"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

viernes, 1 de julio de 2011

(5): LO QUE ESTÁ ESCRITO EN EL LIBRO DE LA VERDAD

LO QUE ESTÁ ESCRITO EN EL LIBRO DE LA VERDAD


Visión de los últimos días

El profeta Daniel cierra su apocalipsis veterotestamentario con una extraordinaria visión profética que
abarca los capítulos 10, 11 y 12 de su libro. Recién en los siglos XII y XIII de nuestra era, la Biblia fue
repartida en capítulos y versículos; por lo cual, no debemos tener en cuenta tal división al considerar la visión
que aquí nos ocupa, pues aunque abarque tres capítulos es una sola visión. Daniel nos relata su experiencia
con seres angelicales que le aparecen y le revelan sucesos del futuro relacionados a su pueblo y a las naciones
que tienen que ver con ellos.

En el capítulo 10, versículo 14, el ángel le dice a Daniel: "He venido para hacerte saber lo que ha de venir
a tu pueblo en los postreros días; por que la visión es para esos días". De modo que la visión que abarca
desde el año tercero de Ciro rey de Persia (10:1), alcanza los postreros días del pueblo de Daniel, según el
ángel. Esto es muy importante tenerlo en cuenta durante la exégesis del pasaje, pues cierta hermenéutica de la
apocalíptica, con el presupuesto de que la obra es meramente cosa de hombres, la circunscribe a su propio tiempo. Sin embargo, de manera ortodoxa y fundamentalista, creemos que la verdadera Fuente de la
revelación que aquí nos ocupa es Dios mismo, el cual tiene en cuenta no sólo el tiempo de Daniel, o el de los
Macabeos, sino también el resto de toda la historia preparatoria del desenvolvimiento final de su propósito al
fin de los siglos. Es realmente el ángel, de parte de Dios, y no el mero anhelo de Daniel, el que aplica la
profecía al futuro lejano, hasta los postreros días.

Dijo además el ángel, capítulo 10: "21Yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad”; y más
adelante (11:2): "y ahora yo te mostraré la verdad”. Estas declaraciones también son de importancia.
Debemos recordar que siendo Dios inmutable, se mueve dentro de principios inmutables que le caracterizan.
Esto hace que Sus tratos con el hombre tengan un sello distintivo; a cada acción del hombre corresponde una
cosecha. Y Dios ha determinado, según su justicia y naturaleza, las consecuencias de las acciones de los
individuos y los pueblos. Dios determina bendiciones a cierta línea de conducta, de la misma manera que
determina maldiciones a otra línea. Esto podemos ejemplificarlo perfectamente con la historia del pueblo de
Israel. Puesto que toda acción tiene su consecuencia lógica, como en lo natural la biología tiene sus leyes de
crecimiento y demás, así también la historia, tipificada en la naturaleza, manifiesta ciertas características que
se repiten en las sociedades. Dios es el Dios de la historia. Habíamos ya citado Eclesiastés 1:9,10 y 3;14,15,
donde se nos revela que Dios hace que la historia se repita. No debemos olvidar que detrás de las bambalinas de todo el acontecer histórico está la mano de Dios encaminándolo todo. El hombre sigue teniendo albedrío y siendo responsable; pero, de la manera como entre los hombres libres hay tratos entre sí y consecuencias que afectan, así también Dios es libre, pacta con los hombres, y tiene Su papel de primera magnitud en el acontecer histórico, tomando parte activa, en lo cual dio también a los ángeles participación.

De manera que no debe resultarnos extraño que la historia se repita, y que cada cumplimiento profético pueda resultar típico de otro futuro y posterior que en la consumación definitiva llene por fin la medida del propósito divino. En el “libro de la verdad” de que habló el ángel, se vislumbran estos principios que veremos aplicarse vez tras vez en la historia de los hombres hasta una definitiva concreción.

También debemos tener en cuenta, antes de abordar el pasaje que a Daniel le fue revelado, que la profecía
no sería totalmente entendida hasta el cumplimiento definitivo en el tiempo del fin, pero se iría entendiendo
poco a poco a medida que se recorre el libro. Nos dice la Palabra (capítulo 12): "4Pero tú, Daniel, cierra las
palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin (o del cumplimiento). Muchos correrán de aquí para allá, y la
ciencia se aumentará”. Según el idioma original, puede aplicarse esta frase a recorrer el libro y crecer en su
conocimiento.

También dice: "9Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin... 10los
entendidos comprenderán". Esto último le fue dicho a Daniel porque él mismo no entendió; es decir, que lo
administraba para nosotros (1 Pedro 1:10-12), y no sólo para consolar a su generación como quiere darlo a
entender cierta hermenéutica de la apocalíptica.

Así que por las mismas palabras de la revelación: "Lo que va a venir a tu pueblo en los postreros días;
porque la visión es para esos días", es lícito y exacto aplicarlo al tiempo del fin. No obstante, habiendo
seguido el curso de la historia, vemos que, como es común, ésta nos presenta cierto cumplimiento típico que
como en un embrión da lugar a una futura recapitulación, nos acercaremos, pues, también al cumplimiento
típico, mas con miras a la tal mencionada recapitulación natural.

Desde el imperio persa hasta la muerte de Alejandro

En el capítulo 10, Daniel nos cuenta las circunstancias de la visión, pero es en el 11 y en el 12 donde se nos
describe la profecía. Capítulo 11: "2He aquí que aún habrá tres reyes en Persia"; es decir, después de Ciro, y
son: Cambises, el Mago Esmerdis Bardiya y Darío Histaspes. "Y el cuarto se hará de grandes riquezas más
que todos ellos; y al hacerse fuerte con sus riquezas, levantará a todos contra el reino de Grecia". A Darío
Histaspes le sucedió el Asuero mencionado en el libro de Ester, quien es el mismo Jerjes I; de sus riquezas
leemos en Ester. En el año 480 a, C. invadió Grecia. “3Se levantará luego un rey valiente, el cual dominará
con gran poder y hará su voluntad". Alejandro Magno de Grecia, macedonio.

