"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra".

(Salomón Jedidías ben David, Qohelet 11:1, 2).

sábado, 18 de junio de 2011

SILENCIOS DEL HUMANISMO

AFORISMOS Y REFLEXIONES
Cuarto cuaderno:
SILENCIOS DEL HUMANISMO

Que sólo Dios sea glorificado
y
el hombre en Dios
sea realizado.

SILENCIOS DEL HUMANISMO
Dios e importancia.
Del Padre y el Hijo.
Seno.
Fidelidad.
De la necesidad de los mártires.
De la esencia y la existencia de Dios.
De la explicación final.
Importancia de recibir del Espíritu Santo.
Del diálogo humano.
La pasión necesaria.
El sello de la criatura.
El hombre se descubre.
Del conocimiento empírico.
De la estética.
90 Aforismos y Reflexiones
Del sentido común.
De la jactancia moderna.
Hombre y psicólogo.
De la irracionalidad de la razón.
Del mito de la razón suficiente.
De la originalidad vital.
Del inconsciente colectivo.
Orgullo y engaño.
De la envidia.
Cierta ignorancia.
Del dolor y el placer.
De los sueños.
De la antigüedad del concepto de resurrección.
De la antigüedad del alfabeto.

1.
Dios e importancia
 
Solamente Dios es importante. Ninguna otra cosa tiene importancia alguna en sí misma. No importa lo
que sea, nada es importante en sí aparte de Dios. Ni siquiera el cielo, ni el universo, ni nosotros, ni nuestra
salvación, ni nuestra perdición, ni nuestra tribulación, ni nuestro dolor, ni nuestro servicio, ni nuestra
adoración, ni nuestra búsqueda, ni nuestra oración, ni el trabajo de la Iglesia. Nada es importante en sí
mismo, sino sólo Dios. A nada debemos atribuirle importancia aparte de Dios, porque nada la tiene en sí.
Mucho menos debemos atribuirle a nada, ni a lo más noble, ni siquiera a nuestra perfecta obediencia y
adoración, menos a nuestra salvación eterna, mayor importancia que a Dios. Solamente Dios es importante en sí mismo, y es sólo Él quien da importancia a las cosas. Las cosas no son importantes en sí, sino solamente con relación a Dios. Es decir, las cosas tienen solamente la importancia que les da Dios. Son
importantes solamente porque Dios les da importancia. Y son importantes solamente en la medida en que
Dios les da importancia. He allí el gran amor de Dios: que siendo sólo Él importante, Él le dio importancia a
las cosas, y éstas llegaron a ser importantes solamente en función de Él; es decir, porque Él les dio
importancia. Y si le damos importancia a las cosas, no es por ellas mismas, sino por causa de Aquel que las
hizo importantes. Son importantes porque es importante Aquel que les da importancia. De otra manera no
tendrían importancia. La importancia de Dios le da importancia a Sus cosas, a Su creación, a lo más ínfimo.
Es importante porque fue Dios quien lo quiso y lo creó. Cualquier cosa que pretendamos hacer más
importante que Dios, es una abominable idolatría, aunque fuese el acto mismo de adorar. Debemos atender
más al adorado que a la adoración misma. La adoración no tiene importancia en sí, sino que, porque Dios es importante e hizo importante la adoración, ésta entonces es importante, porque es importante el que la
busca y la merece. No se debe adorar por adorar. En ello hay pecado. Se debe adorar a Dios, porque Él es
importante, lo único importante, el sentido de todo. Ahora bien, por causa de la importancia de Dios,
debemos darle la justa importancia a todas las cosas que Dios les dio importancia. Su amor hizo importante
a lo que no era y le concedió participar de pura gracia. Así que todo es importante en cuanto dispuesto es de Dios. Si le restamos importancia a lo que Dios le da importancia, estamos ofendiendo la importancia de
Aquel que quiso hacerlo importante. No debemos darle a nada más ni tampoco menos importancia de la que
Dios le da. Dios, y no el hombre, establece de sí, la verdadera importancia de las cosas.
 
