"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

lunes, 20 de junio de 2011

JESUCRISTO EN LA TIPOLOGÍA FESTAL

JESUCRISTO
EN LA TIPOLOGÍA FESTAL


El Señor Jesús es el fundamento
El Señor Jesús es el fundamento. La primera epístola del apóstol san Pablo a los Corintios está dirigida a una iglesia que estuvo pasando por algunas dificultades debido a que acontecían cosas propias de la niñez en Cristo.  El apóstol en la carta, entre otras cosas, les enseña que ellos son un edificio, una labranza, y al mencionar el símil del edificio, se los dice de la siguiente manera:

9Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 10Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 12Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera heno, hojarasca, 13la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. 26¿No sabéis que sois templos de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:9-17).

El siguiente versículo también es muy importante, pero para tratar lo relacionado con el contexto del edificio, del tempo de Dios, basten estos versículos por el momento. Aquí el apóstol presenta el edificio de Dios con dos partes: Una parte es el fundamento, y la otra es la sobre-edificación.  Respecto al fundamento es estricto; él dice: “…nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. Ahora, sobre ese fundamento “cada uno mire cómo sobreedifica”. No dice: cada uno mire qué fundamento pone; no.



Nadie puede poner otro fundamento; pero sobre ese fundamento cada uno mire cómo sobreedifica; es decir, se puede edificar sobre ese fundamento con materiales como el oro, la plata y las piedras preciosas, representando todo esto la naturaleza divina, la obra de la redención y la obra de la transformación por medio del Espíritu Santo; o lo contrario, también se puede edificar con madera, que es lo meramente humano; o con heno, que es como la paja y muy parecido al trigo pero sin granos; o con hojarasca, que son las hojas que caen de los árboles porque se secan al no llegarles la savia. Se puede edificar algo al Señor sin la savia de Dios, o edificarlo con oro, que representa la naturaleza de Dios. Sin embargo, en este momento vamos a tratar no lo relativo a la superestructura sino lo relacionado con el fundamento, puesto que la sobreedificación simplemente trata con el galardón, mientras que el funda­mento trata con la salvación.  Esa es la diferencia entre el fundamento y la sobre edificación.
El que no está en el fundamento, que es Jesucristo, está perdido; pero el que está en Jesucristo, puede tratar de servir a Jesucristo a su manera y su obra ser quemada, pero él no pierde la salvación, sino que él mismo será salvo; aunque sea por fuego, pero será salvo.  Entonces quiere decir que lo relativo a la sobreedificación afecta la recompensa del creyente, en cambio lo relativo al fundamento determina si la persona está salva o no.  Antes de tratar lo relativo a la sobreedificación, que también es importante, trataremos el fundamento, porque Dios quiere todo el edificio. ¿Qué hacemos con tan sólo el fundamento?  El quiere que sobre ese fundamento se edifique la estatura de la plenitud de Cristo; por eso tiene que establecerse en Jesucristo.  El fundamento es la persona del Señor Jesús, es Jesucristo mismo;  tenemos que mirar lo relativo a Su persona, lo relativo a Su obra y lo relativo a Su enseñanza.

La persona del Señor Jesús
Primeramente veamos lo relacionado con Su persona. ¿Quién es Jesucristo? ¿Cuál fue la confesión que aprobó el Señor? La de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”[1]; es decir, que Jesús es el Mesías, aquel que estaba prometido. Y ¿cuál es el Mesías prometido? Dios mismo que se haría hombre, como dice en Isaías 9:6: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”.
Dios enseñó que Su Hijo vendría a la tierra como un niño y ese sería el Mesías, Emmanuel (Dios con nosotros). Entonces hay que reconocer los dos aspectos de la persona de Jesucristo: Su divinidad y Su humanidad.  El Señor Jesús es el Hijo de Dios y en cuanto Hijo de Dios, el Verbo de Dios, Dios mismo. En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios; y aquel Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y fue hecho semejante a los hombres, tentado en todo, conforme a nuestra semejanza; estuvo en la condición de hombre, se humilló, murió por nuestros pecados y resucitó íntegramente, completamente, y se sentó a la diestra del Padre, y allí intercede por nosotros. Esta es la persona, esta es la obra y esto es lo principal de la doctrina apostólica que fue primero la doctrina de Cristo.
Quisiera llamar la atención sobre distintos aspectos acerca de la persona y obra del Señor Jesús; y para esto quiero valerme de algunos pasajes de la epístola a los Colosenses, y otros que nacen de éste.