"4Pero cuando se haya levantado, su reino será quebrantado y repartido hacia los cuatro vientos del cielo;
no a sus descendientes, ni según el dominio con que él dominó; porque su reino será arrancado y será para
otros fuera de ellos".
Como ya vimos en el estudio de las anteriores profecías, el Imperio de Alejandro fue repartido entre sus
cuatro generales, y no entre sus descendientes Ago y Heracles, que fueron asesinados, al igual que su
hermano Felipe Arideo. A partir de Jerjes I no se menciona a los demás reyes persas, pues la hegemonía había comenzado a levantarse desde Grecia, que a la postre derrotó a Jerjes I Asuero en Salamina, Platea y
Bizancio.

"5Y se hará fuerte el rey del sur"; o sea, del mediodía, Egipto, Ptolomeo I Lago. Comenzamos a
adentrarnos aquí en el cumplimiento típico de las dinastías ptolemaicas y seléucidas. Algunos exégetas y
comentaristas, a partir de este verso hacen la transición a acontecimientos posteriores. "Mas uno de sus
príncipes será más fuerte que él, y se hará poderoso; su dominio será grande". Este fue el sátrapa de
Ptolomeo I, llamado Seleuco Nicanor, de la dinastía de los seléucidas. Tomó Siria, Media, y desde Frigia
hasta el río Indo.

Guerras entre los reinos ptolemaico y seléucida

"6Al cabo de años harán alianza, y la hija del rey del sur vendrá al rey del norte para hacer la paz. Pero
ella no podrá retener la fuerza de su brazo, ni permanecerá él, ni su brazo; porque será entregada ella y los
que la habían traído, asimismo su hijo, y los que estaban de parte de ella en aquel tiempo". Ptolomeo II
Filadelfo, rey del sur, dio a su hija Berenice al rey del norte, Antioco II, sucesor en señal de convenio, pero
fue asesinada Berenice junto con su hijo de Antioco II por Laodicea, antigua esposa de este.

"7Pero un renuevo de sus raíces se levantará sobre su trono, y vendrá con ejército contra el rey del norte,
y entrará en la fortaleza, y hará en ellos a su arbitrio, y predominará. 8Y aun a los dioses de ellos, sus
imágenes fundidas y sus objetos preciosos de plata y de oro, llevará cautivos a Egipto; y por años se
mantendrá él contra el rey del norte. 9Así entrará en el reino el rey del sur, y volverá a su tierra". Tal renuevo
de sus raíces, es decir, de la dinastía ptolemaica, es Ptolomeo III Evérgetes, rey del sur, Egipto, que para
vengar a Berenice atacó a Siria, el rey del norte en la persona de Seleuco Calínico, y regresó con inmenso
botín.

"10Mas los hijos de aquel se airarán, y reunirán multitud de grandes ejércitos; y vendrá apresuradamente
e inundará, y pasará adelante; luego volverá y llevará la guerra hasta su fortaleza". Los dos hijos de
Seleuco III Calínico, del norte, son Seleuco Cenauro y Antioco III el Grande, el cual recobró del rey del sur,
Ptolomeo IV Filopáter, lo que su padre Ptolomeo III Evérgetes había tomado de Siria y Palestina.

"11Por lo cual se enfurecerá el rey del sur, y saldrá y peleará contra el rey del norte; y pondrá en
campaña multitud grande, y toda aquella multitud será entregada en su mano. 12Y al llevarse él la
multitud, se elevará su corazón, y derribará a muchos millares; mas no prevalecerá".
Ptolomeo IV Filopator con un ejército de setenta mil venció en la batalla de Rafia3 a Antioco III el Grande
y llevó muchos prisioneros de la multitud de sesenta mil de Antioco. El corazón de Ptolomeo IV Filopátor se
elevó pretendiendo entrar en el Lugar Santísimo del templo en Palestina, al que así profanó. Luego no
prevaleció, pues se entregó a una vida disoluta.

"13Y el rey del norte volverá a poner en campaña una multitud mayor que la primera, y al cabo de algunos
años vendrá apresuradamente con gran ejército y con muchas riquezas". Antioco III el Grande4 volvió
contra Ptolomeo V Epífanes siendo éste niño.
---3La batalla de Rafia fue en el año 217 a.C.
---4Quince años después de la derrota de Rafia.

"14En aquellos tiempos se levantarán muchos contra el rey del sur; y hombres turbulentos de tu pueblo se
levantarán para cumplir la visión, pero ellos caerán". Fue en ese tiempo que Antioco III se alió con Filipo V
de Macedonia, contra Egipto, y fue ayudado por los rebeldes para atacar a Ptolomeo en Judea, además de los rebeldes del mismo Egipto. No obstante, los revolucionarios de Judea no obtuvieron la independencia de la nación, y cumplieron así la visión, este mismo verso que lo preanunciaba.

"15Vendrá, pues, el rey del norte, y levantará baluartes, y tomará la ciudad fuerte; y las fuerzas del sur no
podrán sostenerse, ni sus tropas escogidas, porque no habrá fuerzas para resistir". Antioco III el Grande
volvió a la Palestina y redujo el último reducto egipcio allí. En la batalla de Paneas fue derrotado Escopas de
Egipto y sus tropas selectas de cien mil hombres; huyó éste a la fortaleza de Sidón, pero fue sitiado y vencido
por Antioco en el año 198 a.C.

"16Y el que vendrá contra él hará su voluntad, y no habrá quien se le pueda enfrentar; y estará en la
tierra gloriosa, la cual será consumida en su poder. 17Afirmará luego su rostro para venir con el poder
de todo su reino; y hará con aquél convenios, y le dará una hija de mujeres para destruirle; pero no
permanecerá, ni tendrá éxito".
Antíoco III afirmó, pues, su poder sobre Palestina, la cual le fue sujeta; entonces se preparó para tomar
también Egipto, pero por razón de su situación de guerra con Roma, prefirió hacer convenio con
Ptolomeo V Epífanes, dándole a su hija Cleopatra por mujer, con la intención de adueñarse así de Egipto;
pero Cleopatra se puso de parte de su esposo Ptolomeo V Epífanes, frustrando así el ardid de Antioco.

