"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

viernes, 1 de julio de 2011

(2): LA CUARTA BESTIA

LA CUARTA BESTIA

Las cuatro bestias

El bosquejo a grandes rasgos de la historia universal que nos presenta la imagen del capítulo 2 de Daniel,
sirve como esquema básico, como esqueleto, sobre el cual ir "colgando" el aporte de las demás profecías. Es
característico de Dios a lo largo de las Escrituras actuar progresivamente en Su revelación; de manera que a
los datos aportados en una profecía suele añadir otros detalles posteriormente, sin contradicción; es decir, nos
lleva poco a poco de lo simple a lo complejo. Así que en escatología es necesario edificar por etapas,
añadiendo los detalles al bosquejo básico. En Daniel capítulo 7 tenemos justamente eso; un aporte más
detallado al mismo panorama profético-histórico presentado en la imagen del capítulo 2. Así que debemos
estar atentos a las correspondencias, de manera que el Gran Plano vaya tomando cuerpo en nuestra visión.
Antes de entrar de lleno en el estudio de la profecía del capítulo 7, debemos notar la época desde la cual
habla Daniel, y en qué dirección. El apóstol Juan, en el Apocalipsis, mira desde la época de Roma, para atrás,
a su presente y a su futuro. Daniel, en cambio, desde la época de Babilonia mira tan sólo hacia adelante.
Daniel no menciona lo anterior a él; de manera que la primera, segunda, tercera o cuarta bestia lo son con
relación a él y a la época desde la que profetiza. Juan en cambio mira hacia atrás y ve aun lo que era anterior
a Daniel. Es por eso que Daniel enumera cuatro bestias; en cambio Juan se presenta en la época de la sexta
cabeza, y ve cinco cabezas de la bestia anteriores a él. Así que al enfocar la "cuarta" bestia en este capítulo,
nos referimos al marco de referencia de Daniel. Capítulo 7:

"1En el primer año de Belsasar rey de Babilonia tuvo Daniel un sueño, y visiones de su cabeza
mientras estaba en su lecho; luego escribió el sueño, y relató lo principal del asunto".
Daniel se ubica, pues, en tiempos del imperio babilónico, la cabeza de oro de la imagen; relata además "lo
principal del asunto"; es decir, da margen para otros detalles que podrían añadirse después al panorama.
"2Daniel dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del cielo combatían
en el gran mar. 3Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del mar".
En el versículo 17 del mismo capítulo 7 se nos interpreta: "Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes
que se levantarán en la tierra". Y puesto que el versículo 18 añade: "Después recibirán el reino los santos
del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre", por lo tanto estos cuatro reyes
abarcan la historia desde Babilonia hasta el Reino de los Cielos. De manera que los reyes son precisamente
eso: "reyes"; no cuatro personas, sino cuatro reyes; lo cual no es lo mismo. Nabucodonosor I y II, Nabonido,
Belsasar, son varias personas, pero todos ellos son apenas "el rey de Babilonia". Pío XII, Juan XXIII, Pablo
VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, son varias personas, pero todos ellos son simplemente "el papa". La
designación singular "rey" así como "papa" se aplica a muchas personas, pero la categoría de papa es una
sola; igualmente la categoría de rey de Babilonia. Así que las cuatro bestias que Daniel ve surgir del mar son
cuatro reyes; es decir, los cuatro imperios que se levantarán entre las gentes (simbolizadas por las aguas del
mar, Apocalipsis 17:15) antes del Milenio. Desde ya llamamos la atención al hecho de que la Palabra Divina
señala solamente cuatro imperios desde Daniel hasta el Reino de los cielos. Todos los detalles simbólicos que
señalan las peripecias históricas del movimiento universal de los pueblos, son agrupados y clasificados
dentro de las características de uno u otro de estos cuatro grandes imperios. La bestia representa, pues, el
imperio, el tipo de civilización, el cual obviamente es encarnado y representado en su gobierno respectivo. La
historia universal, desde Babilonia hasta el Milenio, es asemejada, desde el punto de vista de la palabra
profética, a tan sólo cuatro grandes bestias; es decir que todos los acontecimientos fundamentales y señalados
de la historia, se hallan relacionados, clasificados y caracterizados dentro de este esquema de las cuatro
bestias. Cada acontecimiento cae, pues, dentro de una u otra de estas bestias. Con esto evidenciado según la
perspectiva bíblica, que es la inspirada divinamente, pasamos a considerar cada uno de los imperios
señalados en la profecía de Daniel 7. Bestias que suben del mar donde combaten los vientos, significa
imperios que se levantan entre las gentes entre quienes se agitan los espíritus. Seguimos con el capítulo 7.

