La escatología de Branham en sus rasgos generales, y sin incluir sus particularidades acerca del advenimiento, es de sentido dispensacionalista; aspecto éste que ha heredado de John Nelson Darby a través de Scofield, cuyas notas bíblicas utilizó Branham a menudo. A Darby y Scofield sucedieron Lewis Sperry Chafer, J. F. Walvoord, C. C. Ryrie y D. Pentecost, como los más conocidos teólogos pre‑tribulacionistas de la escuela fundamentalista de Dallas, Texas. Con esta escuela y otras semejantes se popularizó el dispensacionalismo pre‑tribulacionista entre los evangélicos ortodoxos, abarcando a varias escuelas pentecostales. Branham, pues, se alineó también en este aspecto con la posición del rapto antes de la gran tribulación. Este tema ha sido uno de los más debatidos en los últimos años, constituyéndose, como se dice, en la controversia correspondiente a la época, después de la trinitaria, cristológica y antropológica de los primeros siglos, y después de la soteriológica con la reforma protestante. La controversia escatológica está, pues, en pleno auge, ante la cual no pretendo dar ninguna solución. Una cosa creemos, y es que habrá una gran tribulación, habrá un arrebatamiento, habrá un Milenio. Y pienso que debemos estar preparados para cualquier cosa, ya sea nuestra muerte, o la venida del Señor, o la gran tribulación. Lo más importante es vivir cerca del Señor dependiendo de Él, y por Él estar preparados para cualquier cosa.
Considero que las divergencias actuales en el examen de estas consideraciones no deberían afectar la comunión de la vida de Cristo dentro de Su único cuerpo, formado por todos Sus hijos. Sin embargo, puesto que en el presente trabajo estamos examinando críticamente los aspectos branhamitas, no quisiera tampoco pasar la oportunidad sin dejar de presentar las objeciones que han subido a mi conciencia desde las Sagradas Escrituras, con respecto al pre‑tribulacionismo. Recuerde el lector que yo mismo milité en las filas branhamitas antes de mi definitiva retractación, y que compartí con Branham su pre‑tribulacionismo; pero, como decía, la literalidad de las Sagradas Escrituras y creo que también Su Espíritu, ofrecieron objeciones ante mi conciencia; por lo cual, sin pretender dar una solución definitiva, quiero exponer ante la paciencia del lector esas objeciones mías a la posición pre-tribulacionista; es decir, de un rapto antes de la gran tribulación. Creo sí en el arrebatamiento, pero no puedo colocarlo antes de la primera resurrección. El arrebatamiento y la primera resurrección van juntos, como consta en 1 Tesalonicenses 4:15‑17:
"15Por lo cual os decimos esto en palabas del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17Luego nosotros los que vivimos, los que hallamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor".
Así que nuestros hermanos en Cristo que ya partieron, resucitarán primero; esa es la primera resurrección; y entonces juntos nos encontraremos con el Señor, arrebatados en esa ocasión los que le esperamos. De modo que como escribía Pablo a Timoteo (2 Timoteo 2:18), los que dicen que la resurrección ya se efectuó, se desviaron cual Himeneo y Fileto; así que antes de la resurrección de que habla 1 Tesalonicenses 4:15-17 no podemos hallar la primera resurrección de que habla Apocalipsis 20:5; y tampoco puede llamarse "primera resurrección" a otra posterior a esta de l Tesalonicenses 4:15‑17 que va junto con el arrebatamiento, pues si fuese posterior ya no sería “primera". Ahora bien, Apocalipsis 20:3‑6, que nos habla de esta primera resurrección de la que participarán los que reinarán con Cristo en el Milenio, se presenta como posterior a los sucesos característicos de la gran tribulación, pues dice:
"4Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. 5Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. 6Bienaventuado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años".
De manera que reinarán en el Milenio los participantes de la primera resurrección, y éstos son los que se sentarán en tronos, los que vencieron a la bestia y a su imagen, y no recibieron su marca, y los que fueron decapitados por el Nombre de Jesús y la Palabra de Dios. Estas cosas son típicas de la gran tribulación; sí, la persecución de los santos y la marca de la bestia, etc. De modo que los de la primera resurrección pasarán por esto y vencerán; entonces volverán a vivir para reinar con Cristo mil años. Esa es la primera resurrección para el Milenio, después de la tribulación y antes de los mil años. Y el rapto no puede ser anterior, pues no hay arrebatamiento, sin la resurrección precedente de los que murieron en Cristo; ellos deben resucitar primero, y entonces nosotros estaremos listos para el arrebatamiento. La primera resurrección, pues, de los que vencen a la bestia y su marca en la tribulación, es la misma de los que nos preceden en Cristo antes del rapto. Bajo el altar esperan a los que deben ser muertos por la Palabra de Dios, su número completo, antes de la retribución. La retribución será en la venida gloriosa; mientras tanto espera la resurrección, hasta que se complete el número de los mártires que abundarán en la tribulación. 1 Corintios 15:51,52 también une la resurrección, el rapto y la final trompeta:
"51He aquí os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.
