"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

viernes, 1 de julio de 2011

(7): LA DIVINIDAD


Capítulo VII

LA DIVINIDAD[1]



Después de haber considerado en el capítulo anterior uno de los errores más caracterizantes del movimiento branhamita, pasamos a considerar otro de mucha importancia, que sin embargo no es exclusivo del movimiento que examinamos, pues se ha hallado este error en la historia eclesiástica desde los primeros siglos de la era cristiana; se trata de una particular teología de la Divinidad.  Algunos equivocadamente han atribuido a Branham el inicio de la doctrina, o por lo menos del movimiento actual de los "Sólo Jesús"; pero esto no es verdad; ya en su juventud y antes de sus campañas, siendo un pastor bautista, Branham fue invitado a una convención de los pentecostales "Sólo Jesús", de donde salió muy impresionado, y al hecho de no haber segui­do con ellos en una gira atribuyó Branham como castigo del Señor el permitir la muerte de Hope, su primera esposa, y Sharon Rose, su primera hija, en la inundación de 1937. Yo creo personalmente que en aquel contacto inicial con los "Sólo Jesús", Branham recibió la influencia que le inclinó hacia esa doctrina.
Los "Sólo Jesús"' son, pues, anteriores a Branham; dentro del pentecostalismo que nació con el siglo XX, son ellos un rebrote de una herejía ya de antigua data.  Durante la reforma protestante, sostuvo ideas parecidas Miguel Servet, y muchísimo antes, en plena edad patrística, se combatía ya el sabelianismo.  Desde la antigüedad cristiana hubo varios movimientos emparen­tados a esta herejía que se filtró en el branhamismo; tales movimientos fueron por ejemplo: los monarquia­nos, los patripasionistas, los adopcionistas y unicistas; sus líderes más prominentes fueron Noeto, Sabelio, Cleómenes, Práxeas, etc. Hubo obispos de Roma, hoy enfilados dentro de las listas papales, que sostuvieron tal herejía.  Hipólito de Roma sostiene que el papa Calixto, a quien él combatía, estaba infestado de tal error; también el sabelianista Marcelo de Ancira fue aprobado por el papa Juliano.

Branham, sin embargo, decía que su doctrina no era "Sólo Jesús", y decía frases como: "¿Cómo puede ser el Hijo su propio Padre?" –para así eludir el estigma de "Sólo Jesús" que pesaba sobre él.  Pero a continuación voy a transcribir algunas citas de suyo propias que lo clasifican inequívocadamente dentro de esa corriente.  En un mensaje titulado "La estatura del hombre perfec­to", dado en Jeffersonville, Indiana, en1962, se expresó Branham así (página 9):
"Recuerde, Dios se revela en tres maneras; primera­mente se reveló en una columna de fuego; eso fue llamado el Padre.  Entonces aquel mismo Dios se manifestó en Jesucristo cuando hizo un cuerpo. Tercero, por medio de la muerte de aquel cuerpo, Él santificó a una iglesia en la cual podía morar. Fue Dios sobre nosotros, Dios con nosotros, y Dios en nosotros, el mismo Dios. Por eso fue llamado Padre, Hijo y Espíritu Santo.  No son tres dioses, sino tres oficios de un solo Dios. Si se hubieran quedado con eso allá en el Concilio de Nicea, no habría tanto enredo hoy. No son tren dioses... sino tres oficios. ¿Qué es? Dios manifestándose en su creación".
En la página 11 dice: "Dios fue hecho carne y habitó entre nosotros en la forma de Jesucristo, Su Hijo, Su creación".

Vemos, pues, aquí a Branham despersonalizar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, presentando una persona en tres oficios. El Hijo no sería, pues, persona, en su concepto, sino otro oficio del Padre; de esa manera llega entonces a negar al Hijo, lo cual ya deriva en anticristo. Pero observemos otras citas más dicientes registradas en el libro suyo "Las siete edades de la Iglesia", adaptado gramaticalmente por Lee Vayle.  En las páginas 8, 9, 10 y 11 dice:

"No es que hay tres dioses, sino un Dios con tres oficios, hay un Dios con tres títulos: Padre, Hijo y Espíritu Santo... ¿Cómo pueden tres personas estar en un Dios?  No solamente que no hay Biblia para probar eso, sino que aun esa doctrina muestra una falta de razonamiento inteligen­te. Tres personas distintas aun siendo de substancia idéntica, son tres dioses, o el idioma ha perdido completa­mente su sentido...  Considere esto: ¿Quién fue el Padre de Jesús?  Mateo 1:18 dice: "Se halló que había concebido del Espíritu Santo"; pero Jesús mismo dijo que Dios era Su Padre. Dios el Padre y Dios el Espíritu Santo, como frecuen­temente expresamos estos términos, hacen al Padre y al Espíritu Santo UNO, y en verdad son UNO, de otra manera Jesús tuvo dos padres. Pero note que Jesús dijo que Él y Su Padre eran uno, no dos; eso produce Un Dios... hay sola­mente un Dios con tres oficios o manifestaciones... Jesús es... la Rosa de Sarón, el Lirio de los valles, la Estrella resplandeciente de la mañana, el Ramo justo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.  Él es Dios, Dios todopoderoso, el único Dios.  Aquel Dios fue manifestado en carne... El gran Jehová apareció a Israel en una columna de fuego, como el Ángel del pacto.  Él vivió en esa columna de fuego y guió a Israel diariamente.  En el templo Él anunció Su venida con una gran nube.  Entonces un día, Él fue manifestado en un cuerpo nacido de una virgen, el cual fue preparado para Él. El Dios que moró entre las tiendas de Israel, ahora moró en una tienda de carne, y vivió como un hombre entre los hombres; pero Él era el mismo Dios. La biblia enseña que Dios estaba en Cristo. El cuerpo era Jesús. En Él moraba toda la plenitud de la Divinidad corporalmen­te... Así que si Él no fue tres personas ayer, tampoco puede ser tres personas hoy... Pablo dijo: ¿Quién eres, Señor? Él dijo: Yo soy Jesús.  Él era la columna de fuego, una Luz enceguecedora.  Él se había vuelto a Dios, exactamente como dijo que haría.  Se volvió a la forma que era antes de venir a morar en un tabernáculo de carne... Él nació el Cristo, y ocho días después cuando fue circuncidado, fue llamado Jesús... Él era el Cristo, pero le fue dado un nombre aquí entre los hombres.  El tabernáculo de afuera que los hombres podían ver fue llamado Jesús. Él era el Señor de la gloria, el Todopoderoso manifestado en carne.  Él es Dios el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Él es todo eso".

No sé si el lector atento de estas citas de Branham se habrá percatado de sus peligros. Al reducir a meros oficios, manifestaciones, títulos y términos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, está negando la subsistencia real y eterna dentro de la esencia del único Dios, del Hijo y del Espíritu Santo. Al presentar al Padre como Hijo, en vez de lo correcto y ortodoxo que es el Padre en y por el Hijo, entonces niega la subsistencia del Hijo en cuanto distinta de la del Padre dentro de la misma Divinidad.  Pues el Verbo, el Unigénito, subsiste en la esencia Divina a manera de engendrado sin principio, y además coexistente, así como Sabiduría de Dios, que le acompaña, sí, cual resplandor de gloria (Proverbios 8:22‑31; Juan l:1,2; Hebreos 1: 1-3).  No es lo mismo "el Padre del Unigénito" que el "Unigénito del Padre", el cual es el Verbo. El Padre engendra, el Verbo es engen­drado inmanentemente y es eterno con el Padre, pues es Su imagen, Su Sabiduría y Su resplandor.  "El Verbo era con Dios" (Juan l:1,2).

Además, aquel Verbo NO fue que descendió sobre un tabernáculo humano llamado Jesús, sino que el Verbo mismo se hizo hombre, carne, tabernáculo.  Es peligroso dividir al Cristo de Jesús de Nazaret, al Verbo del tabernáculo, pues la realidad es que JESÚS ES EL CRISTO.  Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, es una sola persona: Verbo y carne, Dios y hombre. De mane­ra que NO era una única persona divina en un taber­náculo de carne, sino que era la Persona del Padre en y por la Persona divino‑humana del Hijo. Jesús no era tan sólo un cuerpo o tabernáculo.  Él era y es la Perso­na del Verbo encarnado; por eso oró al Padre diciendo: “Glorifícame tú al lado tuyo con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5).  El “yo" del mero tabernáculo no habría podido orar de esa manera, pues la humanidad de Cristo comenzó recién en la Virgen María y no antes de la fundación del mundo; en cambio el Verbo coexistente con Dios, el Hijo del Padre, imagen del Invisible, Él sí podía hablar con el Padre acerca de una gloria compartida antes de la fundación del mundo.

Esto no convierte al Verbo en otro Dios, sino que es la Sabiduría de Dios mismo que le acompaña, con la cual Dios se ve a Sí mismo como en un espejo; y la imagen Suya es el Verbo, el cual es también el resplan­dor de Su gloria, tan eterno como el Padre, y a Quien Éste engendró inmanentemente participándole Su misma substancia esencial, pues el conocimiento que Dios tiene de Sí mismo, que es Su Verbo con el que se conoce y se revela, tal conocimiento participa de la esencia divina del Padre que conoce y engendró en Sí ese conocimiento. Y puesto que Dios el Padre es un Dios personal, un Yo, y se conoce a Sí mismo en perfección, entonces Su imagen con la que se conoce y se revela es ante Él y con Él un "Tú" personal igual al que le acompaña participando de Su misma substancia esencial, y siendo con Él un mismo Dios.  Esta imagen del Dios invisible (Colosenses 1:5), igual al Padre (Filipenses 2:6 ), y resplandor de Su misma gloria (Hebreos 1:3), es el Verbo que en el principio era y estaba con Dios siendo Dios (Juan l:1).  Este es el Hijo con quien el Padre compartía la gloria del único Dios antes de la fundación del mundo, y el cual tiene subsis­tencia real y eterna dentro de la única esencia divina del único Dios , subsistiendo en ella a la manera de Verbo eterno y engendrado, imagen y resplendor. Este es el Amado a quien el Padre ama desde la eternidad, participándole toda plenitud; y este Amado corresponde el amor de igual manera, siendo la esencia divina: Puro Amor.
De modo que en la esencia del amor divino, el amante que engendra es el Padre, el amado que corresponde es el Hijo, y el amor que comparten tan pleno cual Sí mismos, es el Espíritu Santo.
Aquí llegamos entonces a denunciar otro equívoco branhamita, y es el de no distinguir al Padre del Espíritu Santo. Pero claramente declaró Jesús que el Espíritu Santo procede del Padre (Juan 15:26), de manera que el Espíritu es Aquel que procede, y el Padre es Aquel de Quien procede.