2
Del Padre y el Hijo
 
El amor del Padre y el Hijo cual Espíritu Santo es nuestro ejemplo y es la dinámica misma de nuestro
amor cristiano. No solamente el Padre está en el Hijo, sino que también el Hijo está en el Padre, en el seno
mismo del Padre; es decir, siendo el deleite completo y perfecto con que se alimenta el Padre. “Tú, oh
Padre, en mí, y yo en ti”.37 “No me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”.38 “Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío”.39 “Este es mi Hijo amado en el cual tengo complacencia”.40 “Que todoshonren al Hijo como honran al Padre; el que no honra al Hijo, no honra tampoco al Padre”.41 “Padre, glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti”.42 “Que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre”.43 Todas las cosas existen para honrar al Hijo. Lo que no honra al Hijo no merece existir. En todas nuestras decisiones el Hijo debe tener la preeminencia. “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano”.44 Dios todo lo quiso crear por medio del Hijo y para el Hijo. ¿Cuánto es entonces Su amor por nosotros? Pues no escatimó a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, repartiéndolo entre nosotros para hacernos Su cuerpo. Su Hijo se despojó para compartir con nosotros Su despojamiento y así librarnos de nuestra rebeldía, reconciliándonos con Dios. El Hijo es el amor del Padre por los hombres y es el amor de la iglesia por el Padre. El Hijo lo llena todo en todo; el Padre lo llena por el Hijo. También la iglesia es coheredera de la plenitud de Dios por medio del Hijo.
 

----------
37Juan 17:21b.
38Juan 8:29b.
39Juan 17:10a.
40Mateo 3:17; 12:18; 17:5
41Juan 5:23.
42Juan 17:1b.
43Filipenses 2:11b.
44Juan 3:35.
Seno

De la manera como Cristo está en el seno del Padre, así lo está la iglesia que está en Cristo. Escondida
con Cristo en Dios. Por medio de Cristo tenemos entrada y permanencia en Dios.
4
Fidelidad
 
Dios es fiel a sí mismo. En el Hijo está cumplida la fidelidad del Padre. Por eso en el Hijo fueron creadas
todas las cosas, para que sostenidas, redimidas y juzgadas por Él, puedan serle fieles y para Dios, por
medio de la fidelidad de Él. “27[Dios] Todas las cosas las sujetó debajo de sus pies [del Hijo]. 28Pero luego
que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas
las cosas, para Dios sea todo en todos”.45
451 Corintios 15:27a, 28.

5
De la necesidad de los mártires
 
Cristo fue entregado para ser despedazado por la furia de los hombres. ¡Cuán necesario nos es Cristo!
Cuán necesaria es la iglesia, que es Su cuerpo, la cual, al igual que Su cabeza, pero no en expiación, es
entregada también para ser despedazada por la furia de los hombres, y ser así con Él el alimento de la
humanidad. Cuánta necesidad hay de voluntarios que en Cristo se entreguen cual corderos como comida
eterna en la resurrección de los hombres, homicidas y perversos en todo. Cuán necesaria es la verdadera
iglesia que soporta en silencio y amando. Cuán necesarios son los mártires.
 
