"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

lunes, 20 de junio de 2011

(1) EL HOMBRE TRAS SU SIGNIFICADO




CAPITULO I 

EL HOMBRE TRAS SU SIGNIFICADO 


¡Y aquí está el hombre! tú y yo! ayer y hoy! confiamos en que también estar aquí mañana. Helo allí, junto a ti, y en ti mismo. Sus ojos espirituales interiores preguntan. La conciencia existencial de su naturaleza espiritual es como una llama anhelante, e interroga. Se da cuenta de que pregunta, pues he allí que existe. ¡Significado! significado es el sentido que persigue la vida. Súbitamente nos miramos viviendo. La vida, cual llama que lame ardorosa el elixir sagrado de lo que es, exclama por significado. Y con su sed abraza minuciosa lo que encuen-tra a su paso; y a si misma se abraza. ¿Cuâ1 es la historia de su pregunta? ¿por qué pregunta? he aquí que nos hallamos preguntando. Sí, de pronto preguntamos. ,Hay alguno que no haya preguntado? creo que no hallaré ese testimonio de un hombre por ninguna parte. Ciencia, filosofía, religión, distintos nombres de un mismo producto: la llama de la existencia que labora por un significado. Quiere hallarlo o fabricarlo, pero no puede acallar la atracción de su gravedad. La profundidad indaga. El hombre, con la profundidad en sus manos, con la profundidad en su alma, en el espíritu, mira desde el borde del abismo hacia arriba y hacia abajo; iy siente! No solo que se pregunta, sino que también siente. No siempre es dueño de lo que siente, pero lo siente. Y entonces habla; canta y se expresa; recibe y da. Helo allí, caminando por el sendero que bordea el abismo descubre que la realización total le llama. Y el caminante ye que también teme. ¿Por qué teme? él no se inventó el temor, pero lo descubrió. Por eso se afe-rran al delirio de la temeridad los iniciados en el sendero de la serpiente; he allí el vértigo de Nietzsche y el roedor de sus ditirambos dionisiacos. Se asombró el hombre porque existía; el camino le espera. Amargura corroe a Shopenhauer y absurdo a Sartre. Todos los que se deslizaron procuran acostumbrarse al abismo. ¿Cuál es la historia detrás de la pregunta humana? alguna historia verdadera habrá. Aunque la hayan olvidado, por aquí han pasado muchos y con muchas ocurrencias de respuesta. Pero la historia verdadera de la pregunta humana debe estar en algún lugar. No fue un sueño la historia ni fue un mito, aunque el mito ha sido su marido inseparable. El mito y la historia navegan siempre en la misma embarcación. Jung ye siempre al hombre necesitando al mito; y es que su necesidad no es mito, y lo necesitado es real y el mito viene a suplantarlo. Mirad lo que pretende suplantar la "ciencia". ¿Quién fue anterior, la historia o el mito? no podemos decir que el mito, pues así el mito no sería más mito. Muchos mitos son versiones deformadas de
una verdadera historia que en alguna parte tiene su versión. Resulta insensato despreciar con prejuicios el sentido del mito. Lo que debe más bien hacerse es escudriñar la genealogía del mito hasta su raíz, verificando el camino y la partida de sus desviaciones, y hallando el tronco original que nos llevará a lo que ya no es mito sino realidad histórica. Una historia verdadera es la raíz de la cual se desprendieron los mitos. Esa historia se conserva fiel en algún lugar. La documen-tación antigua más digna de confianza ha demostrado ser el conjunto de escrituras sagradas judeocristianas. El mito es la respuesta que se da un pueblo ante su condición. Tal condición tiene una historia real; por lo tanto el mito se desprendió de allí, aunque en el camino se halla degenerado. No todo es tan solo mito en los mitos, como tampoco todo es ciencia en las ciencias. Más bien diríamos que muchas hipótesis científicas son evidentemente también mitos, y cumplen el papel del mito entre sus adeptos. La fe en la ciencia es la nueva mística de la mitología actual. La "ciencia" es el mito moderno. Hay una realidad autentica que sobrevé el correr genuino del hilo de la historia plena del hombre. Y hay también una engañosidad de facto que alimenta con intereses creados la interpretación del hecho real. Los hombres escogen poner su fe en uno u otro poder. Y si decimos que