"18Volverá después su rostro a las costas, y tomará muchas; mas un príncipe hará cesar su afrenta, y
aún hará volver sobre él su oprobio. 19Luego volverá su rostro a las fortalezas de su tierra; mas
tropezará y caerá, y no será hallado".
Antíoco III se volvió al Mediterráneo y tomó islas y costas, pero entonces Roma le resistió y le venció,
primero en las Termópilas, y luego definitivamente en Magnesia en el año 190 a.C. Roma le obligó a pagar
tributo y le quitó sus tierras occidentales; entonces Antioco volvió a Siria y al Oriente, donde saqueando un
templo en Persia, la multitud lo linchó.

A partir de este pasaje entra en escena, y para dominar, el Imperio Romano. Aquel príncipe que hizo cesar
la afrenta de Antíoco, fue Roma, quien en la persona del general Catón el Viejo le derrotó en las Termópilas,
y en la persona del cónsul Lucio Cornelio Escipión le derrotó definitivamente en la ya mencionada Magnesia.
Roma se proyecta, pues, ahora sobre el panorama profético, pero también, como dijesen ya en su época los
apóstoles Juan y Pablo, el espíritu de anticristo como misterio de iniquidad opera hacia una culminación en el
inicuo hijo de perdición. De manera que vemos al mismo dragón intentando una y otra vez a lo largo de la
historia sentarse como Dios en el santo templo.

Después del verso 20 de Daniel 11 se nos presentan las características de este personaje que detrás de las
bambalinas es uno solo, el príncipe de este mundo; pero en la escena humana hace sus intentos repetidas
veces con diferentes máscaras. No debemos olvidar que la profecía abarca hasta los tiempos postreros, y es
fundamentalmente para esos días (10:14), y en ella se nos muestra un vil, un soberbio, que profana Jerusalén
y el santuario poniendo en el Lugar Santísimo la abominación desoladora y engrandeciéndose contra Dios.
Tal culminación se nos proyecta hacia el tiempo del fin, y es relatada en la profecía de Daniel 11 una sola vez.
No obstante, la historia nos muestra varias ocasiones en que se llevaron a cabo intentonas de cumplimiento,
convirtiéndose éstas en tipo.

Las tomas de Jerusalén en la historia

Jerusalén fue tomada varias veces, y el santuario fue profanado en algunas de esas ocasiones. Repasando
un poco la historia de la ciudad, se registra la toma de Jerusalén por Heliodoro y Antíoco IV Epífanes en
tiempo de los Macabeos, en el año 175 a.C.; por el romano Pompeyo en el año 63 a.C.; y por Herodes en el año 37 a.C.; en el año 70 d.C., por el general romano Tito, hijo del general Vespasiano; en el año 137 d.C., bajo Adriano, en la revolución de Bar-Kobcha. En el año 637 d.C. la ciudad fue capturada por los
musulmanes del Califa Omar, quienes en el 638 edificaron sobre el Lugar Santísimo la Cúpula de la Roca
bajo el Amir Abab El-Melek. Entonces, en plena edad media, el 15 de julio de 1099, siendo emperador de
Occidente Enrique IV, y de Oriente Alejo I, y papa Pascual II, el cruzado Godofredo de Bouillon recupera de los musulmanes a Jerusalén y es elegido "Rey de la Ciudad", aunque él prefirió el mero título de "Protector
del Santo Sepulcro". Su sucesor, no obstante, sí tomó para sí el título de "Rey de Jerusalén". Incluso este rey,
en la persona de Almarico I, extendió su poderío al sur hasta El Cairo, Egipto. Pero en el año l187, siendo
emperador de Oriente Isaac II, y de Occidente Federico I, y papa Clemente III, el Sultán mahometano de
Egipto, llamado Saladino, tomó de nuevo a Jerusalén, y llegó a pactar con el cruzado Ricardo Corazón de
León. La cuarta y quinta cruzadas fueron dirigidas contra Egipto por el papa Inocencio III y Juan de Brienne,
pero en la sexta, el emperador Federico II pactó en Tierra Santa con el sultán, recibiendo a Jerusalén, Belén,
Nazaret y sus caminos, a cambio de respetar las vidas y haciendas musulmanas. Entonces el emperador
Federico II se coronó a sí mismo "Rey de Jerusalén". En la séptima cruzada, Luis IX de Francia vuelve a la
reconquista de Egipto y toma a Damieta, su fortaleza; pero a la postre es hecho prisionero con su multitud. En
1291 cae la última fortaleza de los cruzados en Tierra Santa. En 1516 es la ciudad tomada por los turcos, del
norte, bajo Selim I. Y el 9 de diciembre de 1917 es de nuevo recuperada de mano de los turcos por los
británicos, quienes en 1920 reciben de la Sociedad de las Naciones, antecesora de la ONU, la soberanía sobre Palestina, hasta que en 1948 nace el Estado de Israel. En 1967 se recobra al fin la ciudad de Jerusalén por los israelitas. En 1980 se declara a la ciudad: «Capital de Israel». Sólo espera que se levante de nuevo el Templo para que el falso mesías se siente por última vez sobre él en plena atmósfera de Armagedón.

Lo que acontezca relativo a Jerusalén es de mucha importancia, pues su destino está ligado a los propósitos
de Dios; y como alguien ha dicho, la nación judía es el calendario de Dios. Las generaciones tienen, pues, sus
ojos fijos en ella, y Dios, que trata con todas las generaciones rumbo a su destino final, encamina los
acontecimientos. La mano de Dios se ve, pues, detrás de la historia, y cada generación debe estar a la
expectativa del desarrollo del plan divino. El cumplimiento típico concentra nuestra atención y nos enseña.
Nuestra actual generación tiene, empero, un privilegio que no tuvieron las pasadas generaciones de
cristianos, y ese es, tener a Israel otra vez en su tierra, y a Jerusalén, cual capital hebrea, bajo su poder. El fin,
pues, está a la mano. Por la Palabra estamos expectantes de grandes acontecimientos, y de la aparición en
cualquier momento del hombre de pecado final. Estudiar, pues, la profecía relativa a éste y su cumplimiento
típico resulta de ayuda muy buena en estos momentos. De modo que volviendo al tiempo de los Macabeos,
examinamos el primer cumplimiento típico de un profanador de la Ciudad y el Santuario. Regresamos a
Daniel, capítulo 11.