6
De la esencia y la existencia en Dios
 
La divina esencia propia del Padre participa esencia al Hijo de Su misma esencia. La existencia eterna del
Hijo revela la esencia propia de Dios. El Ser Divino tiene esencia y existencia. El Ser Divino es Espíritu, es
Santo y trascendente. El Ser Divino es por sí y existe en sí; permanece y se revela; es eterno e inmutable y
se mueve plenamente. Se mueve plenamente el Ser Divino en sí y es inmutable en Su movimiento. Sí, Su
movimiento es pleno y Su plenitud es inmutable. Su plenitud inmutable, invisible e inherente mora o habita complacidamente en el reposo de Su revelación que es acción y movimiento, lo cual es el resplandor de Sugloria, el Hijo con la plenitud del Padre, el Unigénito del Padre. Dios es uno, todo el Ser Divino, esencia yexistencia, plenitud y revelación, inmutabilidad y movimiento, Espíritu. Su Espíritu es y actúa y es laidentidad purísima y perfectísima de Su amor que es uno, y como amor: matrimonio de esencia y existencia,atributo y revelación, plenitud, sentido y satisfacción. Dios permanece; y cuando en Su esencia dispensa,engendra y exhala, entonces es el Padre, quien permanece asentado en sí eternamente. Y cuando se conoce y se revela, lo cual ha hecho desde la eternidad, entonces en y de Su misma esencia engendra inmanentemente a Su Verbo que, subsistiendo eternamente cual Verbo de Dios en la única esencia divina, y participante de ella, es el Hijo. El Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. Y cuando Su Espíritu actúa, y lo hace amando eternamente, entonces es el Agente Divino procedente y pleno, exhalado en y de la misma esencia y cual Persona, la tercera, de la misma esencia; es el Espíritu Santo. El Padre eternamente se conoce y se exhala amando. Es también eternamente revelado y amado. Así es la esencia divina inmutable y en movimiento eterno. El Padre, pues, se revela con el Hijo y actúa con Su Espíritu. El Espíritu opera, pues, con todo lo que es del Hijo, quien es la imagen de Dios, Su misma revelación, el resplandor de Su gloria. Dios, pues, es y permanece, se revela y actúa. Es uno y es el Padre revelado en el Hijo y en acción por Su Espíritu. El Espíritu es, pues, del Padre y del Hijo; es el Espíritu del Padre y es el Espíritu del Hijo. El Espíritu evidencia hoy la esencia del Ser Divino que se hace así entonces evidente por sí mismo.
 
También le ha evidenciado en parte la creación de todas las cosas. Su acción se ha evidenciado en la
creación y en la redención, y se evidenciará en el juicio. El Revelado actúa y Su acción le evidencia. El
Padre de gloria se dio a conocer por medio del Hijo, que le revela y por quien creó y redime y juzgará, en la
virtud de Su Santo Espíritu. Dios es, sin embargo, solamente uno. El Ser de Su esencia es único. Su
plenitud, Su revelación y Su acción son inherentes a Su simplicidad. Dios dice: “Yo soy el que soy”.46 He allí Su nombre; Yahveh, el que es en sí mismo, de sí mismo y por sí mismo, y se revela por sí mismo. Yahveh se ha revelado y se revela mediante y como Jesús Cristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna: Su Hijo Jesús Cristo. Y a Éste le conocemos íntima y evidentemente por medio de Su Espíritu, que se fusiona alnuestro que fue creado a Su imagen y semejanza, por medio del cual, y en unión al Suyo, nos hacemos uno con Él para participar de la naturaleza divina en Su gloria. El Espíritu Santo es entonces quien nos da a conocer al Hijo; y al conocerle a Éste, entonces conocemos también al Padre, que se reveló en y por el Hijo. Somos, pues, llamados al seno de Su gloria.
 
7
De la explicación final
 
La explicación final y última de todas las cosas tan sólo puede provenir revelada directamente de aquella
Esencia Divina única que lo creó todo con propósito, y ha dicho de sí mismo: “Yo soy el que soy”. Esa es la
explicación final: Yo soy.
46Éxodo 3:14.

8
Importancia de recibir del Espíritu Santo
 
Es de suma importancia recibir directamente del Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios, pues es
tan solamente el Espíritu Santo quien procede del Padre y del y por el Hijo, y toma lo del Hijo, que es
también del Padre, y nos lo participa; lo da a la Iglesia. Dios y no la cultura, es la sabiduría de la Iglesia.
 
