INSTANCIAS 2
Asunción, Paraguay, 1971
Asunción, Paraguay, 1971
PALABRAS
DE UNO QUE NACE
DE UNO QUE NACE
Padre, nada tuviera yo
si Tú no me lo hubieras dado.
Y me das a manos llenas,
pero yo desparramo.
Perdóname conforme a Tu misericordia
y dame hoy
una oración de arrepentimiento
y acción de gracias.
Haz que Cristo se levante en mi.
Tanto me has amado,
¡Oh! Padre;
y sin embargo yo sigo escuchando otros sonidos.
Y es la vanidad la que me enlaza
y la envidia de la Divinidad de Cristo.
Destrúyeme, ¡Oh! Padre,
para que nazca nuevo.
¡Límpiame!
así como lo prometiste;
como nos prometiste a todos.
Cristo, amado mío,
eres mi amigo.
Llévate de mi esta vergüenza
para que yo te confiese
y reciba lo tuyo.
Mi traición
¡bórrala!.
Esta mi traición
¡desarráigala!.
LLéname de Tú Espíritu
para que ya no tema.
¡Ayúdame a escogerte definitivamente!
¡Ayúdame a rendirme a Ti!
¡Ayúdame a humillarme y a arrepentirme!
porque terco y orgulloso soy;
porque no doblo mi cerviz ante Ti.
¡Ayúdame a ser tuyo!
porque eres mi amigo.
Mi amigo,
¡oh! Cristo,
porque me declaras las cosas del Padre;
porque te entregaste a la muerte
cuando era yo el condenado.
Es tanta mi bajeza
que hasta de arrepentirme
me avergüenzo ante el mundo.
Pero confío en Ti.
¡Sumérgeme!
¡Desgárrame!
¡Vénceme!
porque tus armas son el amor
y el perdón;
y la corona de Tu victoria
darás al vencido,
porque has amado a los que desgarraste,
a los que negaste al mundo;
y entonces, al negarles,
les afirmaste más y para siempre.
¿Cuándo encontraría un amigo como Tú?
¿Cuándo hallaría un amor como el Tuyo?
porque tienes el amor del Padre.
Y ahora que lo escribo en las tinieblas,
te pido que me ayudes a pedirte
que lo diga yo a la luz;
porque por mi mismo,
ni siquiera pedirte soy capaz.
Ven, llámame,
enséñame a pronunciar ¡Abba!,
como la madre al niño.
Amigo,
no me abandones;
haz que diga:
¡oh! Cristo mio,
Santo mío,
amor mío,
amigo insustituible,
te pido que algún día
esto que escribo en tinieblas
lo diga yo a la luz
para construir en otros
la lámpara que no se apaga,
la fuente que calma toda sed.
Si ya sé que tan solo hay salvación en Ti,
¿por qué me escondo?
Si ya sé que me darás lo que te pida,
¿por qué no pido?
Si ya sé que has de limpiarme,
¿por qué no me presento a Ti con mi inmundicia?
¿acaso, Señor, vas a dejar que escoja
las tinieblas y la muerte?
porque días hay
en que prefiero descansar de todo
y volver a la nada.
Pero yo sé, Señor, también
que no soy yo quien lo prefiere,
porque yo vengo de Ti,
porque mi espíritu lo alentó Tu Ser;
y la luz cuando viene
quiere alumbrar en vez de obscurecer;
el fuego cuando viene
quiere abrasar;
no helar ni detenerse.
Por eso sé, Señor,
que no soy yo quien clamo por la nada eterna.
Mas acontece que al no ser,
ya no tendría que darme cuenta
de haber andado mal;
y entonces
no me avergonzaría
al creer que no sería condenado
a ser en condenación.
Pero al alejarme de Tu luz
y Tu limpieza
y Tu perdón,
y al lanzarme en busca de la nada,
entonces empiezo a ser en condenación;
es decir,
lo que temía.
Por eso ahora te pido
que me permitas escogerte definitivamente;
que me permitas sentir
la elección que hiciste de mi
antes de que yo fuese,
antes de derramar Tu luz
y fuese yo como una chispa de Tu llama.
Porque siempre fuiste llama
y siempre estuvo contigo
el conocimiento de las chispas que nacerían de Tu llama.
Pero,
¿cuándo sabrá la chispa
que su madre es la llama,
si la llama no se enciende toda en la chispa
y le enseña el camino de expandirse
hasta abarcarlo todo?
Gracias te doy
porque me has enseñado;
porque amando la llama a cada chispa
y dándole su nuevo ser,
le indica que al amar la chispa
y darse totalmente
descubrirá el fuego del amor
que nunca ha de apagarse;
la fuente que nunca ha de agotarse.
Gracias, Señor,
porque ya sé
que tan solo me resta aceptar
Tu amor y Tu enseñanza;
y entonces lograré
por fin
la meta del camino.