"4La primera era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron
arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera de hombre, y le fue
dado corazón de hombre".
En tiempos de Daniel, el primer imperio que él había visto levantarse y al que vería caer, desde allí en
adelante, sería, pues, Babilonia. El imperio babilónico está, pues, representado en la primera bestia como
león, correspondiente a la cabeza de oro de la imagen del sueño de Nabucodonosor. Las dos alas de águila
significan las dos alas del imperio, es decir, los asirios y los caldeos. Esta coalición fue la que dio lugar al
imperio de Babilonia. Babilonia cayó y no volvió a levantarse como imperio, sino que apenas llegó a ser su
territorio asiento de una nación común. La ciudad capital fue desolada hasta hoy, e Irak es apenas una sombra
de lo que fue su antigua hegemonía. Se le dio, pues, “corazón de hombre".

"5Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro,
y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así: Levántate, devora mucha carne".
Esta segunda bestia representa al imperio Medo-Persa que sucedió a Babilonia. La razón por la que se
alzaba de un costado más que del otro, es porque los persas eran más fuertes que sus aliados los medos. Las
costillas entre los dientes representan las naciones por ellos avasalladas, como por ejemplo, Babilonia, Egipto
y Lidia. Corresponde a los pechos y brazos de plata del sueño de Nabucodonosor.

"6Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus
espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio".
Al imperio Medo-Persa le sucedió el imperio Griego, representado en el leopardo y correspondiente al
tercer reino, el de bronce del vientre y muslos de la imagen del capítulo 2. Las cuatro alas de ave son las alas
que abarcó el imperio: Grecia, Macedonia. Egipto y Siria. Las cuatro cabezas de esta bestia comenzaron a
perfilarse cuando, a la caída de Alejandro Magno, sus generales se repartieron el reino, dando lugar a
respectivas dinastías: Antípatro, Lisímaco, Ptolomeo I Soter y Seleuco I Nicanor, de donde se derivaron los
Seléucidas al norte y los Ptolomeos al sur; los reyes del norte y del sur que trillaron a Palestina.
Roma: La cuarta bestia

Entonces, en la corriente del tiempo llegamos al comienzo de la época que nos ocupa, la cuarta bestia, que
ejerce su hegemonía hasta la venida del reino de los santos del Altísimo. “7Después de esto miraba yo en las
visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía
unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy
diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos. 8Mientras yo contemplaba los
cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de
los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas".
Puesto que tan sólo son cuatro las bestias antes del reino de los cielos, entonces esta cuarta bestia es la
última. De modo que lo relativo a los diez cuernos y al otro que salió de ella entre ellos, no puede divorciarse
del mismo imperio representado en la cuarta bestia, sino que es más bien su forma final. De modo que toda la
historia de nuestra era hasta el fin de los siglos debe forzosamente incluirse dentro de esta cuarta bestia. Si
esta bestia era en la visión "muy diferente de todas las bestias" vistas antes (v.7), y "tan diferente de todas las
otras" (v.19), debe reconocerse entonces en la historia un cambio en el tipo de civilización que sin embargo
no traspasó su hegemonía ni su identidad; meramente su ropaje fue hecho distinto. Asimismo, con respecto a
la forma final de esta misma cuarta bestia, nos dice el versículo 20 del capítulo 7: “acerca de los diez cuernos
que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido"; es decir, es la cuarta bestia la que tiene los diez
cuernos, e igualmente es a esta misma bestia a quien le salió el otro cuerno que hablaba grandes cosas y
parecía más grande que sus compañeros, y hacía guerra contra los santos y los vencía (vs.20,21). A Daniel
le fue interpretado, así:
"23La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y
a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. 24Y los diez cuernos significan que de aquel reino se
levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes
derribará. 25Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en
cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos y medio tiempo”.