Rudimentos tipológicos


16Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, 17todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Colosen­ses 2:16-17).
En aquella ocasión, en aquella coyuntura histórica, el apóstol Pablo estaba escribiendo a esta iglesia porque sus miembros tenían la siguiente dificultad: por un lado, los judaizantes querían hacer a los cristianos como judíos y, por otro lado, los gnósticos querían hacerlos gnósticos.  Por esa razón la epístola a los Colosenses es para tratar a los judaizantes y a los gnósticos.  Los judaizantes querían que los cristianos se circuncidaran para ser salvos y se sometieran a la ley de Moisés imponiéndoles que no tenían que comer esto o aquello, que tenían que guardar ésto y que tenían que guardar aquéllo.  Entonces, en este contexto, en esta coyuntura histórica, Pablo les escribió lo siguiente: “Por tanto, nadie os juzgue (como quien dice, no se dejen amedrentar, o criticar, o asustar) en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo (porque de eso era que estaban pendientes los judaizantes, de lo que había que comer, de lo que no había que comer, de lo que había que guardar, etc.)”.
Pablo también le dice a los gálatas: 9Mas ahora (es decir, antes sí vosotros estabais en una situación diferente, pero ahora que hemos recibido a Cristo, que estamos en el Nuevo Testamento), conociendo a Dios, o más bien (Pablo corrige sin haber dicho una mentira), siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (¿Cuáles eran esos rudimentos?) 10Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 11Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros” (Gá. 4:9-11).  Eso nos dice que también a los gálatas querían someterlos a las fiestas judaicas, a la tradición judaica.
Pablo está enseñando algo en Colosenses, al decirles: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta”. Fijémonos que esos días de fiesta, luna nueva o días de reposo, son cosas diferentes.  Los días de reposo eran los sábados, las lunas nuevas eran cada mes y los días de fiesta eran otras fiestas que se celebraban en Israel aparte de los sábados. Entonces tenemos aquí tres tipos de celebraciones festivas judaicas:
a) Las fiestas solemnes o los días de fiesta,
b) las lunas nuevas, y
c) los días de reposo, cada séptimo día.


Los judaizantes querían que los cristianos guardasen los mismos días que ellos guardaban, y los de Galacia ya estaban guardando los días, los meses y los años, y Pablo les dice que parece que trabajó en vano con ellos, que cómo es que quieren volverse atrás, retroceder otra vez a los antiguos rudimentos. La explicación de Pablo para estas fiestas, esos ritos, esas comidas, es el siguiente versículo, al decirles: “…todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2:17).
Notemos que san Pablo entiende por el Espíritu Santo que aquellas comidas, aquellas bebidas, aquellos días de fiesta, aquellas lunas nuevas o novilunios, aquellos sábados, no eran sino la sombra de lo que habría de venir, pero lo que proyecta la sombra es un cuerpo. Si hay una luz que alumbra y viene un cuerpo para entrar en un cuarto, primero llega la sombra si la luz es proyectada desde atrás; entonces cuando nosotros vemos la sombra, por ella entendemos qué clase de cuerpo es el que va a entrar: si es un hombre, si es una mujer, si es un animal, eso se sabe por medio de la sombra; uno mira la sombra y ella nos avisa lo que viene.  Pablo dice que el Antiguo Testamento era como una sombra. Dice que aquellos mandamientos acerca de comidas, bebidas, días de fiesta, novilunios y sábados, todo esto, fijémonos en la palabra todo, “todo lo cual es sombra”, pero en realidad lo que proyectaba esa sombra era Cristo.

