"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

viernes, 1 de julio de 2011

(11): BREVE RESEÑA DE LA DIFUSIÓN DEL BRANHAMISMO


Capítulo XI

BREVE RESEÑA DE LA DIFUSIÓN
DEL BRANHA­MISMO[1]


Sirva este capítulo final como un pequeño apéndice informativo, en atención al interés de los investigadores.

La ordenación al ministerio de William Marrion Branham vino a través de la línea de los anabaptistas por medio del Dr. Roy Davis, misionero bautista; luego Branham se independizó de los bautistas, y más tarde, en 1946, recibió la aparición del ángel que le comisionó a llevar un don de sanidades a las naciones, y especial­mente a la costa occidental; entonces su ministerio de campañas de sanidad se realizó con el respaldo princi­palmente de los pentecostales; el compañerismo de los Hombres de Negocio del Evangelio Completo le abrió las puertas en diferentes lugares del mundo; sin embar­go, en estas correrías Branham se adaptaba en sus primeros tiempos a la situación en los diferentes lugares; pero donde estableció su cuartel general fue en Jeffer­sonville, Indiana, EEUU, donde predicaba abiertamente su doctrina y donde se conservó la colección de sus disertaciones.  En la misma ciudad se le asociaron otras congregaciones como la del hermano Jackson, que sólo difería en pequeños asuntos de orden en los cultos.
Pero puesto que el ministerio de Branham era itinerante, entonces él y la congregación del "tabernácu­lo Branham" nombraron a Orman Neville, antiguo pastor metodista, como obispo dentro del compañeris­mo de ministros en el "tabernáculo Branham” de Jeffersonville.  O. Neville predicó en la línea de Bran­ham.  Íntimamente ligado a Branham estuvo en Tucson, Perry Green, quien en vida de Branham hubo de ser amonestado por éste por haberle llegado a confundir con Jesucristo.  Este Perry Green fue quien en la década posterior a la muerte del profeta, organizó en Tucson un encuentro branhamita de todos los líderes que represen­taban dentro del movimiento diversas líneas de inter­pretación; se escuchó a cada cual.
Lee Vayle, doctor en teología, asesoró a Branham en los asuntos de erudición acompañándole y hablando por él ante auditorios intelectuales cuando Branham contaba su testimonio; éste fue quien hizo la revisión gramatical del libro "Las Edades de la Iglesia", y escribió el libro "El Profeta del Siglo XX".  A la muerte de Branham, era contado entre los líderes prominentes.

Roy Borders fue quien tomó bajo su responsabilidad la edición de los mensajes de William Marrion Branham a través de su imprenta “Spoken Word Publications".  Las cintas magnetofónicas se transcribían y publicaban en inglés mediante ofrendas voluntarias, por lo cual los libros y folletos se distribuían gratuitamente, lo cual contribuyó enormemente a la difusión del mensaje de Branham. Hubo también otras imprentas que se dedica­ron a publicar sus mensajes.  También se hicieron traducciones al alemán, francés, portugués y español.
En Sudáfrica, que fue visitada por Branham en persona, contaba éste con la colaboración de los Jack­son, una familia misionera. George Smith, yerno del profeta, viajó también a Sudáfrica. En otras naciones africanas tales como Kenia y Nigeria, el branhamismo aceptó la línea de Paul Jones de Newstraitville, Ohio, el cual enfatizó el tema de las dos almas, y sacó a luz el tema de la poligamia en el mensaje.  Aunque este tema de la poligamia es muy viscoso, no obstante Paul Jones lo trató con altura; es decir, considerando con honesti­dad el asunto desde el punto de vista doctrinal, pero sin ponerlo en práctica.  No obstante, la doctrina dio frutos esporádicos, de los cuales yo conocí un caso en Para­guay y otro en Perú.