9
Del diálogo humano
 
La humanidad participa de un diálogo. He allí sus bibliotecas, sus revistas y diarios, sus archivos, sus
modas, sus corrientes filosóficas y prácticas, el vaivén de sus opiniones. Toda la humanidad está
dialogando a lo largo de su historia. Se ha sentado a la mesa a tratar de un algo. Pero en medio de toda
esa humanidad que charla, que dialoga y disputa, hay una cámara: la cámara de los privilegiados que
dialoga en el templo los secretos más profundos. Y esa cámara de privilegiados es la Iglesia de Jesús
Cristo. Ella se ha sentado a la mesa más íntima y trata el tema de las eternidades; y el tema es Yahveh. Y
el tema de Yahveh es Su Hijo Jesús Cristo. Jesús Cristo es el tema del diálogo en la cámara secreta de los
privilegiados. Y cuando Yahveh nos habla de Su Hijo Jesús Cristo, también Yahveh, y nos lo enseña,
entonces a sí mismo se enseña y se declara. Es el tema de las eternidades; el mayor y más grande
espectáculo; el maná secreto y escondido, reservado para la mesa de los privilegiados; el alimento sobre la
mesa de la eternidad. Privilegiado llegará a ser cualquier hombre que reciba a Jesús Cristo.
 
10
La pasión necesaria
 
El “ser para sí” del existencialismo es una pretensión cuya acción a priori e inmoral es motivada en la
ignorancia del “ser en sí”. La superioridad supuesta en el existencialismo de la existencia sobre la esencia
en el “ser para sí” es una ilusión, puesto que el “ser para sí” debe primero sostenerse en el “ser en sí”, y éste
conlleva “en sí”, en forma inherente, su propio “para qué”. La angustia evidencia la inherencia del “para qué” en el “ser en sí”. De modo que diferenciar ónticamente el “ser en sí” y el “ser para sí” es una ignorancia del esencialismo del propósito, el cual es evidente de por sí, de la misma manera como resulta evidente el “ser en sí”. Tal ignorancia voluntaria es un robo que enajena a la misma existencia del “ser en sí”, el cual no
puede garantizarse la autoposesión ante el peso de la contingencia frente al todo. El “ser para sí” es por lo
tanto inmoral, injusto e incoherente. La autoposesión del “ser para sí” es una posesión ilusoria y temporal
que conlleva su propia autodestrucción. La libertad no consiste en el absurdo del “ser para sí”, sino en la
realización plena del “ser en sí”, que conlleva su “para qué” en forma inherente. La razón de esto es porque
el ser precede a la libertad. No hay libertad sin ser. La libertad no escoge el ser, sino apenas una
modalidad de éste, realizadora o enajenante. Pretender que la libertad escoge “ser en sí” para poder “ser
para sí” es una ilusión, un castillo en el aire. Más bien diremos que al ser se le dio libertad para perpetuarse
aceptándose tal como ”es en sí”, o autodestruyéndose con la negación y enajenación de su “ser en sí”
evidente y ónticamente inmutable.
Los cambios y modos que afectan la forma del ser, no afectan su esencia, pues sólo son posibles los
cambios y modos que la esencia misma ha determinado. La esencia, pues, se enseñorea sobre la forma, y
la forma obedece a la esencia. Esto, de las criaturas, porque el Creador es Dios, y la criatura no se crea a sí
misma. El ser no se hace, apenas se descubre. La dignidad del hombre es la esencia de la naturaleza
humana que protesta contra la pretensión de la existencia que intente rebajar su cualidad inherente. La
desorientación de la existencia y su náusea acompañante, es la sentencia irrevocable contra el delirio
existencialista. Nuestra “hombridad” es esencial y no meramente existencial en todos sus recodos. La
libertad humana simplemente reposa en el océano esencial; su destino es perpetuarse descubriendo su
“para qué” y accionar su libertad en la realización de su asentimiento a la invitación del ser, al convite de
Dios. Tal invitación es llamado de la esencia, y por ella, de la Causa del “ser en sí”, y no debe ser
presunción de la existencia. Cuando la existencia presume, se alista a despertar de su delirio enfrentándose
a la enajenación, el absurdo y el abismo. Tal enfrentar la carcoma del agujero de su ser47 es el vértigo de la
existencia,48 la caída en el abismo. De allí, la pasión inútil del humanismo existencialista. El “para qué” del
“ser en sí” se evidencia en la utilidad, la urgencia, la necesidad, la exigencia y la unidad del ser dentro del
contexto total de la realidad.
47Alusión a la filosofía de Jean Paul Sartre.
48Alusión también a la filosofía de Nietzsche.