Nosotros, pues, seremos transformados para el rapto, juntándonos con los resucitados en incorrupción. Esto será a la final trompeta. ¿Y cuál es, pues, la final trompeta? Si habla de final es porque hubo otras anteriores a esa, y la única serie de trompetas que encontramos neotestamentariamente es la apocalíptica de los siete ángeles (capítulos 8 al 11). Y efectivamente, la final trompeta sería la del séptimo ángel, que al tocarla, acontecen las cosas características de la venida del Señor, el juicio de los muertos y el galardonamiento de los santos; galardón que según Apocalipsis 22:l2 traerá el Señor consigo en Su pronta venida. 1 Corintios 15:23 dice que los que son de Cristo resucitarán en Su venida, y Colosenses 3:4 declara que cuando Él se manifieste, nosotros que estamos en Él, seremos también manifestados con Él en gloria. La manifestación en gloria no será, pues un secreto. He aquí, pues, lo relativo a la séptima trompeta, la final:
“15El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. 16Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, 17diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado. 18Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra. 19Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo" (Apocalipsiis11:15‑19).
Esta séptima y final trompeta señala, pues, el tiempo de juzgar a los muertos, y el tiempo de dar el galardón a los santos, a los profetas y a los temerosos de Dios; también el tiempo de la consumación de la ira; en fin, como dice Apocalipsis 10:7, el tiempo de la consumación del misterio de Dios: el establecimiento definitivo del Reino de los Cielos de que habló Dios por los profetas, y de cuyos misterios paraboleó el Señor Jesucristo. Ahora bien, notemos que antes de esta final trompeta, sonaron otras seis que representan juicios, los cuales se van concentrando en la gran tribulación. ¿Cómo puede entonces ser la final trompeta anterior a estas seis primeras de juicio? No sería entonces la séptima y final; pero es a la final trompeta que acontece la resurrección, transformación y arrebatamiento; sí, pues, es la séptima trompeta la que señala el tiempo del galardón de los santos y los profetas (cual Daniel que se levantará al fin de los días para recibir su heredad; Daniel iría, pues, hasta el fin y se levantaría [Daniel 12:13]). Y puesto que en la resurrección habrá grados de gloria (1 Corintios 15:41,42; Hebreos 11:35; 2 Corintios 4:17; 5:10) será necesario pasar primero por el tribunal de Cristo para recibir según lo hecho en el cuerpo; entonces los tenidos por dignos participarán de la primera resurrección y el milenio; pero el tiempo del galardonamiento y juicios de los muertos e ira sobre la tierra es la séptima trompeta, posterior a la tribulación. Siendo la séptima trompeta el tiempo de juzgar a los muertos, se relaciona también a la venida del Señor en las nubes para recibirnos en arrebatamiento, pues esto tiene relación con la gran voz de trompeta (1 Tesalonicenses 4:16), y según Mateo 24:29‑31, es después de la tribulación de aquellos días. En el contexto de esta apoteósica venida es que el Señor habla de que del día ni de la hora nadie sabe, sólo el Padre, y que vendrá súbitamente como ladrón.
"29E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. 30Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. 31Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. 36Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. 42Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. 44Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis" (Mateo 24:29‑31, 36,42,44).
Vemos, pues, que la venida del Señor como ladrón no será una desaparición secreta; y sí sera después de la tribulación. Si tomamos todos los contextos de las ocasiones en que se habla de la inminencia de la venida cual ladrón, hallaremos que el momento se rodea, no de secreto, mas sí de gloria y también juntamente de juicio. Además de la cita de Mateo, puede verse Marcos l3:24‑37; l Tesalonicenses 4:15 a 5:4; 1 Juan 2:28; 2 Pedro 3:10 (que por su claridad citamos como muestra a continuación):
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas".
