CREDENCIALES DEL LIBRO DE DANIEL
ANTE LA CRÍTICA
ANTE LA CRÍTICA
El libro de Daniel ha recibido varios ataques desde hace muchos siglos, pero de todos ellos ha salido
perfectamente airoso. La presuposición crítica antisobrenaturalística que no puede creer en el fenómeno
divino de la profecía, desde Porfirio en el siglo III d.C., ha querido presentar al libro de Daniel como escrito
en fecha posterior a los acontecimientos de la época de Antíoco Epífanes.
Para sostener su posición, la crítica destructiva se ha valido de supuestos anacronismos, todos los cuales,
sin embargo, han sido refutados por la investigación posterior. A Porfirio lo refutaron ya en su época
Tertuliano de Cartago, Metodio de Olimpo, Eusebio de Cesarea, Apolinar de Laodicea y otros.
No obstante, el racionalismo de loe siglos XVII y XVIII intentó revitalizar el derrotero refutado de
Porfirio. Atacaron el libro, por ejemplo, Uriel Acosta (1590-1647), Antonio Collins (1727), Leonardo
Berthold (1806-8), S. R. Driver (1846-1914). Gustavo Hoelscher (1919), y ya adentrado el presente siglo
también E. L. Curtis, Cornill, A. A. Bevan, Prince, etc.
Son abundantísimas las razones para desechar el argumento de Porfirio y de los críticos modernos. El Señor Jesucristo mismo utilizó el libro de Daniel como auténtico (Mt.24:15; 16:13; 26:24; 25:46), y a él se
alude abundantemente en el Nuevo Testamento (Daniel capítulo 1 en Apocalipsis 2:10; capítulo 2 en
Apocalipsis 11:13; 16:11; Mateo 24:6; Marcos13:17; Lucas 21:9; Apocalipsis l:1; 4:1; 22:6; 1:19; 20:11;
11:15; 1 Corintios 14:25; Apocalipsis 17:14; 19:16; capítulo 3 en Apocalipsis 10:11; 13:15; capítulo 4 en
Mateo 13:32; Marcos 4:32; Lucas 13:19; Apocalipsis 14:8; 16:19; 18:2,10,21; 4.9; capítulo 5 en Apocalipsis
9:20; capítulo 6 en 2 Timoteo 4:17; Apocalipsis 4:9; capítulo 7 en Apocalipsis 7.11; 11:7; 12:3; 13:1;
17:3,8; 13:2; 1:14; 20:4,11; 13:5; 19.20; 5:11; 20:12; Mateo 24:30; 26:64; Marcos 13:26; 14:62; Lucas
1:33; 21:27; 22:69; Apocalipsis 1:7,13; 10:11; 11:15; 14:14; 22:5; 17:12; 13:7; 20:4: 12:14: 22:5; capítulo 8
en Lucas 21:24; Apocalipsis 8:10; 11:2; 12:4; 1:17; 10:4; 22:10; capítulo 9 en Apocalipsis 10:7; 11:18;
Mateo 24:15; Marcos 13:14; capítulo 10 en Apocalipsis 1:13,14; 2;18; 19:6,12; 12:7; 1:17; 14:14; capítulo
11 en 2 Tesalonicenses 2:4; Mateo 24:10; capítulo 12 en Mateo 24:21; Marcos 13:19; Apocalipsis 12:7;
13:8; 16:18; 17:8; Judas 9; Mateo 25:46; Apocalipsis 7:14; 20:15; 21:27; Mateo 13:43; Marcos 13.14;
Apocalipsis 10:4; 22:10; 4:9,10; 10:6; 12:4; 10:4; Marcos 13:14; Mateo 24:15; Santiago 1: 12; 5:11. He
adaptado el orden según los versículos de Daniel del "Nuevo Auxiliar Bíblico" de Manley, Robinson y
Stibbs).
El libro de Daniel contiene importantes porciones escritas en primera persona por Daniel mismo (Daniel
capítulos 7 a 12 ) y por Nabucodonosor (Daniel 4:1-37 ). El libro fue posteriormente editado por Esdras, y
según el talmúdico Baba Bathra (15a) habría sido también editado actualizado por la Gran Sinagoga. El
apóstol Pablo alude claramente a él en su segunda epístola a los Tesalonicenses. El Apocalipsis escrito por el
apóstol Juan está estrechamente relacionado al libro. Por lo cual, la inspiración profética entrelaza
perfectamente la visión panorámica de la "historia salutis" en la "historia mundis". Sus asertos proféticos
son corroborados por el desarrollo histórico posterior a Daniel, alcanzando incluso nuestra época
contemporánea.