El Amor es, pues, lo contrario del “ser para sí”. El Amor eterno es el “para qué” del “ser en sí”. El Amor
eterno es el matrimonio propuesto por la esencia a su propia existencia; aceptarse tal cual se es y aceptar a
Dios y a los demás; es el abrazo del hombre y Dios y de los hombres entre sí mediante Dios, la pasión
necesaria, la vindicación de la eternidad dada ahora al ser, si responde afirmativa y libremente a Dios. El
humanismo teísta, o más bien, el teísmo humanitario del cristianismo, presenta la respuesta a la exigencia
esencial de la dignidad humana; es por lo tanto alternativa más excelente a la de la “inutilidad” de la pasión
del humanismo existencialista. La “contingencia fundamental” de la existencia, evidente de por sí,
honestamente reconocida, marcha a la vanguardia de los enemigos implacables del ateísmo existencialista.
El “Ser Necesario” sigue siendo, pues, la piedra fundamental de la dignidad humana. La “inutilidad” de la
pasión existencialista es, pues, el gran baldón de execrable desprecio que se vierte contra la dignidad del
hombre. La dignidad humana es inherente a la “hombredad” esencial. La dignidad humana no consiste en la “inutilidad” del “ser para sí”, sino en el lugar y en el hallarse y realizarse eterno del ser; la realización y
sentido pleno y satisfactorio.
La satisfacción eterna es la exigencia natural de la dignidad humana, y tan sólo la encuentra en el
cumplimiento del propósito esencial. La vivencia de una “razón de ser” eterna, en el Amor eterno de Dios,
es la cúpula de la dignidad. La dignidad máxima es ser aceptado para siempre en Dios. Y esto reside en la
vida en virtud de Cristo, complacencia declarada del Padre. El existencialismo carece del discernimiento del Propósito Divino. Se ha hecho ante sí mismo huérfano, al convertirse en parricida de las evidencias
objetivas del Espíritu del Ser Divino, contactadas vivencialmente por el espíritu de los seres humanos.
Quienes conocemos a Dios, lo conocemos directamente, aun más allá de Sus reflejos indirectos, puesto
que la realidad divina también destella tales reflejos indirectos, pero a Dios le conocemos tan directamente
como conocemos nuestra propia existencia y la existencia del universo. Simplemente declaro que para los
conocedores de Dios, Éste se ha revelado a Sí mismo tan directamente que no necesita explicar Su
existencia, puesto que ésta se ha explicado a sí misma tan evidentemente que se percibe más acá de la
inferencia abstracta. La fe contacta la vida misma en el espíritu. He allí la experiencia de que adolece el
post-Tomismo; y es la falta que le ha hecho deslizarse al existencialismo. Sören Kierkegaard y Gabriel
Marcel se sostuvieron por la fe. El post-Tomismo se deslizó de la validez de la experiencia religiosa hacia la
mera inferencia filosófica, abstracta y huérfana de las evidencias místicas directas. No necesitamos probar a Dios; Él dice por sí mismo: Aquí estoy Yo. Cuando él dice así, entonces nuestro sentido espiritual le conoce. ¿Habéis tomado en serio ese sentido?
 
