"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

viernes, 1 de julio de 2011

(3): ALREDEDOR DE LOS ORÁCULOS


Capítulo III

ALREDEDOR DE LOS ORÁCULOS[1]

Los oráculos han sido siempre motivo de interés especialmente por el poder que tienen de afectar la conciencia de los hombres. Los oráculos tienen el poder de ligar, y aun de subyugar, porque se asocian principal­mente a los poderes superiores y en especial a Dios. Una persona normalmente temerosa de Dios teme también delante de los oráculos proferidos en Su Nombre; interpretará que desatenderlos o ir contra ellos es ponerse en contra de Dios y exponerse a la terrorífica ira Divina. Y esto sería verdad en el caso de los verda­deros oráculos del Dios Verdadero. Pero, ¿qué sucede cuando inescrupulosos extorsionan las conciencias de las gentes para sacar de ellos algún provecho, sea monetario, sea de vanagloria y aun de satisfacción sexual, como ha ocurrido tanto? ¿Dejaría Dios a merced del engaño a la gente? ¡Claro está que no! Solamente al ignorar el carácter, motivo, palabra y método de Dios, la gente se hace presa fácil de los que engañan usando el Nombre de Dios. Pero Dios no nos ha dejado huérfa­nos ni de Su Espíritu, ni de Su Palabra, y por supuesto, tampoco de Sus verdaderos oráculos.

Por todo esto se hace necesario introducirnos en el estudio de las posibilidades que Dios asigna al espíritu del hombre para ser engañado. De esa manera contare­mos con elementos de juicio para acercarnos a conside­rar algún tipo de oráculo, verdadero o falso, que usando el Nombre del Señor, aparezca en nuestro camino. Aquel que profiere el oráculo se hace responsable, para bien o para mal, según el caso, de haberlo proferido, de la manera como lo profirió, y de la pureza de su manifestación; igualmente, aquel que se encuentra frente a un oráculo es responsable de su reacción ante el mismo, ya sea de menosprecio o sobrevaloración, discernimiento o ingenuidad, etc. Toda acción libre depara consecuencias; de allí que se hace necesaria la responsabilidad, ya sea para aceptar, ya sea para rechazar, ya sea para posponer, ya sea para entresacar. ¿Y qué haría el hombre sin la ayuda de Dios? Pero gracias a Dios que tenemos de Él promesa, que quien en Él espere no será confundido. Además, tenemos de Cristo el mandamiento de no hacernos maestros sobre la tierra, pues tenemos de Dios un Maestro, el Cristo: ¡a Él oíd! ¡A Él y Su Palabra debemos acudir!

Los capítulos 23 de Jeremías y 13 de Ezequiel contienen algunas sentencias que nos permiten ver el uso de la presunción de que son capaces algunos "profetas". Dice Dios que "andaban en mentiras y fortale­cían las manos de los malos para que ninguno se convirtiese de su maldad".[2] Y amonestó el Señor dicien­do: "16No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Yahveh. 17Dicen atrevidamente a los que me irritan: Yahveh dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros. 21No envié yo a aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban. 25Profetizando mentira en mi nombre, diciendo: Soñé, soñé. 26Profeti­zan mentira, y que profetizan el engaño de su corazón. 27Hacen que mi pueblo se olvide de mi nombre con sus sueños que cada uno cuenta a su compañero. 30Hurtan mis palabras cada uno de su más cercano. 31Yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas y dicen: Él ha dicho. 32Sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé; y ningún provecho hicie­ron a este pueblo, dice Yahveh. 34Y al profeta, al sacer­dote o al pueblo que dijere: Profecía de Yahveh, yo enviaré castigo sobre tal hombre y sobre su casa. 38Mas si dijereis: Profecía de Yahveh; por eso Yahveh dice así: Porque dijisteis esta palabra, Profecía de Yahveh, habiendo yo enviado a deciros: No digáis: Profecía de Yahveh, 39por tanto, he aquí yo os echaré en olvido, y arrancaré de mi presencia a vosotros y a la ciudad que di a vosotros y a vuestros padres; 40y pondré sobre vosotros afrenta perpetua, y eterna confusión que nunca borrará el olvido". Además dice: "28El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere mi palabra, cuente mi palabra verdadera. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice Yahveh. 29¿No es mi palabra como fuego, dice Yahveh, y como martillo que quebranta la piedra?" (Jeremías 23).