Las fiestas veterotestamentarias proyectan la sombra de Cristo
Dejando a un lado las cuestiones de bebidas, de comidas, de sábados, de novilunios, vamos a detenernos en los días de fiesta. Dice Pablo que los días de fiesta que Dios había mandado en el Antiguo Testamento son una sombra de Cristo; es decir, que Dios quería proyectar algo acerca de Cristo con aquellas fiestas. No tenemos que mirar esas fiestas como simples fiestas judaicas para someternos a ellas en el Nuevo Testamento, sino que tenemos que mirar entre líneas qué era lo que Dios quería hablar acerca de Jesucristo por medio de aquellas fiestas, porque aquellos días de fiesta son sombra de Cristo; es decir, lo que realmente es importante es Cristo, pero Dios, antes de que viniera Jesús, nos empezó a hablar en forma tipológica y profética acerca de Cristo que vendría, y lo empezó a hacer a través de algunas fiestas y otras cosas; pero como estamos diciendo que el fundamento es Cristo, vamos a ver qué usó Dios en esas fiestas para señalar de Cristo.
En primer lugar notemos que las principales fiestas ordenadas por Dios a Israel, eran siete (7). Fijemos nuestra atención en el número siete (7), que es un número de completación. Dios toda Su obra la completa en siete: siete trompetas, siete sellos, siete truenos, siete copas, siete estrellas, siete candeleros, siete ángeles, etcétera.  El número siete aparece constantemente en la Palabra de Dios. También son siete fiestas, pero estas fiestas muestran siete aspectos diferentes de Jesucristo.


¿Para qué se hace una fiesta?­  Por ejemplo, ¿por qué no todos los días del año son iguales al 20 de Julio o al 7 de Agosto para los colombianos?  Porque un 7 de agosto sucedió algo especial, muy significativo, que cambió la historia de Colombia; somos deudores de lo que sucedió en ese tiempo.  La condición actual es deudora de lo sucedido el 20 de julio y el 7 de agosto, y por eso se celebra una fiesta. Una fiesta no es un día común y corriente; una fiesta es un día especial que pretende traer algo especial a la memoria de las personas, algo significativo, y por eso es especial.  Decimos que es la fiesta de tal cosa para que los acontecimientos no sean comunes y corrientes ese día, para que ese día nos acordemos de algo importante, algo significativo, algo que siempre hay que recordar y tener presente; entonces es cuando se establece una fiesta.
¿Para qué estableció Dios siete fiestas? Para recordarnos constantemente y hacernos mantener presentes siete aspectos fundamentales de Jesucristo. Dicho de otra forma, la plenitud de Cristo está representada en siete fiestas, y la Biblia nos habla de ello tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamen­to. En el Nuevo nos da la pista para interpretar esas fiestas. Veamos cuáles eran esas fiestas:
1. La fiesta de la Pascua
2. La fiesta de los Panes sin levadura
3. La fiesta de las Primicias
4. La fiesta de Pentecostés
5. La fiesta de las Trompetas
6. La fiesta de la Expiación
7. La fiesta de los Tabernáculos, o de las cabañas.
Las tres primeras fiestas: la pascua, los panes sin levadura o ácimos y las primicias, eran las primeras en celebrarse, e iban juntas.  La pascua era como decir el principio del año; el mes de Abib era el primer mes del año.  Dios dijo: “Para vosotros este es el inicio del año“, o sea que el inicio del año es la pascua, porque nuestra nueva vida comienza con Cristo, nuestra pascua es Cristo. Pascua, junto con los panes ácimos o sin levadura y las primicias que se celebraban al final de la semana. La fiesta de pentecostés se celebraba conjuntamente con la fiesta de las Trompetas. Hasta el día de hoy se celebran estas fiestas en los medios judíos.
Tengamos presentes estas fiestas: Pascua, ácimos, primicias, pentecostés, trompetas, expiación y tabernáculos.  Siete palabras claves, siete fiestas con las cuales, manifiesta san Pablo, Dios quiere enseñarnos algo de Jesucristo, porque dice que esos días de fiesta son sombra de Cristo, de lo que ha de venir; Cristo había de venir y hacer algo por nosotros, y esa obra séptuple, completa, de Cristo, está representada en siete fiestas.

