dios está buscando esa clase de matrimo­nio que Él se propuso en el principio, y llama a sus hijos valientes a apuntar a la meta más alta.  Dios no quiere que bajo el Nuevo Pacto nos deslicemos a la mera letra de los códigos.  Él desea que vivamos en la virtud máxima del Espíritu Santo.[3]

En ese mismo tenor había dicho que el que fuera capaz de recibir el ser eunuco por cauca del Reino de los cielos, lo recibiera; y Pablo explica en este caso que no es mandamiento sino una concesión. El celibato no es, pues. obligatorio sino optativo.  No debe ser impuesto, lo cual sería doctrina de demonios (1 Timoteo 4:3).  Que no se enlacen, pues, los hombres con votos apresura­dos, pues según los términos y circunstancias del voto tomado, así será la exigencia, cual también la recompen­sa.  "Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas” (Eclesiastés 5:5). ¡Que ningún demonio te haga jurar ni te constriña a hacer votos! "Escápate como gacela de la mano del cazador,  y como ave del que arma lazos" (Proverbios 6:5).  No es de Dios ese tipo de trampas.  El carácter de todo tipo de nuestras alianzas, con Dios, el cónyuge, o los hombres, debe ser motivado en el más puro amor, y en la más sincera amistad.  “Nadie tiene mayor amor que este: el que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13).  ¡He allí recién al cristianismo!  Lo demás todavía no es cristiano.  Así que antes de poner cargas pesadas sobre los hombros de los hombres, preferimos anunciarles la promesa del Espíritu Santo que se recibe por fe.  "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece".
Retornando entonces al principio, vemos al sexo dentro del matrimonio, instituido por Dios y no prohibi­do.  Este hecho refuta la concepción de Branham, el cual además dice que la caída fue una relación sexual de Eva con la serpiente, de la cual nació Caín, y por el cual desciende la simiente de la serpiente; es decir, una biológica "generación de víboras". Pero esto es ya también un craso error.  En primer lugar, la Biblia en Apocalipsis12:9 y 20:2 interpreta claramente a aquella serpiente antigua como el diablo y Satanás; por 1o tanto, al hablar de simiente de la serpiente, lo hace en sentido espiritual y no biológico. Además, en Génesis 4:1 dice claramente que cuando Eva concibió de Adán dio a luz a Caín por voluntad de Yahveh.  El conoci­miento que Adán tuvo sexualmente de Eva para que ésta concibiese y diese a luz a Caín, es evidentemente según el capítulo 4 de Génesis, posterior a la caída en el capítulo 3; por lo tanto, la concepción  y parto de Caín fueron posteriores a la caída.  Si como dice Branham, la concepción de Caín en Eva fue fruto del pecado, entonces llegamos al absurdo de que ellos habían sido expulsados del Edén antes de pecar.

Por otra parte, Adán comió del árbol del conocimien­to del bien y del mal así como Eva; si tal comer por parte de Eva fue una relación sexual con la serpiente, entonces se sostiene implícitamente que Adán también tuvo relaciones sexuales con la serpiente, pues él comió así como ella, lo cual ya significaría fantasear demasia­do.  Recordemos que ya hemos visto que Eva no era el árbol prohibido para Adán, y que el sexo, en vez de prohibido, le fue diseñado y ordenado por Dios para con ella.  Así que el comer de Adán del árbol del conoci­miento no fue una relación sexual con Eva, pues ésta era de parte de Dios su compañera carnal bajo bendi­ción con quien debía multiplicarse; ella no le había sido prohibida, sino aquel árbol de independencia de Dios que ya estaba en el jardín antes de ser creada Eva.