la historia es anterior al mito y que a ella se allegaron los mitos, 4dónde está esa historia? ¿dónde ese hilo confiable? la madeja de opiniones es abrumadora; pero ese hilo confiable de la realidad no ha dejado de pasar por aquí, pues la realidad es ella misma. La historia es verdadera en su realidad, y trascendente. Sus efectos son evidentes y presentes; no se trata de meros documentos desaparecibles como lo pretende el hermano mayor de la ficción Orwelliana. Las huellas de la historia se conservan aún entre la incertidumbre. Mirad como les buscan. Si la historia fue historia y no es sueño, el testimonio autentico de su "qué" nos acompaña. Poco importa si en la procesión le siguen y rodean los mitos, sean éstos científicos, filosóficos o religiosos. El hilo confiable del testimonio auténtico de la historia flota sobre las aguas de la corriente del río de la humanidad. Se estrujan entre si las aguas; se chocan y se mezclan las corrientes; pero allí van todas juntas a pesar de todo, cargando con el peso de lo que en realidad ha sucedido y que tarde o temprano brota. Las similitudes de la historia verdadera con los mitos son obvias y tienen su razón lógica de ser. Han de parecerse si provienen de un pasado común. El mismo mito confirma el detalle auténtico de la historia. El mito corresponde a la psicología de los pueblos, porque esta corresponde a su historia. Esa historia se remonta hasta el primero, tras sus huellas. Las huellas del primero son más historia que mito. El primero debe ser inevitablemente una realidad. Adán no puede faltar. Uno habría de ser el primero.
Interpretar el mito como mera transformación de la libido es a todas luces insuficiente. Ciertamente que el origen de la historia no fue la libido. Más bien diríamos que la propia libido tiene su historia. Después viajaron juntas; pero antes de ellas hubo un comienzo que se nos muestra sorprendentemente inteligente en su diseño. En ese comienzo se plasmó un poder. Obviamente que no es la lívido, de existencia contingente, la que puede producir al Creador. Es el Creador el que dio curso a la libido. No son la mística ni la metafísica un mero símbolo sublimado de la libido. Más bien, es la libido un efecto, un reflejo y un símbolo del acontecer metafísico; un resultado evidente de una realidad trascendente. La correspondencia, pues, entre el mito y la libido debe interpretarse en sentido contrario al de sublimación. Los neo-freudianos se han deslizado del Campo psicológico al epistemológico, cerrándose a la evidencia objetiva metafísica. Diluyeron para sí mismos el contenido real del testimonio de la revelación histórica. La consideración parcializada de solamente la parte subjetiva del mito, ha llevado a algunos de sus estudiosos a una interpretación errónea de la conducta humana. El mito, considerado meramente como transformación y sím-bolo de la libido, divorcia al hombre de las realidades objetivas mismas que dispusieron la estructura dinámica. El mito y la libido se relacionan, pero la objetividad hace más factible que el mito contenga disfrazada la historia que explica a la libido, en vez de explicar la libido al mito suficientemente. El objeto libido demanda una historia objetiva y hela allí disfrazada de mitos que provienen de hechos ajenos a las meras representaciones de la libido misma. La libido es contingente y no se creó a sí misma. Tampoco existe evidencia científica de su evolución, a menos que se traguen crudas hipótesis superficiales e improbables. Examinad la erudición hermética y los hallaréis postrados ante los mismos demonios primitivos. Si fuésemos a emplear la terminología psicoanalítica que no aprobamos del todo, diríamos que la energía del super-yo no es extraída únicamente del ello. Pues el arquetipo y la estructura del super-yo tienen su historia independiente mientras la libido demande un estructurador y una fuente original ontogénica y filogénica. La relación ello-yo- super-yo no debe confundirse siempre con transformación libidinal o sublimación. Evidente es que la libido no es toda la realidad ni la única naturaleza en las cosas evidentes que existen. El cuerpo no es el alma, y el alma no es Dios, aunque la estructura esté plenamente dispuesta para relación. No obstante, a pesar de la relación, la naturaleza de cada uno conserva una característica irreductible. El alma no puede ser reducida meramente al cuerpo aunque se relacionan. El hombre es una unidad integral, más poli-dimensional, que disfruta de diversas naturalezas. Tampoco Dios puede reducirse a un mero producto del alma. La