Europa tuvo su centro de irradiación branhamita en Alemania mediante el ministerio de Ewald Frank. El primer contacto del branhamismo con Latinoamérica, que en nuestro contexto nos interesa particularmente, fue en el inicio con los viajes de Branham a Puerto Rico y México.  Aquellos viajes en persona fueron, sin embargo, apenas campañas pentecostales.  Pero en Puerto Rico, el evangelista Óscar Candelario entró en contacto con el movimiento en Norteamérica, y se constituyó en cabeza de lanza para Latinoamérica, mediante programas radiales.  En Puerto Rico se formó una numerosa congregación y asociados que respaldaba la difusión.  En Estados Unidos, Bernabé García lo difundió entre los inmigrantes de habla hispana.

Con Óscar Candelario entró en contacto Óscar Galdona de Barquisimeto, Venezuela, antiguo pastor bautista pasado al pentecostalismo, y que entonces llegó a presidir un compañerismo denominado "Ebenezer". Óscar Galdona propagó el mensaje en Venezuela, donde a instancias de Miguel Bermúdez, futuro adalid de la causa branhamita y luego sotiana, comenzaron a hacerse grabaciones en español de la traducción hecha por Galdona del inglés de Branham.  Miguel Bermúdez insistió más y se formó la imprenta Ebenezer de Barqui­simeto, que publicaba las diversas disertaciones de Branham, en traducción española, y bajo el título "La palabra hablada".  También publicaba la revista "Quitan­do el velo"y otros folletitos, con la interpretación de Galdona.  Venezuela llegó a constituirse así en poderoso foco de irradiación branhamita para todo el mundo de habla hispana. La imprenta, bajo Miguel Bermúdez, colportor por excelencia, jugo, pues, un papel importan­tísimo.
Al lado de Miguel Bermúdez se distinguió en el colportaje branhamita el misionero canadiense Ewan Paras, que recorrió difundiendo el mensaje por los distintos países de América.  Donde Paras tuvo más éxito fue en Bolivia, aunque también introdujo la literatura en muchos países, incluso Cuba, Belice y España.  La literatura hacía su labor por sí sola, pero en Bolivia, Paras branhamizó congregaciones enteras.

Se recuerda también un viaje de los dos Óscares, Candelario y Galdona, a la Argentina.  En Buenos Aires el mensaje branhamita fue examinado por el presbiterio que formaban los hermanos del Movimiento de Reno­vación, del cual daremos también algunas breves noticias para completar el panorama principalmente del Cono Sur.  El presbiterio renovado de Buenos Aires captó las herejías sutiles branhamitas y desechó asimilar­las.  Esta noticia la recogí de Ángel Negro, miembro del presbiterio.  Sin embargo, algo del branhamismo quedó en Buenos Aires con Ocampo de Quilmes. En Córdoba, no obstante, se estableció un centro de difusión de literatura con José Torres, unitario; de éstos se alineó luego Raúl Veliz con el falso mesías William Soto Santia­go.  Walter Méndez fue coordinador nacional del movimiento en Bolivia.  Miguel Bermúdez abonó el terreno en Sudamérica, también aquí en Paraguay, primero, con programas radiales, y segundo, con un cargamento de literatura y repetidas visitas.  En Para­guay yo fui el primero en identificarme abiertamente, y tomé sobre mis hombros la tarea de la difusión, por lo cual hube de retractarme después.
En Perú lo difundió Moisés Concha Miche, y en las diversas naciones de Centroamérica, Edy Corado.  En Brasil se difundió principalmente desde Goias con Francisco González.

