"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

jueves, 30 de junio de 2011

MANIFIESTO CRISTIANO PACIFISTA


MANIFIESTO CRISTIANO PACIFISTA


El verdadero cristiano está comprometido a Cristo y a Su causa; su primera lealtad es para con Dios y Su reino (Mt.22:37-39); ha sido libertado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino del amado Hijo de Dios (Col.1:13). Por medio de la cruz de Cristo, ha sido crucificado al mundo, y el mundo le ha sido crucificado a él (Gál.6:14).Y, aunque es enviado al mundo, no pertenece al mundo, pues ha sido elegido de entre el mundo, para vivir y morir exclusivamente para el Señor, renunciando a todo (Jn.15:19; 17:16-18; Rom.14:7-9; 2ª Cor.5:14-18; Lc.14:27,33). Su Libertador, Jesucristo, ha vencido al mundo, y el príncipe de este mundo nada tiene en Él; Jesucristo invita a los Suyos a confiar en Él (Jn.14:30; 16:33); y quienes así lo hacen, por medio de Él son vencedores sobre el mundo (1Jn.5:4,5). El reino de Cristo, del cual participan los verdaderos cristianos, no es de este mundo (Jn.18:36); por lo tanto, sus seguidores no toman las armas de la carne para defender Su causa, pues su lucha no es contra carne, ni sangre; sino contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef.6:12). Y aunque el verdadero cristiano está aún viviendo en esta carne, y es enviado al mundo, no milita según la carne, y las armas de su milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios (2ª Cor.10:3-5). No con ejército, ni con espada, sino con el Espíritu de Dios (Zac.4:6), venciendo con el bien al mal (Rom.12:21).

En la cruz de Cristo, ha sido hecha la paz para todos los que verdaderamente sde acogen a Él. En Su carne fueron crucificadas las enemistades, y los pueblos son reunidos en virtud de Él, dentro de un solo cuerpo, por el Espíritu de Dios (Ef.2:13-16), en profunda paz, la cual es Cristo repartido entre nosotros, no divididos, para hacernos uno en Él (Gál.3:27,28). Cristo es el todo en todos los que verdaderamente le reciben, y en Él no hay raza, ni nacionalidad, ni sexo, ni discriminación social, sino que en Él todos somos reconciliados (Col.3:9-11). Las barreras fueron eliminadas en Su cruz, y en Su resurrección comenzó una nueva creación fiel al carácter y propósito divinos. Los miembros de Cristo, al vivir por Él, conforman Su cuerpo, y son el vehículo del ministerio de reconciliación, embajadores de Cristo (2ª Cor.5:17-20), cuya sal no debe hacerse insípida, ni escondida bajo el almud Su luz (Mt.5:13-16).

Por lo tanto, la vocación cristiana es decididamente pacifista (Mt.5:5,9), y su moral no puede ser otra que la del mismo Hijo de Dios, del cual, el verdadero cristiano es miembro y cuerpo, quien, por el Espíritu de Dios, se sostiene. El cuerpo de Cristo no debe participar, pues, de pecado ajeno, ni de las obras infructuosas de las tinieblas, sino que más bien las debe reprender (1ª Tim.5:22; Ef.5:6-11).

Ser, pues, mansos y pacificadores, implica la no resistencia, y la no violencia (Mt.5:38-48). Ha sido prohibido a nosotros matar, y aún enojarnos en la carne (Mt.5:21-25); y se nos enseña a arreglar pacíficamente nuestras diferencias con los adversarios; amar a nuestros enemigos también se nos enseña, y aún a darle de comer y de beber, si tuviere hambre o sed, no vengándonos nosotros mismos (Rom.12:17-20).

Jesús dijo: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mt.26:52). He allí a los innecesarios muertos de guerra, que no volvieron a su lugar la espada. “Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto” (Ap.13:10). El camino de los santos es, pues, la paciencia y la fe. Todos los verdaderos cristianos son santos (1ª Cor.1:2,30). Santo significa primeramente separado para Dios.

Por lo tanto, la lealtad fundamental del cristiano, es dedicada completamente a los derechos de la corona de espinas del Redentor, nuestro Señor Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores, cuya potestad es sobre toda carne, y en todo el cielo y la tierra, y debajo de la tierra. “Es necesario obedecer a Dios, antes que a los hombres” (Hchs.5:29; 4:19).

De manera que el verdadero cristiano se escapa como gacela del que arma lazos, y como ave del cazador (Prov.6:5); y es fiel al mandamiento divino, para no comprometerse en juramento (Mt.5:34-37; Stgo.5:12). El cristiano ha sido comprado por el gran precio de la sangre de Cristo, y por lo tanto, no debe hacerse esclavo de los hombres (1ª Cor.7:23). Dios ha enseñado a Su pueblo a no dejarse arrastrar por la mayoría. “No seguirás a los muchos para hacer el mal; ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravios” (Ex.23.2). A los antiguos, fueles permitido aborrecer a sus enemigos; a partir de Jesús, a los cristianos, no. Cada hombre es responsable por sí mismo ante Dios como persona individual; y no será ignorada su culpa, si se hizo cómplice, por temor o por cohecho, con aquellos cuya dirección no se conforma a la voluntad divina expresada hoy en Cristo (Prov.1:10-19).

La invasión y la venganza están, pues, también reprobadas; sus motivos no pueden ser llamados cristianos. El cristiano no debe levantarse en armas contra su hermano, traicionando así la causa de Cristo. La guerra del cristiano es contra Satanás y sus ángeles, por amor también a todos los hombres sin discriminación. La lucha de Satanás es contra Cristo y los Suyos, usando hombres, reuniéndolos, y a sus reyes, y a sus ejércitos, para pelear contra el Verbo de Dios y contra los que están con Él (Ap.16:13-16; 19:19). El cristiano verdadero vela, pues, para no manchar sus ropas al enrolarse contra Cristo. No permitirá que sea usado, o extorcionado, contra la causa de su Señor. Y he aquí que la causa de su Señor tiene como meta el reino manifiesto de Dios, para lo cual convertimos las armas en instrumentos agrícolas (Is.2:1-4; Miq.4:1-5).

Todo lo anterior, dentro del contexto exclusivamente cristiano. Ahora bien, también es de derecho divino, entregar la espada al estado, para defender y promover el bien, y para castigar al malo (Rom.13:3-6; 1Pd.2:13,14).

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Gino Iafrancesco V., abril 24 de 1982, Asunción, Paraguay.
Con ocasión del conflicto bélico de las Malvinas en el Atlántico Sur.