11
El sello de la criatura
 
Toda criatura trae de hecho una condición inmutable e inherente por causa de la suprema realidad. Sí,
toda criatura trae esa condición inherente, que es como el sello inviolable de la suprema realidad. Y esta es
la condición inherente a toda criatura; su deuda y obligación, su pertenencia a su Creador. Aunque trate de
escaparse, esconderse y escabullirse, toda criatura, tarde o temprano, encontrará sobre sus lomos la marca del sello inexorable de la suprema realidad que es la Soberanía Divina. Verá la criatura que para siempre es deudora. Su deuda y obligación para con Dios es inherente y permanente dentro de su condición de criatura. Es el peso de la realidad suprema el que doblará nuestras rodillas y constreñirá nuestra boca a confesar a Dios. Contingencia, angustia y tormento moral son las cicatrices de la herida impresa por la realidad que hay que acatar: Dios es Dios, y nosotros somos para Él. Quien se resista delirará hasta la destrucción; morirá arrasado por el alud de lo inexorable, ineludible e inevitable.
 
12
El hombre se descubre
 
El hombre no se hace en cuanto a naturaleza; simplemente se descubre.
 
13
Del conocimiento empírico
 
El conocimiento empírico sólo se hace posible gracias a modos de realidad predispuestos antes de la
experiencia y del conocimiento. Tales modos de realidad se hayan diseñados según principios que por
afectar la realidad son ellos mismos reales. Tales principios evidencian una causalidad final o teleológica, y
por lo tanto suponen un Sujeto Dueño de los principios tales, el cual es Dios.
Silencios del humanismo 103
 
14
De la estética
 
La disposición de la estructura humana para el juicio estético está diseñada para el goce de la realidad en
sí. Después de conocer la realidad, entonces se goza y se posee.
 
15
Del sentido común
 
Lo que es del hombre, lo entiende el hombre; y si no es una locura, basta el sentido común.
16
De la jactancia moderna
 
La jactancia moderna, con su temor de lucir primitiva, se engaña a sí misma cambiando meramente las
palabras. No modifica la realidad, sino que se dopa con el tranquilizante de la lingüística y la terminología,
enajenándose con el nominalismo. Tal terminología expresa meramente su deseo, pero no es fiel a la
evidencia.
 
17
Hombre y psicólogo
 
No por ser psicólogo se es más que hombre; ni por ser meramente hombre se es menos psicólogo.
 
18
De lo irracional en la razón
 
La razón se hace irracional cuando no cuenta con la revelación.
 
19
Del mito de la razón suficiente
 
La suficiencia de la razón es un mito; primero, porque la razón es apenas una pieza influenciable de la
estructura humana; segundo, porque la razón es contingente; tercero, porque los elementos de juicio con los que trabaja la razón son generalmente insuficientes si no cuenta con la revelación; cuarto, porque la razón es dependiente; quinto, porque existe para la razón un propósito trascendente a ella; es decir, no fabricado por ella, sino por el Autor de la estructura racional. La razón apenas aprende a interpretar lo dado, pero lo dado se impone a la razón.
 
20
De la originalidad vital
 
La originalidad vital se levanta contra el peso anquilosado de la cultura.
 
21
Del inconsciente colectivo
 
Más bien que inconsciente colectivo, se trata de historia y condición común, estructura homínida común.
 
22
Orgullo y engaño
 
El orgullo levanta su morada sobre la mentira de pretenderse suficiente y propio. La humillación
voluntaria ante la Soberanía Divina se asocia al reconocimiento de la verdad. El orgullo se alimenta del
engaño; la humildad de la verdad, la realidad.
 
23
De la envidia
 
La envidia hace fiesta cuando cae el envidiado.
 
24
Cierta ignorancia
 
La mejor manera de combatir algunas cosas es ignorándolas.
25
Del dolor y el placer
 
El dolor se disfraza de placer; la máscara del dolor es el placer; nos tragamos el dolor vestido de placer.
 