En esta difusión pueden notarse dos etapas: Antes y después de 1974, año en que se entró de lleno en la consideración del séptimo sello y que acarreó diversas confusiones, divisiones y excesos.  En la primera etapa de difusión y según el primitivo entendimiento branha­mita, se enfatizaba la restauración de la iglesia por medio del profeta Elías.  Esta etapa anterior a 1974 captó mucha gente, puesto que el ambiente estaba propicio entre las denominaciones para buscar una restauración, y mucho más si se presentaba ésta bajo la señal de haber sido enviada por Dios mediante el Elías profetizado.  A mí, en mi novelez de año y medio de incipiente cristianismo, eso fue lo que me impresionó.  Como ingredientes añadidos a la restauración se presen­taban las novedades branhamitas como revelaciones para la última hora, tales como la simiente de la serpien­te, el séptimo ángel, y otras; y en cuanto a restauración propiamente dicha, se consideraba la herejía sabelianis­ta, el bautismo en nombre del Señor Jesucristo, el énfasis sobre la “posición" de la mujer, el antidenomina­cionalismo, la superación del pentecostalismo, y otras interpretaciones branhamitas sobre las etapas de la gracia, etc.
Había muchas razones para que se deseara una restauración; por lo demás, ese deseo de restauración y de volver a las fuentes ha sido característico dentro de la cristiandad, aun desde sus primeros siglos; y con ese afán surgieron líderes ya dentro de la ortodoxia, ya dentro de la heterodoxia, ya en la misma frontera.  El montanismo, tertulianismo, novacianismo, donatismo, fueron movimientos que querían una restauración de la gloria primitiva en la iglesia dentro de los primeros siglos.  Aun el papa Gregorio VII (Hildebrando), con sus subidos reclamos hegemónicos, luchaba por la libertad de la iglesia, entendiéndola él como supremacía papal.  No debemos olvidar que aun los historiadores romano‑papistas más honestos, reconocen la degrada­ción a que llegó la cristiandad nominal con jerarquía y todo, sí, con el papado a la cabeza, especialmente en los siglos medios.

Por todo eso se alimentó la llama que buscaba una reforma, ya sea dentro del mismo romanismo, como los movimientos cluniacence y franciscano, o fuera de él como el bretón de Dagán de Bretaña y Colmán de Iona, el pauliciano, el petrobuisiano, el enriquista, el valdense y el anabaptista, los cuales llegaron a entroncar con la reforma protestante, la cual fue ya una explosión de ansias de restauración, que conmovió al romanismo y lo obligó también a una reforma dentro de sus hormas con el Concilio de Trento, pues aun sus cánones, aunque antiprotestantes, señalaban la necesidad de una verda­dera reforma.  Pero para muchos, como Grebbel, Philips, Karlsdad, Meno Simons y otros, aun la reforma luterana, calvinista y de Zwinglio se quedaban cortas en su retorno a los orígenes, por lo cual se buscó una mayor recuperación del cristianismo primitivo. Porque, ¿qué cosa buscaban los reformadores?  Y si desconta­mos de unos y otros sus errores e intereses personales, ¿qué buscaban también a su manera los defensores de la tradición?  Pues, entre los honestos, reforma o tradición significaban en el fondo el mismo anhelo: valorar la gloria primitiva de la Iglesia.  Por eso dentro del protestantismo surgieron Wesley y los metodistas; y luego, desde Plymouth, intentaron saltar muy alto Darby, Kelly y Mckintosh.

¡Pero si aun falsos profetas, como pienso acerca de José Smith, padre del mormonismo, se lanzaron adelan­te enarbolando la bandera de la restauración!  Restau­ración querían también Miller y los adventistas; eso pretendían Russell y Rutherford.
Y llegando a nuestro propio siglo, ¿qué cantaron los pentecostales de la calle Azuza? ¡Restauración! El pentecostalismo tomó la jurisdicción del mundo entero, e invadió a casi todas las denominaciones, incluso al romanismo.  Branham, pues, a mediados del presente siglo, en la década de los años 50, tomó en su mano la antorcha del amor a una restauración, y se propuso superar al pentecostalismo. Consideró al catolicismo romano y al Concilio Mundial de Iglesias como del mismo diablo, y dejó que Billy Graham se ocupara de los pecadores para llevarlos a la justificación y al compa­ñerismo de las congregaciones evangélicas ortodoxas; y en cuanto a la moda de avivamiento con campañas de sanidad que alentó Branham, decidió dejárselas a Oral Roberts, Tomy Osborn y Tomy Hicks dentro del pente­costalismo, a los cuales se añadieron luego Morris Cerullo y Yiye Ávila en nuestros propios días.