Gracias, Señor,
porque aprendí de Ti
que amando totalmente,
por intermedio Tuyo,
totalmente soy.
si Tú no me lo hubieras dado.
Y me das a manos llenas,
pero yo desparramo.
Perdóname conforme a Tu misericordia
y dame hoy
una oración de arrepentimiento
y acción de gracias.
Haz que Cristo se levante en mi.
Tanto me has amado,
¡Oh! Padre;
y sin embargo yo sigo escuchando otros sonidos.
Y es la vanidad la que me enlaza
y la envidia de la Divinidad de Cristo.
Destrúyeme, ¡Oh! Padre,
para que nazca nuevo.
¡Límpiame!
así como lo prometiste;
como nos prometiste a todos.
Cristo, amado mío,
eres mi amigo.
Llévate de mi esta vergüenza
para que yo te confiese
y reciba lo tuyo.
Mi traición
¡bórrala!.
Esta mi traición
¡desarráigala!.
LLéname de Tú Espíritu
para que ya no tema.
¡Ayúdame a escogerte definitivamente!
¡Ayúdame a rendirme a Ti!
¡Ayúdame a humillarme y a arrepentirme!
porque terco y orgulloso soy;
porque no doblo mi cerviz ante Ti.
¡Ayúdame a ser tuyo!
porque eres mi amigo.
Mi amigo,
¡oh! Cristo,
porque me declaras las cosas del Padre;
porque te entregaste a la muerte
cuando era yo el condenado.
Es tanta mi bajeza
que hasta de arrepentirme
me avergüenzo ante el mundo.
Pero confío en Ti.
¡Sumérgeme!
¡Desgárrame!
¡Vénceme!
porque tus armas son el amor
y el perdón;
y la corona de Tu victoria
darás al vencido,
porque has amado a los que desgarraste,
a los que negaste al mundo;
y entonces, al negarles,
les afirmaste más y para siempre.
¿Cuándo encontraría un amigo como Tú?
¿Cuándo hallaría un amor como el Tuyo?
porque tienes el amor del Padre.
Y ahora que lo escribo en las tinieblas,
te pido que me ayudes a pedirte
que lo diga yo a la luz;
porque por mi mismo,
ni siquiera pedirte soy capaz.
Ven, llámame,
enséñame a pronunciar ¡Abba!,
como la madre al niño.
Amigo,
no me abandones;
haz que diga:
¡oh! Cristo mio,
Santo mío,
amor mío,
amigo insustituible,
te pido que algún día
esto que escribo en tinieblas
lo diga yo a la luz
para construir en otros
la lámpara que no se apaga,
la fuente que calma toda sed.
Si ya sé que tan solo hay salvación en Ti,
¿por qué me escondo?
Si ya sé que me darás lo que te pida,
¿por qué no pido?
Si ya sé que has de limpiarme,
¿por qué no me presento a Ti con mi inmundicia?
¿acaso, Señor, vas a dejar que escoja
las tinieblas y la muerte?
porque días hay
en que prefiero descansar de todo
y volver a la nada.
Pero yo sé, Señor, también
que no soy yo quien lo prefiere,
porque yo vengo de Ti,
porque mi espíritu lo alentó Tu Ser;
y la luz cuando viene
quiere alumbrar en vez de obscurecer;
el fuego cuando viene
quiere abrasar;
no helar ni detenerse.
Por eso sé, Señor,
que no soy yo quien clamo por la nada eterna.
Mas acontece que al no ser,
ya no tendría que darme cuenta
de haber andado mal;
y entonces
no me avergonzaría
al creer que no sería condenado
a ser en condenación.
Pero al alejarme de Tu luz
y Tu limpieza
y Tu perdón,
y al lanzarme en busca de la nada,
entonces empiezo a ser en condenación;
es decir,
lo que temía.
Por eso ahora te pido
que me permitas escogerte definitivamente;
que me permitas sentir
la elección que hiciste de mi
antes de que yo fuese,
antes de derramar Tu luz
y fuese yo como una chispa de Tu llama.
Porque siempre fuiste llama
y siempre estuvo contigo
el conocimiento de las chispas que nacerían de Tu llama.
Pero,
¿cuándo sabrá la chispa
que su madre es la llama,
si la llama no se enciende toda en la chispa
y le enseña el camino de expandirse
hasta abarcarlo todo?
Gracias te doy
porque me has enseñado;
porque amando la llama a cada chispa
y dándole su nuevo ser,
le indica que al amar la chispa
y darse totalmente
descubrirá el fuego del amor
que nunca ha de apagarse;
la fuente que nunca ha de agotarse.
Gracias, Señor,
porque ya sé
que tan solo me resta aceptar
Tu amor y Tu enseñanza;
y entonces lograré
por fin
la meta del camino.
Gracias, Señor,
porque aprendí de Ti
que amando totalmente,
por intermedio Tuyo,
totalmente soy.