La obra del Señor Jesús
Ahora, ¿qué representan esas fiestas?  Vamos a ver inicialmente las dos primeras y luego la tercera, pues están íntimamente relacionadas.  En la primera carta a los Corintios aparecen dos fiestas que se celebran juntas.


7Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. 8Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Co. 5:7-8).
La Pascua. Aquí vemos en el Nuevo Testamento dos fiestas: La pascua y los panes sin levadura. Dice que Cristo es nuestra pascua; recordemos este aspecto. El ángel de la muerte tenía que pasar juzgando, pero el pueblo del Señor se había cubierto bajo el cordero, comiendo de él.[2]  Un cordero había muerto por la familia y la sangre del cordero estaba en los dinteles de las puertas; entonces cuando el ángel del Señor, el ángel del juicio, pasaba para traer juicio y se encontraba con la sangre del cordero en la puerta, decía: No, aquí no puedo entrar porque el juicio ya cayó sobre el cordero, ya no puedo juzgarlos porque el cordero ya fue sacrificado por ellos, y la prueba de que el cordero ya fue sacrificado es que la sangre de ese cordero está en la puerta. Esto quiere decir justamente Pascua, pasar por alto, paso. Dios pasaba por alto los pecados de los que estaban en esa casa, porque el cordero había sido sacrificado por ellos; primera cosa.
Los panes sin levadura. Segunda cosa: Ellos, además de poner la sangre del cordero en la puerta, también se comían el cordero con panes sin levadura, porque son los aspectos de Cristo. Un aspecto es objetivo, que aconteció cuando Cristo murió por nosotros; eso es Cristo muriendo por nosotros pero allá, fuera de nosotros; otro es el aspecto subjetivo, otra cosa es nosotros aprovechándonos, experimentando subjetivamente lo que Cristo hizo en la cruz; esto representa comer el cordero y comerlo con los panes sin levadura. Porque fijémonos en una cosa; la Biblia nos enseña, no sólo que Cristo murió por nosotros sino que nosotros también morimos con Cristo, que nuestro viejo hombre también fue crucificado juntamente con Él, y que nosotros fuimos crucificados al mundo en la cruz de Cristo, y que el mundo nos fue crucificado a nosotros en la cruz de Cristo, y que en la cruz de Cristo fuimos circuncidados, y en Su nombre otras cosas sucedieron en la cruz de Cristo. Por lo tanto, no era sólo suficiente la fiesta de la pascua sino que ésta tenía que ir acompañada con la fiesta de los panes sin levadura.