"20Y se levantará en su lugar uno (en lugar de Antíoco III el Grande, de quien seguíamos la relación)
que hará pasar un cobrador de tributos por la gloria del reino; pero en pocos días será quebrantado,
aunque no en ira, ni en batalla".
A Antíoco III le sucedió su hijo mayor Seleuco IV Filopátor, quien abrumado por sus deudas con los
romanos, acudió a los impuestos, y escuchando que en el templo de Jerusalén había grandes tesoros, envió a
su primer ministro Heliodoro para despojarlo, acerca de lo cual puede leerse en el capítulo tercero del
segundo libro de los Macabeos. Heliodoro envenenó luego a su rey Seleuco.

Persecución de los judíos por Antioco Epífanes

Atendamos ahora a la siguiente larga relación profética.
"21Y le sucederá en su lugar un hombre despreciable (un vil), al cual no darán la honra del reino; pero
vendrá sin aviso y tomará el reino con halagos. 22Las fuerzas enemigas serán barridas delante de él
como con inundación de aguas; serán del todo destruidos, junto con el príncipe del pacto. 23Y después
del pacto con él, engañará y subirá, y saldrá vencedor con poca gente. 24Estando la provincia en paz y
en abundancia, entrará y hará lo que no hicieron sus padres, ni los padres de sus padres; botín,
despojos y riquezas repartirá a sus soldados, y contra las fortalezas formará sus designios; y esto por un
tiempo. 25Y despertará sus fuerzas y su ardor contra el rey del sur con gran ejército; y el rey del sur se
empeñará en la guerra con grande y muy fuerte ejército; mas no prevalecerá, porque le harán traición.

26Aun los que coman de sus manjares le quebrantarán; y su ejército será destruido, y caerán muchos
muertos. 27El corazón de estos dos reyes será para hacer mal, y en una misma mesa hablarán mentira;
mas no servirá de nada, porque el plazo aún no habrá llegado. 28Y volverá a su tierra con gran riqueza,
y su corazón será contra el pacto santo; hará su voluntad, y volverá a su tierra. 29Al tiempo señalado
volverá al sur; mas no será la postrera venida como la primera. 30Porgue vendrán contra él naves de
Quitim, y él se contristará, y volverá, y se enojará contra el pacto santo, y hará según su voluntad;
volverá, pues, y se entenderá con los que abandonen el santo pacto. 31Y se levantarán de su parte tropas
que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación
desoladora. 32Con lisonjas seducirá a los violadores del pacto; mas el pueblo que conoce a su Dios se
esforzará y actuará. 33Y los sabios del pueblo instruirán a muchos; y por algunos días caerán a espada y
a fuego, en cautividad y despojo. 34Y en su caída serán ayudados de pequeño socorro; y muchos se
juntarán a ellos con lisonjas. 35También algunos de los sabios caerán para ser depurados y limpiados y
emblanquecidos, hasta el tiempo determinado; porque aun para esto hay plazo".
En este largo pasaje citado a propósito sin interrupción, tenemos la introducción de un vil, "un hombre
despreciable", que se levanta hasta profanar el santuario, y bajo cuyo reinado es destruido el príncipe del
pacto. Es, pues, este vil el responsable de la abominación desoladora.

El primer cumplimiento típico, aún en tiempos anteriores al Señor, Jesucristo, lo tenemos en el infame
Antioco IV Teoepífanes, quien se presentó a sí mismo como Dios manifiesto. El reino correspondía a
Demetrio, pero lo tomó con astucia, asegurándose el voto político de los sirios con lisonjas y adulando a los
reyes de Pérgamo; lo cual cumple típicamente el versículo 21. Hecho fuerte doblegó el país e incluso
invadió a Egipto (versículo 22). En este caso, el príncipe del pacto que fue destruido bajo su gobierno fue el
sumo sacerdote de Israel, un santo varón de nombre Onías III, quien desempeñaba el sumo sacerdocio en
figura del futuro Príncipe del pacto, a saber, el Mesías; aquel también fue asesinado (versículo 22). Antíoco
IV engañó también a Ptolomeo VI Filométor haciéndose de Menfis y Egipto con poca gente al principio, pues fingía ayudar con su intervención a Ptolomeo VI (versículo 23). Luego se apoderó del reino desde Siria hasta Egipto, excepto Alejandría, pasando por Palestina (versículo 24).
En cuanto al botín repartido por él a sus soldados, nos dice también I Macabeos 3:28,30,31: "28Abrió sus
tesoros y pagó a la tropa el sueldo de un año, ordenando que estuvieran preparados para
cualquier acontecimiento. 30Temió no tener, como otras veces le había sucedido, para los gastos y
regalos que antes repartía generosamente, superando a los reyes anteriores. 31Se encontró muy
apurado, y decidió ir a Persia a cobrar los tributos de aquellas provincias y reunió mucho dinero".
Los versículos 25 y 26 hallan cumplimiento en la invasión de Antíoco IV a Egipto en el año 170 a.C. En la
batalla de Pelusio, el rey del mediodía, Ptolomeo VI, fue derrotado debido a malos consejos. Sin embargo, de acuerdo al versículo 27, Antíoco IV le dejó a Ptolomeo VI como rey en Menfis fingiendo que sus
movimientos eran para respaldarlo contra Ptolomeo Fiscón, que pretendía también la silla de Egipto. Los dos
sabían de su falsedad en una misma mesa, en las negociaciones de Menfis. Antíoco IV regresó a su tierra
pasando por Palestina (versículo 28), atacando a Jerusalén y saqueando el Templo, rodeándose de matanzas.

