"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

miércoles, 22 de junio de 2011

LA IMPORTANCIA DE CONOCER A CRISTO

LA IMPORTANCIA DE
CONOCER A CRISTO

Cualquiera que haya comenzado a conocer a Cristo, sabe que conocerle no es cosa de poca
monta; sabe que, por el contrario, conocerle es algo de supremo valor. Empieza uno a descubrir
que se ha embarcado en la más seria aventura, la más sublime, la más bienaventurada, y la más
terrible; ¡nos compromete hasta el súmmum de nuestro ser total, y nos lo exige todo!
Palidecemos a la simple sombra de Sus pies. Y perdóneme, por favor, el Señor por hablar de
“simple sombra", pues hasta el lugar más escondido y recóndito del abismo se estremece de
pavor por Su presencia; es la presencia de Su juicio, y nadie puede ignorarla; nadie puede ya
más restarle su importancia; allí se ven las cosas desnudas, tal cual eran en la realidad. Pero
esto es solamente para aquellos que rechazan Su insondable amor. Su Amor no puede
describirse. La altura de Su Amor y la potencia de Su ira son insondables; desde aquí y ahora
comienza el hombre a conocerles. Su amor y Su ira están fundidos juntos en la naturaleza de Su
santidad. Pero Dios es grande en misericordia y lento para la ira. Glorioso es, pero también
terrible, como dijera el salmista. La Pasión de Cristo es sacra; es la pasión por la voluntad del
Padre, el celo de Su Nombre; la fidelidad purísima de la Deidad. ¡Conocerle es vida eterna! "Y
ésta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios Verdadero, y a Jesucristo, a quien has
enviado" (Juan 17:3). "Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi
Padre conoceríais" (Juan 8:19). "Y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mt. 11:27).
Conocer a Cristo es, pues, conocer a Dios. “...el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado
entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en Su Hijo
Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna" (l Juan 5:20). Hablaba aquí el apóstol a los
hijos de Dios. Aparte de éste Dios, lo demás es un abominable ídolo. En Cristo están escondidos
todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, y todas las riquezas de pleno
entendimiento, que se alcanzan al conocer el misterio de Dios el Padre y de Cristo.1 Mediante el
conocimiento de Dios en Cristo, recibimos del poder divino todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad.2 He allí la razón por la que el apóstol Pablo estimó todas las cosas como
pérdida, por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor, por amor del cual lo
perdió todo y lo tuvo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en Él, a fin de conocerle y el
poder de Su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él
en Su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de los muertos.3 Por la misma
razón el apóstol oraba insistentemente "17para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre
de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18alumbrando los
ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a la que él os ha llamado, y
cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19y cuál la supereminente grandeza
de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20la
cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares
celestiales, 21sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se
nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; 22y sometió todas las cosas bajo sus
pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23la cual es su cuerpo, la plenitud de...
---1Cfr. Colosenses 2:2,3.
2Cfr. 2 Pedro 1:3.
3Cfr. Filipenses 3:8-11---...Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:17-23).
Conocer a Cristo es, pues, de suma importancia y vital para todo hombre, pues es en Él donde
se reúnen y explican todas las cosas, y es en Él donde todas las cosas hallan su destino y
origen, su razón de ser. Y descubrir que la razón de todas las cosas anida en el seno de un Amor
que quiere revelar su insondable gloria, es algo tan sorprendentemente maravilloso que deja
anonadado a todo aquel que recibe la gracia de comenzar a ver las cosas como en realidad son.
Es entonces cuando despertamos y somos anegados de un sentir inefable, pues “Dios, quien
mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones,
para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4:6).
¡Conocerle es la consigna! Ignorarle significa la muerte, significa el caos, ¡es la oscuridad! "¿A
quién iremos? Tú (Jesucristo) tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68).