La levadura representa la maldad, el pecado, la hipocresía; por eso el Señor Jesús le dijo a los apóstoles: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos[3]“, y ellos pensaban en lo físico; ¿será que nos está diciendo esto porque no trajimos pan?  Pero, ¿acaso no recuerdan de los panes y los peces que se multiplicaron cuando alimenté a los cinco mil?[4]“Guardaos de la levadura”, es decir, de la hipocresía, la maldad, el pecado, eso es lo que representa la levadura; y Jesucristo fue sin pecado.  Así que Jesús se convierte en nuestro alimento; por eso cuando El celebró e instituyó la Cena del Señor, fue justo el día de la pascua. Tomó un pan ácimo, un pan sin levadura; por esta razón cuando se toma la Cena del Señor se prefiere hacer con pan sin levadura, aunque algunos lo hacen con pan con levadura. La razón por la que se hace sin levadura es por el pan ácimo con el que Cristo se representó a sí mismo. Tomó ese pan ácimo de la pascua y lo partió y dijo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido[5]; y dijo en otra ocasión: “el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”[6].
Entonces hay dos aspectos: Uno objetivo, de lo que pasó con Cristo allá en la cruz, cuando aún no habíamos ni siquiera nacido. Pero hay un aspecto subjetivo, lo que nosotros creemos, vivimos, experimentamos gracias a Cristo. Cristo no sólo murió por nosotros, sino también para llevar a la muerte justamente con lo que Él se puso. Él se puso la humanidad encima, Él fue hecho pecado por nosotros, las cosas viejas pasaron para librarnos a nosotros;  así nosotros debemos celebrar la fiesta de los panes sin levadura. No se trata de que tal día vayamos a hacer panes sin levadura, sino que todos los días estamos celebrando esa fiesta, todos los días estamos con la pascua, todos los días estamos con los ácimos.
La sangre de Cristo es lo principal, lo primero, allí empieza todo, allí somos librados del juicio; sin la sangre de Cristo no hay nada. Nunca debemos olvidar lo importante que es la sangre de Cristo. No se debe alabar a Dios sin tener presente la sangre de Cristo; nadie puede ir delante de Dios por el mérito de la propia alabanza, nadie puede ir delante de Dios por el mérito de su propio ayuno o por el mérito de haber hecho una buena obra o de no haber pecado. Solamente somos aceptos delante de Dios por la sangre del Cordero; aun cuando alabes, es la sangre la que te da la entrada, no la alabanza; aun cuando ayunes, es la sangre la que te da la entrada, no el ayuno; es solamente la sangre; “Veré la sangre y pasaré de vosotros”[7]; Si no veis la sangre, si no confiáis en la sangre, entonces estáis bajo juicio.


El Señor dice: “veré la sangre”. Él mira la sangre; lo que el Cordero hizo por nosotros es lo que en verdad salva. La primera verdad fundamental es constantemente confiar solamente en la sangre, tanto delante de Dios como de ti mismo, como delante del diablo. No trates de responderle al diablo con ninguna otra respuesta que la sangre de Jesucristo; y no trates de responderle a tu conciencia, con ninguna otra cosa distinta que la sangre de Jesucristo; y no trates de presentarte con cosa diferente a la sangre de Jesucristo. Sin la sangre no hay comunión con Dios, no hay reconciliación; la sangre es el comienzo. Por eso dice de la pascua, “este día será principio de días para vosotros”. ¿Qué día?  El día de la pascua, cuando se derramaba la sangre del Cordero, cuando la familia entera se ponía bajo la sangre y entonces por siete días se comían los panes sin levadura. Estas dos fiestas se celebraban juntas.
Las Primicias.  Luego se celebraban las Primicias, o sea, los primeros frutos antes de la cosecha general, que eran los más valiosos; y así como la pascua representa la muerte de Jesucristo por nosotros, y los panes ácimos representan nuestra participación con Cristo, las primicias representan la resurrección de Jesús. Este es el tercer aspecto de Jesucristo en relación con las fiestas judaicas.
20Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. 21Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos” (1 Corintios 15:20-21).
Ese texto nos dice que el primero en ser resucitado de los muertos, Aquel por quien entró la resurrección de los muertos, fue Jesucristo; por lo tanto, las primicias son Jesucristo, la fiesta de las primicias nos representa la resurrec­ción de Jesús. Cuando vamos al mercado, las frutas fuera de estación son las más caras; cuando es el tiempo de una fruta, éstas son baratísimas, pero cuando no es el tiempo sino que algunas se adelantan, éstas son de más valor; esto es lo importante de las primicias.  Notemos que el Evangelio se centra en la persona del Señor Jesús, en Su muerte y en Su resurrección; esto es lo central. La Iglesia no puede salir de este centro: Dios revelado en Jesucristo, el Hijo de Dios, el Cristo, la persona de Jesucristo, Su muerte y Su resurrec­ción.
La muerte es quitar, a través de la cruz, todas las cosas negativas que entraron en el universo; pero la resurrección es para suplir las cosas nuevas, porque había que quitar lo viejo y sustituirlo con lo nuevo; entonces todo lo viejo, todo lo desagradable a Dios se trató con la cruz;  y todo lo nuevo, proviene de la resurrección. La cruz es para quitar, la resurrección es para suplir;  por eso la persona de Jesucristo, Su muerte en la cruz y Su resurrec­ción, son lo central del evangelio.