perspectiva es justamente lo contrario: Dios explica al alma, y el alma explica al cuerpo; no al revés. La psiquis no es independiente ni autosuficiente. Las necesidades del ello tienden un puente hacia realidades ajenas a su misma existencia. Igualmente el yo se abre a la relación sociable. El super-yo se apoya en la realidad de lo que representa. La interrelación ello-yo-súper-yo no puede ser nunca un círculo dinámico aislado; ni la dinámica de su es-tructura es autosuficiente. A cada estadio corresponde una realidad externa a sí mismo. El concepto de sublimación es insuficiente. Existe si una utilización de la energía psíquica puesta al servicio de la comunión con la realidad externa; pero claro está que nunca tal realidad externa será una mera transformación de la energía psíquica puesta a su servicio en la comunicación. La comunión de la energía del sujeto con la energía del objeto complementario es la participación dentro de la realidad. La satisfacción de las necesidades innatas e instintivas, de auto-conservación, placer, comunicación, reproducción, morales y religiosas, etc., solamente se realiza válidamente con el real objeto complementario de energía externa: alimento, sexo, amistad, Dios, etc. . La mera representación de estas cosas hecha con la energía del sujeto no provee suficientemente para la necesidad real; necesidad tal que llega a ser el lenguaje del acoplamiento y acomodación de la es-tructura humana dentro de toda la realidad de su contexto. El mito no es pues solamente un símbolo de la libido, sino una interpretación, errónea o no, de la realidad exterior e interior dentro de cuyo contexto la libido es apenas un elemento que también debe acoplarse y acomodarse; por eso su analogía a todo el proceso de la marcha de la realidad. La historia real, aparte de la libido, tiene su aporte abundante en la formación del mito. La libido participa en el mito por cuanto participa de la realidad. La correspondencia del mito con las necesidades de la libido se debe a la correspondencia de la urgencia de participación libidinal con la realidad verídica que el mito representa, erróneamente o no. Si el mito representa con mucho error la realidad, el hombre no quedará satisfecho. Los intentos científicos de interpretación son también místicos y buscan responder a la misma indagación subyacente. La verdadera historia, que podríamos llamar sobrenatural, de don-de el mito derivó pervertido, satisfará esa ne-cesidad humana. La comunión con el Dios verdadero encajará a plena satisfacción dentro del hombre, proveyéndole para su comunicación con la realidad total y su intelección, de la cual Dios es el eje. La revelación divina colocará al hombre en armonía con la plenitud de todas las cosas, pues Dios es la razón final real a quien todo finalmente presenta y en quien todo se reúne, y a cuya manifestación tiende la integración de toda la realidad. Queda hecha pues la realidad el efecto de la evidencia del Ser Divino en quien todo subsiste y de quien y para quien
lo es todo. La salud es pues la conformidad al propósito eterno de la Deidad. La terapia es la revelación, la redención y la disciplina paternal de Dios. La historia es parte de todo esto. Solamente el objeto preciso complementario satisface realmente a cada necesidad. El objeto complementario final de plena satisfacción total es el Dios verdadero. La revelación, la redención y la disciplina divinas corregirán los pasos de la humanidad hacia su pleno sentido. He allí la razón de la historia. La simple energía del sujeto como realidad parcial, mitiga tan solo momentáneamente, con la mera representación de la realidad complementaria, al hambre de la ausencia; pero nunca satisface realmente su necesidad auténtica. La realidad objeto com-plementario "alimento", "sexo", "amor", "Dios" debe