Profanación del santuario

Después, habiendo regresado a Siria, tornó de nuevo contra Egipto pero sin el mismo éxito de la primera
vez (versículo 29), pues mientras trataba de asentarse también en Chipre, los romanos le trajeron el ultimatum
del Senado de Roma obligándole a replegarse (versículo 30); y, entonces, enojado, e instigado por el partido
de Menelao y otros judíos apóstatas y helenizantes, envió de su parte a Jerusalén a Apolonio con veinte mil
hombres para matar a los adoradores judíos fieles, e imponer la religión griega. Se identificó Antioco IV con
el dios Júpiter Olímpico, y exigió culto a sí mismo en el mismísimo santuario de Jerusalén al que profanó.
Entregó luego la ciudad al cuidado de los apóstatas.

I Macabeos 1:45-50 es, como vimos, muy explícito en cuanto al cumplimiento profético típico en los
designios de Antíoco IV Epífanes: "45Según él, se suprimían las víctimas consumidas por el fuego, los
sacrificios y otras ofrendas en el santuario. Se debía tener por días ordinarios no sólo los sábados,
sino también las fiestas sagradas...", y en fin, el resto de esta aleccionadora cita recogimos ya en el
capítulo III, "Un rey Altivo y Enigmático" de esta obra. Con aquello se cumplen los versículos 31-33,
quitándose el continuo sacrificio y persiguiendo a los santos. Pero además, colocó también la abominación
desoladora. I Macabeos 1:54-57, dice: "54En el año ciento cuarenta y cinco, el día quince del mes de
Kisléu, Antioco levantó sobre el altar del templo, el abominable ídolo de los invasores.
Construyeron también altares a través de todo el país de Judea. 55Quemaban incienso en las
puertas de sus casas y en las plazas. 56Rasgaban y echaban al fuego los libros de la Ley que
encontraban. 57Al que sorprendían con el libro de la Alianza, y al que cumplía con los preceptos de
la Ley, lo mataban, pues así lo ordenaba el decreto real”. No debemos olvidar que Antíoco IV, al
identificarse con Júpiter, exigía el culto a sí mismo. La historia de Matatías, Judas, Jonatán y Simón
Macabeos, con sus heroicas hazañas, son el típico cumplimiento de los versículos 32-35, donde el pueblo que conoce a su Dios se esfuerza y actúa en medio de la persecución. ¡Maravillosa lección para los que nos
encontramos en los umbrales del fin, a la sombra del anticristo!

A partir del versículo 35, se nos habla de la prosperidad del rey soberbio, que detrás de bambalinas es
obviamente Satanás; y se nos muestran de allí en adelante, sus últimos pasos hasta la consumación de la ira.
De manera que la profecía enfoca directamente el tiempo del fin; pues este es el tiempo de la consumación de
la ira. Sin embargo, habiendo ya considerado el cumplimiento típico en Antíoco Epífanes, etc., debemos
volver sobre nuestros pasos y elevar nuestra mirada un poco más allá del primer cumplimiento típico.
Recordemos que el Señor Jesús, casi dos siglos después de Antíoco IV, retomó las mismas profecías y las
aplicó de nuevo al futuro. Mateo 24:15,16 y Marcos 13:14 nos registran las palabras del Señor Jesús que
citamos a continuación fundiendo en una las dos versiones:

"15Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta
Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), 16entonces los que estén en Judea, huyan a los
montes".

Los libros de Mateo y Marcos circulaban por el imperio romano, al igual que la segunda carta de Pablo a
los Tesalonicenses; por eso, para ocultar su referencia a Roma, simplemente dicen: "el que lee, entienda", y
"vosotros sabéis lo que lo detiene... hasta que él a su vez sea quitado de en medio" (2 Tes. 2:6,7). Sin
embargo, Lucas 21:20-22 es mucho más explicito, y transmite la idea de la siguiente manera:

"20Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha
llegado. 21Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y
los que estén en los campos, no entren en ella. 22Porque estos son días de retribución, para que se
cumplan todas las cosas que están escritas".

"Las cosas que están escritas" lo están, pues, también en Daniel, en las profecías que hemos considerado
relacionadas a la profanación del santuario de Jerusalén. El Señor Jesús no se dio, pues, por satisfecho con el
cumplimiento en Antíoco IV Epífanes. Cierto es que aquella generación apóstata fue castigada en su día;
¡cuánto más debía serlo aquella misma que rechazó a su Mesías! el verdadero Príncipe del pacto, del cual
Onías III, sumo sacerdote, era apenas una figura. Jesús sabía de los sufrimientos que le esperaban de su
propio pueblo y de los gentiles, específicamente de los romanos; así que se refirió a ellos.

El príncipe que proviene de Roma

De manera que detrás de la sombra antioquina vemos erigirse cual el vil, al príncipe que proviene de Roma.
También la profecía se ajusta a él. Veámoslo: el versículo 18 del capítulo 11 de Daniel nos muestra al
príncipe que hace cesar la afrenta de Antíoco III el Grande, el cual es Roma, históricamente hablando. A
partir de allí debemos entonces reconsiderar la profecía enfocando a la personificación de la nueva
hegemonía. Puesto que los últimos macabeos pidieron socorro a Roma, ésta aceptó el padrinazgo sobre
Judea. Siria misma llegó a estar bajo Roma desde que Antíoco XIII Asiático fue destronado por el general
romano Pompeyo, quien en el año 63 a.C. tomó Jerusalén y estableció el dominio romano en Palestina. Se
dice de él que incluso entró en el Lugar Santísimo atrevidamente, pero no saqueó el Templo ni halló el Arca
del Pacto, la cual, según 2 Macabeos 2:4-8, había sido escondida por el profeta Jeremías.
Roma, en la persona de César Augusto hizo censar a la nación judía, lo cual le sería útil para la milicia y los
tributos. El gobernador Cirenio administró tal censo en tiempos del nacimiento del Señor Jesús (versículo
20). Muerto Augusto, subió Tiberio César, a quien el mismo historiador Tácito consideraba desconfiado e
hipócrita, y bajo cuyo gobierno el Estado policíaco se organizó. En su tiempo, el Príncipe del pacto, el Mesías Príncipe, Jesucristo el Justo, fue crucificado. Tiberio se sostuvo con poca gente, la guardia pretoriana
(versículos 21-23). Los césares se mantuvieron en pie gracias a su fuerza militar. Señorearon sobre Egipto,
Palestina, Siria y Occidente, y debido a los disturbios de los judíos, bajo el emperador Vespasiano, el general
romano Tito asedió con los ejércitos de Roma, la ciudad de Jerusalén y la tomó en el año 70 después de
Cristo, durante la misma generación que rechazó al Mesías. La guerra con los judíos duró desde el año 67
d.C., tres años y medio. Al tomar Jerusalén los soldados romanos ofrecieron sacrificios al águila romana en la
puerta oriental del Templo, al cual saquearon e incendiaron. Los cristianos huyeron a Pella cuando vieron a
Jerusalén rodeada de ejércitos de parte del príncipe de Roma. Sin embargo las persecuciones a los cristianos
continuaron bajo los césares romanos hasta Constantino, quien tampoco se abstuvo de usar el poder secular
contra los disidentes en asuntos religiosos (versículos 24-35). Las características del vil no rehúsan, pues,
hallarse también en la silla romana.