"2Di a los que profetizan de su propio corazón: Oíd palabra de Yahveh. 3Así ha dicho Yahveh el Señor: ¡Ay de los profetas insensatos que andan en pos de su propio espíritu, y nada han visto! 5No habéis subido a las brechas, ni habéis edificado un muro alrededor de la casa de Israel, para que resista fuerte en la batalla en el día de Yahveh. 6Vieron vanidad y adivinación mentirosa. Dicen: Ha dicho Yahveh, y Yahveh no los envió; con todo, esperan que él confirme la palabra de ellos. ¿No habéis visto visión vana, y no habéis dicho adivinación mentirosa, pues que decís: Dijo Yahveh, no habiendo yo hablado? 8Por tanto, así ha dicho Yahveh el Señor: Por cuanto vosotros habéis hablado vanidad, y habéis visto mentira, por tanto, he aquí, yo estoy contra vosotros, dice Yahveh el Señor. 9Estará mi mano contra los profetas que ven vanidad y adivinan mentira; no estarán en la congregación de mi pueblo, ni serán inscritos en el libro de la casa de Israel, ni a la tierra de Israel volverán; y sabréis que yo soy Yahveh el Señor. 10Sí, por cuanto engañaron a mi pueblo, diciendo: Paz, no habiendo paz. 17Y tú, hijo de hombre, pon tu rostro contra las hijas de tu pueblo que profetizan de su propio corazón, y profeti­za contra ellas, 18y di: Así ha dicho Yahveh el Señor: ¡Ay de aquellas que cosen vendas mágicas para todas las manos, y hacen velos mágicos para la cabeza de toda edad, para cazar las almas! ¿Habéis de cazar las almas de mi pueblo, para mantener así vuestra vida? 19¿Y habéis de profanarme entre mi pueblo por puñados de cebada y por pedazos de pan, matando a las personas que no deben morir, y dando vida a las personas que no deben vivir, mintiendo a mi pueblo que escucha la mentira? 20Por tanto, así ha dicho Yahveh el Señor: He aquí yo estoy contra vuestras vendas mágicas, con que cazáis las almas al vuelo; yo las libraré de vuestras manos, y soltaré para que vuelen como aves las almas que vosotras cazáis volando. 21Romperé asimismo vuestros velos mágicos, y libraré a mi pueblo de vuestra mano, y no estarán más como presa en vuestra mano; y sabréis que yo soy Yahveh. 22Por cuanto entristecisteis con mentiras el corazón del justo, al cual yo no entriste­cí, y fortalecisteis las manos del impío, para que no se apartare de su mal camino, infundiéndole ánimo, 23por tanto, no veréis más visión vana, ni practicaréis más adivinación; y libraré mi pueblo de vuestra mano y sabréis que yo soy Yahveh" (Ezequiel 13).
Estas declaraciones del Señor entresacadas de los libros de Jeremías y Ezequiel nos muestran hasta qué punto el corazón del hombre es engañoso y cómo puede pretender hablar en el Nombre del Señor con motivos impuros y aun engañándose a sí mismo; nos muestra igualmente cómo aun es posible ver y adivinar mentira; de la misma manera nos revela cómo se extorsiona a las conciencias de los justos con amenazas, y cómo se alimentan las vanas acciones con lisonjas y vanas esperanzas; y todo esto vestido de profecía, ¡como si viniese de la mano de Dios! Gracias al Señor de que tenemos Su promesa de liberación y de entendi­miento en los postreros días.

Vemos, pues, que endulzar fácilmente Ia lengua y atribuírle a Dios lo que es meramente humano, es un asunto muy serio y digno de la mayor consideración. Ciertamente existe el don de la profecía que debe usarse conforme a la medida de la fe, pero siempre toda profecía debe someterse al juicio de la Iglesia antes de ser aceptada. Por lo tanto en todo oráculo debemos observar si su contenido encaja dentro de las Sagradas Escrituras perfectamente, pues el Espíritu Santo no se contradice. Debemos ver también que no sólo encaje con la letra de las Escrituras, sino también con Su Espíritu, pues Satanás es capaz de utilizar la letra, sacándola de su contexto y aplicándole otro espíritu, es decir, utilizándola con un motivo diferente al que busca Dios con Su Palabra. Así que es preciso discernir también la naturaleza y carácter del espíritu que habla, pues el testimonio de Jesús es el Espíritu de la profecía, y la naturaleza santa, tierna y compasiva del Señor se irradia a través de las profecías verdaderas.
Recordemos que el tesoro está escondido en vasos de barro, y muchas veces el sabor de las cosas es contami­nado con el sabor del vaso, de manera que a los impul­sos del Espíritu, el hombre puede agregar los propios. Satanás también está listo para sugerir en el menor descuido algún pensamiento fraudulento. La profecía debe ser, pues, pública para poder someterse al juicio de la Iglesia. Un espíritu escondidizo es sospechoso, pues Dios no tiene temor de que Su pueblo se detenga a examinar y comprobar cuál sea la voluntad perfecta y agradable del Señor. Adam y Eva quisieron esconder­se porque sabían que habían pecado; por el contrario, el Señor lo expone todo al desnudo y desafía a Su pueblo a comprobarlo.

Ahora bien, debemos además recordar la cita de Deuteronomio que hicimos en el capítulo anterior; aunque fuese anunciado un prodigio, y se cumpliese abierta, llana y perfectamente, aun así, debemos consi­derar si con eso se nos quiere apartar de Dios. Claro está que Satanás no lo hará abiertamente, pero en las consecuencias que vienen implicadas al tomar ciertas actitudes, está el peligro. Todo “así dice el Señor” ha de acercarnos a Dios, pues de otra manera nos tiende ocultamente un lazo; creo que aun las sentencias condenatorias son con la esperanza del arrepentimiento, con ese gran deseo. Sólo después de agotarse toda posibilidad, cuando se cruza la línea de la misericordia hacia el juicio, la palabra final de Dios es fulminante. Pero los extorsionadores usan el temor para sacar provecho. No obstante, a pesar de todo, existen orácu­los verdaderos de Dios dignos de todo temor, respeto y reverencia; siempre concordarán escrituralmente y en Espíritu.
Sin ignorar, pues, lo que hemos considerado hasta aquí en estos tres primeros capítulos, pasamos a continuación, Dios mediante, a considerar el mensaje de Willliam Marrion Branham.


[1]Capítulo escrito en Ciudad del Este, Paraguay, febrero 18 de 1981.
[2]Jeremías 23:14