estar presente con toda su evidencia de ser, para lograr la definitiva satisfacción. Sonar que se come no satisface la necesidad auténtica; mera masturba6ón no llena el papel de copula perfecta y amorosa matrimonial; fría cortesía en vez de amistad sincera no satisface. Aparentación religiosa en lugar de verdadera comunión con Dios no satisface. Solo la evidencia misma del objeto complementario logra su propósito. Es por eso que la historia corre de desilusión en desilusión aprendiendo a encontrar su objeto complementario verdadero el cual es Dios mismo. No era religiosidad, ni economía, ni bienestar simplemente material. La actual pugna de Oriente y Occidente es un azote disciplinario para volvernos la mirada a la pureza de la revelación traída por el más singular personaje de la historia humana: ¡Jesucristo!. Al comienzo de la historia se plasmó pues un poder. Todas las cosas indefectíblemente traen el mismo sello. Y aquí estamos para interpretar el sello; todos y cada uno. De manera que al hallar la interpretación, el sello interpretado nos interprete a nosotros. Nosotros interpretados, será el significado. ,Como interpretaremos el sello? ¿Quién nos lo interpretará? Aunque Protágoras, Parménides y otros hayan pensado diferente, el hombre no es la medida de todas las cosas. Aunque por sí mismo indaga, lo mucho que hace es acumular información. Su estructura de credulidad es asombrosa. Mirad cuántas cosas ha llegado a creer; tan variadas máscaras han vestido sus oráculos. Necesita creer. El hombre no es la medida de todas las cosas. Cuando quiere saber, siempre ha necesitado que le cuenten la historia. Y qué "historias" le han contado. Sin embargo y con todo eso, una historia trascendente ajena a su propia interpretación siempre le acompaña; el hilo confiable de la realidad trascendental. La realidad suprema es el significado buscado y es la razón de la existencia. La realidad suprema no es la suficiencia del "sí mismo"; sino que éste está relacionado con el dónde, el cómo, el por qué y el para qué.
El "sí mismo" no es la respuesta suficiente; de otra manera no se formularía la pregunta existencial, sino que se bastaría a sí mismo; lo cual ha demostrado ser imposible, dada nuestra contingencia fundamental. Un reclamo vivo requiere una respuesta vivificante. Es obvio que el derecho de "para sí" que pretende la existencia es muy relativo. Derecho absoluto corresponde únicamente al diseñador de la estructura quien además es su sustento. La existencia humana no puede evitar sentir el abismo. La dinámica existencial de la psiquis requiere un sustento ajeno a sí. Las puertas de la perturbación psíquica se han abierto cuando se ha pretendido un apoyo auto-existencial independiente y encerrado en sí. He allí el gran significado de la caída del Edén. La nostalgia es esa insatisfacción debida a lo incompleto del reposo de la existencia sobre sí misma. El superhombre es una locura, un delirio maligno e infernal. Cuando lo hemos intentado hemos apenas hallado nuestra propia esclavizante enfermedad, depravación asquerosa. No podemos menos que confesar que en ese derrotero se nos ha escapado el equilibrio. La energía psíquica existencial le ha sido prestada al hombre para que cumpla su servicio dentro de un contexto pleno que rebosa sus límites. Surgen conflictos en el contexto circunstancial por causa del alejamien-to del eje unificante, abiertamente Dios. El hombre se desarrolla con una nostalgia acompañándole; pero el derramamiento de la revelación divina tiene la capacidad, ya puesta a prueba, de satisfacer de plenitud al ser. Hay pues una copula legítima para la existencia humana y es en su espíritu con Aquél que lo dio a luz. Es obviamente fraudulenta toda copula espiritual ajena al diseño del Estructurador. Por esta razón, aun el animismo y el espiritismo que pretenden tender hacia lo trascendente culminan en posesión demoníaca. El espíritu es el radar metafísico que indaga en el infinito y en el absoluto su objeto complementario definitivo. Y esta definición es la verdad que había de ser revelada. Dios hecho hombre en la historia humana. de la vida no es necesariamente una evolución, ni rígidamente