26
De los sueños
 
Los sueños parecen revelar el intento de superar o solucionar los problemas con que nos enfrenta la vida.
Durante el sueño me parece que buscamos la respuesta, manipulamos el conflicto, ensayamos las
opciones, hacemos pruebas, imaginamos situaciones, sondeamos enigmas, examinamos, arriesgamos
suposiciones, representamos posibilidades, hacemos hipótesis, nos colocamos en lugares donde podemos
probar situaciones que deseamos conocer y controlar. El simbolismo onírico encubriría, pues también, tal
actividad. Mientras descansamos, la vida indaga sobre futuros pasos; busca prepararse para continuar su
camino. Y así como en algunas ocasiones Dios, o Satanás, ángeles o demonios, intervienen en nuestra
vida regular de vigilia, en contadas ocasiones nuestra vida regular de sueños se ve también intervenida por
Dios y por otros seres de la dimensión espiritual. Tal intervención de Dios, o de ángeles y demonios, es real
y no solamente imaginaria. En el sueño normal no intervenido, actuamos solos, aunque existen también
casos de comunicación con otros durmientes. A veces imaginamos al ser real; otras veces, tal ser real
espiritual interviene con su realidad propia. Durante el sueño, a menudo el proceso de despertarse es
representado como un ascender simbólico, como una culminación. La interpretación freudiana de los
sueños como satisfacción de deseos sexuales reprimidos no es exacta ni suficiente. La vida es más que
sexo, y la energía no sólo proviene de impulsos sexuales. A cada actividad normal de la vida corresponde
su energía especial. El deseo sexual reprimido es apenas uno de los problemas o de las situaciones con
que nos enfrentamos en la vida. En algunas ocasiones el sueño trata también con él como una parte del
acontecer vital, mas no todo en la vida es deseo sexual reprimido. El impulso primario en la energía vital
humana es desarrollar la integridad de la “hombredad”, la cual es esencial e innata en todas sus partes, y no es adquirida. El sueño cumpliría durante el descanso una función de entrenamiento integral; sería como una lección de capacitación programada autónomamente. El sueño no es precisamente una premonición del futuro, sino una indagación en miras a enfrentar el futuro, a partir del estado actual con su carga del pasado, y utilizando inclusive el instrumento de las percepciones del subconsciente. Cuando queremos algo, pero no sólo queremos, sino que indagamos acerca de algo, podemos soñarlo como para visualizarnos en talsituación y comprenderla mejor. Igualmente parece suceder cuando nos preocupa algo, así como cuando nos preguntamos por algo. Tal deseo, o pregunta, o preocupación no es precisamente un símbolo que esconda una energía reprimida, aunque en algunas ocasiones podría serlo; es simplemente un hecho normal humano, vital y auténtico, irreductible y legítimo; es decir, del nivel humano normal. No es necesario rastrearlo y aprisionarlo hasta la animalidad.
 

27
De la antigüedad del concepto de resurrección
 

El concepto de resurrección es mucho más antiguo que el zoroastrismo con su mazdeísmo, dualismo y
ciclos. Ya el rey David, en el libro de los Salmos, había profetizado acerca de la resurrección del Santo de
Yahveh. Tal cita era usada por los apóstoles de Jesús Cristo para confirmar escrituralmente la resurrección de Cristo, de la cual fueron testigos presenciales, fieles hasta el martirio. Zoroastro o Zaratustra fue apenas contemporáneo de Nabucodonosor de Babilonia y de Tales de Mileto, mal llamado padre de la filosofía; [el hombre siempre fue filósofo, aunque la expresión de su filosofía cambie de matiz según la época].
Zoroastro fue influenciado por el profeta Daniel. David fue anterior a Zoroastro. Igualmente podemos decir lo mismo con respecto al antiquísimo libro de Job, donde éste declara su esperanza de un redentor al cual verá en su misma carne después de deshecha esa su piel.49 Tal esperanza de resurrección es, pues,
mucho más antigua que Babilonia y Persia. El profeta Isaías, que predijo la cautividad de Israel en
Babilonia, ya mucho antes de Zoroastro, había profetizado la resurrección.
49 Ver Job 19:25,26.