Pero no, Branham no quería lo que él consideraba mero pentecostalismo; él quería la estatura del hombre perfecto, y presentó su ministerio como la manifestación del Hijo del Hombre, Dios en carne humana visitando a Abraham, la simiente escogida, antes de la quema de la moderna Sodoma.
Por su parte, la jerarquía romano‑papista se sentía sacudida por "las señales de los tiempos", y se vio urgida a ponerse al día. El peso de los tiempos obligó al papa Juan XXIII a abrir las ventanas y a dejar que se ventila­sen en el Concilio Vaticano II las cuestiones modernas.  Pablo VI, y los dos Juan Pablo, I y II, continuaron en la línea postconciliar que abrió experimentos en Holanda y se tiñó de rojo en Medellín. La apertura postconciliar continúa, pues, sin inmutarse por Lefévre o el antipapa palmariano Gregorio XVII.

Toda la época ha buscado grandes cambios, y si cambios, los cristianos queremos los que nos acerquen más a Cristo y a la pureza debida a Su Cuerpo que es la Iglesia. En esa misma restauradora línea se inscribe el movimiento carismático, del cual es entrañable la renovación que comenzó en Argentina y se desarrolló en la década de los 70s.  Ya un poco antes, en la China, Dios levantó en este siglo a uno de los apóstoles más eminentes de la causa de Cristo, y que mayor influencia está alcanzando aún en Occidente entre los hambrientos de Dios; se trata de Nee To-sheng, comúnmente llama­do Wachman Nee, cuya influencia parece reverdecer más y más en los días actuales, y cuya luz se halla como en el rescoldo de muchas fogatas a través del mundo.  En vida, Nee To-sheng fundó en la China cerca de 500 iglesias locales y apadrinó un movimiento cristiano de profundad espiritual de cerca de 70.000 almas en sus propios días.  Con el alzamiento comunista de Mao Tse Tung, en la China popular, el cristianismo sufrió sobre­manera en esta nación del lejano oriente, pero allí estaba la obra de Nee To-sheng por un lado, y la de Wang Min Tao por otro, alentando la resistencia cristia­na al ateísmo y a la manipulación estatal de la iglesia.
Algo similar hace hoy en Rusia Genady Kruskov, según nos tiene informados David Bontrayer.[2]  Genady Kruskov es el líder en la clandestinidad de cerca de 2.000 congregaciones cristianas subterráneas, y es buscado desde hace 22 años, a la fecha (1983), por la KGB.

Dos años después de la muerte de Branham, y a fines de los días de Wachman Nee, cuyos últimos veinte años los pasó encarcelado por la fe, un avivamiento sobrena­tural encendió Indonesia, de lo cual Mel Tari nos informó en 0ccidente.[3]  Se ha dicho que el misionero norteamericano Miller de Quilmes, en Buenos Aires, estuvo en Indonesia antes de venir a la Argentina, donde en Mar del Plata estableció el Instituto "Peniel", émulo del cual fue "La Cueva" con Jack Schisler, cercano de Miller, en Córdoba, Argentina.  Miller y Schisler enfatizaron la importancia de la verdadera adoración a Dios en espíritu y verdad, para lo cual Miller era sobresaliente.  Cuando Keith Benson en casa de Schisler escuchó cantar a las hijas de éste, comprendió profundamente la importancia de la alabanza, con lo cual comenzaron él y otros pastores de Buenos Aires a buscar a Dios; se reunían en casa de Darling, junto a Benson, Orville Swindoll, Augusto Erickson, Ángel Negro, Ivan Baker, Jorge Himitián, y después también Juan Carlos Ortiz, con los cuales se inflamó la chispa del movimiento de renovación que abrazó a la Argentina, y pasó luego a Paraguay, Brasil, Ecuador y otros países.  En un principio estuvieron más estrechamente relaciona­dos a estos, también Miller, Schisler y Sorensen; después hubo un alejamiento por diversidad de enfoque y visión.  Samuel Sorensen, abandonando las seguridades económicas, se lanzó a vivir y predicar una vida de fe misionera, y junto con Óscar Darwich y otros, dio origen al movimiento cristiano misionero que se constituyó en una especie de familia.  De Miller se alejaron por ciertos motivos Swindol, Benson, Negro, Baker, Himitián, y J. C. Ortiz; solamente Schisler quedó como en medio, el cual hubo de mudarse a Asunción del Paraguay, donde apadrinó una comunidad en las afueras de Limpio.