hablando una conversión por sublimación. Pero la vida sí tiene su dignidad propia en su nivel natural. El mineral no necesariamente se convierte en vegetal, pero le sirve y cuando le sirve halla la dignidad y razón plena de su ser como mineral y allí culmina su servicio y sentido. El vegetal, aunque se sirve del mineral, no es un mero producto de éste, sino que posee su naturaleza propia según un propósito dádole también propio y distinto del de el mineral. El vegetal halla su dignidad y servicio a los pies del animal. No evoluciona en animal aunque a éste sirve. El animal recibe el servicio del vegetal desde una naturaleza que ya le es propia y distintiva de su nivel, recibida genéticamente conforme al diseño del
Autor que le otorgó su estructura y función propias. Los dones inferiores no tienen facultades ni propiedades diseñadoras en su naturaleza innata para diseñar algo superior a sí mismos. El animal, pues, sirve al hombre pero no lo hace. Nada tiene el animal en su naturaleza para diseñar a un hombre, pero le sirve porque fue él mismo así diseñado. El hombre también se descubre diseñado para servir a la Deidad; y esto es lo normal y natural; es la historia de los pueblos y mi propia historia. La rebelión es simplemente un anti-servicio que también evidencia la estructura. Hallar, encaminado al Dios verdadero, el servicio más perfecto y eficaz es el fin Ultimo del hombre; para lo cual debe comprender a Dios que desea ser contenido, vivido, expresado y representado por el hombre. Tal alianza es la adoración verdadera, y todos los niveles de energía están diseñados para confluir en este servicio. El hombre pues vive, sobrevive, se reproduce y se defiende, como servicio a Dios. Si comemos y bebemos debemos hacerlo para Dios. La destrucción del servicio de la vida en cualquier nivel significa enfermedad y muerte. Es por eso que cada clase de servicio de cualquier tipo de energía vital es ya sublime en su propio nivel, natura-leza y propósito. No se trata pues, estrictamente hablando, de conversión de una energía en otra, sino que en el hombre es servicio integro de su función homínida. Esta, para el hombre, consiste simplemente en ser hombre en todo el sentido de la palabra, para Dios. No es una energía inferior que se transforma en otra superior, sino que la función integral está ya diseñada y dada en su nivel propio desde el mismo principio. No elaboran las energías su servicio, sino que para tal servicio fueron diseñadas tales energías en su propio nivel. El Autor preparó el diseño y éste constituyó el servicio; el servicio utilizó la síntesis de las distintas energías confederadas que estuvieron allí para un plan preconcebido. El instinto es natural y también lo es la moral. Revisad la historia y lo encontraréis así tanto en Confucio del oriente como en Aristóteles del occidente, aun antes de Cristo, perfección moral. Los rudimentos de la ley están escritos en la conciencia. Las energías no se subliman pues creando un servicio sino que sirven según una función sublime de por sí. El impulso primario del hombre es su propia hominidad integral. He aquí por qué repudiamos el mecanicismo y el materialismo. Nuestra mirada a la historia y a nosotros mismos descubre a un hombre más profundo, complejo y diseñado para la trascendencia en su propia personalidad particular. El hombre real es cada uno, y no una mera "humanidad" abstracta. Y el juicio de los culpables se hace inevitable a la luz de aquellos que en condiciones peores escogieron servir mejor. Por eso los mártires son el juicio del mundo. La historia se erige cual maestra y fiscal. Podemos notar también dos aspectos de la historia: Uno, que hace de la historia un registro subjetivo. Otro, que trasciende al individuo y se