No obstante, a pesar de que aquella misma generación que crucificó al Mesías vio cumplirse la retribución
sobre Jerusalén, aún una vez más, la revelación nos vuelve a dirigir hacia una futura angustia sobre la ciudad
y el pueblo de Jacob. Apocalipsis, escrito después del cumplimiento profético del año 70 d.C., cuando el
apóstol Juan estaba preso en Patmos cerca del año 86 d.C., nos presenta a Jerusalén bajo la bestia:
"1Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el
templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. 2Pero el patio que está fuera del templo déjalo
aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta
y dos meses. 3Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
7Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los
vencerá y los matará. 8Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual
se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado" (Jerusalén) (Apocalipsis
11:1-3, 7-8).

El misterio de iniquidad

También el apóstol Pablo, refiriéndose a un tiempo posterior al de la Roma de su tiempo, pues escribe del
que ahora impide; dice así: "3Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá (el día del Señor, Su
venida y nuestra reunión con Él) sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el
hijo de perdición, 4el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto
que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. 5¿No os acordáis que cuando yo
estaba todavía con vosotros, os decía esto? 6Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene (pues estaba en pie el
imperio romano no dividido siquiera aún), a fin de que a su debido tiempo se manifieste (Babilonia tuvo su
tiempo, luego Persia, lo cual impedía a Grecia levantarse hasta que cayó; entonces vino Grecia, y tras ésta,
Roma. Pero Pablo sabía que a Roma le debían salir diez cuernos, y entre éstos se levantaría un cuerno
blasfemo). 7Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene
(en tiempos de Pablo, el imperio romano), hasta que el a su vez sea quitado de en medio (lenguaje velado;
pero ellos sabían por tradición que se refería a Roma). 8Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el
Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida (ver también Apocalipsis
19:11-21); 9inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios
mentirosos, 10y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos" (2 Tes. 2:3-10). Hacia este final cumplimiento apunta, pues, la profecía que estamos considerando de Daniel capítulos 10, 11 y 12.


Daniel 8:10-12 refiere el quitar el continuo sacrificio al rey altivo y enigmático que ya consideramos. El
capítulo 9, versículo 27, lo refiere también al príncipe que había de venir con la desolación tras él. El ángel en
el capítulo 10, versículo 14, apunta la profecía al tiempo del fin, los días postreros. De manera que habiendo
considerado a Antioco IV Epífanes y a la Roma imperial como cosas anteriores a la revelación apocalíptica,
la Roma del año 70, la profecía del Apocalipsis nos señala con la segunda epístola a los Tesalonicenses de
Pablo, un cumplimiento final en la última generación antes del Milenio. Pero debemos recordar que las
demás profecías no nos presentan otra posibilidad que Roma revivida para estar expectantes del
advenimiento del inicuo. Y siendo que el misterio de iniquidad estaba ya en acción en tiempos de Pablo, y
Roma era ya señora del escenario, no nos queda otra alternativa que ver ese misterio de iniquidad operando
desde allí en adelante en Roma, preparando la plataforma final del anticristo.
¿Y qué sucedió en Roma tras los césares? Surgió el papado, vestido de púrpura y escarlata, con la
inquisición en su diestra, y en su siniestra, por así decirlo, el cáliz de las abominaciones y la fornicación
espiritual. Y hemos visto ya a los diez cuernos, representados hoy en los Estados Unidos de Europa, quienes
aderezan la mesa de su ejecutivo. Fue el Tratado de Roma, a instancias del Vaticano, el que dio lugar a la
Comunidad Económica Europea. Entre las características del «hombre despreciable» está el engaño, su
aversión al pueblo santo, e incluso sus incursiones e hipocresías contra el rey del sur. Tal iniquidad misteriosa
se proyectó también en el papado, pues se levantó sobre fraudes, persiguió a los judíos y a los cristianos
disidentes de Roma; e incluso incursionó contra los musulmanes, el rey del sur, en las cruzadas medievales.
No necesitamos explayarnos aquí sobre sus pretensiones universales, incluido el cielo, el infierno y el
«purgatorio», pues a todas luces quiere sentarse sobre la Iglesia, que es el Templo de Dios.
Ahora bien, la abominación desoladora en su forma final y definitiva tiene lugar durante la última semana
de las setenta señaladas al pueblo de Daniel; de manera que es lícito aplicar también el contexto de la profecía de Daniel 11 (que en relación al hombre despreciable habla de la abominación desoladora) al anticristo final.

Entonces, aunque desde el versículo 23 del capítulo 11 se nos caracteriza a Antioco IV Epífanes, y vemos
también rasgos del Imperio Romano e incluso del papado, no obstante, desde el versículo 23 podemos
deducir los últimos movimientos del anticristo en el tiempo del fin. Recordemos que la profecía es principalmente para los días postreros (l0:14), y que en su redacción, el hombre despreciable y su abominación desoladora abarcan todo el resto de la profecía hasta terminar ésta en el capítulo 12, versículo 13. Recordemos también que los tipos sirven de figura, y que aquella bestia que ha de subir del abismo, aunque no es, sí era, de manera que nos resulta útil examinar por las sombras al objeto que las proyecta, que no es otro que el mismo diablo que por fin se encarnará en toda su vileza y rebeldía contra Dios. El versículo 23 nos decía: “Y después del pacto con él, engañará y subirá, y saldrá vencedor con poca gente".