Branham da como argumento para la descendencia serpentil de Caín el hecho de que Enok aparece como séptimo desde Adán.  Branham piensa y dice que si Caín fuera hijo de Adán, Enok debería ser el octavo, pero esto también es un error, pues aunque Caín sea hijo de Adán, y Génesis 4:1 dice que lo es, Enok sigue siendo el séptimo, porque la generación desciende contándose de padre a hijo y de hijo a nieto, etc., y no de padre a hijo y de hijo a hermano.  No importa cuantos hijos haya tenido Adán, Enok sigue siendo el séptimo en su generación por Seth.  El hecho de que en las genealogías de Génesis, Crónicas, Mateo y Lucas no aparezca Caín, no significa que no sea hijo de Adán, sino que las genealogías están principalmente interesa­das en la línea genealógica del Mesías que vino por Seth.
Otro error de Branham es sostener que en el día de hoy los predestinados a perdición son los descendientes de Caín, a quien Branham designa simiente carnal de la serpiente.  Pero recordemos que en el Diluvio perecie­ron todos los descendientes varones de Caín, y sólo los hijos de Noé, descendiente de Seth, transmitieron su simiente después del Diluvio.  Las mujeres de éstos no anulan la descendencia sethita, además de que tampoco se les puede atribuir infaliblemente descendencia cainita, y menos dentro de la familia del justo Noé que era perfecto en sus generaciones. Pablo enseñaba en el Areópago de Atenas que de "una sola sangre" Dios hizo el linaje de toda la humanidad (Hechos 17:26), y claramente escribe a los romanos que por un solo hombre, Adán, pasó el pecado a todos los hombres (5:12; también l Cor. 15:21).  Por ser hijos de Adán y no de Caín es que somos todos pecadores; y es la regene­ración espiritual y no la descendencia carnal la que nos asegura la salvación.

Óscar Galdona, desarrollando las ideas de Branham, llegó a sostener que todos los hijos de Adán serían predestinados a salvación, y los de Caín a perdición (folleto de "La simiente de le serpiente").  Carnalmente hoy no existen hijos de Caín sino de Seth a través de Noé y de sus hijos.  Además, Jesús, aun a descendientes de Abraham llamó hijos del diablo (Juan 8:39‑44); esto era lógicamente en lo espiritual y no en lo biológico.  De la serpiente es todo hijo de Adán que tiene las intencio­nes de Satanás; mas cualquier hijo de Adán que se arrepienta y reciba a Cristo, entonces es renacido espiritualmente, es un hijo de Dios.
Branham con otros sostiene que en Génesis 6 los "hijos de Dios" son los de Seth, y “los hijos de los hombres", los de Caín; no obstante, en ese pasaje, que aparece ampliado en el relato del libro de Enok, vemos que "hijos de Elohim" son llamados, como en todo el Antiguo Testamento, los seres angelicales; "hijos de los Adam" se refiere a la humanidad.  La carta de Judas Tadeo Lebeo (vs.6 y 7) nos dice que hubo ángeles que no guardaron su dignidad, yendo tras carne ajena.  La tradición referida en el libro de Enok, que aparece mencionada por Moisés en Génesis 6, habla de que aquellos “hijos de Dios" eran seres angelicales que tuvieron comercio con las mujeres e introdujeron en la humanidad la curandería, hechicería, astrología y cosas por el estilo; lo cual hoy no resulta extraño, época actual en la que como en los días de Noé, las perversiones sexuales con demonios están a la orden del día entre los cultos satanistas y en las prácticas animistas.
Volviendo, según otro aspecto, a aquello de la "generación de víboras", lo es en el sentido espiritual; aquellas “serpientes" son también "lobos rapaces" y “cabras”, no necesariamente en el sentido biológico. Jesús decía esto a los descendientes carnales de Abraham, pero malignos espiritualmente cual Caín.