remonta a las alturas objetivas como testigo y espectador imparcial. Estos dos aspectos de la historia afectan la continuación de ella, pues también la subjetividad y la objetividad son realidades que se afectan entre sí. ¿Se hallará el hilo confiable en su coincidencia? ,será que pertenece al hombre o está al alcance de su mano la realidad exclusivamente objetiva que prescinde de la subjetividad humana?. El hombre es un sujeto y las cosas en sus manos toman el color de sus huellas. Además, la existencia subjetiva del hombre es también un objeto de la historia y un motor en ella. De allí que esa existencia objetiva de la subjetividad se abre paso para tomar al menos relativamente el derecho de participación, con lo cual se hace ine-ludiblemente responsable para desembocar en la justicia o en al culpa. Decimos también entonces que la realidad trascendental llamó al hombre subjetivo y real a participar. Y le confirió un derecho relativo. Hallamos entonces al hombre como realidad en medio de una realidad más amplia que sobrepuja en mucho los límites de su individualidad. Esa relación del hombre con su contexto, y esa cibernética de la plenitud total de la realidad, establecen un punto de intercomunicación en el que hallamos la disposición de la estructura humana que nos ayudará a observar el significado antedicho de la existencia del hombre. Tal significado no se puede hallar sino en la relación del hombre con la realidad suprema. Por otra parte, hallamos a la existencia humana como un hecho posterior al resto de la realidad objetiva. Hablamos de la existencia de la personalidad particular. Al hablar de realidad objetiva no nos estamos circunscribiendo meramente al finito, incierto y variable conocimiento subjetivo de los hombres particulares; sino que tomamos también en cuenta aquella realidad del más allá de nuestros pues no somos la medida de todo. Tal realidad del más allá, aunque desconocida, está sin embargo estrecha y necesariamente relacionada con lo que conocemos parcialmente; e influye sobre esto ineludiblemente, en virtud de la unidad de lo real. De esta completa realidad objetiva emerge el hombre como resultado, y esto es precisamente lo que explica la razón de su pregunta. Pregunta porque no es el todo sino una parte. Tal naturaleza le hace, como decíamos, susceptible de credulidad. Necesita el hombre creer. Ante la realidad suprema necesita el hombre ser crédulo. Su fe puede caer en el vacío o descansar en el engaño; puede también enfocarse en el eje de revelación que hace brotar su evidencia desde el vértice de intelección total que solo puede hallarse en el Dueño y Estructurador absoluto. El hombre necesita pues ante la realidad suprema ser crédulo. Su yo subjetivo no puede ser la máxima seguridad pues no es una isla auto-existente. Sin fe nunca entrará el hombre en relación con el contexto y tendrá que regresar al absurdo de un "sí mismo" que huye. El sentido
coman tiene una de sus bases en la fe natural. El desarrollo de las evi-dencias rubrica la confiabilidad de la fe y del sentido común. El agnóstico se embota a si mismo extirpando la realidad de su fe natural. Se entrega a un ánimo pesimista de trasfondo moral. Desea esconder su culpabilidad en un escepticismo apresurado y hasta traído de los cabellos. Pero cuando se trata de sobrevivir para sus placeres entonces vuelve a ser crédulo. Los más escépticos y nihilistas están allí cargándose responsablemente a sí mismos con el peso de la soledad de su propio existir auto-condenado a incertidumbre, y lo sienten con un peso inevitable. Son, sienten que son, lo saben y hasta les molesta y angustia; pero aun así se resisten a abrirse e invocar el vértice de relación que ha dado testimonio de sí y del cual no aceptan voluntariamente verse suspendidos. Cuelgan también de allí, pero no quieren mirar hacia afuera; no quieren usar su fe natural. Pero ¿De quién escapan? resto de la realidad? ella les alcanzará. Es deshonesto pretender ignorar que no nos hicimos a nosotros mismos y que no somos únicos. La puerta de la locura dionisiaca está en ese derrotero. La estructura total rechina con dolor en protesta. Un miembro del cuerpo en posición anormal se duele porque su equilibrio se halla en la normalidad. Alegría gloriosa o náusea detectan si se está en enfermedad o en salud, en verdad o en ilusión. No le deis el crédito al engaño. ¿Podrá la mentira hacer feliz?. La felicidad es el premio de la verdad, y el dolor la recompensa del error. El hombre llega al punto donde necesita desplegarse hacia afuera y fundirse en alianza de amor con el resto de la realidad que le rodea