Todos estos, y en especial desde la década de los 70s, anhelaban la profundidad de la vida en el Espíritu, y la enfatizaban con diversos matices.  Miller y Schisler más contemplativos; los demás más inclinados a la práctica; Swindoll a la restauración de las familias; Himitián y J. C. Ortiz enfatizaron el señorío de Cristo, y junto con Iván Baker el discipulado y un acoyuntamiento jerárqui­co donde cada discípulo entraba en pacto con un "padre" espiritual que a su vez estaba en sujeción a otro, y este a otro, hasta llegar a uno de los pastores del presbiterio, los cuales formaban el consejo de ancianos con sede en Buenos Aires.  Su matiz era, pues, más misionero, aunque sin descuidar tampoco la adoración.  Juan Carlos Ortiz enfatizó también la Unidad de la Iglesia, y fue muy usado en llevar esta línea de renova­ción primero en Argentina, y también en Paraguay, Brasil, Estados Unidos, Inglaterra y otras partes alrede­dor del mundo.  Ángel Negro era muy bien recibido en Paraguay, al igual que Swindoll; Jorge Himitián en Ecuador.  Keith Benson, que de Buenos Aires se mudó luego a Córdoba, ha sido uno de los más sobresalientes consejeros de este movimiento de renovación.  El movimiento tiene lazos estrechísimos con los líderes del movimiento carismático norteamericano: Charles Simpson, Bob Munford, Derek Prince, Dom Basham y Ern Baxter, los cuales tienen puertas abiertas en Centro América, principalmente en Costa Rica, donde se edita en español su revista "Vino Nuevo".

Otros líderes evangélicos prominentes de la órbita de Luis Palau tienen con ellos algunas diferencias, como por ejemplo en lo relacionado con el modo de ver la sujeción.  Existen también las divergencias características acerca de los dones del Espíritu.  Todos éstos, sin embargo, reciben alguna luz de Nee To-sheng.  En Inglaterra ha sobresalido desde la capilla de Westminster el ungido ministerio de Martin Lloyd-Jones, celoso de una unidad de la Iglesia verdaderamente escritural.  En Suiza irradió su luz evangélica en los ambientes intelec­tuales el fundador de la comunidad da l’Abri, Francis Shaeffer.  En Bolivia surgió, bajo la influencia de Katerine Kullman, el carismático Julio César Ruibal. Entre los bautistas permanece el auge de E. Y. Mullins.
Todas estas poderosas corrientes espirituales han sido, pues, el ambiente paralelo y a la vez barrera del movimiento branhamita, especialmente en el continente americano, pues presentan una imagen de ortodoxia por un lado, y de restauración por otro, mucho más bíblica y excelente en frutos de santidad que el branha­mismo; por lo cual éste, de corazón exclusivista, se ha cerrado en sí mismo abandonándose a sus propias fuerzas, y cayendo en los extremos que caracterizan, tras el año 1974, la segunda etapa de su difusión.