El anticristo final

Comparado este verso con el versículo 26 y el versículo 27 del capítulo 9 de Daniel: "26Se quitará la vida al
Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin
será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. 27Y por otra semana confirmará
el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está
determinado se derrame sobre el desolador". Tenemos en este contexto que se nos habla en 11:23 y 9:27 de
un pacto hecho por el príncipe que se levantó contra el Mesías y destruyó la ciudad y el santuario, del cual,
como de Roma, surge el último cuerno de la cuarta bestia de Daniel 7. Este príncipe final es el anticristo con
el cual muchos pactarán al comienzo de la semana setenta de la profecía de Daniel 9, la última semana.
Apocalipsis 17:13 nos dice de los diez cuernos que le salen a la bestia que "13éstos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. 14Pelearán contra el Cordero..." He allí el pacto. Por lo tanto, regresando a Daniel 11:23 podemos identificar el pasaje desde el versículo 23 hasta e1 31 como correspondiente a eventos de la primera mitad de la semana septuagésima. Y desde el verso 31, donde nos habla del cese del continuo sacrificio, y de la abominación desoladora, hasta el final del capítulo 12, como
correspondiente a la segunda mitad de la semana septuagésima o número setenta; es decir, los tres años y
medio de la gran tribulación bajo el desolador; períodos a los que seguiría la redención de Israel y el Reino de
los justos resucitados.

Durante aquella primera mitad de la última semana de años, se verán alianzas mundiales, reorganización
del sistema mundial, acuerdos multinacionales, pues Jesús también habló de que la cizaña debía ser atada en
manojos antes de ser echada al fuego (Mateo 13:30). Todo este movimiento de Naciones Unidas, pactos de
defensa, conferencias cumbres, acuerdos comerciales, etc., etc., llegarán a una gran concatenación durante
esa primera mitad de la semana de que hablamos, preparando la entronización blasfema del desolador para el
resto de la semana (versículo 23).

El cuerno blasfemo, pequeño al principio, crecerá por medio del poder económico, administrando el botín,
y el poder militar al que echará mano una vez que haya conseguido con alianzas el respaldo a su política
(versículo 24). Estando la economía ligada al petróleo, y éste al mundo musulmán y a la OPEP, el islámico
rey del sur, de los no alineados del Tercer Mundo, entonces el Ejecutivo de la Mancomunidad Europea
tratará, ya sea con amenazas y demostración de fuerza, ya con negociaciones, de controlar el movimiento
musulmán, no alineado y tercermundista, y apoderarse de sus riquezas, lo cual hasta cierto punto logrará
(versículos 25-27), pero le estorbará la situación del Medio-Oriente, especialmente en su relación con Israel
(versículo 28). Por lo cual tratará de apoderarse de la nación, pero aún en Occidente hallará reparos a su modo de manejar la situación; de manera que tendrá que enfrentar la resistencia de tres de sus antiguos aliados, pues el cuerno blasfemo entronizado por los grandes diez, derribará a tres de éstos.

Habrá conflicto en el Mediterráneo con fuerzas navales (versículos 29,30). La religión judeo-cristiana le
resultará un estorbo en todos sus movimientos; por lo cual, este anticristo se aliará con los apóstatas haciendo
uso de la alta crítica falsa de la Biblia y del estudio de las religiones comparadas, de manera que pueda
controlar religiosamente la situación, para lo cual la religión judeo-cristiana le es una espina en su carne
(versículo 30). Entonces la perseguirá y se levantará contra ella acorralando al pueblo de los santos del
Altísimo, en lugar del cual se colocará a sí mismo como el representante divino, siendo más bien su filosofía
estatal un humanismo satánico que exhibirá milagros, y exigirá culto, es decir, la primera lealtad de sus
súbditos. Prohibirá a Israel el restaurado continuo sacrificio en el Templo reconstruido en su lugar en
Jerusalén, y entonces se exaltará a sí mismo (versículo 31). Durante tal tiempo de persecución religiosa y
confusión, se aborrecerán unos a otros, y el hermano entregará al hermano, y los parientes y amigos se
traicionarán entre sí, haciéndose una clara división entre los que están verdaderamente por Cristo, y los que
aman más su vida en este mundo, para lo cual necesitarán aliarse al anticristo, que controlará su subsistencia.
Estos últimos llegarán a adorar con su primera lealtad al dragón y a la bestia (versos 32-35).

Llegamos entonces al verso 36 de Daniel 11, en plena atmósfera de Armagedón, bajo el desolador
blasfemo que hace abominación. Desde los versos 31 y 36 se está definitivamente ya en la segunda mitad de
la semana setenta, la gran tribulación: "36Y el rey hará su voluntad y se ensoberbecerá, y se engrandecerá
sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, hasta que sea consumada la
ira; porque lo determinado se cumplirá". Dios le dará permiso de prosperar por un plazo, e incluso le
permitirá probar a los santos hasta vencerlos, pues hablará maravillas contra Dios haciendo seguramente uso
de una erudición engañosa y apóstata. La teología modernista y existencialista, y de la muerte de Dios, será
su aliada. Despreciará la religión como asunto de mitos, y el pueblo sencillo no sabrá qué responder. Un
racionalismo experto en parapsicología seguramente le acompañará. Asombrará, pues, a todo el que no tenga
su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero, y prosperará hasta que se derrame sobre él la ira de Dios, las copas de la ira.

"37Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque
sobre todo se engrandecerá". Se exhibirá, pues, como superior a la religión, y de las mujeres no se dejará
dominar, pero he aquí la basura que lo seducirá: "38Mas honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con cosas de gran precio.
39Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le
reconozcan, y por precio repartirá la tierra".