por dentro y por fuera. El hombre busca entonces el complemento pleno de toda su existencia. El complemento pleno de la existencia humana es la realidad suprema. Encajar en el seno de la realidad suprema es el significado buscado. Del hombre entonces, su existencia como ente de ser se lanza en pos de la plenitud ontológica de realización para hallar en ella su razón de existir. Se despliega de los límites del yo hacia un necesario "Tú". La razón de su existencia se hallará en la Divina Esencia Otra del ser Divino que lo es en sí, abiertamente el Dios verdadero. Es esta Divina Esencia Otra, evidentemente trascendental, la necesaria ante la existencia limitada y contingente que se hunde sin poder sostenerse a sí misma sufi-cientemente. ¿No fue acaso Nietzsche el profeta delirante del ateísmo? vedlo allí en el manicomio postrarse ante una imagen de la virgen pidiendo ayuda para continuar su rebelión satánica; vedlo allí autoproclamarse un condenado, como consta en su último libro "Mi hermana y yo". Antes de su locura irrefrenable también había reconocido en su poema "Entre aves de rapiña" que se había dejado seducir en el jardín de la antigua serpiente para cavar enfermo un pozo para encerrarse a sí mismo. ¿Quién ha sido vuestro héroe? ¡el pobre diablo! La existencia carcomida en sus entrarías por el abismo y el va-
cío, obviamente no es la razón propia que puede sostenerle. La nada no sustenta, sino que carcome a la existencia. Dios, que es la misma Divina Esencia Otra y trascendental, como ente de plenitud ontológica de ser en sí y por sí, es la razón esencial que sustenta a la existencia humana y le otorga su significado dentro de Su amor. Dios es aquel "Tú", aquel Sujeto compañero total y vivificante, imprescindible, de donde emana como creación el todo, y donde se sostiene, se vuelca y se reúne, en copula perfecta, la realidad suprema. La Fuente y Suma de toda perfección es la Deidad Trascendental, Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente que dice de sí misma ante los hombres: "Yo soy el que soy". La existencia humana que es viviente busca necesariamente su complemento, la razón de su vivir, el principio que le vivificó. La problemática existencial implica un derrotero. La alternativa presentada es seguir tras la realidad suprema hallando su fuente Para beber de ella. En su defecto, quédale engañarse merodeando sin buscar, o acallando la protesta de la conciencia, haciendo pasar el tiempo, esperando la muerte y quizá con una váguida esperanza indescifrable; es decir, la tibieza. 0 en defecto de éstos, huir hacia si en el reino del absurdo. Otros directamente se suicidan; pero 4escaparán acaso? ¿qué saben ellos de lo que les espera más and? ¡nada, no saben nada! aunque quisieran para siempre desaparecer. Anhelan creer que todo terminará, pero no pueden presentar a nadie, ni a sí mismos, ninguna garantía. Netamente les queda tan solo un deseo irracional de no ser. He allí el hombre con su existencia! el camino le espera. Realización total mediante su fusión con Dios en la realidad suprema; matrimonio de la existencia creada con el principio divino vivificante y absoluto. El hombre es amado de Dios. El significado se halla en la pertenencia al Dios verdadero que es personal, Sujeto Trascendente que pudo todo lo podido, por nosotros parcialmente encontrado; que supo todo lo que pudo y que está presente sustentando lo podido. Este Dios es uno solo y pleno, pasión en sí de amor eterno, Dios Padre Creador revelado en amor por Su Verbo, que es Imagen de Su Hipóstasis y Resplandor de Su Gloria, Su Hijo, Igual y consubstancial; Pasión tal que es Espíritu, y Espíritu Santo. Dios es la Esencia trascendente primordial que sustenta la plenitud del todo de la realidad absoluta, mediante Su Verbo que es mediador entre la trascendencia eterna y la inmanencia sustentatriz. A Él le llamamos la bandera de la evidencia del Ser Divino Trascendente que lo es en sí y por sí, cuyo nombre es "Yo soy el que soy", que es y se revela mediante sí mismo, como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: Uno solo y amor. Una pregunta viva que requiere una respuesta vivificante. Vida eterna es el desafío.