El profeta Ezequiel, en nombre de Dios, menciona en sus profecías a Daniel en varias ocasiones (Ezequiel
14:14,20; 28:3). Algunos han pretendido infructuosamente identificar al Daniel citado por Ezequiel con el
Daniilu, padre de Akhatu, de la epopeya ugarítica que lleva el nombre de este último, subscrita por el escriba
Ilimilku de Ugarit, y desenterrada en 1830 por Albanese, Dussand y Schaeffer, con la biblioteca del gran
palacio adjunto al templo de Ba'lu, de la época del 1500 al 1370 antes de Cristo. Tal rey Daniilu refaíta parece
ser citado en el papiro Anastasi I, como residente en Hermón cercano a Damasco. Sin embargo, la epopeya de
Akhatu no tiene ni el más mínimo parecido con la historia de Daniel. El parecido de nombres ya era común
desde los tiempos antiguos del proto-semítico. David mismo tuvo un hijo con nombre similar (1 Crónicas
3:1). Nombres similares pueden verse también en Esdras 8:2 y Nehemías 10:6. El profeta Ezequiel
obviamente era del tiempo de la cautividad en Babilonia (Ezequiel 1:1; 8:1; 20:1; 24:1,2; 26:1; 29:1,17; 31:1;
32:1; 33:21; 40:1) al igual que Daniel quien llegó a ser prominente entre su pueblo, le sobrevivió a Ezequiel
(Daniel l:1,21; 2:1: 5:31; 7:1: 8:l; 9:1; 10:1) y se destacó en las cortes de Babilonia, Media y Persia.
Bajo su influencia el judaísmo revelacional alcanzó merecido respeto, como consta en el hecho de que
Darío el Medo pusiera a un sacerdote judío al frente de la guardia del palacio mortuorio. Zoroastro mismo
muestra influencia hebrea. Los magos que vinieron de Anatolia (Mateo 2:1-3) a visitar al Mesías recién
nacido, eran portadores de una antigua tradición de expectativa mesiánica que era general en el Oriente,
según lo atestiguan también los historiadores Tácito y Suetonio.
No es ningún secreto que, además de la Biblia, varios historiadores antiguos se refieren también a los
tiempos de Nabucodonosor, de sus sucesores y de los conquistadores de Babilonia. Tales como, por ejemplo,
Beroso, Herodoto, Jenofonte, Ctesias, Diodoro Sículo, Esquilo, Magastenes, Diocles, Filostrato, Escoliasta
Aristofanita, Menandro, Hecateo de Abdera, Abideno, Eusebio de Cesarea y Flavio Josefo.
Este último sostiene (Antigüedades de los Judíos X,10,7) que Daniel levantó en Ecbatana, Media, la
admirable torre mortuoria donde se sepultaba a los reyes medos, persas y partos. También sostiene Josefo que
el sumo sacerdote Onías impresionó a Alejandro Magno en el año 332 antes de Cristo cuando le mostró que
su levantamiento y venida a Palestina estaban profetizados en el libro de Daniel (Antigüedades Judaicas
XI,8,5).
Respecto a la historia del período griego véanse, además de los libros I y II de los Macabeos, también a los
historiadores Agatárquides de Cnido, Nicolás de Damasco, Polibio de Megalópolis, Timágenes y Estrabón
de Capadocia.
Pero la historicidad de los hechos narrados en el libro de Daniel y otros de la Biblia contemporáneos o
cercanos a él, ha sido además confirmada por los descubrimientos arqueológicos. Tales por ejemplo: La
Crónica Babilónica del año 7 de Nabucodonosor, que trata del primer asedio a Jerusalén, publicada por
Wiseman en su "Crónica de los Reyes Caldeos", y por Parrot.
Weidner y Albright publicaron también las tablillas halladas por Koldewey en su expedición a Babilonia,
en las que se halla la lista de prisioneros de Nabucodonosor entre los años 10 y 35 de su reinado, donde
aparece el nombre del rey Joaquín de Judá y el de sus compañeros. Albright también publicó el sello de
Eliacim, intendente de Joaquín.
En 1935 J. L. Starkey halló 18 cartas grafocananeas comúnmente conocidas como las "Ostrakas de Laquis"
en las que con antiquísima escritura sinaítica en medio de nombres egipcios se cita al Conías bíblico y se
hacen referencias al profeta Jeremías. También se halló en Mizpa, en la tumba de Jazanías, ayudante de
Godolías, el sello de éste último.
Respecto de Ciro rey de Persia, aparte de las historias de Beroso, Herodoto y Jenofonte, se hallaron la
Crónica de Nabonides y el Cilindro de Ciro. Respecto de Cambises se hallaron los papiros arameos con los
Textos de Elefantina, entre los que sobresale el "papiro pascual". De Darío nos informa la Inscripción de
Behistún. Los documentos cuneiformes también ilustran a Daniel al hacer referencia a los distintos tipos de
castigos aplicados por los babilonios y persas; fuego por Nabucodonosor y leones por Medo-Persia. El
incidente de la locura de Nabucodonosor se corresponde con las informaciones históricas de Beroso,
Abideno y Eusebio.