De modo que resumiendo globalmente, tenemos los esclarecedores hechos siguientes:  La relación sexual de Adán y Eva no era prohibida; la serpiente antigua es el diablo; los hijos de los hombres, en hebreo "hijos de los Adam", son humanos y no serpientes; después del Diluvio todos somos sethitas; y aun los descendientes carnales de Abraham pueden ser espiritualmente "hijos del diablo", pero no por eso predestinados "biológicamente" a condenación.  Es mucho, pues, lo que hay que revisar en la doctrina de Branham acerca de la caída, el sexo y la mujer.  Recordemos que si fallamos aquí, fallaremos también en los alcances de la redención y estaremos poniendo un obstáculo a la salvación de muchas almas.  Tal concepción branhamita errónea acarrea actitudes equivocadas.
Una de estas actitudes que de Branham heredó su movimiento, es el énfasis desproporcionado que se hace contra la mujer, llegando a relegarla a la cocina.  Se consideran parcialmente los pasajes que hablan de la sujeción y silencio de las mujeres, pero se olvidan de las profetizas, diaconisas y trabajadoras para el Señor. Cierto es que en las iglesias de los santos es indecoroso que una mujer atraiga la atención de los hombres hablando públicamente (1 Corintios14:33,34), pero no podemos llevar este verso hasta el extremo de anular también sus derechos reconocidos en la misma carta (11:5).

Recordemos que Joel profetizó y lo citó Pedro, que también sobre las siervas suyas derramaría Dios de Su Espíritu y profetizarían (Joel 2:28,29; Hechos 2:17,18).  De hecho, Felipe tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban (Hechos 21:9); y la profecía es para consolación, exhortación y edificación (1 Corintios 14:3).  La mujer tiene parte, pues, en ese ministerio, y el Espíritu Santo puede moverse a través de ella en la oración y en la profecía en la iglesia.  De manera que se hace necesario el equilibrio entre los extremos a los cuales tendemos temporalmente.  Sólo se requiere de ella que esté lo debidamente cubierta durante el ejercicio de la oración y la profecía, en actitud sumisa y con la cabeza velada (1 Corintios 11:5‑15).
En este capítulo 11 de 1 Corintios, Pablo utiliza el argumento de que aun la naturaleza le dio a la mujer el cabello como algo que echarse alrededor, para reafirmar lo antes dicho de que la mujer al orar o profetizar debe cubrir su cabeza con un velo, o de otra manera su cabello largo, que es su gloria, le será considerado como nada, como si se hubiese rapado; es pues la actitud de sumisión lo primordial aquí.

Pero no sólo la profecía pertenece al ámbito de la mujer en la iglesia; las mujeres pueden ser diaconisas como Febe (Romanos 16:l), y trabajar para el Señor como Trifena, Trifosa y la amada Pérsida (Romanos 16:12). Pablo exhortaba a Tito a enseñar a las ancianas a que sean maestras del bien enseñando a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos e hijos y a ser castas y cuidadosas de su casa (Tito 2:3‑5).  El pasaje de la carta de Pablo a Timoteo donde dice que no permite a la mujer tomar autoridad sobre el hombre (l Timoteo 2:11‑15), se circunscribe, según el idioma original de la carta, el griego, a su propio marido.  La palabra hombre es "antropos", y la palabra marido es "andros" (_vδρός).  Pablo usa la palabra “andros", es decir, marido; por lo tanto no tenemos el derecho de tomar ese verso para extenderlo a todos los hombres; debe circunscribirse al marido, si hemos de ser exactos bíblicamente.
Con este capítulo enfocamos, pues, este aspecto característico del movimiento branhamita.  Dícese haber sido Branham el primero que introdujo en la teología cristiana este asunto de la serpiente teniendo relaciones sexuales con Eva y engendrando a Caín; la mitología de los gnósticos ofitas ya merodeaba, sin embargo, ese ámbito.
En cuanto a la poligamia, enfatizada por Paul Jones dentro del branhamismo, no es asunto novedoso; hubo ya famosos falsos profetas que la aprobaron teológica y prácticamente, entre los cuales descuellan Mahoma y José Smith. La opresión de la mujer ha sido característica de varias culturas. o


[1]Este capítulo fue escrito en Ciudad del Este, Paraguay, octubre de 1981 y julio de 1983.
[2]Ver Mateo 19:3-12
[3]Para un mayor tratamiento de este asunto por el autor, véase de él mismo: “Asuntos de matrimonio y divorcio” en Coletánea I; Bogotá 1999, y véase también la carta sobre el tema dirigida a Agustín Talavera de Caaguazú, Paraguay, incluida en Epistolario.