La enseñanza del Señor Jesús


1Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predica­do, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. 3Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5y que apareció…” (1 Co. 15:1-5a).


Aquí Pablo hace una declaración apostólica de lo que es fundamentalmen­te el evangelio, que reteniéndolo se es salvo. Y ¿cuál es el evangelio?  Que Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras, y que apareció. Se trata de las distintas apariciones a grupos e individuos después de la resurrección. Estas son las tres claves de la historia de la salvación y del evangelio: Jesucristo, Su muerte y Su resurrección. La Iglesia nunca puede descentrarse de la persona de Jesucristo, de Su obra en la cruz y de Su resurrección. ¿Cuándo empezamos a disfrutar del perdón? Cuando se oye de El y se cree, el perdón llega a ser una experien­cia personal. Pero, ¿cuánto hace que Jesucristo murió por nosotros? Inclusive antes de que naciéramos, pero sólo cuando se oye, se cree y se apropia, es una experiencia personal. Sin embargo, el perdón no fue lo único conseguido en la cruz de Cristo, sino también muchas otras cosas que tienen que ser oídas y creídas y disfrutadas. La Iglesia tiene que conocer la cruz y conocer la resurrección.
A veces se piensa que no se va al infierno porque Dios perdonó nuestros pecados, pero una cosa es el perdón de los pecados, y otra cosa es la limpieza de la mancha del pecado, y otra cosa es la libertad del yugo del pecado, y otra cosa es la justificación, y otra cosa es la reconciliación, y otra cosa es la regeneración, y otra cosa es la santificación, y otra cosa es la renovación, y otra cosa es la configuración a Jesucristo, y otra cosa es la glorificación; todo esto fue hecho en la cruz y en la resurrección. La Iglesia tiene la persona de Jesucristo y Su obra en la cruz y Su resurrección. Estas son las tres primeras fiestas, pero hagámonos la siguiente pregunta: ¿Quién es el que aplica a nosotros todo lo que hizo Cristo? La respuesta es: El Espíritu Santo.
Pentecostés.  La siguiente fiesta, la de Pentecostés, representa la venida del Espíritu Santo. Fue el día de Pentecostés que el Espíritu Santo descendió. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo viene a tomar lo que hizo Jesucristo;  porque lo que hizo Jesús fue allá afuera, pero el que lo hace efectivo como experiencia personal, subjetiva en cada uno de nosotros, es el Espíritu Santo.  Después de que el Señor puso ese fundamento de ser Él quien es: el Mesías, el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, concebido en el vientre de la virgen María, que vivió sin pecado y murió por nuestros pecados y resucitó, después de esto, Él descendió y derramó el Espíritu Santo, que es la fiesta de Pentecostés y que viene después de las tres primeras. No se puede empezar con Pentecostés, se tiene que empezar con la Pascua. Pentecostés representa al Espíritu Santo que toma lo de Cristo y lo del Padre y nos lo da a conocer.