La confusión de algunos críticos respecto a la fecha del primer sitio de Jerusalén se desvanece cuando se
comprende que el año tercero de Joaquín según Daniel corresponde al año cuarto según Jeremías, pues uno
contabilizaba según el método cronológico babilónico, que antes del año primero contaba el año de
ascensión; en cambio el otro contabilizaba según el método cronológico palestino, que no hacía cuenta aparte
del año de ascensión. De modo que la historicidad de Daniel está perfectamente confirmada con evidencias
externas de la historia y la arqueología.
Los supuestos anacronismos que los críticos parecen hallar al hacer el análisis lingüístico de Daniel, han
sido también debidamente refutados por la investigación moderna. El libro de Daniel está escrito en hebreo,
con porciones en arameo, y algunas palabras persas y otras pocas griegas. Un paralelo de bilingüismo puede
hallarse también en obras indias antiguas. El hebreo del libro de Daniel es escaso en palabras griegas (sólo 3),
lo cual sería extraño si, como pretenden ciertos críticos, el libro hubiese sido escrito en fecha posterior a las
conquistas de Alejandro Magno. Quienes siguen a S. R. Driver debieran notar esto. A pesar de que Daniel
moró en las cortes extranjeras de Babilonia, Media y Persia, sin embargo su hebreo es similar al de Ezequiel,
como lo demuestran Jenkins y Pusey. Su estilo es anterior al del hebreo del Eclesiástico, que a su vez
antecede al de la Misnah de los rabinos tanaítas. El hebreo de Daniel es arcaico comparado con el hebreo del
Qumram; y algunas palabras catalogadas como neologismos se han descubierto ahora tan antiguas cual raíces
similares a las del mismo Código de Hamurabi.
Por su parte, el uso del arameo en Daniel en tiempos de Nabucodonosor, así como posteriormente el de
Esdras en tiempos de Artajerjes, no es de ningún modo anacrónico, puesto que se corresponde con el uso de
la época, tal como se demuestra en la correspondencia diplomática, de lo que tenemos ejemplo en el papiro
arameo de Saqqara, Egipto, en el que el rey Adón de Ascalón pide ayuda en arameo al faraón Necao contra
Nabucodonosor. Ch. Boutflower ha demostrado que los nombres propios aparecen en Daniel derivados del
asirio-babilónico como corresponde a su fecha de composición y no al período posterior a Antioco Epífanes.
(Véase también a Archer, Baumgartner, Clinton, Harrison, Kitchen, Rave, Rosenthal, Thomsom, Wiseman,
Young). La ortografía aramea de Daniel tiene similitud con la de los textos arcaicos de Ras-Shamra. Su
arameo se corresponde mejor con el de los papiros de Elefantina que con el de los documentos del Mar
Muerto y el de los Tárgumes.
En cuanto a las palabras prestadas del antiguo persa en Daniel, principalmente entre los pasajes arameos,
no son de extrañar puesto que Daniel escribió en el período persa, y además tales palabras se refieren
mayormente a la política: a instituciones administrativas y a oficiales de gobierno. Igualmente sucedió con
los escribas del Elam en Persépolis después de la conquista de Ciro. Además es notorio que el arameo y el
antiguo persa de los Medos estuvieron en contacto desde los tiempos de Agumkakrimi, rey babilonio de
Padan-Aram en 1650 antes de Cristo. Posteriormente se dieron también otras ocasiones de contacto como las
conquistas de Pudilu de Asiria (1350 a. C.) y Asur-ris-isi (l150 a.C.) sobre Aklami; la de Asurbanipal (888
a.C.) sobre Bit-Adini; las transportaciones llevadas a cabo por Tiglat-Pileser I y II, y por Sargón; las luchas
llevadas a cabo por los reyes Saúl y David. También las inscripciones reflejan tales contactos arameo-persas
muy anteriores a Daniel; tales por ejemplo: la inscripción de Zaidir de Hamat, y la de los reyes Samahlenos
de Amanus. El persa de Daniel es claramente el antiguo y no el macabeo.
Por otra parte, palabras griegas se hallaron ya en los papiros de Elefantina del tiempo de Jedonías. Las
pocas palabras griegas en Daniel se refieren a antiguos instrumentos musicales importados. Una, proveniente
del indo-europeo, e incluso mesopotámico, y usada ya por Homero varios siglos antes, por ejemplo en su
himno 51 a Mercurio, y caracterizada en relieves asirios y heteos de mil años antes de Cristo (cítara). Las
otras dos (saterán y sampoña), usadas ya por Pitágoras y Píndaro en los siglos VI y V antes de Cristo.