Diré, pues, que el concepto de resurrección es tan, pero tan antiguo, que se remonta al origen mismo del
hombre. Ya Adam poseyó tal esperanza, pues recibió la promesa de redención desde el mismo Edén y al
mismo tiempo de la maldición. Si la transgresión provocaría la muerte y ésta era el imperio de la serpiente,
entonces cuando la serpiente fuese aplastada en su cabeza, su imperio sería roto. La resurrección estaba,
pues, claramente implícita en la promesa de Dios al hombre hecha en el Edén. De allí parte la historia
verídica de la raza humana y también del contexto del cual se derivaron los diversos mitos que fueron
tomando con el tiempo carices diferentes, pero conteniendo camufladamente las legítimas esperanzas y
recuerdos del hombre desde sus albores. Cuando la familia de Jacob descendió a Egipto consideraba ya de
importancia el lugar del sepulcro de sus padres Abraham e Isaac; por eso José hizo transportar sus huesos
a Kanaán, donde efectivamente fueron introducidos por Josué. Tal esperanza se fue definiendo en la
humanidad, y la línea escogida por Dios para preparar el advenimiento de aquella Simiente redentora que
aplastaría la cabeza de la serpiente, conservó y recibió la revelación que fue creciendo y acumulándose
hasta que la mies humana estuviera lista y preparada para la aparición de Jesús Cristo; entonces Éste dio
cumplimiento fehaciente e indubitable, delante de reconocidos testigos, de esa esperanza humana de
resurrección; mostró al mundo las primicias de la victoria, con Su propia vida y resurrección, y entregó la
garantía definitiva de la resurrección a los hombres, quitando la maldición de la tierra. La muerte ha sido,
pues, definitivamente aplastada. La confirmación de la esperanza humana se arraiga sólidamente en el
hecho de la realidad cristiana.
 

28
De la antigüedad del alfabeto
 

Algunos ya refutados críticos habían pretendido afirmar que el Pentateuco fue recién escrito por un
escriba desconocido, en los tiempos de Esdras, puesto que decían, Moisés no pudo hacerlo dizque porque
en sus tiempos no se conocía la escritura. Claro está que suena a suposiciones mal intencionadas. Ha
tiempo que es un hecho el descubrimiento de que los fenicios no fueron los padres del alfabeto, sino que lo
recibieron de los semitas. El alfabeto mismo testifica de esto: los nombres de las letras corresponden a
palabras hebreas (ej.: B, beth = casa). Así, pues, que el argumento de los ya refutados críticos se derrumba
cuando afirmaban que la escritura no se conocía en ese tiempo. Vemos, sin embargo, en los Salmos deDavid (ej.: 103), Asaf y otros muy anteriores a Esdras, que éstos hacen mención de Moisés, de los sucesosdel Éxodo, y de la Ley, lo cual es el más celosamente guardado patrimonio de los israelitas. David no sóloprecedió a Esdras sino también a la cautividad misma de Israel en Babilonia. El registro de la prácticasacerdotal de Israel es mucho más antiguo de lo que se pretendía atribuírselo. Por lo menos 300 añosantes de que Moisés llevase a Israel al Sinaí, ya se comprobó que existía el alfabeto entre los cananeos y hebreos. Tenemos el testimonio en las tablillas halladas por F. Petrie de los obreros del Retenú. Las
piedras del Serabit El-Chadem son ya antecesoras del alfabeto actual. También el Código negro de
Hamurabi es claramente premosaico. De modo que la escritura en alfabeto era ya una realidad en la tierra
del Sinaí en la época de Moisés. No olvidemos que el mismo Moisés cita libros anteriores a Él. Por otra
parte, el registro extrabíblico que confirma el Éxodo se hace patente en los descubrimientos de las pinturas con semitas que laboran en ladrillos hechos por Nemberry. Los 430 años de esclavitud parecen
corresponder con el final de la época de Ramesés II, afamado constructor, en cuya época Israel sufrió el
yugo de la esclavitud, de la cual fue liberado dejando, por así decirlo, la marca en la hechura de los ladrillos.