Lo seducirá, pues, el poder, las riquezas, el dominio económico, la supremacía militar y tecnología, la
vanidad, la gloria vana de este mundo. Con injusticias se apoderará de la tierra y la repartirá a su antojo. El
sistema económico mundial está controlando cada vez más los estómagos de los hombres. Las tierras están
hipotecadas, las naciones endeudadas; los intereses de la usura se han engullido el sacrificio de los hombres.
Mamón postró a los habitantes de la tierra.

"40Pero al cabo del tiempo el rey del sur contenderá con él; y el rey del norte se levantará contra él como
una tempestad, con carros y gente de a caballo, y muchas naves; y entrará por las tierras, e inundará, y
pasará". Los musulmanes y el Tercer Mundo no estarán muy contentos con la dictatorial hegemonía
occidental europea. Tampoco lo estará Rusia, de manera que la guerra de Armagedón se perfilará
definitivamente y comenzará el movimiento de tropas que por tierra y agua convergerán en Medio-Oriente.

"41Y entrará a la tierra gloriosa, y muchas provincias caerán; mas estas escaparán de su mano:
Edom, y Moab, y la mayoría de los hijos de Amón. 42Extenderá su mano contra las tierras, y no escapará
el país de Egipto. 43Y se apoderará de los tesoros de oro y plata, y de todas las cosas preciosas de
Egipto; y los de Libia y Etiopía le seguirán".
Israel, la tierra gloriosa, será, pues, invadida para que tenga sus finales dolores de parto en pleno
Armagedón. Egipto, que en estos días (1983) mantiene con Israel la paz, no quedará exento del conflicto, ni
tampoco Libia y Etiopía, que estarán alineados con el rey del norte, la Rusia de Gog de Magog (Ezequiel
38:5), las cuales están bajo régimen izquierdista. Edom es el sur de Israel, y Moab y Amón son hoy Jordania.
"44Pero noticias del oriente y del norte lo atemorizarán, y saldrá con gran ira para destruir y matar a
muchos. 45Y plantará las tiendas de su palacio entre los mares (Mediterráneo y Muerto) y el monte glorioso
y santo (Sión); mas llegará a su fin, y no tendrá quien le ayude". Apocalipsis 9:14-19 y 16:12-16 nos presenta
también la intervención del Oriente, la hoy China comunista y sus vecinos rojos: los reyes del Oriente
cruzarán el río Eúfrates hacia la zona de conflicto en Medio-Oriente. Del norte socialista, el antiguo bloque
soviético con sus aliados del Pacto de Varsovia, se espera también una invasión sobre Israel (Ezequiel 38 y
39). El anticristo, por su parte, se sentará en el templo de Dios en Jerusalén, haciéndose pasar por Dios; sí, allí extenderá las tiendas de su palacio. Armagedón se encenderá. Los millones de soldados de la China están
preparados para matar y morir, y morirán muchos hombres. Rusia perderá su poderío bajo el fuego nuclear en su invasión a Israel, y el anticristo llegará a su fin con la venida del Señor.

El fin de la tribulación

Capítulo 12. "1En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu
pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel
tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro". No sólo los ejércitos terrenales
convergerán en este conflicto final, sino también los ejércitos celestiales bajo el arcángel Miguel, como
consta también en Apocalipsis 12. Todo esto será así, porque detrás de la historia de los hombres han estado
trabajando la mano de Dios con Sus ángeles fieles, y la mano de Satán con sus demonios. Todas las criaturas
inteligentes estarán involucradas en este conflicto entre el bien y el mal. El tiempo de angustia para Jacob
será, pues, la gran tribulación final, que viene a ser el dolor de parto que al fin desentrañará el Reino.
Entonces Israel será salvo y reconocerá a su Señor, Aquel a quien traspasaron, su Mesías, JESUCRISTO. En Su segunda venida acontecerá la primera resurrección, que traerá para el Milenio a los justos resucitados; y luego entonces a los demás muertos para ser juzgados (Apocalipsis 20:1-5).

Continuamos con Daniel 12. "2Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados,
unos para vida eterna (los de la primera resurrección), y otros para vergüenza y confusión perpetua. 3Los
entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud,
como las estrellas a perpetua eternidad". Véase aquí también: 1 Juan 3:2; Colosenses 3:4; Filipenses
3:21,22; 1 Corintios 15:51,52; 1 Tesalonicenses 4:15-17; 2 Tesalonicenses 1:7-10.
"4Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin”. Es decir, tan sólo cuando al
fin las cosas sean cumplidas plenamente se aclarará todo; por ahora siempre quedará algo oscuro; no obstante “muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará". Habíamos ya dicho que la construcción hebrea de esta frase permite entender también que el libro sería estudiado y cada vez más comprendido. La alusión a la ciencia, sin embargo, queda perfectamente justificada, por otra parte, en los adelantos modernos, según una variación exegética.

Profecía sellada hasta el tiempo del fin

"5Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro
lado del río. 6Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin
de estas maravillas?”
Se refiere al río en que tuvo la visión y a los ángeles que acompañaron el momento de la revelación. Uno de
ellos preguntó por el final de todas las maravillas contenidas en la visión que abarca desde la época del
imperio Persa hasta el fin. Se preguntó, pues, por el fin, y esta fue la respuesta:

"7Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el cual alzó su diestra y su siniestra
al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo. Y
cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas".
El pueblo santo es Israel, quien retornará de su dispersión y afrontará los tres años y medio de la tribulación
con la cual terminará la historia del «día del hombre», y el «Día del Señor» alboreará.

"8Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? 9Él respondió: Anda,
Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. 10Muchos serán limpiados,
y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá,
pero los entendidos comprenderán".
Esta es, pues, una revelación para los santos del fin; y añade:

“11Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá
mil doscientos noventa días. 12Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco
días. 13Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días".
El primer período mencionado se refiere a los tres años y medio finales, los de la tribulación, la segunda
mitad de la septuagésima semana, más treinta días para arruinar al anticristo. Los demás cuarenta y cinco días
para poner todo definitivamente en orden. Bienaventurado el que no desfallezca en el camino y sea tenido por
digno de alcanzar aquel siglo. Los resucitados, junto con Daniel tomarán la herencia del Reino inconmovible
desde allí en adelante.