En el contexto de la primera carta a los tesalonicenses, hablaba Pablo del arrebatamiento; que del día y la hora nadie sabría, sino que vendría como ladrón; que cuando dijeran: paz y seguridad, vendría sobre ellos destrucción repentina. Así, pues, que destrucción repentina, cielos encendidos y elementos fundidos, nubes de gloria, voz de trompeta, escogidos recogidos de los cuatro vientos (y no sólo de Israel, donde estará reunido el remanente judío), todo esto, es el contexto de la inminente venida como ladrón, para lo cual debemos estar preparados. Pero es en 2 Tesalonicenses donde se añade abundante luz:
"6Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, 7y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, 10cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron” (1 Tes. 1:6-10).
Así une cuando Él venga para ser admirado en sus santos, pues en su manifestación gloriosa seremos transformados y manifestados con Él, entonces será el día de la retribución. El Señor vendrá en ese día en llama de fuego, y con los ángeles de Su poder, a retribuir y a darnos reposo junto con Pablo, los apóstoles y los primeros cristianos. De manera que la Iglesia es y será atribulada del mundo, y el mundo entonces lo será del Señor. Sí, los santos serán aborrecidos y perseguidos por el Nombre del Señor, y la bestia hará guerra contra ellos, y los matará (Mateo 24:9; Apocalipsis 13:7; Daniel 7:21,22).
Según Jesús (Mateo 13:30,39‑43) la cizaña es recogida primero en manojos para quemarla, lo cual se va preparando al final por la reunión airada de las naciones contra Cristo, bajo el liderazgo de la bestia en la tribulación; entonces el trigo es recogido en el granero. Por una parte, los ángeles del Hijo del Hombre recogen de Su reino a los que sirven de tropiezo y los echan en el horno de fuego, y entonces los justos resplandecerán un el Reino de Su Padre.
Apocalipsis 12 nos habla de la mujer que parió a Cristo, el hijo varón arrebatado en su ascensión para reinar. Tal mujer (que incluye a María) es la línea piadosa que enfrenta a la serpiente y su descendencia, es decir, la línea impía. Dios le preparó lugar en el desierto a la mujer, para que huya de delante del dragón durante los tres años y medio de la gran tribulación; entonces el dragón hará guerra al resto de Su descendencia, a los cristianos fieles que tienen el testimonio de Jesucristo y guardan Sus mandamientos.
Además de todo esto, Pablo apóstol escribió a los tesalonicenses (2 Tes. 2:1‑4 y 6‑9):
"1Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, 2que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que [_vέστηκεv _ _μέρα τo_ κυρίov] ya estáis en el día del Señor. 3Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, 4el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. 6Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. 7Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. 8Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida".
Pablo hablaba, pues, respecto de la "parusía" del Señor, y de nuestra “episinagogia" con Él, es decir, nuestra reunión en lo alto; también del día del Señor. Es decir, hablaba del orden de acontecimientos para el día del Señor en el contexto de Su parusía y nuestra episinagogia o reunión en lo alto con Él; y advierte que antes debe venir la apostasía (que ya está operando hoy), y manifestarse el anticristo o bestia, el cual es detenido por alguien a quien Pablo en el ambiente romano por prudencia no nombra, pero que ellos entendían; pues Pablo, que tenía en mente la profecía de Daniel, conoce que cada imperio tiene su debido tiempo, y que después del romano bajo el que ellos vivían, debía surgir aquel inicuo; pero mientras estuviera en pie el Imperio Romano (al que hoy ya le salieron diez cuernos), se detenía la manifestación de aquel cuerno blasfemo que surgiría de las postrimerías del imperio. Pablo oralmente se los había enseñado, y ahora se los recuerda. Y es notorio que la advertencia de Pablo tuvo su efecto en la tradición, pues no conozco ningún registro ni tengo noticia de ninguno en que conste que antes de John Nelson Darby (1800‑1882) se enseñara de un rapto secreto pre-tribulacionista. Darby no fue el primer dispensacionalista, pero fue su sistematizador por excelencia. Apreciamos y respetamos a nuestro hermano Darby, y en muchas cosas estamos de acuerdo, pero nos resulta difícil asentar en lo íntimo del corazón la seguridad de un rapto pre-tribulacional.