Ya antes de esa fecha (1974), Óscar Candelario había entrevisto en el mensaje de Branham que éste introdu­cía la segunda venida de Cristo por su intermedio; pero en conversaciones con otros líderes norteamericanos, éstos eludían tales implicaciones, dejando el séptimo sello como inconcluso; pero acercándose el año de 1974 a William Soto Santiago le pareció descubrir en el mensaje que el nombre nuevo de Díos era William Marrion Branham, y que estábamos entrando en una nueva dispensación.  Candelario, con lo que ya había antes entrevisto acerca de la segunda venida de Cristo a través de Branham, y Soto con el nombre nuevo y la nueva dispensación, y junto a ellos Adalberto Pérez, todos ellos puertorriqueños, llegaron a la conclusión de que ya era la hora de proclamar solemnemente tales hallazgos, lo cual hicieron en una memorable vigilia el l° de marzo de 1974, en la ciudad de Ponce, Puerto Rico.  Inició la velada 0. Candelario proclamando el reconoci­miento de Dios manifestado en carne en William Ma­rrion Branham, el Ángel del Pacto de Apocalipsis l0 a través del séptimo ángel, el profeta.  Le siguió William Soto Santiago proclamando el nombre nuevo; y coronó la madrugada Adalberto Pérez.  Desde aquella noche se dividió el movimiento branhamita en Puerto Rico y después en Latinoamérica y el resto del mundo.  Galdo­na rechazó las implicaciones del mensaje y lideró la resistencia, aunque luego se alineó con Coleman de New York, el cual proclamaba por su parte haber recibido la revelación de los siete truenos bajo el sépti­mo sello. Lo mismo proclamó Paul Jones haciendo en parte consistir tal revelación en la doctrina de las dos almas.

Miguel Bermúdez acusó a Galdona de evadir las realidades del mensaje de Branham, por lo cual, con una disertación a la que tituló "La Clave" marcó su separación definitiva, y se unió a Candelario, Adalbeto Pérez y William Soto Santiago.  El canadiense Ewan Paras se alineó también con éstos, y como Bermúdez, hicieron repetidas recorridas por Latinoamérica difun­diendo la doctrina del nuevo nombre, la nueva dispen­sación y la venida de Cristo.  En República Dominicana, Colombia y Perú se llegó al extremo de bautizar en el nuevo nombre.  En otras partes se rechazó tal fórmula bautismal, pero no la doctrina del nuevo nombre, que recibimos Raúl Véliz de Córdoba, Argentina, Moisés Concha Miche del Perú, Celim Péres y Juan Santa Cruz de Bolivia, y yo en Paraguay, quienes lo difundimos en nuestros respectivos países. Yo por mi parte mezclé también la interpretación con la de Paul Jones y así lo enseñé erradamente en Paraguay y Bolivia; pero en 1976 comencé, por la gracia infinita de Dios, a darme cuenta de los horrores y extremos a que había llegado, y entonces comencé a retractarme primero verbalmente, y luego por escrito enviando mi retractación a quienes me conocían en Paraguay, Bolivia, Perú, Venezuela y Puerto Rico.  De Perú, Moisés Concha Miche me escribió felicitándome, otros me maldijeron, pero yo me amparo en la infinita gracia de Dios que me fue concedi­da, bajo la cual he escrito este libro.[4]
A fines de 1975 y a comienzos del 76 desde Puerto Rico se comenzó a propagar la doctrina de que así como Branham había manifestado a perfección a Dios como profeta, así los otros cuatro ministerios debían también manifestarse en la perfección de Dios.  Entonces se proclamaron cuatro ministerios mayores mundiales, a quienes debían estar sujetos los demás ministros.  El principal artífice, y maestro mayor, se proclamó William Soto Santiago; a éste disputaba el ministerio de maestro Óscar Candelario, que fue el líder más prominente hasta 1976; no obstante, tras terribles luchas de conciencia y bajo espíritu de error se doblegó ante Soto; y entonces aceptó ser llamado el evangelista mayor; pastor mayor se proclamó a Adalberto Pérez, y apóstol mayor a Miguel Bermúdez.