Cuando el hombre se separa de Dios, el silencio divino abre un abismo en las entrañas del individuo, y el vacío carcome fatalmente. Es la muerte en el alma de que hablaba Sartre. La nada como agujero del ser, según su lenguaje. La existencia siente el abismo. La existencia percibe, piensa y siente. En el espíritu percibe la presencia o la ausencia. Con la razón piensa el alma y con la emoción siente. Y el resto de toda su estructura integral está estrechamente relacionada. Según percibe piensa. Según piensa siente y según siente piensa. Es la dinámica del alma, envolviendo al espíritu, como existencia psíquica. Es la persona con un lugar insondable para conocer a Dios, para hallar el vértice de la realidad suprema, el sentido pleno de la razón de su percibir, pensar y sentir; el para qué de su razón y su emoción, su aprender espiritual y su conocer natural. El Divino "DI" vivificante y trascendente es la respuesta absoluta. Precisamente el caso de la confesión del apóstol Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Sobre la rota del Hijo-Mesías revelado de parte del Padre y confesado por el hombre, Jesucristo prometió edificar Su Cuerpo místico; allí donde las puertas del hades no pre-valecerán. La fe que es por la gracia cerró las fauces del abismo. El abismo no puede tragar a aquél que se ha fundido con ese Tu "trascendental". Ha roto el círculo del interrogante existencial y hallo el sentido de su percepción, razón y emoción; de su ser total. Ahora participa, en el espíritu, de la naturaleza divina y hereda como propio el universo. La síntesis de la realidad suprema se efectúa en un Dios personal trascendental vivificante que lo llena todo de sí y se comparte al individuo y al hombre corporativo que llega a constituir mediante la reconciliación en sí de los regenerados. Es en Dios en quien somos y nos movemos. Su revelación eterna ha proclamado: "Yo soy el que soy". La existencia recibe su energía espiritual y psíquica con la que intuye, aprehende, tiene conciencia moral, piensa y siente, de una manera prestada y estructurada de manera que sirva a la comunión del contexto de todas las cosas y Dios. A esas energías se les asigna pues un derrotero y se le permite un derecho relativo. Con ese derecho relativo experimenta el sentimiento, el pensamiento y la realidad del albedrío, con el fin de que apunte voluntariamente todas sus fuerzas hacia la comunión suprema expresada en el mandamiento moral de amar a Dios sobre todas las cosas, con todas las fuerzas, la mente, el alma; y amar al prójimo como a sí mismo. Por lo menos a esta segunda parte se avino en desembocar Erich From, para no salir totalmente deshecho. En Aquel mandamiento completo se ye la síntesis de la comunicación y de la ubicación de la existencia en el contexto de la realización total.
El derecho divino es absoluto, y su concesión de derecho relativo a la existencia humana tiene el propósito de la participación libre, el gozo supremo de la comunión perfecta en la vida divina hecha asequible al hombre. Tal jubilo inefable hinche toda plenitud rebosando el abismo interior hasta saturar a la existencia que le contiene cual vaso, y que ahora, a través del espíritu y por el canal de los pensamientos y sentimientos de la psiquis propia, experimenta el vínculo universal del amor inefable, expresándolo para ir haciéndolo visible, y hallar en él el ambiente normal de su existencia significativa. El universo visible e invisible donde las existencias hallan su contexto, es entonces una manifestación vibrante del poder del Fiat divino. La energía inmanente en esa vibración responde al Dios personal vivificante y trascendente que suministra existencia de la nada a partir de sí mismo por medio del Verbo que es atributo de su plenitud. El conflicto contextual acontece, pues, cuando la existencia humana usurpa la energía prestada que le ha sido suministrada para servir en el contexto, y entonces pretende una position independiente, haciéndose a si La ansiedad y la desesperación se hacen sentir rayando más allá de lo macabro. La vergüenza quita el Ultimo asidero de esperanza. Esto no es poesía. Muchos casos de muerte clínica revividos atestiguan cosa semejante; y experiencias alucinógenas y espíritas son un anticipo. El terror que experimenta el alienado no es un cuento. ¿Qué será de la perdición eterna? Tan solo hay salvación en el retorno oportuno a Dios mediante la expiación en Cristo Jesús. Cuídese el hombre de no volverse a un sustituto, pues otra mera creatura no bastará. Para retornar se necesita creer en la gracia revelada históricamente en Jesucristo, y escoger la razonable fe y el arrepentimiento lógico. Del monoteísmo original, como lo atestiguan entre otros Petrie, Langdom y Albright, los pueblos se degeneraron al politeísmo animista entregándose a otras creaturas, resultando posesos de entidades espirituales malignas. Cualquier religión no bastará. La filosofía existencialista y su correspondiente "teología" son también una actitud religiosa perversa; es la religión de la serpiente. El humanismo a ultranza es la misma actitud de Satanás; sustituyendo al Creador por la creatura. No es cuestión de una religión cualquiera, sino de auténtica amistad con el Altísimo Uno que se reveló como "Yo soy el que soy" declarado por Su Verbo que es el Hijo Unigénito hecho hombre y sujeto de la historia con el propósito de traer a esta la gracia condescendiente mediante la crucifixión, rubricando con la resurrección ante testigos de la más alta calidad moral que se expusieron a la muerte por sostener su testimonio. ¡Jesucristo es el camino!