Con esto no me estoy declarando absolutamente antidispensacionalista, pues reconozco distinciones en las épocas, pero no de la salvación, pero en atención a mi examen crítico de la doctrina de Branham, debo declarar que no me resulta satisfactorio el argumento también branhamita de que si la Iglesia está bajo la sangre del Cordero no necesita pasar por la tribulación. Otros suponen que en la gran tribulación no estará a disposición la sangre del Cordero, y cada cual debe ser salvo por su propia sangre; pero, por el contrario, es precisamente con la sangre del Cordero con la que son limpiados y emblanquecidos una multitud incontable de gentiles que salen de la gran tribulación (Apocalipsis 7:14). Además, los santos emblanquecidos por la sangre del Cordero, han sido siempre el blanco del odio de Satanás, y el objeto de las persecuciones. La sangre del Cordero no nos libra de pasar por sufrimientos en la tierra, pero sí nos libra de la ira definitiva del Señor, que va más allá de la tribulación y llega hasta el lago de fuego y azufre. Ya leíamos en 2 Tesalonicenses 1:5‑8 que Él nos daría reposo de la tribulación con que el mundo nos atribula (y en especial cuando Cristo esté por volver) cuando aparezca en llama de fuego con los ángeles de Su poder; en cambio, el mundo atribulador de los cristianos, en retribución iría encerrándose en principio de dolores y bebiendo una tras otra las copas de la ira hasta consumarse ésta en el juicio.
El argumento básico pre-tribulacionista de que los tenidos por dignos escaparán de lo que ha de venir (Lucas 21:36), y que serán guardados de la hora de la prueba (Apocalipsis 3:10), tiene una solución que no necesariamente es el rapto pre-tribulacional. Recordemos que los hallados dignos permanecerán en pie en la venida gloriosa del Hijo del Hombre (Lucas 21:36) y no se alejarán avergonzados (1 Juan 2:28), sino que por la misma epifanía de Su parusía serán librados de la ira (1 Tesalonicenses 1:10), siendo transformados y manifestados en gloria, arrebatados y reunidos en los aires para formar parte de Su ejército, y venir con Él y Sus ejércitos celestiales hasta poner con Él pie en la tierra y el Monte de los Olivos y establecer el Reino Milenial. De esa manera escaparemos de Su ira y recibiremos reposo descansando de la tribulación por el mundo y la bestia en la tierra. Los que mueran descansarán, y sus obras seguirán con ellos. ¡Bienaventurados![2] Esperarán al resto del número de sus consiervos mártires, para volver a la tierra a obtener la resurrección de sus cuerpos, y reunidos todos con el Señor y sus ángeles, tomar el Reino, juzgar y dar el justo pago.
En plena tribulación la mujer tiene lugar en el desierto, preparado por Dios, donde es sustentada por tres años y medio.
Con respecto a la venida del Señor con los santos, escribía Pablo a los mismos tesalonicenses a quienes anunciaba un arrebatamiento (1 Tesalonicenses 3:13) que debían estar afirmados e irreprensibles en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos Sus santos, de los cuales, a los muertos en Cristo, traerá Dios con Jesús[3] para tomar sus cuerpos en resurrección. Ellos están ahora con Cristo descansando conscientes, esperando la hora de retornar con Él para la resurrección de sus cuerpos, y su encuentro con los vivos transformados. En Apocalipsis 5 se ve el momento de la apertura del libro, y cuando el Cordero lo toma, entonces los veinticuatro ancianos con las oraciones de los santos declaran que gracias a Él reinarán sobre la tierra. Son veinticuatro, según los turnos sacerdotales.
Reconsiderando, pues, vemos que bajo el quinto sello aún se espera que se complete el número de los que habían de ser sacrificados, para así vengar con juicio su sangre sobre la tierra; pero tras la apertura del séptimo sello, las siete trompetas declaran los males sobre la tierra que se consuman en siete copas, tras las cuales y a la final trompeta, se establecerá definitivamente el Reino sobre toda la tierra, a la que los santos, también sacerdotes, vendrán a reinar en resurrección; mientras tanto descansan, pues, en la presencia del Señor hasta llegar la hora. A nosotros, si somos del día, aquella hora desconocida no debe sorprendernos cual ladrón, sino que debemos estar velando, y mucho más cuando vemos sucediendo alrededor las cosas como el Señor lo dijo.
Para terminar, resumo, pues, mis principales objeciones al pre‑tribulacionismo. Enumero: el tiempo de la primera resurrección, en la que se incluyen los vencedores sobre la bestia, la imagen y la marca; la persecución de los santos en la tribulación y la limpieza de éstos con la sangre del Cordero; la final trompeta de la resurrección después de las seis primeras que son juicios tribulacionales; el recogimiento de los escogidos de los cuatro vientos con voz de trompeta después de la tribulación de aquellos días; el juicio y la gloria que acompaña la venida cual ladrón, a todo lo cual se presenta como inminente; la advertencia paulina en el capítulo 2 de 2 Tesalonicenses; y como apéndice, el silencio en la tradición exegética antes de Darby acerca de un rapto pre-tribulacional. o