Un hombre blasfemo

El imperio que sucedió al Griego, ha sido indiscutiblemente el Romano. De manera que la palabra
profética nos presenta la hegemonía romana como la cuarta y última bestia antes del milenio mesiánico.
Esta bestia de dientes de hierro, en la imagen corresponde a las piernas de hierro y al hierro de los pies. Los
dedos corresponden a los diez reyes. Acordémosnos que el reino dividido de la imagen del capítulo 2, era UN reino. Sí, EL reino que sería en parte fuerte y en parte frágil (2:42). Tal fragilidad de barro corresponde a los
tres cuernos derribados por el cuerno blasfemo final. De manera que las piernas, los pies y los dedos de la
imagen, equivalen a la cuarta bestia con sus cuernos. Las alianzas y desavenencias corresponden al acuerdo y
desacuerdo de los cuernos entre sí. Todo culmina, sin embargo, arreglado en el reino de la bestia. Por esa
razón, en Apocalipsis 13:1 se nos presenta el resultado final de la civilización draconiana bajo "UN nombre
blasfemo". La bestia "tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus
cabezas, un nombre blasfemo”. El acuerdo, al que, Dios mediante, volveremos después, puede confirmarse
en Apocalipsis17:12,13: "12Y los diez cuernos que has visto (se le dice también a Juan), son diez reyes, que aún (en tiempos del apóstol Juan) no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes
juntamente con la bestia. 13Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la
bestia".

Estos diez reyes darán, pues, lugar definitivamente a la bestia en su forma final, la cual, no debemos
olvidarlo, no es otra sino la misma cuarta bestia de Daniel 7: el imperio de Roma. El sumo pontificado de los
césares y el papado, desde Roma, mantuvieron para hoy la hegemonía reinante de la cuarta bestia. Debemos
recordar que en su historia el papado no ha sido meramente una institución religiosa, sino efectivamente un
poder también político, y en cuyas manos ha estado el poder temporal; si bien es cierto que en sus últimas
etapas, a partir de la Reforma Protestante ha perdido autoridad, e incluso las naciones le rehúsan el gobierno
temporal. La gran ramera llegaría a ser aborrecida de los cuernos en la bestia. Para los intereses políticos de
éstos, no les satisfacen más las fornicaciones de aquella (Apocalipsis 17:16).

Las blasfemias contra Dios y la soberbia del cuerno con ojos de hombre nos señalan la apostasía religiosa
final en pos de un humanismo diabólico, lo cual no sería otra cosa que la consumaci6n de la mentira de la
serpiente en el Edén. La mentada civilización occidental, la historia de nuestra era, con los césares y los
papas, que no son otra cosa que el rey de Roma, ha sido en la historia de Occidente el cumplimiento de lo
representado en el cuerpo principal de la cuarta bestia. Allí tenemos hoy a Europa Occidental, a los aliados,
pues la Europa Oriental socialista derivó bajo la hegemonía de Magog (Ezequiel 38:1-7). La alianza de
Europea Occidental, el otrora Sacro Imperio Romano, ha llegado a conformarse, según la profecía, en los
diez cuernos de la bestia. Veámoslos hoy allí cual la Comunidad Económica Europea, los grandes diez, que
se preparan para darle lugar a un ejecutivo de la mancomunidad, que tome las riendas del poder. El sueño de
los Estados Unidos de Europa no está lejos de realizarse. Se desembocará allí, sí, donde la profecía lo ha
señalado. He allí la plataforma de la bestia, Europa Occidental, el nido de la blasfemia, el laboratorio
moderno del dragón, los diez cuernos de la bestia, que también son del dragón (Apocalipsis 12:3). El mundo
se prepara para recibir a aquel inicuo que encarna la consumación de la iniquidad; llega por eso a ser
identificado al final como la bestia, el inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás (2 Tesalonicenses
2:8,9), aquel a quien la tradición cristiana primitiva había oído que venía, el anticristo (1 Juan 2:18). La
coronación de la iniquidad de toda la historia se concentra en este personaje final, el anticristo, el inicuo, el
hijo de perdición, la bestia, el cuerno con ojos de hombre que habla grandes cosas.