Boutflower y J. McDowell han recopilado varios testimonios arqueológico-históricos de contacto cultural
greco-babilónico desde siglos anteriores a la época de Daniel; tales por ejemplo: las Tablillas de Amarna, que
muestran contacto greco-cananeo incluso en tiempos de Moisés. Contacto greco-palestino en tiempos de
Ezequías es documentado, como lo anterior, por Sayce. Téngase además en cuenta el número de registros
asirios de cautivos griegos en tiempos de Sargón, como cuando acometió contra los piratas griegos, según
consta en la línea 21 de su inscripción cilíndrica, en la que también Sargón recibe regalos de los reyes
chipriotas, cuyos sucesores más adelante colaboraron con Asaradón de Nínive, como consta también en el
cilindro de éste último. Igualmente Senaquerib transplantó cautivos griegos al Tigris y a Tarso. A más de
comerciantes, hubo también mercenarios griegos en aquellos tiempos anteriores a Daniel. Véanse los
escudos griegos de la batalla de Carquemis, y el uso de mercenarios y artistas por la Babilonia de
Nabucodonosor y el Egipto de Psamético I en Dafne, y Psamético II en Nubia. Antiménides de Lesbos,
hermano del poeta griego Alceo, sirvió en el ejército del rey asirio. Los antiguos griegos también
establecieron colonias: en Palestina en tiempos de Ezequías; cerca de Ugarit en Minet-El-Beida, siglo VI a.
C.; en el Pelusio Nilota (Herodoto), y en la misma Babilonia (Josefo). Obsérvese la antigua cerámica griega
en Nínive, Babilonia, Siria, Fenicia, Palestina y el Golfo de Akabah; igualmente las importaciones de
Al-Mina. Unas pocas palabras griegas en Daniel referidas a antiguos instrumentos musicales no son en tales
circunstancias de trasfondo histórico ningún anacronismo, sino plenamente naturales.
Otros respectos demuestran también la antigüedad de Daniel. La oración por Belsasar en el libro de Baruc
(1:11,12) refrenda la historicidad de este misterioso Belsasar al que sólo Daniel ubica claramente antes de
Herodoto, y el cual es mencionado también en la Inscripción de Nabonido y otros textos cuneiformes.
En el libro I de los Macabeos, Daniel y sus compañeros son puestos como ejemplo por Matatías a sus hijos,
haciendo uso de la Septuaginta. Esta traducción es de los tiempos de Ptolomeo Filadelfo, siglo III a.C., la cual
contiene las adiciones apócrifas griegas a Daniel (Canto de los tres Jóvenes, Susana, Bel y el Dragón) que no
se hallan en el texto hebreo. El griego de la LXX y el de Teodoción revelan dificultades técnicas de
traducción; todo lo cual manifiesta que el texto hebreo de Daniel debe ser lo suficientemente anterior para
justificar las dificultades de traducción, la adición de porciones apócrifas a algunas copias que quizá las
tenían en hebreo antes de la LXX, y la consideración de canonicidad del libro de Daniel en época macabea
como para ser usado por Matatías.
La antigüedad del libro de Daniel también queda atestiguada por el hecho de ser considerado canónico
entre los esenios de la comunidad del Qumram, que se consideraban los guardianes de la ortodoxia en Israel.
Tal libro y sus comentarios se halló en el Qumram, y el carbono 14 atestigua pertenecer al período macabeo.
Daniel es ya reconocido como profeta en el Florilegio de la Cueva 4 del Qumram. De modo que su
canonicidad allí implica su antigüedad. El libro de Daniel se situó entre los Ketubim debido a su carácter de
hombre público. Los Ketubim se agrupaban por tema y no por fecha. Daniel pertenece al género apocalíptico
que él mismo sirvió para promoverlo.
Son, pues, hoy en día muchos los eruditos que ante la evidencia documental reconocen y defienden la
historicidad y autenticidad del libro de Daniel. La vieja crítica revivida de Porfirio ha recibido pues su golpe
de muerte a mano de los trabajos de reconocidos eruditos de entre los cuales hacemos mención en orden
alfabético de los siguientes más accesibles: G. Ch. Aalders, 0. T. Allis, G. Archer, Ch. Boutflower, R.
Dougherty, J. Finegan, R. F. Harrison, C. E. Keil, G. T. Manley, J. McDowell, E. B. Pusey, S. Vila, B. K.
Waltke, J. Whitcomb, J. D. Wilson, D. J. Wiseman, L. Woolley, Ch. Wright, E. Y. Young, etc.
Cuando nos acercamos, pues, al libro de Daniel, nos estamos acercando a genuina profecía inspirada por el
Espíritu Santo, escrita por el mismo Daniel en su propia época, y editada luego por Esdras y la Gran Sinagoga fielmente.