Recapitulando tenemos entonces: El Padre, que es Dios, se conoce, pues, a Sí mismo con Su imagen como igual a Sí, con lo cual desde la eternidad ha engendrado al Hijo, Dios con Él, el mismo y único Dios, mas, sin embargo, Verbo, imagen y resplandor.  A Éste ama el Padre con un amor igual a Sí mismo que procede del Padre al Hijo, el cual lo corresponde a plenitud.  Este amor procedente, igual a Dios y de Su misma esencia, es la persona del Espíritu Santo. Dios se entrega cual persona.  Amor perfecto es entregar la persona. Dios es, sin embargo, un solo amor eterno, perfecto y suficiente en Sí mismo; amor tal que es Su misma esencia, y esencia única, indivisible, toda ella gloriosa, omnipoten­te y soberana, creadora y omnisciente, omnipresente, el único y verdadero Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

No se trata, pues, de meros oficios, lo cual niega la subsistencia real de la Persona del Hijo, y la del Espíritu Santo, en la esencia única del amor divino.  Negar al Hijo es anticristo (1 Juan 2:23), y dividirlo también (l Juan 2:22). ¿Cómo se divide la persona del Hijo?  Cuando llamamos a Jesús mero tabernácu1o, y a Cristo, sólo Verbo o mera unción. Aquel Verbo, pues, que estaba con Dios fue la Persona que se hizo carne y llegó a ser semejante a los hombres (Juan 1:14; Filipen­ses 2:6,7); por lo tanto, la persona de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, es Dios verdadero en cuanto Verbo que participa de la substancia esencial del Padre que en Él se ve y por Él se revela; además, la misma persona del Verbo es hombre verdadero, pues se hizo carne desde el vientre de la Virgen Miaría. No es que el Verbo descendió dentro de un tabernáculo, sino más bien que Su misma persona divina se hizo además humana, siendo un solo Jesucristo, Dios y hombre.  Jesús es, pues, el Cristo, un solo Hijo que al ascender permanece hombre, persona indivisible que posee dos naturalezas: la divina, increada, por la que es igual al Padre y uno con Él; y la humana, tomada de María, por la que es igual a nosotros y fue menor que el Padre.

Otro error branhamita es negar la participación de María en la humanidad del Hijo, con lo cual lo deshere­da de las promesas hechas a Abraham, a Judá, y a David.  María no fue solamente una incubadora, como dice Branham, sino que fue verdaderamente Su madre, como dice la Escritura. Romanos 8:3 también dice: "...Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne".  Él fue, pues, tentado en todo conforme a nuestra semejanza, pero sin pecado (Hebreos 4:15); por lo que padeció aprendió la obediencia (Hebreos 5:8), y deshizo las obras del diablo, no habiendo pecado en Él (l Juan 3:5). María, pues, concibió verdaderamente del Espíritu Santo, y así el Hijo de Dios tomó nuestra humanidad, y libertándola del pecado, la glorificó uniéndole Su divinidad; nosotros, pues, comemos de Su carne y bebemos de Su sangre, palabras que en Él son Espíritu y vida; y así, al asimilarle espiritual y realmente por la fe, alimentamos de Él nuestra resurrección para el día postrero. Nosotros, pues, por Él llegamos a ser participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4), glorificados en Su glorificación cual hombre y precursor de la que participamos recibiéndola suministrada de Él.[2]


[1]Este capítulo fue escrito en Ciudad del Este, Paraguay, en julio 7 y 8 de 1983.
[2]Para una consideración un poco más detallada del asunto cristológico, se remite al lector a la obra de este mismo autor titulada: "Opúsculo de Cristología", Ciudad del Este, Paraguay, 1982. También se remite a la obra del mismo autor titulada: “Tres Centralidades Concéntricas”, Parte I, Bogotá D.C., Colombia, 1996. Igualmente se remite a la publicación de este mismo autor: “La Encarnación del Verbo”, Mosquera, Cundinamarca, Colombia, 1992, en Coletánea II, a veces en Coletánea I. Por último se remite a las enseñanzas de este mismo autor recogidas en: Ministerio en Brasil: 1982-2005 (Curitiba PR, Río de Janeiro RJ, Contagen MG, Bahía, S_o Lourenço MG).