No podemos desviar nuestro pensamiento de Europa para identificarlo, pues sale de la cuarta bestia, del
Imperio Romano en su forma final de los Estados Unidos de Europa, los grandes diez. El espíritu de anticristo
ya ha estado trabajando cual misterio de iniquidad desde hace tiempo para llevar a cabo el propósito que
Satanás tiene de sentarse en el monte del testimonio haciéndose semejante al Altísimo (Isaías 14:12-14). Tal
espíritu ya se ha manifestado en la historia como prueba de la operación diabólica. Tales manifestaciones han
sido típicas, cuyo antitipo es el final. Hallamos tipos por ejemplo en Antioco Epífanes, a sí mismo llamado
"dios manifiesto"", que profanó el santuario de Jerusalén. Precursor ha sido también el césar de Roma, quien
aceptó culto divino. No está excento de la misma acusación el papado, quien en cierta época adoptó para sí el
título de "Señor Dios el Papa", como consta en el "Declaramus" del capítulo IV, título 14, de las
Extravagantes del papa Juan XXII, en la columna 153 de la edición de Amberes, 1584; en la edición de Paris,
año 1612, hállase en la columna 140. Ediciones posteriores a 1612 ocultaron el escándalo suprimiendo la
palabra "Deum". La savia de la iniquidad ha recorrido todo el árbol de la historia universal, avanzando hacia
la consumación en los últimos tiempos, pero dando ya señales de sus intenciones y naturaleza, en toda
oportunidad que ha tenido a lo largo de los siglos. La historia de la civilización humana está marcada por la
huella de Satanás, quien no cesa de trabajar en la prosecución de sus pretensiones de dominio. Le será
permitido manifestar toda su insensatez durante los últimos tres años y medio del día del hombre, antes del
día de Jehová.

El reino eterno del Hijo del Hombre

Entonces, tras la cuarta bestia con sus cuernos y su anticristo: "18Después recibirán el reino los santos del
Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre" (Daniel 7:18). Cielo nuevo y tierra
nueva después del milenio. Los santos serán perseguidos hasta el fin, "22hasta que vino el Anciano de días,
y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino". Sí, mientras
Daniel contemplaba en visión a aquel cuerno blasfemo, vio que "9fueron puestos tronos, y se sentó un
Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia
(características del Juez); su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. 10Un río de fuego
procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de
él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos".

Y continúa Daniel: "11Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el
cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en
el fuego". ¡No es cosa liviana hacer parte del cuerpo de la bestia! “12Habían también quitado a las otras
bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo (entre su caída y el reino
eterno). 13Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo del
hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él [el Cordero tomando del
Trono el rollo para abrirlo (Apocalipsis 5) y reinar sobre la tierra en Su segunda venida en nubes de gloria].
14Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su
dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido". Sí, "26se sentará el
Juez, y le quitarán su dominio (a la bestia) para que sea destruido y arruinado hasta el fin (es decir, esta vez
definitivamente), 27y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al
pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán".
Esto último corresponde a la piedra y al monte del capítulo 2 del libro de Daniel. Jesucristo es la piedra, el
Hijo del Hombre que vendrá en las nubes del cielo; Aquel que reina y juzga en el nombre del Padre.