En enero y febrero de 1976, Adalberto Pérez y Miguel Bermúdez recorrieron Latinoamérica proclamando esto entre los branhamitas del nuevo nombre. Preparaban el camino de William Soto Santiago, a quien presentaban como el canal escogido para determinar la doctrina.  Cuando llegaron a Bolivia con esto en una reunión internacional de ministros branhamitas, no lo pude aceptar.  Ellos pasaron al Paraguay, y debido a la confusión se dividió también una vez más el branhamis­mo. Fue a partir de allí que el Señor comenzó a abrirme los ojos.  Luego, a mediados de 1976, William Soto Santiago se estableció definitivamente sobre los cuatro ministerios mayores, proclamándose el único canal escogido para interpretar el mensaje de Branham, el portador de las llaves, ya que por él fue revelado el nombre nuevo; entonces dijo ser el cumplimiento de Apocalipsis 11: el ministerio conjunto de Moisés y Elías a través de su persona.  Utilizaba citas de Branham sacadas del contexto.  Por fin, como desarrollo natural del espíritu de error, se proclamó como el Mesías en su segunda venida, la trompeta de Dios, pues la voz de mando se lo atribuyó Branham.  Recorrió William Soto Santiago América Latina, proclamando en grandes auditorios heterogéneos el día de venganza, insinuando, ya no sólo a sus seguidores sino a todo el público en general, que la segunda venida de Cristo era cumplida.  Soto fue recibido por sus partidarios en los aeropuertos de las capitales latinoamericanas con hosannas semejan­tes a las proclamadas al Hijo de David; fue, pues, proclamado y recibido como el Hijo de David.  Candela­rio y Pérez llegaron a desilusionarse.


Otro que llegó a proclamarse a sí mismo "el Hijo del Hombre" fue el ya citado Julio Alvarado en Bolivia; puesto que Branham se presentó como el séptimo ángel, Julio Alvarado dijo ser entonces el octavo, presentándo­se también como el precursado por Branham y al cual señalaba éste, pues Branham, al hablar de Elías lo prometía para el futuro, pero dando a entender que era él mismo; de manera que sus alusiones a un futuro personaje fueron aprovechadas por William Soto Santiago y Julio Alvarado.  De octavo ángel pasó Julio Alvarado a presentarse, pues, como Dios en carne humana, señalando como credenciales milagros y prodigios, y hay quienes hasta llegaron a testificar de levitaciones.  En las emotivas reuniones se presentaba proclamando lo que dice el salmo 24 respecto del Señor: "7Alzad, oh puertas vuestras cabezas, y entrará el Rey de gloria"; entonces se presentaba en medio de sus emocio­nados seguidores, los cuales se abalanzaban y extendían a él sus manos como hacia el lugar santísimo; sus lugartenientes entonces se veían en la necesidad de hacer un cerco alrededor de él.  Y como de Puerto Rico llegó la moda del nombre nuevo que debía ser revelado bajo el séptimo sello, entonces Alvarado no podía quedarse atrás; sus seguidores oraron entonces en el nombre del señor Julio.  Después leímos en el diario que había sido encarcelado por abusos sexuales y por engañar a los campesinos, la hija jovencita de uno de los cuales quedó embarazada y a cuyo hijo presentó entonces Julio Alvarado también como el Mesías.
Laurey pidió a Branham en Norteamérica apoyo para viajar como misionero a la India; mirándole Branham, se lo dio, pero le encargó que se mantuviera en humildad. Laurey, ya en la India, identificándose con el branhamismo, lideró en Madrás un movimiento que después llegó a considerarle a él como Dios, postrándo­se ante él y nombrándolo Nishu Khrisna.  No podemos narrar aquí todos los excesos a que se llegó en distintas partes del mundo al entrarse dentro del branhamismo en la consideración del séptimo sello a partir de 1974 principalmente.
Vemos, pues, que el branhamismo ha cosechado a varios falsos cristos, los que al lado de otros como Moon de Corea, Maherthal de Holanda, Abdú‑bahá iraní y los cientos que figuran en las estadísticas norteamericanas, cumplen al pie de la letra las profecías del Señor Jesu­cristo, quien nos advirtió claramente de esto.  Nos hallamos, pues, ante el panorama religioso actual: agosto de 1983. o


[1]Este capítulo fue escrito en Ciudad del Este, Paraguay, en julio 30 y agosto 2 de 1983.
[2]David Bontrayer, “Jesús tras la Cortina de Hierro”.
[3]Mel Tari, I”Como un viento recio“.
[4]Ver texto de la retractación y cartas relacionadas, en el Apéndice.