Trompetas. Hay otro aspecto. ¿Qué había dicho el Señor antes de Pentecostés? “Quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder de lo alto, y me seréis testigos”[8].  Entonces, después de Pentecostés viene la fiesta de las Trompetas, porque las trompetas representan a Jesucristo siendo anunciado. Este es otro de Sus aspectos en las fiestas.  Notemos la secuencia: Primero Cristo crucificado, luego Cristo compartido, luego Cristo resucitado, luego Cristo por Su Espíritu descendiendo, o sea, derramado, y ahora Cristo anunciado. Porque imaginemos, Jesucristo muere por nosotros, el Señor se hace nuestra vida, resucita por nosotros, derrama Su Espíritu, pero nadie lo anuncia;  y si nadie lo anuncia,  ¿quién recibe la vida?  Por eso Cristo tiene que ser anunciado y esto lo representa la fiesta de las trompetas. En la primera epístola de Pablo a Timoteo 3:16 se nos habla de Cristo predicado a los gentiles, creído en el mundo; allí dice: “predicado a los gentiles, creído en el mundo”. Eso es parte del misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria. Cristo predicado y creído, es ese el aspecto que tiene que hacer la Iglesia: presentar a Cristo, anunciar a Cristo. Esto lo podemos apreciar en el libro de los Hechos de los apóstoles, cuya síntesis es la siguiente: El Cristo resucitado actuando, por Su Espíritu, a través de la Iglesia, para establecer el Reino. Por esto Hechos de los apóstoles comienza así: “En el primer tratado, oh Teófilo“, dice Lucas, comenzando a decir lo que Cristo empezó a hacer, ahora escribo el segundo tratado, que es lo que Cristo continuó haciendo[9]. San Lucas dice en su evangelio, lo que Cristo comenzó, pero el libro de los Hechos es lo que Cristo continúa. Lucas nos presenta el misterio terrenal de Cristo, porque después de que Él resucitó ascendió y es sacerdote, y envió a la Iglesia, la comisionó.

Expiación.  La fiesta siguiente, es la expiación.  ¿Por qué necesitamos la expiación? ¿Por qué no era suficiente la Pascua? ¿Por qué también había la fiesta de la Expiación? ¿Qué aspecto nos señala de Cristo? El aspecto que nos señala de Jesucristo es su virtud de abogado, como propiciación nuestra. Porque tengamos en cuenta que una cosa es crucificado, otra compartido, otra resucitado, otra ascendido y  derramado, otra anunciado y ahora intercediendo por nosotros. ¿Por qué? Es anunciado por nosotros como creyentes, pero fallamos;  todos los días necesitamos de la sangre de Cristo, todos los días necesitamos de un Abogado, o sea, el que ejercita un ministerio celestial, el ministerio de Abogado, de Intercesor, de Sumo Sacerdote.

Tabernáculos. La última fiesta era la fiesta de los tabernáculos. En esta fiesta el pueblo de Israel tenía que salir de su morada habitual y cambiarse a morar a los tabernáculos. También la Biblia dice: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Co. 5:1). O sea que la fiesta de los tabernáculos, siendo la última del ciclo, una fiesta alegre que nos recuerda nuestra condición de peregrinos, nos hace pensar en el importante aspecto del Cristo esperado, del Cristo de la segunda venida, del Cristo del Reino. Justamente, el profeta Zacarías identifica la fiesta de los tabernáculos con el Milenio. Cuando Jesucristo venga seremos transformados en nuestros cuerpos, dejando el tabernáculo viejo y cambiando de morada.  Entonces haremos fiesta, será el final del ciclo. Estaremos en el Reino Milenial celebrando la verdadera fiesta de los tabernáculos con el Cristo que ahora esperamos, el deseado de todas las naciones.




[1] Mateo 16:16
[2]Referencia a Éxodo 12
[3] Mateo 16:6
[4] Paráfrasis de Mateo 16:7-12
[5] 1 Corintios 11:24
[6] Juan 6:51b
[7] Exodo 12:13b
[8] Lucas 24:49; Hechos 1:8
[9] Paráfrasis de Hechos 1:1-3
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Gino Iafrancesco V., 17/X/1992, Mosquera, Cundinamarca, Colombia.